Title: Teatro selecto, tomo 4 de 4
Author: Pedro Calderón de la Barca
Commentator: Marcelino Menéndez y Pelayo
Release date: September 28, 2020 [eBook #63328]
Language: Spanish
Credits: Produced by Ramón Pajares Box, Josep Cols Canals and the
Online Distributed Proofreading Team at https://www.pgdp.net
(This file was produced from images generously made
available by The Internet Archive/Canadian Libraries)
[p. 1]
TEATRO SELECTO
DE
CALDERÓN DE LA BARCA.
[p. 2]
BIBLIOTECA CLÁSICA.
Doce reales cada tomo en toda España.
OBRAS PUBLICADAS.
Tomos. | ||
HOMERO.—La Ilíada, traduccion directa del griego en verso y con notas de D. José Gomez Hermosilla. | 3 | |
CERVANTES.—Novelas ejemplares y viaje del Parnaso. | 2 | |
HERODOTO.—Los nueve libros de la historia, traduccion directa del griego, del padre Bartolomé Pou. | 2 | |
ALCALÁ GALIANO.—Recuerdos de un anciano. | 1 | |
VIRGILIO.— | La Eneida, traduccion directa del latin, en verso y con notas de D. Miguel Antonio Caro. | 2 |
— | Las églogas, traduccion en verso, de Hidalgo.—Las geórgicas, traduccion en verso, de Caro; ambas traducciones directas del latin, con un estudio del Sr. Menéndez Pelayo. | 1 |
MACAULAY. | ||
— | Estudios literarios. | 1 |
— | Estudios históricos. | 1 |
— | Estudios políticos. | 1 |
— | Estudios biográficos. | 1 |
— | Estudios críticos. | 1 |
Traduccion directa del inglés de M. Juderías Bender. | ||
QUINTANA.—Vidas de españoles célebres. | 2 | |
CICERÓN.—Tratados didácticos de la elocuencia, traduccion directa del latin de D. Marcelino Menéndez Pelayo. | 2 | |
SALUSTIO.—Conjuracion de Catilina.—Guerra de Jugurta, traduccion del infante D. Gabriel.—Fragmentos de la grande historia, traduccion del Sr. Menéndez Pelayo, ambas directas del latin. | 1 | |
TÁCITO.—Los anales, traduccion directa del latin de don Cárlos Coloma. | 2 | |
PLUTARCO.—Las vidas paralelas, traduccion directa del griego por D. Antonio Ranz Romanillos. | 5 | |
ARISTÓFANES.—Teatro completo, traduccion directa del griego por D. Federico Baráibar. | 2 | |
POETAS BUCÓLICOS GRIEGOS.—(Teócrito, Bion y Mosco.) Traduccion directa del griego, en verso, por el Ilmo. Sr. D. Ignacio Montes de Oca, Obispo de Linares (Méjico). | 1 | |
MANZONI.—Los Novios, traduccion de D. Juan Nicasio Gallego. | 1 | |
ESQUILO.—Teatro completo, traduccion directa del griego, con notas, por D. Fernando Brieva Salvatierra. | 1 | |
QUEVEDO.—Obras satíricas y festivas. | 1 | |
DUQUE DE RIVAS.—Sublevacion de Nápoles. | 1 |
MADRID.—IMP. CENTRAL Á CARGO DE VÍCTOR SAIZ, COLEGIATA, 6.
[p. 3]
BIBLIOTECA CLÁSICA
TOMO XXXIX
TEATRO SELECTO
DE
CALDERÓN DE LA BARCA
PRECEDIDO DE UN ESTUDIO CRÍTICO
DE
D. MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
TOMO IV
OBRAS VARIAS
COMEDIAS.
NO SIEMPRE LO PEOR ES CIERTO.
GUÁRDATE DEL AGUA MANSA.
ZARZUELAS.
EL LAUREL DE APOLO.—LA PÚRPURA DE LA ROSA.
AUTOS SACRAMENTALES.
LA CENA DE BALTASAR.—LA VIDA ES SUEÑO.
Á DIOS POR RAZON DE ESTADO.
MADRID
LUIS NAVARRO, EDITOR
COLEGIATA, NÚM. 6
—
1881
[p. 5]
COMEDIAS.
[p. 7]
[p. 8]
Don Cárlos, galan.
Don Juan Roca, galan.
Don Diego Centellas, galan.
Don Pedro de Lara, viejo.
Fabio, criado.
Ginés, criado.
Leonor, dama.
Doña Beatriz, dama.
Inés, criada.
Gente.
La escena es en Valencia.
[p. 9]
Sala de una posada.
DON CÁRLOS y FABIO, vestidos de camino; despues, LEONOR.
D. Cárl.
¿Diste el papel?
Fabio.
Sí, señor,
Y con notable alegría
Dijo que al punto vendria
A esta posada.
D. Cárl.
Y Leonor
¿Habráse ya levantado?
Fabio.
Aun no ha abierto su aposento.
D. Cárl.
Pues llama á él, porque intento
Darla parte del cuidado
Con que asegurar me atrevo
Su vida y su honor aquí
Por lo que me debo á mí,
No por lo que á ella la debo.
Llámala pues, que ya es hora
De que despierte. (Sale Leonor.)
Leonor.
Eso fuera
Si yo, Don Cárlos, durmiera;
[p. 10]Pero quien padece y llora
Desdenes de una fortuna
Tan cruel, tan inclemente,
Tan á todas horas siente,
Que no descansa en ninguna.
¿Qué me quieres?
D. Cárl.
Informarte
De cómo en tan triste suerte
Trata mi amor defenderte,
Ya que no es posible amarte.
Sabrás...
Leonor.
No prosigas, no,
Pues sea justo ó no sea justo,
Basta saber que es tu gusto,
Para obedecerle yo.
Que aunque en pena semejante
Atento te considero
A la ley de caballero
Primero que á la de amante;
En mí no hay más eleccion,
Más gusto, más albedrío,
Que el tuyo: siendo este el mio,
¿Para qué es la relacion?
D. Cárl.
¡Oh qué bien esa humildad,
Hermosa Leonor, viniera,
Si de voluntad naciera,
Y no de necesidad!
Leonor.
A quien ya le ha persuadido
La apariencia de un engaño,
Tarde ó nunca el desengaño
Pondrá su queja en olvido:
Y más cuando él de su parte
Tan poco hace por creer
Qué pudo ó no pudo ser.
[p. 11]D. Cárl.
No trates de disculparte;
Que no has de poder, Leonor.
Leonor.
Haz una cosa por mí,
Por ser la última que aquí
Ha de deberte mi amor.
D. Cárl.
Sí haré: sal dese cuidado.
Díme, pues, lo que deseas.
Leonor.
Escúchame, y no me creas
Despues de haberme escuchado.
D. Cárl.
Con aquesa condicion,
Sí haré. Prosigue, pues: dí,
¿Qué es lo que quieres de mí?
Leonor.
Solamente tu atencion.
D. Cárl.
Aguarda.—Fabio.
Fabio.
Señor.
D. Cárl.
Si viniere el caballero
Que llamaste, entra primero,
Porque se esconda Leonor.—(Vase Fabio.)
Prosigue ahora.
LEONOR, DON CÁRLOS.
Leonor.
Ya sabes,
Cárlos mio... Mal empiezo,
Pues yendo á decir verdades,
Hube de empezar mintiendo.
Descuido fué.—¡Ay Dios! ¡Cuál debe
De andar mi amor acá dentro,
Pues de cuanto arroja fuera,
Hasta el descuido es requiebro!
[p. 12]Ya sabes, digo otra vez,
La ilustre sangre que tengo,
Por la estimacion que has visto
En mis padres y en mis deudos.
Tambien sabes que por mí,
Cárlos, no la desmerezco,
Aunque quieran mis desdichas
Deslucir mis pensamientos.
¡Oh cuánto en esta materia
Cobarde estoy, conociendo
Que contra mí hasta la misma
Verdad sospechosa tengo!
Pues quien me viere venir
Peregrinando á otro reino
En poder de un hombre mozo,
Y deste con tal despego
Tratada, que las finezas
Que á su ilustre sangre debo
Aun no las debo yo, pues
El se las debe á sí mesmo,
¿Como crêrá que sin culpa
Tantas desdichas padezco,
Cuando al primero que obligo
Es el primero que ofendo?
Pero ¿qué importa, qué importa
Que en lo aparente y supuesto
Se conjuren contra mí
Estrella, fortuna y tiempo,
Si en la verdad han de hallarse
Todos de mi parte, haciendo
Lo que el sol con el eclipse,
Que aunque borre sus reflejos,
Aunque perturbe sus rayos,
No por eso, no por eso
[p. 13]Deja, á pesar de las sombras,
De salir despues, venciendo
La vaga interposicion
Que ya le juzgaba muerto?
Yo al fin, contra cuantas nieblas
Mi esplendor deslucen, pienso
Coronarme victoriosa:
Y hasta llegar este efecto,
Hoy, á pesar de sus iras,
A atar el discurso vuelvo.
En la corte, patria mia
(¡Oh pluguiera al mismo cielo
Hubiera sido al nacer
Mi cuna y mi monumento!),
Cárlos, me viste una tarde,
Que á San Isidro saliendo
Con unas amigas mias,
Por amistad ó por deudo
Llegaste á hablarlas; y dando
Licencias el campo, atento...
—A mi hermosura dijera,
Si pensara que la tengo...—
De galan y de entendido
Juntaste los dos extremos,
Haciendo la cortesía
Capa del atrevimiento.
Continuaste desde entónces
En mi calle los paseos,
En mi reja los suspiros,
De dia y de noche siendo
La estatua de mis umbrales,
Y la sombra de mi cuerpo.
Solicitaste criadas
Y amigas, que son los medios
[p. 14]Comunes de amor, á quien
Debiste que tus afectos
Oyese para escucharlos,
Si no para agradecerlos.
Cuántos dias te costó
De finezas y desvelos
Que leyese un papel tuyo,
Tú lo sabes; y así, quiero,
Dejando empeños menores,
Ir á mayores empeños.
Enterada yo de que
Fuesen, Cárlos, tus intentos
Tan lícitos, que aspiraban
Sólo al fin de casamiento,
Admití ménos cruel
Que debiera, tus deseos;
Pero con aquel seguro,
Bastante disculpa tengo
En lo ilustre de tu sangre,
Lo honrado de tus respetos,
Lo galan de tu persona,
Y lo sutil de tu ingenio.
Ya nuestra correspondencia
Entablada, en el silencio
De la noche, porque á él sólo
Se fiaba el amor nuestro,
Nos hablábamos por una
Reja de mi cuarto; y viendo
Que no dejaba de ser
Escándalo á los que necios
De sus cuidados se olvidan
Por cuidar de los ajenos,
Tratamos que desde entónces
Entrases al aposento
[p. 15]De un criado, donde yo
Hablarte podia, sin miedo
Desta vil curiosidad
Que tantos daños ha hecho,
Pues los peligros de afuera
Enmienda con los de adentro.
Una noche que viniste
Más tarde que otras (no quiero
Hablar, que no es ocasion,
En si otro divertimiento
Más gustoso te detuvo,
Pues al fin yo le agradezco
La novedad de venir
Al daño y no venir presto),
Entraste en mi casa; y cuando
Quejoso mi sentimiento,
Desconfiada mi fe,
Te esperaba con aquellos
Dulces desaires de amor
Que entre confianza y miedo
Hacen el cariño más
Porque le descubren ménos;
Apénas una palabra
Pude hablarte, cuando siento
Dentro de mi cuarto ruido,
Y á saber quién era vuelvo.
Tú, pensando que sería
Desden estudiado á efecto
De castigar tu tardanza,
Me seguiste, cuando (¡ay cielos!)
Ví (máteme mi memoria)
Que (¡con qué dolor me acuerdo!)
Un (¡con qué pena lo digo!)
Hombre (ahógame mi aliento)
[p. 16]Embozado (¡qué desdicha!)
Hácia mí...
FABIO.—LEONOR, DON CÁRLOS.
Fabio.
Aquel caballero
Que enviaste á llamar, aguarda
Ahí fuera.
D. Cárl.
(A Leonor.) Éntrate allá dentro,
Que no quiero que te vea
Hasta despues.
Leonor.
¡Que hasta en esto
Hube de ser desdichada,
Pues áun para este pequeño
Alivio de hablar siquiera,
Hubo de faltarme tiempo!
D. Cárl.
Hoy verás cuánto es en vano
Querer disculparte.
Fabio.
Presto,
Si has de esconderte, que entra.
D. Cárl.
Tú salte allá fuera luego, (A Fabio.)
Y tú escucha lo que hablamos. (A Leonor.)
Leonor.
¡Qué poco á mi estrella debo!
D. Cárl.
Ménos debo yo á la mia,
Pues lo que me dió la he vuelto.
(Vanse Leonor y Fabio.)
DON JUAN.—DON CÁRLOS.
D. Juan.
¡Don Cárlos! ¡primo!
D. Cárl.
Los brazos
Me dad, Don Juan.
D. Juan.
Aunque tengo
Para negarlos razon,
Conmigo acabar no puedo
Que valga la queja más
Que vale el gusto de veros.
¡Vos en Valencia, Don Cárlos,
Y no en mi casa! ¿Qué es esto?
Pues ¿cómo se hace este agravio
A amistad y parentesco?
D. Cárl.
La queja, Don Juan, estimo
Como es justo; pero tengo
La disculpa tan á mano,
Que habreis de olvidarla presto.
¿Cómo estais?
D. Juan.
Para serviros
Siempre, á todo trance expuesto[1].
D. Cárl.
Vuestra hermana y prima mia...
D. Juan.
Salud goza; mas dejemos
El cumplimiento, por Dios,
Que es un hidalgo muy necio.
¿Qué venida es ésta, Cárlos?
¿Qué hay en la corte de nuevo?
D. Cárl.
¿Qué ha de haber? Desdichas mias,
[p. 18]De que en vano voy huyendo,
Pues donde quiera que voy,
Allí, Don Juan, las encuentro.
D. Juan.
Con eso que me habeis dicho,
Me habeis crecido el deseo
De saber qué causa os trae
Tan depulsado el aliento.
D. Cárl.
Yo ví una hermosura, y yo
La amé, Don Juan, tan á un tiempo
Todo, que entre ver y amar,
Aun no sé cuál fué primero.
Rendido ostenté finezas,
Constante sufrí desprecios,
Fino merecí favores,
Celoso lloré tormentos;
Que estas son las cuatro edades
De cualquier amor, pues vemos
Que en brazos del desden nace,
Crece en poder del deseo.
Vive en casa del favor
Y muere en la de los celos.
Entraba una noche á hablarla
De un criado al aposento
Que corresponde á su cuarto...
Escuchamos pasos dentro:
Volvió ella, y yo tras ella,
O recelando ó temiendo
Que fuese su padre, cuando
Vimos un hombre encubierto,
Que de su cuarto venía
A hurto sus pasos siguiendo.
«¿Quién es?» dijo[2]. Él respondió:
[p. 19]«Quien solo quiso ver esto.»
Yo nada hablé, porque á vista
De mi dama y de mis celos,
Remití toda la voz
A la lengua del acero.
Saqué la espada, y cerrando
Los dos, á morir resueltos,
Quiso (no sé bien si diga
Piadoso ó cruel) el cielo
Que de una herida cayese
En la tierra, para hacernos
Iguales la suerte; pues
Nos vimos á un punto mesmo,
Muerto de la herida él,
Y yo del agravio muerto.
Bien pensareis que esta es sola
Mi desdicha, y que el suceso
Pára en que yo delincuente
Me vengo á Valencia huyendo
Del rigor de la justicia:
Pues no, Don Juan, pues no es eso;
Que ahora empieza el más extraño,
El más notable, el más nuevo
Lance de amor que jamás
Dió la cadena á su templo.
Al ruido de las espadas,
De la dama á los extremos,
Dieron las criadas gritos:
Despertó su padre á ellos.
Consideradme á mí ahora,
Sobre declarados celos,
Conjurando contra mí
Su familia á un noble viejo,
Desmayada aquí mi dama,
[p. 20]Y allí mi enemigo muerto.
En este trance me hallaba,
Cuando ella (¡ay de mí!) volviendo
Del desmayo, me pidió
Su vida amparase. ¡Ah cielos!
¡Qué bien hace la mujer
Que habiendo de hacer un yerro,
Lo fía de buena sangre!
Dígalo yo, pues en medio
De su traicion y mi agravio,
Dispuse acudir primero
Al reparo de su vida,
Que no al de mi sentimiento.
«Sígueme presto,» la dije,
Y haciendo muro mi pecho,
Salí con ella á la calle,
Donde las alas del miedo
Nos ampararon de suerte
Veloces, que en un momento,
En cas de un embajador
Tomamos seguro puerto.
Envié á llamar un criado,
Que informado de secreto
De todo, volvió á decirme
Que el hombre era un caballero
Forastero (que en la corte
Estaba á seguir un pleito),
Cuyo nombre, aunque le oí,
Por ahora no me acuerdo.
Que la herida en la cabeza
Le privó el sentido; pero
Aunque con poca esperanza
De vida, no estaba muerto,
Sino en otra casa, adonde
[p. 21]Le llevó un alcalde preso,
Que habiendo sabido que era
Yo el agresor del suceso,
Mi hacienda estaba embargando:
Y añadió despues á esto
Que el padre, como hombre al fin
Prudente, advertido y cuerdo,
Ni querella, ni otra alguna
Diligencia habia hecho,
Porque su venganza solo
Librada tenía en su esfuerzo.
Yo, viéndome pues cercado
De penas, y en un empeño
Tan grande como amparar
La causa dellas, resuelvo
Salir de Madrid, adonde
Pueda vivir por lo ménos
Sin temor de la justicia
Ni de su padre y sus deudos.
Y así, lleno de pesares
Y de obligaciones lleno,
Acordándome de vos,
De vos á valerme vengo.
Yo, Don Juan, traigo conmigo
Aquesta dama, á quien tengo
De salvar la vida á costa
De todos mis sentimientos.
En dejándola segura
(Pues esta es en todo riesgo
Mi primera obligacion),
Podrán mis desdichas luégo
Acudir á la segunda;
Pues la segunda que tengo
Es huir desta enemiga,
[p. 22]Que como noble defiendo,
Que como quejoso obligo,
Como enamorado quiero,
Y como ofendido huyo,
Y en dos contrarios extremos,
Acudiendo á las dos partes,
De amante y de caballero,
Enamorado la adoro,
Y celoso la aborrezco:
Cuyas dos obligaciones
Tan cabal la accion han hecho,
Que desde Madrid aquí,
Si no es hoy, juraros puedo
Que no la hablé dos palabras,
Porque no quise que en tiempo
Alguno de mí dijese
La fama, que pudo ménos
Mi valor que mi apetito;
Que es hombre bajo, que es necio,
Es vil, es ruin, es infame
El que solamente atento
A lo irracional del gusto
Y á lo bruto del deseo,
Viendo perdido lo más,
Se contenta con lo ménos.
Mirad vos cómo en Valencia,
Con otro nombre supuesto,
Podrá vivir esta dama,
En qué casa, en qué convento,
En qué retiro, en qué aldea,
Donde vereis que la dejo
Lo poco que traer conmigo
Pude, para su sustento;
Que á mí me basta esta espada,
[p. 23]Pues al instante, al momento
Que ella asegurada quede,
Yo tengo de ir della huyendo.
A Italia, á servir al Rey
Me pasaré, donde al cielo
Le pido que la primera
Bala acierte con mi pecho;
Porque con mi vida acaben
De una vez tantos recelos,
Tantas penas, tantas ánsias,
Agravios y sentimientos,
Que como noble las huyo,
Y como amante las siento.
D. Juan.
Es tan nueva vuestra historia,
Tan raro vuestro suceso,
Que sólo puede admirarse,
Dejándoselo al silencio.
Y hablando, no en lo pasado
(Pues ya no tiene remedio),
Sino en lo presente, vamos
Lo que ha de ser previniendo.
Donde mejor esta dama
Estará, es en un convento;
Mas tiene el inconveniente
De haber de estarla asistiendo,
Cuando tan pobre os hallais
Sin renta, con alimentos.
Y aunque mi alma, mi vida,
Mi sér y honor, todo es vuestro,
Mi hacienda está de manera,
Don Cárlos, que no me atrevo,
Porque no sé si despues
Podré cumplirlo, á ofrecerlo.
Y así, en mi casa presumo
[p. 24]Que habrá de estar, donde creo
Que...
D. Cárl.
No paseis adelante;
Que aunque la oferta agradezco,
No me es posible aceptarla,
Ni que, estas cosas sabiendo,
Dé ese cuidado á mi prima.
Fuera de que no es respeto
Llevar mi dama á su casa;
Que aunque por su nacimiento
Mereciera bien su lado,
Estos extraños sucesos
Ajan mucho las noblezas.
D. Juan.
Oid, que para todo hay medio.
A una doncella de casa,
Mi hermana habrá poco tiempo
Que puso en estado, y hoy
Está sin ella. Yo tengo
Una dama, amiga suya,
A quien sirvo y galanteo
Para casarme, y á quien
Podré fiar el secreto.
Pidiéndole yo á esta dama
Que la envié á casa, dejo
Asegurada la parte
De que mi hermana, sabiendo
Quién es, lo tenga á disgusto;
Y aunque el desdoro confieso
De que entre con este nombre,
Puede tolerarse, siendo
En lo público criada
Y señora en lo secreto;
Pues yo he de estar á la mira;
Siempre á su servicio atento.
[p. 25]D. Cárl.
El medio no era muy malo
Para asegurarla; pero
No me atreveré, Don Juan,
Yo á decirlo y proponerlo
A Leonor, porque...
LEONOR.—DON CÁRLOS, DON JUAN.
Leonor.
Detente,
Que yo responderé á eso.
Señor Don Juan, no tan sólo,
Como criada sirviendo,
En vuestra casa estaré
Honrada y gustosa, pero
Como esclava que comprais
De aquesta fineza á precio;
Porque no habrá para mí,
Si es que para mí hay consuelo,
Otro alguno, sino sólo
Saber que ha de ser mi dueño
Cosa tan propia de Cárlos.
Y así, humilde á esos piés, ruego
Faciliteis esta dicha;
Y pues os he estado oyendo,
Y en la relacion que él
De mis fortunas ha hecho,
Parece que estoy culpada
Y que apelacion no tengo,
Porque á vuestra casa no
Lleveis ni áun el más pequeño
Escrúpulo de que soy
[p. 26]Tan fácil como parezco,
¡Plegue á Dios que él me destruya
Con su poder, y los cielos
Me falten, si yo á aquel hombre
Embozado y encubierto
Ocasion le di jamás
Para tanto atrevimiento!
Si ya no es darle ocasion
A un hombre, darle desprecios.
D. Juan.
Vuestra hermosura, señora,
Al paso que vuestro ingenio,
Os acredita conmigo;
Y no ya por Cárlos quiero
Hacer la fineza (si es
Fineza la que os ofrezco),
Sino por vos. Que la escriba
Mi dama á mi hermana quiero
Un papel que vos lleveis.
Esperad, que al punto vuelvo. (Vase.)
LEONOR, DON CÁRLOS.
Leonor.
Ya, Don Cárlos, que ha llegado
El plazo de tus deseos,
Pues ya te verás sin mí,
Una cosa sola espero
Que añadas á las finezas
Que hasta este instante te debo.
D. Cárl.
Déjame, Leonor, por Dios:
No apures mi sufrimiento,
Porque no sé que te adoro
[p. 27]Hasta que sé que te pierdo.
Pero díme, ¿qué me quieres
Pedir?
Leonor.
Que si en algun tiempo
Te llegare el desengaño
De la culpa que no tengo,
Me has de cumplir la palabra
Que me diste.
D. Cárl.
No sólo eso
Ofrezco á ese desengaño,
Leonor, pero hacerte ofrezco
Víctima el alma y la vida...
Pero ¿cómo me enternezco
Desta suerte? Tú ¿no eres
La que aquel hombre encubierto
En tu aposento tenías?
Pues ni áun desengaños quiero
Tuyos, sino huir de tí,
Ya que segura te dejo.
Leonor.
Véte, véte; que algun dia
Volverán por mí los cielos.
D. Cárl.
Si esa esperanza no hubiera,
Me hubiera yo, Leonor, muerto
A manos de mi dolor.
Leonor.
Si airado una vez, si tierno
Otra vez, me hablas, ¿por qué
Más al mal que al bien atento,
No te pones de mi parte,
Y crees, Cárlos, que puedo
Estar sin culpa?
D. Cárl.
Porque
Temo que en cualquier suceso
Siempre es cierto lo peor.
Leonor.
Pues yo en mi inocencia espero
[p. 28]Que ha de haber suceso en que
No siempre lo peor es cierto. (Vanse.)
Sala en casa de Don Juan.
DOÑA BEATRIZ, leyendo un papel; tras ella, INÉS.
Inés.
(Ap.) Leyendo mi ama un papel,
Tan triste y confusa está,
Que mil deseos me da
De saber lo que hay en él.
Una vez le aja furiosa,
Y al cielo elevada mira,
Otra llora, otra suspira.
D.ª Beat.
¿Hay suerte más rigurosa?
Inés.
(Ap.) A lêr vuelve. ¿De qué nace
Ya el agrado y ya el furor?
Sin duda que es borrador
De alguna comedia que hace.
D.ª Beat.
Bien dicen que una cruel
Pluma áspid es de ira lleno,
De quien la tinta es veneno
En las hojas del papel.
Dígalo yo, pues á mí
Muerte su traicion me dió.
¿Quién crêrá mis penas?
Inés.
Yo.
D.ª Beat.
Inés, ¿tú estabas aquí?
Inés.
A esta cuadra salí ahora,
Y viendo la confusion
[p. 29]Que tiene tu corazon,
Te he de suplicar, señora,
Digas qué causa te obliga
A tan grande extremo.
D.ª Beat.
Es tal,
Que por aliviar el mal,
Es fuerza que te la diga.
Bien te acuerdas que Don Diego
Centellas me galanteó
Mucho tiempo.
Inés.
Sí.
D.ª Beat.
Y que yo,
Agradecida á su ruego,
A su amor y á su fineza,
Le correspondí.
Inés.
Muy bien.
D.ª Beat.
Bien te acordarás tambien
Que aunque es tanta su nobleza,
No se declaró jamás
Con mi hermano, hasta salir
Con un pleito que á seguir
Fué á la corte.
Inés.
Lo demas.
D.ª Beat.
Pues Ginés, un criado suyo
Que de mí obligado vive,
Aquesta carta me escribe,
De que claramente arguyo
Que, en Madrid enamorado,
El pleito á que fué es de amor.
La carta dirá mejor
Su traicion y mi cuidado.
(Lee.) Cumpliendo, señora, con la obligacion de lo que ofrecí, que fué avisar de todo, hago saber á vuestra merced que en[p. 30] casa de una dama de esta corte dejó por muerto á mi señor un caballero, de una herida, de que estuvo dos dias sin sentido y preso: ya gracias á Dios está mejor y libre, y de partida para esa ciudad, adonde...
No leo más, porque confieso
Que me ahogan las ánsias mias.
Inés.
¿Qué más, señora, querias
Leer, despues de leido eso?
D.ª Beat.
¡Este es el pleito á que fué
Don Diego!
Inés.
Era necesario;
Que siempre es pleito ordinario
De Madrid amor.
D.ª Beat.
No sé
Con qué estilos, con qué modos
Pueda explicar mi dolor.
Inés.
¡Quién vió partir al señor
(¡Oh fuego de Dios en todos!)
Ofreciendo maravillas!...
Que como los alfareros
De amor, no sólo pucheros
Hacen, sino cantarillas.—
Y al fin duran sus extremos
Hasta que otra cara ven.
Pero, pícaros, tambien
Nosotras lo mismo hacemos;
Y al cabo de la jornada,
Bien sabe mi santo Dios
Que estamos en paz, y no os
Quedamos á deber nada.
D.ª Beat.
De rabiosos celos muerta
Estoy.
Inés.
Tienes mil razones.
[p. 31]D.ª Beat.
Y durarán mis pasiones
Hasta que... Pero á esa puerta,
Inés, ¿no han llamado?
Inés.
Sí.
D.ª Beat.
Pues llega, mira quién es.
Inés.
(Para sí, yéndose.)
¡Ay de tí, pobre Ginés,
Si otro escribiera de tí
Que en Madrid descalabrado,
Mi casto honor ofendias! (Vase.)
D.ª Beat.
Locas confusiones mias,
Ya que á ver habeis llegado
Efectos de una mudanza,
Haced, pues todo es del viento,
Que me lleve el pensamiento
Quien me llevó la esperanza.
Diera por ver á la dama
Que pudo empeñarle así,
El alma y la vida.
INÉS con LEONOR, vestida pobremente, con manto.—DOÑA BEATRIZ.
Inés.
Aquí
Está, entrad.
D.ª Beat.
Inés, ¿quién llama?
Leonor.
Quien, si merece, señora,
Besar vuestra blanca mano,
Podrá desmentir, no en vano,
Sus fortunas desde ahora,
Pues de su golfo cruel,
[p. 32]Puerto toma en vuestro cielo.
D.ª Beat.
Álcese, amiga, del suelo.
Leonor.
(Ap.) ¡Qué mal me ha sonado el él!
D.ª Beat.
¿Qué es lo que quiere?
Leonor.
Este aquí
(Dala un papel.)
Carta de creencia es.
D.ª Beat.
¿Cúyo es?
Leonor.
De Violante.
D.ª Beat.
(Ap. á ella.)Inés,
¡Qué buena cara!
Inés.
Así, así.
Leonor.
(Ap.) Fortuna, ¿á qué más extremo
Puedes haberme traido?
Y áun lo que lloro no ha sido
Tanto como lo que temo.
D.ª Beat.
Violante me escribe aquí,
Sabiendo que una criada
Que he tenido, está casada,
Que en su lugar...
Leonor.
(Ap.)¡Ay de mí!
D.ª Beat.
La reciba, porque tiene
Bastante satisfaccion
Que su virtud y opinion
A mi servicio conviene.
Muy agradecida quedo
A la intercesion...
Leonor.
Los piés
Me da otra vez.
D.ª Beat.
¿De dónde es?
Leonor.
Soy de tierra de Toledo.
D.ª Beat.
Pues ¿á qué á Valencia vino?
Leonor.
Con una dama, señora,
De la vireina, que ahora
[p. 33]Ha muerto; y así, previno
Mi suerte buscar á quien
Servir pueda en la ciudad.
D.ª Beat.
Su buena gracia, en verdad,
Y su persona tambien
Me agradan. ¿De qué servia?
Leonor.
De doncella de labor.
Inés.
(Ap.) Eso sí, que fuera error
Esotra doncellería.
Leonor.
Yo la tocaba, y no dudo
Que daros gusto sabré
En esta parte, porqué
Abril inventar no pudo
Flor que yo de tal manera
No imite, que ese cabello
Competir hermoso y bello
Le haré con la primavera.
Enaguas, valonas, tocas,
No habrán menester salir
De casa para lucir;
Pues, como yo, sabrán pocas
Aderezallas ni hacellas
Del uso que más se tray.
No hay labor blanca, no hay
Puntas sutiles y bellas,
Que no haga con perfeccion
Tanta, que dirás, no en vano,
Que allí no anduvo la mano,
Sino la imaginacion.
Bordo razonablemente
Broca, cañamazo y gasa.
D.ª Beat.
Lo que há menester mi casa
Me ha venido cabalmente;
Y así, puede desde luego
[p. 34]Quedarse en casa, que aunqué
Dueño mio y della fué
Mi hermano, á dudar no llego
Que siendo esto gusto mio,
Él no lo embarazará.
Leonor.
Que no se disgustará,
Señora, en quien es confío;
Que hacer á un triste feliz,
Es de nobles como él.
D.ª Beat.
¿Cómo se llama?
Leonor.
Isabel.
D.ª Beat.
Quítese el manto.
DON JUAN.—LEONOR, DOÑA BEATRIZ, INÉS.
D. Juan.
Beatriz...
D.ª Beat.
Hermano Don Juan...
D. Juan.
¿Qué hacias?
D.ª Beat.
Una fineza por tí
Haciendo estoy.
D. Juan.
¿Cómo así?
D.ª Beat.
Porque sabiendo que habias
De agradecer, como amante,
Dar gusto á tu dama bella,
Recibí aquesa doncella,
Por ser cosa de Violante.
D. Juan.
La buena cortesanía
Y la malicia agradezco.—
Y así, esta casa os ofrezco, (A Leonor.)
Por vos y quien os envía;
Porque si para los dos
[p. 35]Tal encomienda traeis,
Vos á Beatriz servireis,
Pero yo os serviré á vos.
Leonor.
Guárdeos el cielo, señor,
Por la merced que me haceis:
En mí una esclava tendreis.
D. Juan.
(Ap. á ella.) ¿Qué te parece, Leonor,
De la casa y Beatriz bella?
Leonor.
Que solamente con esto
Que hoy la he debido, se ha puesto
En paz conmigo mi estrella.
D. Juan.
Beatriz, hablarte quisiera
En una cosa que hoy
Por mí has de hacer.
D.ª Beat.
Tuya soy.
Idos las dos allá fuera.
(Hablan en secreto los dos hermanos.)
Inés.
(Retirándose con Leonor.)
Usted, señora Isabel,
Me conozca por criada,
Por amiga y camarada;
Que uno y otro seré fiel,
Como su mucho valor
Solamente haga una cosa.
Leonor.
¿Qué es?
Inés.
No serme escrupulosa
En un tantico de amor.
Leonor.
Esa caduca costumbre
Ya espiró: y si verdad digo,
Tambien traigo yo conmigo
Mi poca de pesadumbre.
Inés.
Como eso tu voz me diga,
Desde aquí de mejor gana
Seré amiga más que hermana.
[p. 36]Leonor.
Y yo hermana más que amiga.
(Ap. ¡Que hable yo así! ¡Cielos! ¿quién
Aquesto crêrá de mí?) (Vanse las dos.)
DON JUAN, DOÑA BEATRIZ.
D.ª Beat.
¡Cárlos en Valencia!
D. Juan.
Sí;
Mas publicarlo no es bien,
Porque de secreto pasa
A Nápoles, y esto ha sido
Causa de que no ha venido
A servirse desta casa.
Mas vendrá al anochecer
A verte; y lo que quisiera
Que por mí tu amor hiciera,
Es prevenir y tener
Algun regalo que hacelle.
D.ª Beat.
Digo que yo trastearé
Mis escritorios: veré
Qué hay en ellos que ofrecelle;
Que aunque estoy desalhajada
Para casos semejantes,
Habrá bolsas, lienzos, guantes,
Y de la ropa excusada
Que hay por estrenar, verás
Un azafate, que creo
Que le acredite el deseo.
D. Juan.
Notable gusto me das.
D.ª Beat.
Esto y la cena, de mí
Fía.
[p. 37]D. Juan.
Pues yo vuelvo luégo.
Adios.
D.ª Beat.
(Ap.) ¡Oh, traidor Don Diego,
Quién se vengara de tí! (Vase.)
D. Juan.
A Cárlos quiero avisar
El efecto que ha tenido
El papel; y aunque haya sido
Su mayor cuidado estar,
Lo que há que está, tan secreto
Que ninguno pudo velle,
Esta noche he de traelle
Conmigo á casa, en efeto. (Vase.)
Calle.
DON DIEGO y GINÉS, de camino.
D. Dieg.
Gran gusto es volver un hombre
A ver la patria, Ginés.
Ginés.
Y más, cuando ha estado tan
A pique de no volver.
D. Dieg.
Convaleciente me ví
Y libre apénas (porqué
Contra mí no hubo querella),
Cuando al instante traté
De ausentarme de Madrid,
Por el recelo de que
Los parientes de Leonor
Muerte á su salvo me den.
Ginés.
Si esto de morir es burla
[p. 38]Pesada para una vez,
¿Qué será para dos veces?
Tú hiciste, señor, muy bien.
D. Dieg.
¿No es Don Juan aquel que sale
De su casa?
Ginés.
Sí.
D. Dieg.
Ginés,
Todo parece que hoy
Me va sucediendo bien.
Ginés.
Pues ¿qué maula te has hallado?
D. Dieg.
¿Es poca dicha saber
Que estando ahora Don Juan
Fuera de casa, podré
Ver á Beatriz?
Ginés.
¿De Beatriz
Te acuerdas?
D. Dieg.
¿Cuándo olvidé
Yo su gran belleza?
Ginés.
Cuando
Por otra que yo me sé,
Te dieron en la cabeza,
O de tajo ú de reves,
Un tanto con que por cuánto
No vuelves acá otra vez.
D. Dieg.
Eso de servir un hombre
En ausencia otra mujer,
Es licencia concedida
Al amante mas fïel.
Ginés.
Lo mismo hacen ellas.
D. Dieg.
Llega,
Y pregunta por Inés,
Y díla que estoy aquí,
Y advierte una cosa.
Ginés.
¿Qué?
[p. 39]D. Dieg.
Que del pasado suceso
A nadie noticia des,
Y más en cas de Beatriz.
Ginés.
¿Eso habia yo de hacer?
Crê que hoy no sabrá de mí
Más de lo que supo ayer,
Que no la ví de mis ojos.
D. Dieg.
Llega pues, llama. (Vanse.)
Sala en casa de Don Juan.
INÉS, y luego GINÉS y DON DIEGO.
(Llaman dentro.)
Inés.
(Dentro.)¿Quién es?
Ginés.
(Dentro.) Señora Inés, un criado
De toda vuesa merced,
Que tan amante y rendido
Se viene, como se fué. (Salen Inés y Ginés.)
Inés.
¡Ginés mio! ¿no me das
Un abrazo?
Ginés.
Y dos y tres,
Que no soy yo miserable.
Inés.
¿Cómo has venido?
Ginés.
Despues
Lo sabrás muy por extenso;
Que no hay tiempo ahora, porque
Mi señor te quiere hablar.
Inés.
¿Luego ha venido tambien? (Sale Don Diego.)
D. Dieg.
Sí, Inés, y con mil deseos
[p. 40]De verte á tí, y de saber
Cómo está Beatriz.
Inés.
Pues buena
La hallarás, sabiendo...
DOÑA BEATRIZ.—Dichos.
D.ª Beat.
Inés,
¿Quién llamaba, que con tanta
Conversacion estás?
D. Diego.
Quien
Peregrino y derrotado
De la tormenta cruel
De una ausencia, quien, rendido
El zozobrado bajel
De amor á uno y otro embate,
Sufrió uno y otro vaiven,
Hasta que tranquilo el mar
Con el bello rosicler
De los amigos celajes,
Toma puerto á vuestros piés,
Adonde consagra humilde
La tabla que tumba fué
En el templo de su amor,
Al ídolo de su fe.
D.ª Beat.
(Ap. ¡Que mientan así los hombres!
Mas disimular es bien.)
Aunque más, señor Don Diego...
Pero luego os lo diré.—
Inés, mira que no salga
A aquesta cuadra Isabel;
[p. 41]Que no es bien que el primer dia
Mis penas sepa.
Inés.
Haces bien.
Ginés, despues nos veremos.
Ginés.
Como nos veamos despues,
Yo haré verdad el refran
De «Un poco te quiero, Inés.» (Vase Inés.)
DOÑA BEATRIZ, DON DIEGO, GINÉS.
D.ª Beat.
Aunque más, señor Don Diego,
Vuelvo á decir otra vez,
(Ap. ¡Qué mal se encubre el dolor!)
Encarezcais ni pinteis
De la ausencia las tormentas,
Significar no podreis
Las que he padecido yo
Siempre amante y siempre fiel.
D. Dieg.
(Ap. á Ginés.) Albricias, que nada sabe.
Ginés.
¿Cómo lo habia de saber?
D.ª Beat.
¿Cómo en la corte os ha ido?
D. Dieg.
Como ausente de vos, pues
No hay gusto en ausencia amando,
Sino es uno.
D.ª Beat.
¿Cuál?
D. Dieg.
Volver
A vista de lo que se ama.
D.ª Beat.
(Ap. ¡Que falso conmigo esté!
Un áspid tengo en el pecho,
Y en la garganta un cordel.)
¿En qué estado el pleito queda?
[p. 42]D. Dieg.
Como estaba le dejé,
Porque mi poca salud
Me trae á convalecer.
D.ª Beat.
¿De qué achaque?
D. Dieg.
De no veros.
D.ª Beat.
Pues ¿no hay en Madrid que ver?
¿No son bizarras sus damas?
D. Dieg.
Como á ninguna miré,
No puedo dar voto en ellas.
D.ª Beat.
¿Ninguna?
D. Dieg.
Dí tú, Ginés,
La fineza que en mí viste.
Ginés.
Tanta fineza ví en él,
Que le ví muerto de amor.
D.ª Beat.
Sí, mas no dices de quién.
D. Dieg.
¿Quién fuera que tú no fueras?
D.ª Beat.
¿Luego vos no sois aquel
Que trocando en criminal
El civil pleito á que fué,
A sala de competencia
Le llevasteis, donde al ver
En estrado, no en estrados,
Vuestra causa una mujer,
En vista os condenó á muerte,
De que ministro cruel
Fué cierto competidor?
Ginés.
(Ap.) ¿Cómo lo habia de saber?
¡Hémosla hecho buena!
D. Dieg.
(Ap.)Muerto
Estoy.
Ginés.
¿Qué miras? Aun bien
Que yo no he hablado palabra.
D. Dieg.
(Ap. á Ginés.)
¿Qué es esto que escucho?
[p. 43]Ginés.
Es
Tu suceso de pe á pa,
Sin quitar y sin poner.
D.ª Beat.
Todo se sabe, Don Diego,
Y pues las razones veis
Que tengo para ofenderme
De un traidor, aleve, infiel,
Falso, engañoso, inconstante,
Atrevido y descortés,
Que me pasa por finezas
Los agravios, no me hableis
Otra vez en vuestra vida,
Si no intentais que otra vez
Os dé á entender mi valor
Que hay en Valencia tambien
Dama por quien pueda darse
La muerte á un hombre sin fe.
D. Dieg.
Mirad...
D.ª Beat.
Mirad vos, Don Diego,
Que es tarde, y no será bien
Que me cueste hoy el pesar
Más que me costó el placer.
Idos, pues.
D. Dieg.
Hasta dejaros
Desengañada de que...
DON JUAN; luego INÉS.—Dichos.
D. Juan.
(Dentro.) ¿Cómo no hay aquí una luz?
D.ª Beat.
¡Ay infeliz! este es
Mi hermano.
[p. 44]Ginés.
Pues el hermano
¿Cómo lo habia de saber? (Sale Inés.)
Inés.
Señora, mi señor sube.
D. Dieg.
¿Qué quieres que haga?
D.ª Beat.
No sé.
Inés.
Yo sí: entrad en esta cuadra,
Donde escondidos esteis,
Hasta que podais salir.
D.ª Beat.
¡Qué infeliz soy!
Inés.
Entrad, pues.
Ginés.
Yo tomo de buen partido
Que dos mil palos me den.
(Escóndense los dos.)
D.ª Beat.
Cierra la puerta hácia acá,
Porque no los puedan ver.
Inés.
Ya está la puerta cerrada.
D. Juan.
(Dentro.) Siendo ya al anochecer,
¿No hay luces en casa?
Salen DON JUAN y DON CÁRLOS por una puerta, y LEONOR, con luces, por otra.—DOÑA BEATRIZ, INÉS.
Leonor.
Aquí
Las luces están.
D. Cárl.
(Ap.Al ver
Que es quien trae la luz Leonor,
Ciego con la luz quedé.)
Dadme, señora, á besar
La mano, si merecer
(Ap. ¡Ay, Leonor! ¿tú en este estado?)
[p. 45]Puedo tanta dicha.
D.ª Beat.
Aunque
Con rendimientos, Don Cárlos,
Desenojarme intenteis
Del agravio que á esta casa
Habeis hecho, no podreis.
D. Cárl.
Ya dese agravio, señora,
Con Don Juan me disculpé:
Él me disculpe con vos,
Pues ya lo estoy yo con él.
Y aunque á vuestra casa hoy
No vengo á honrarme, creed
Que en ella, para serviros,
Mi alma y vida tendreis.
D. Juan.
Ya tengo dicho á mi hermana
Las razones que teneis
Para no honrarnos despacio.
D.ª Beat.
Pues ya que de paso es
La dicha, dadme licencia
A que de paso tambien
Os sirva como pudiere,
Mal prevenida mi fe.
Aquí no estais bien: entrad
En mi cuarto.—¡Hola, Isabel!
Alumbra á mi primo. (Ap. ¡Cielos!
Lástima de mí tened.) (Vase.)
LEONOR, DON CÁRLOS, DON JUAN; INÉS, retirada.
(Hablan los tres recatándose de la criada.)
Leonor.
Supuesto, señor Don Cárlos,
Que he llegado á merecer
[p. 46]Serviros hoy, ¿qué mayor
Dicha, qué mayor placer?
D. Cárl.
¡Ay, Leonor! si yo pudiera
Dejarte servida, crê
Que no quedaras sirviendo.
Leonor.
Yo quedo, Cárlos, más bien
Que merezco, pues que soy
Tan desdichada mujer,
Que no merezco de tí
Que algun crédito me des.
D. Cárl.
¿Creyó alguno lo que oye
Primero que lo que ve?
Leonor.
Sí.
D. Cárl.
Pues hizo mal.
D. Juan.
Mirad
Que con extremos no deis
Alguna sospecha en casa.
D. Cárl.
¿Quién puede dejar de hacer
Extremos viendo á Leonor
En el traje de Isabel?
(Vanse los tres.)
GINÉS y DON DIEGO, al paño.—INÉS.
Ginés.
Inés, ¿podremos salir?
Inés.
No, que están al paso.
Ginés.
Pues
¿Qué hemos de hacer?
Inés.
Esperar
Que el huésped se vaya.
Ginés.
¿Quién
[p. 47]Es este huésped?
Inés.
Un primo
De casa. Yo volveré
A sacaros; y si cierra
Mi amo la puerta, saldreis
Cuando ya esté recogido,
Por ese balcon.
Ginés.
¿Bal... qué?
Inés.
Balcon.
Ginés.
Por no saltar yo,
Aun no danzo al saltaren.
Inés, dispónlo de suerte,
Que yo salga por mi pié,
Si es posible.
D. Dieg.
De cualquiera
Suerte lo dispon, Inés.
Ginés.
Como tú ya estás, señor,
Enseñado á que te den,
Piensas que el salir no es nada.
Inés.
Cerrad la puerta, y no hableis.
D. Dieg.
¿Quién se vió en igual aprieto?
Ginés.
Yo, sin qué, ni para qué.
Inés.
Gran cochiboda hay en casa.
Quiera Dios que pare en bien.
[p. 48]
Sala de la posada.
DON CÁRLOS, FABIO.
D. Cárl.
¿Está todo prevenido?
Fabio.
Ya la ropa y las maletas
Tengo aparejadas; solo
Falta que las postas vengan.
D. Cárl.
Más falta.
Fabio.
¿Qué es?
D. Cárl.
Que Don Juan,
Que hoy he de partirme sepa,
Para que dél me despida.
Fabio.
Pues ¿no sabe que hoy te ausentas?
D. Cárl.
No: ni él ni Leonor lo saben;
Que anoche áun no tenía esta
Resolucion.
Fabio.
Pues yo iré
A avisarle.
D. Cárl.
Aguarda, espera;
Que él parece que ha tenido
De mi pensamiento nueva,
Pues á la posada viene
Antes casi que amanezca.
DON JUAN.—DON CÁRLOS, FABIO.
D. Cárl.
¡Tan de mañana, Don Juan!
Pues ¿qué madrugada es esta?
D. Juan.
Lo mismo puedo deciros.
¿Dónde vais con tanta priesa?
D. Cárl.
Anoche cuando volví
De vuestra casa, en aquesta
Posada supe que hay
En Vinaroz dos galeras
De Italia, y perder no quiero
La ocasion de irme con ellas,
Porque no veo la hora
De hacer de Leonor ausencia;
Que aunque yo por verla muero,
Muero tambien por no verla.
Y ya que queda segura,
Tengo por la accion más cuerda
Volver á todo la espalda;
Y así, con vuestra licencia,
Don Juan, pienso partir hoy.
D. Juan.
Si yo, Don Cárlos, pudiera,
O concederla ó negarla,
Fuera muy gran conveniencia
De mi dolor, poder ántes
Negarla que concederla.
D. Cárl.
¿Cómo?
D. Juan.
Como me importara
Deteneros en Valencia
Unos dias, alma y vida.
[p. 50]D. Cárl.
Fabio...
Fabio.
Señor.
D. Cárl.
Cuando vengan
Las postas, despediráslas.—
Ved, Don Juan, con cuánta priesa
Son vuestros preceptos, ántes
Que preceptos, obediencias. (Vase Fabio.)
DON CÁRLOS, DON JUAN.
D. Cárl.
¿Qué hay de nuevo?
D. Juan.
¿Estamos solos?
D. Cárl.
Sí.
D. Juan.
Pues cerrad esa puerta.
(Cierra la puerta Don Cárlos.)
D. Cárl.
Ya lo está.—¿Qué es esto?
D. Juan.
Es
Una desdicha, una pena
Tan grande, Cárlos, que sólo
Vos podeis de mí saberla,
Como mi amigo, porque
Soy mitad del alma vuestra,
Y como mi sangre, Cárlos,
Por ser en los dos la mesma.
Mirad cuánto de un dia á otro
Muda la inconstante rueda
De la fortuna las cosas.
Ayer en vuestras tragedias
Vinisteis de mí á valeros;
Y hoy en las mias es fuerza
Que yo me valga de vos.
[p. 51]¡Oh cuán villana, cuán necia
Es mi desdicha, pues cobra
Con tanta prisa la deuda!
D. Cárl.
¿Desde anoche acá hubo causa
Que á tan grande extremo os mueva?
D. Juan.
Despues que anoche salisteis
De mi casa, porque en ella,
Ni vos quisisteis quedaros,
Ni yo quise haceros fuerza;
Y despues que con instancias
No dejasteis que viniera
Con vos, traté recogerme;
Y recorriendo las puertas
De mi casa (que es en mí
Costumbre, y no diligencia)
En mi cuarto me entré, donde
Mil ilusiones diversas
Me desvelaron de suerte,
Que entre confusas ideas,
Apénas dormir queria,
Cuando dispertaba á penas;
Cuando oigo (¡tiemblo al decirlo!)
Que en una cuadra de afuera
Una ventana se abria.
Presumiendo que por ella
Alguna criada hablaba,
Quise averiguar quién era,
Abriendo sin hacer ruido
De mi ventana la media;
Pues oyendo una razon
O tomando alguna seña,
Sin escándalo podia
Poner en el daño enmienda.
A nadie en la calle ví:
[p. 52]Con que casi satisfechas
Mis dudas, se persuadieron
A que el viento hacer pudiera
El ruido; pero ¡qué poco
Dura el bien que un triste piensa!
Pues por el balcon á este
Tiempo ví que se descuelga
Un hombre. Acudí volando
A tomar una escopeta,
Y por prisa que me di,
Ya otro y él dan la vuelta
A la calle: á cuyo tiempo
Cerraron, porque áun aquella,
O tibia ó fácil ó vana
Imaginacion siquiera
De que eran ladrones, no
Me quedase, viendo que eran
Cómplices del hurto iguales
Los que huyen y el que cierra.
Quise arrojarme tras ellos;
Mas viendo con cuánta priesa
Y ventaja iban, hallé
Que era inútil diligencia.
Conocer quién era quise
La que vestida y despierta
A aquellas horas estaba;
Y abriendo (¡ay de mí!) la puerta
De mi cuarto, el de mi hermana
Cerrado hallé: de manera
Que llamar á él no era más
(Pues todas en mi presencia
Habian de alborotarse)
Que equivocando las señas,
El semblante de la culpa
[p. 53]Ponérsele á la inocencia,
Y advertir para adelante,
Siendo la accion ménos cuerda
Que hace un ofendido, cuando
No está en términos la ofensa,
Darla á entender con decirla,
Para no satisfacerla.
Yo no he de hacer en mi casa
Novedad: de la manera
Que hasta aquí me vieron todos,
Me han de ver, tan sin sospecha,
Que hasta mi mismo semblante
Sabré hacer que el color mienta;
Pero para este recato
Tener un amigo es fuerza
Afuera, si estoy en casa,
O en casa si estoy afuera.
Pues si he de fiarme de otro,
¿De quién con mayor certeza
Que de vos, que como dije,
Sois mitad del alma mesma,
Y como deudo y amigo
Os toca tanto mi afrenta?
Y así, para averiguarlo,
Oid lo que mi pecho intenta.
Dentro de mi cuarto yo
Tengo una cuadra pequeña
Con libros y con papeles,
Donde jamás sale ó entra
Criado alguno. Aquí escondido,
(Llaman dentro.)
Don Cárlos... Pero á la puerta
Llaman.
FABIO.—DON CÁRLOS, DON JUAN.
D. Cárl.
Esperad. ¿Quién es?
Fabio.
(Dentro.) Yo soy, señor: abre apriesa.
D. Cárl.
Si ves que tengo cerrado,
¿Por qué llamas? (Abre, y sale Fabio.)
Fabio.
Porque sepas
Una grande novedad,
De que importa darte cuenta.
D. Cárl.
¿Qué es?
Fabio.
Estando desta casa
Esperándote á la puerta,
Llegó de camino el padre
De Leonor, á ver si en ella
Posada habia.
D. Cárl.
¿Qué dices?
Fabio.
Lo que he visto. Considera
Si es cosa para que oculta
Un instante te la tenga;
Y más habiéndole dicho
Que sí, y apeádose ahí fuera,
Donde te ha de ver, si sales.
D. Cárl.
¿Hay desdicha como esta?
Sin duda en mi seguimiento
Y de Leonor, á Valencia
Viene.
D. Juan.
¿Conóceos él?
D. Cárl.
Sí.
D. Juan.
Pues mira tú cuando pueda
Salir de aqueste aposento
[p. 55]Don Cárlos, sin que le vea,
Y avisa.
Fabio.
Ahora podrá,
Que él en el cuarto se entra
Que le han dado.
D. Juan.
Pues salgamos
De aquí una vez; que allá fuera
Veremos qué hemos de hacer.
D. Cárl.
Salgamos, Don Juan, apriesa.
D. Juan.
Vamos á mi casa, adonde
Ya es de los dos conveniencia
Estar en ella escondido.
D. Cárl.
¡Qué de temores me cercan!
D. Juan.
¡Qué de cuidados me afligen!
D. Cárl.
¡Ay, Leonor, lo que me cuestas! (Vanse.)
Sala en casa de Don Juan.
DOÑA BEATRIZ, INÉS.
D.ª Beat.
Inés, nada me digas;
Que á más dolor mi sentimiento obligas.
Inés.
Pues habiendo salido
Del empeño de anoche tan sin ruido,
Que sin que en casa nadie lo sintiera,
A Don Diego y Ginés echamos fuera,
¿Qué es lo que ahora te aflige?
D.ª Beat.
Tú de mi llanto mi pasion colige.
¿Qué importa que saliesen
Sin que mi hermano ni Isabel los viesen,
[p. 56]Si despues mis desvelos
Quedaron sin temor, mas no sin celos?
¿Viste, Inés, en tu vida
Desvergüenza mayor que la fingida
Confianza y tristeza,
Con que á significarme la fineza
Que ausente habia tenido
Llegó Don Diego, habiendo yo sabido
Cuanto le habia pasado
En Madrid, de otra dama enamorado?
Inés.
Él no nos oye ahora,
Y así por él he de volver, señora.
¿Qué querias que hiciera
En Madrid (que es el centro y es la esfera
De toda la lindura,
El aseo, la gala y la hermosura)
Un caballero mozo,
Que le apunta el dinero con el bozo,
Y está, cuando más ama,
Cincuenta y tantas leguas de su dama?
Ya pagó su pecado
Bastantemente en cas de aquella moza,
Puesto que sin venir de Zaragoza,
Vino descalabrado;
Y así, aunque amor en tu opinion le culpa,
En la mia la ausencia le disculpa.
D.ª Beat.
No son mis celos, no, tan poco sabios,
Que no sepan, Inés, que los agravios
Que tocan en el gusto y no en la fama,
Tienen perdon en quien de véras ama.
Y si verdad te digo,
Diera por verle disculpar conmigo...
No sé lo que me diera,
Loca estoy, muerta estoy.
[p. 57]Inés.
Aguarda, espera;
Que si ese es tu deseo,
Yo te le cumpliré, pues nada creo
Que embarazarnos puede;
Que cuando te éntre á ver, y aquí se quede,
No hay ya que hacer extremos,
Pues que la escapatoria nos sabemos.
D.ª Beat.
Sí, pero no quisiera
Que mi amor tan rendido conociera,
Inés, que imaginase
Que yo, sobre mis quejas, procurase
A sus disculpas la ocasion.
Inés.
A todo
Remedio hay.
D.ª Beat.
¿De qué modo?
Inés.
Deste modo:
Yo le diré que estás tan enojada,
Tan ofendida y tan desesperada,
Que una y doscientas veces me has mandado
No admitir papel suyo ni recado;
Mas que no obstante, sólo por hacelle
Gusto, me he de atrever...
D.ª Beat.
¿A qué?
Inés.
A ponelle
Donde te pueda hablar; con que consigo
Tres cosas: la una, que él se vea contigo,
La otra, que tú rogarle no parezca,
Y la otra, que él á mí me lo agradezca.
D.ª Beat.
Inés, yo estoy celosa, cuerda eres:
Harto he dicho, haz tú allá lo que quisieres,
Y en esta parte más no discurramos,
Porque Isabel no entienda lo que hablamos.
LEONOR, con unos lazos en una bandeja.—DOÑA BEATRIZ, INÉS.
Leonor.
Aquestas son, señora,
Las flores que mandaste hacer.
D.ª Beat.
Ahora
Gusto, Isabel, no tengo para nada;
Yo las veré despues.
Leonor.
¡Qué poco agrada
Quien sirve sin estrella!
D.ª Beat.
(Ap.) Ménos agrada quien amó sin ella.
(Vase.)
Leonor.
¿Qué es esto, Inés? ¿Qué tiene nuestra ama?
Inés.
Esto es, amiga, reventar de dama.
Tiene una hipocondría,
Con que, de una hora á otra, cada dia
Muda mil pareceres.
Oye, ve y calla, si agradarla quieres. (Vase.)
LEONOR.
Leonor.
Harto oigo y harto veo,
Y harto callo tambien. Loco deseo,
¿Para qué neciamente
Persuadirme procuras que aquí ausente
De mi casa, mi patria y padre, puedo
Perder ya más á mi desdicha el miedo,
[p. 59]Si está tan cerca el daño,
Que es locura aguardar el desengaño,
Y me pone tan léjos la esperanza,
Que es locura tener la confianza
En lo instable del tiempo? Pues decia
Uno que enfermo de mi mal estaba:
«¡Ay triste del que fía
Su cura al tiempo!» Porque examinaba
Que es remedio, aunque sabio, tan incierto,
Que ya el mal le habria muerto,
Cuando á curarle el médico llegara,
Matando mil para uno que sanara.
¿Quién jamás se habrá visto
(¡Mal el dolor, mal la pasion resisto!)
En tan mísero estado,
Como yo, sin haber (¡ay de mí!) dado
Ocasion á fortuna tan tirana?
Pues nunca fué...
DON JUAN.—LEONOR.
D. Juan.
Isabel, ¿qué hace mi hermana?
Leonor.
En su cuarto, señor (¡oh pena fuerte!),
Está.
D. Juan.
Pues hablaréte de otra suerte,
Si sola estás. ¿Qué hacías, Leonor bella?
Leonor.
Lo que siempre, quejarme de mi estrella.
¿Has visto á Cárlos?
D. Juan.
Sí, porque no fuera
Justo...
Leonor.
¿Qué?
[p. 60]D. Juan.
Que sin verle se partiera.
Leonor.
¿Luego ya se ha partido?
D. Juan.
Sí, Leonor.
Leonor.
¡Sin haberse despedido
De mí! ¡Qué poco á sus finezas debo!
D. Juan.
No, Leonor, con afecto ahora nuevo
Dejes tu entendimiento
Fácilmente llevar del sentimiento.
Yo estoy en guarda tuya,
Y no sin causa tu discurso arguya
Que de mí defendida,
Por tí he de aventurar honor y vida.
Leonor.
No dudo esa fineza
De tu valor, tu sangre y tu nobleza;
Y porque sepas cuánto, Don Juan, fío
De tan hidalgo y noble ofrecimiento,
Puesto que el pecho mio
No es posible negarse al sentimiento,
Dáme, señor, licencia
Para que en tanta pena, en dolor tanto
Me retire á llorar de tu presencia;
Que no es razon que descortés mi llanto
Pierda á tus confianzas el decoro.
No llore yo, sabiendo tú que lloro. (Vase.)
DON JUAN.
D. Juan.
¡Qué cuerdamente decia
Aquel sabio, que entre el ver
Padecer y el padecer,
Ninguna distancia habia!
[p. 61]Díjela que se habia ido
Cárlos, que encerrado ya
Dentro de mi cuarto está,
Porque él y yo hemos querido
Que nadie sepa este grave
Empeño, porque en efeto,
Ninguno guarda un secreto
Mejor que el que no le sabe;
Fuera de que estando aquí
Hoy el padre de Leonor,
Para todos es mejor.
(Llégase á una puerta, la abre, pasa el umbral y dice:)
Cárlos.
DON CÁRLOS.—DON JUAN.
D. Cárl.
(Dentro.) ¿Estais solo?
D. Juan.
Sí,
Que no entrara acompañado.
(Vuelve Don Juan, y sale Don Cárlos.)
D. Cárl.
¿Habeis hablado á Leonor?
D. Juan.
Sí, Cárlos, y de su amor
Y de su virtud me han dado
Bastante satisfaccion
Sus lágrimas. Ha sentido
Pensar que os habeis partido
Con tan discreta pasion,
Que he llegado á persuadirme,
Aunque el indicio la culpa,
Que ella está, Cárlos, sin culpa.
D. Cárl.
Poco teneis que decirme
[p. 62]En eso; pero aunque yo
El desengaño deseo,
Miéntras no le toco y veo,
¿Tengo de creerle?
D. Juan.
No.
D. Cárl.
Luego hablar dél es error,
Supuesto que en mis recelos
Han de ir borrando los celos
Cuanto pintare el amor.
¿Dijiste que habia venido
Su padre?
D. Juan.
No, que no fuera
Justo que más la afligiera
De lo que está.
D. Cárl.
Bien ha sido.
¿Y qué mandasteis á Fabio?
D. Juan.
Que en la posada esté, pues
Él conocido no es,
Para que leal y sabio
Siempre á la mira estuviese
Del padre, y que procurase
Penetrar cuanto intentase.
D. Cárl.
Medio muy frívolo es ese;
Que claro es que él no dirá
A nadie á lo que ha venido.
D. Juan.
Con todo eso... Mas ¿qué ruido
Es este? (Ruido dentro.)
(Don Cárlos mira por la cerradura de una puerta.)
D. Cárl.
Ser cierto ya,
Don Juan, el lance mayor
Que sucedernos pudiera.
Quien sube por la escalera
Es el padre de Leonor.
D. Juan.
¿Qué decís?
[p. 63]D. Cárl.
Que yo por esa
Llave le ví y conocí.
D. Juan.
¿El padre de Leonor?
D. Cárl.
Sí.
D. Juan.
Pues retiráos apriesa
Vos á esa escuadra; que yo
A recibirle saldré,
Y lo que intenta sabré.
D. Cárl.
Detenéos: eso no;
Que no es, adonde Leonor
Y yo estamos venir él,
Lance tan poco cruel,
Que permita mi valor
Dejaros.
D. Juan.
Pues siempre os queda
Libre el paso á accion igual,
No anticipemos el mal:
Dejémosle que suceda.
Escuchémosle primero.
Retiraos de aquí.
D. Cárl.
Sí haré;
Pero á la mira estaré.
(Escóndese Don Cárlos, y abre la puerta Don Juan.)
DON PEDRO, vestido de camino.—DON JUAN; DON CÁRLOS, oculto.
D. Juan.
¿A quién buscais, caballero?
D. Ped.
Suplícôs que me digais,
Pues por caballero os toca
Honrarme, si Don Juan Roca
[p. 64]En casa está.
D. Juan.
¿Qué mandais?
Que yo Don Juan Roca soy.
D. Ped.
Que vuestros brazos me deis,
Pues que vos sólo podeis
Ser de mis fortunas hoy
Puerto, á cuya confianza
Todas mis penas entrego,
Cuando á vuestra casa llego
A lograr una esperanza,
Seguro de que ha de hallar
Mi infeliz tirana estrella
Todo cuanto busco en ella.
D. Cárl.
(Al paño.) ¿Qué más se ha de declarar?
D. Juan.
(Ap. Sin duda que ya ha sabido
Que Don Cárlos y Leonor
Están aquí.) Yo, señor,
A mi suerte agradecido
Estoy, cuando así me honrais;
Pero es fuerza padecer
Mil dudas, hasta saber
Quién sois, y qué me mandais.
D. Ped.
Sentáos, y quién soy, señor,
De aquesta sabreis primero. (Dale una carta.)
Luego sabreis lo que espero
Fiar de vuestro valor. (Siéntanse.)
D. Juan.
Del Marqués mi señor es
La carta. (Ap. Dudando estoy.)
D. Ped.
Lêd: sabreis della quién soy,
Y mi pretension despues.
(Abre Don Juan la carta, y lee.)
El señor Don Pedro de Lara, mi pariente y amigo, va á esa ciudad en seguimiento de un hombre, de quien importa á su honor[p. 65] satisfacerse: mi poca salud no me da lugar á acompañarle; pero fío que donde vos estais, no le hará falta mi persona; y así os digo que su ofensa es mia, y su satisfaccion corre por mi cuenta.—Dios os guarde.—El Marqués de Denia.
D. Juan.
Lo que me escribe el Marqués
Mi señor, habeis oido:
Lo que yo respondo á esto
Es, que aquí para serviros
Me teneis á todo trance.
D. Ped.
Guárdeos Dios; que así lo fío
De las noticias que traigo,
Y de las partes que miro
En vos: con cuyo resguardo,
Solo y secreto he venido,
En confianza no más
Desa carta, porque dijo
El Marqués, que en vos tendria
Mi honor valedor y amigo,
Por muchas obligaciones
Que á su casa habeis tenido.
D. Juan.
Todas las confieso, y todas
Veréis en vuestro servicio
Empleadas igualmente;
Pero para esto es preciso
Saber, señor, la ocasion,
Que á Valencia os ha traido.
(Ap. Apuremos de una vez
Todo el veneno al peligro.)
D. Ped.
Yo lo diré, si es que yo
Puedo acabarlo conmigo.
Noble soy, Don Juan, y sobre
Ser noble, estoy ofendido:
[p. 66]Mi enemigo está en Valencia,
Tras él vengo: harto os he dicho.
D. Juan.
Y yo lo he entendido todo,
Tan bien ya como vos mismo.
D. Ped.
Discreto sois; y así, sólo
Quiero que esteis prevenido
Para cuando yo os avise
De que de vos necesito. (Levántase.)
D. Juan.
Esperad, que falta más.
D. Ped.
Decid, ¿qué falta?
D. Juan.
Advertiros
De que yo tengo en Valencia
Deudos, parientes y amigos;
Y así, sin saber quién es,
Don Pedro, vuestro enemigo,
Ni el Marqués puede mandarme
Cosa contra el valor mio,
Ni yo ofrecer favor que
Resulte contra mí mismo.
D. Ped.
De vuestra sangre y cordura
Ha sido reparo digno;
Y aunque sea contra mí,
Os lo agradezco y estimo.
Y para que no dejemos
El escrúpulo indeciso,
¿Qué teneis con un Don Diego
Centellas?
D. Juan.
Ser conocido
Mio no más.
D. Cárl.
(Al paño.)Este es
Aquel competidor mio.
D. Ped.
Segun eso, ¿ya el reparo
Es ninguno?
D. Juan.
Así lo afirmo.
[p. 67]D. Ped.
Pues este una noche (¡ay triste!
¡Con qué dolor lo repito!)
Quedó por muerto en mi casa:
Con que no pudo mi brío
Satisfacerse; que fuera
Villano rencor, indigno
De mi valor, emplear
En un cadáver los filos
De mi vengativo acero,
Pero no tan vengativo,
Que vida no diera muerto
A quien diera muerte vivo.
Llegó justicia, y yo alcé
La mano al instante mismo
A venganzas y querellas;
Porque no fuera bien visto
Que hombre como yo tratara
De vengarse por escrito.
Entre el alboroto huyó
Una hija mia... Al decirlo
Me embaraza la vergüenza.
¡Mal haya el primero que hizo
Ley tan rigurosa, pacto
Tan vil, duelo tan impío,
Y entre el hombre y la mujer
Un tan desigual partido,
Como que esté el propio honor
Sujeto al ajeno arbitrio!
Huyó, digo, de mi casa;
Y aunque de aqueste delito
Fueron dos los agresores,
A éste con dos causas sigo.
La primera, que no sé
Del otro; y así, es preciso
[p. 68]Que aquel de quien sé primero,
Pruebe primero el castigo.
La segunda, que viniendo
Ahora por el camino,
Que un caballero venía
Recatado y prevenido
Con un criado y una dama,
En mil posadas me han dicho;
Y por las señas es ella;
Que habiendo él convalecido
Y ella faltado, es muy fácil
Presumir que se ha valido
Dél en su fuga. Y así,
Con este segundo indicio,
Más irritado le busco,
Y más osado le sigo,
O para que se reparen
Las ruinas del edificio
De mi honor, que está por tierra,
O para que vengativo
Haga que áun éstas no queden,
Sin que los incendios vivos
De mi pecho les abrasen.
Y pues mi agravio os he dicho,
Y ya no hay inconveniente
En ayudar mis designios,
Despues volveré á buscaros:
Que ahora de vos me retiro
A hacer otra diligencia,
De que os vendré á dar aviso,
Como á quien ya desde aquí
Mi amparo ha de ser y asilo,
No tanto porque á ello os mueva
La carta que os he traido,
[p. 69]Cuanto por la obligacion
En que os pone haberme visto
Dar lágrimas á la tierra,
Y dar al cielo suspiros.
(Vase Don Pedro y sale Don Cárlos.)
DON CÁRLOS.—DON JUAN.
D. Cárl.
¿Quién en el mundo se vió
En las dudas que me miro?
D. Juan.
Vamos recorriendo, Cárlos,
Lo que nos ha sucedido.
D. Cárl.
Vos teneis en vuestra casa
A la dama de un amigo...
D. Juan.
Hija de un hombre, que hoy
A valer de mí se vino.
D. Cárl.
El amigo está tambien
En vuestra casa escondido.
D. Juan.
Y á efecto de que me ayude
A vengar agravios mios.
D. Cárl.
El enemigo que aquél
Busca es tambien mi enemigo.
D. Juan.
Y yo de todos prendado,
No sé á qué me determino:
De Leonor, porque es mujer;
De vos, porque sois mi primo;
Por el Marqués, de Don Pedro;
Y de mi honor, por mí mismo.
¿Qué puedo hacer?
D. Cárl.
Resolveros
A que el tiempo ha de decirlo,
[p. 70]Obrando en los lances, como
Se vinieren sucedidos.
D. Juan.
Pues si habemos de esperarlos,
Cárlos, no hay que prevenirlos;
Que ellos vendrán: y hasta entónces,
Vos en mi cuarto escondido,
Sed de mi honor centinela,
En tanto que yo advertido
Hago la deshecha fuera
De que sin cuidado vivo.
D. Cárl.
Pues adios. ¡Piadosos cielos...
D. Juan.
Adios pues. ¡Cielos divinos...
D. Cárl.
Sacadme de tantas penas!
D. Juan.
Negadme á tantos peligros!
(Vase cada uno por su puerta, y Don Cárlos se cierra por dentro.)
Calle.
DON DIEGO; GINÉS, cojeando.
D. Dieg.
Tú has de ir.
Ginés.
Yo no he de ir.
D. Dieg.
¿Por qué?
Ginés.
Porque la más singular
Razon que hay para no andar,
Es tener quebrado un pié.
D. Dieg.
¡Válgate Dios! ¡qué notable
Estás!
Ginés.
Para entre los dos,
[p. 71]Me acuerda el «válgate Dios»
Cierto cuento razonable.
En un pozo un portugues
Cayó: al verlo dijo un hombre:
«¡Válgate Dios!» y el de abajo
Le respondió: «já naom pode.»
Fácil es la aplicacion,
Y á propósito ha venido,
Si es lo mismo haber caido
A un pozo que de un balcon.
D. Dieg.
¿Yo tambien no salté, y no
Me hice daño?
Ginés.
Pues ¿qué quieres,
Si tú quebradizo no eres,
Y soy quebradizo yo?
D. Dieg.
Tu poca maña condeno.
Ginés.
Estreno, señor, de piés:
Malo para uno es
Lo que para otro es bueno.
Con hambre y cansancio un dia
A una posada llegó
Cierto fraile, y preguntó
A la huéspeda qué habia
Que comer. «Si una gallina
No mato (le dijo ella),
Nada hay.—¿Quién podrá comella
(Respondió con gran mohina),
Acabada de matar?
—Tierna estará (replicó
La huéspeda), porque yo
Sé un secreto singular
Con que se ablande.» Y cogiendo
La polla, que viva estaba,
Vió que los piés la quemaba:
[p. 72]Con que á nuestro reverendo
Muy blanda le pareció;
Y aunque el hambre pudo hacello,
Atribuyéndolo á aquello,
En la cama se acostó.
Estaba la cama dura,
Tanto que le tenía inquieto;
Y él, cayendo en el secreto,
Pegarla á los piés procura
La luz. Dijo, al ver la llama
La huéspeda: «Padre, ¿qué es
Eso?» Y él dijo: «Nuestra ama,
Porque se ablande la cama,
Quemo á la cama los piés.»—
Así, no te dé mohina,
Que en los dos no haga el secreto
Su efecto, porque en efeto
Tú eres cama, y yo gallina.
D. Dieg.
Por más que tu voz me diga,
No has de escaparte, Ginés,
De ir á ver á Inés.
Ginés.
Inés,
¿No es una fiera enemiga,
Que anoche con mil rigores,
Tras tenernos á un rincon,
Nos vació por un balcon,
Al fin, como servidores,
Yo suyo, y tú de su ama?
Pues vive Dios, de no vella
En mi vida.
D. Dieg.
Antes por ella
Se aseguró vida y fama
De Beatriz, y agradecido
Debo á la fineza ser.
[p. 73]Ginés.
Yo no: que áun agradecer
No puede un hombre caido.
D. Dieg.
Ya es notable tu extrañeza.
Ginés.
Pues ¿no quieres que me enoje,
Señor, si á los dos nos coge
Tu amor de piés á cabeza?
D. Dieg.
Por mí has de ir allá.
Ginés.
Yo iré;
Pero por partido tomo
Traerte mal despacho.
D. Dieg.
¿Cómo?
Ginés.
Como voy con muy mal pié.
D. Dieg.
En esta esquina te espero.
Ginés.
Poco tendrás que esperar,
Si sólo á Inés has de hablar.
D. Dieg.
¿Por qué?
Ginés.
Porque, á lo que infiero
Del traje, el brío y el talle,
Es ella la que salió
De su casa.
D. Dieg.
Ella es, y no
Quisiera hablarla en la calle.
Díla que en este portal
Estoy, que se llegue aquí.
(Retírase á un portal.)
INÉS, con manto.—GINÉS; DON DIEGO, retirado.
Inés.
(Para sí.) Desde la ventana ví
A Don Diego; y aunque es tal
Mi temor, le hablaré, pues
[p. 74]Fiada en la industria mia,
Mi ama echadiza me envía.
Ginés.
¿Qué importa, traidora Inés,
Lo tapadillo, si el brío
Va diciendo á voces que eres
Coliflor de las mujeres?
Inés.
¿Qué es aqueso, Ginés mio?
Ginés.
Esto es cojear.
Inés.
Ya lo veo.
Pero ¿de qué achaque es?
Ginés.
De un achaque tuyo, Inés.
Inés.
Mientes como un cojifeo.
Ginés.
Mi achaque fué tu balcon,
Luego claramente arguyo
Que es mi achaque achaque tuyo.
Inés.
Negara la conclusion,
A no ir en cas de Violante
A un recado; y no quisiera
Que contigo hablar me viera
Nadie de casa.
Ginés.
Al instante
Que te hable mi señor
En esta parte no más
Que una palabra, te irás.
Inés.
Aquesto fuera peor;
Que si mi ama supiera
Que le hablaba, me matara. (Llega D. Diego.)
D. Dieg.
¿Por qué, Inés?
Inés.
Porque es tan rara
Su cólera, y es tan fiera
La ira que tiene contigo,
Que no tomar me ha mandado
Papel tuyo, ni recado.
D. Diego.
Pues, Inés, ¡tanto castigo
[p. 75]Para quien la adora!
Inés.
Darte
Quisiera ahora...
D. Dieg.
¿Por qué? dí.
Inés.
Porque no adores aquí,
Y ofrezcas en otra parte.
Ginés.
Si cesa la indignacion
Con decir los enojados:
«Mandaré á cuatro criados
Que os echen por un balcon»;
Y ella, con mandarlo á una
Sola criada, nos echó
Tan á la letra, que yo
Voy cojeando mi fortuna,
¿Qué más quiere?
D. Dieg.
¿Tú tambien
Eres, Inés, contra mí?
Inés.
Esto que te digo aquí,
Sé allá disfrazar más bien;
Que sabe Dios si me cuesta
Más de dos pesares ya
Disculparte.
D. Dieg.
Pues si está
Tanto en mi favor dispuesta
Tu voluntad, haz, Inés,
Que sólo un instante vella
Pueda yo.
Inés.
¡En eso está ella!
D. Dieg.
Y fía de mí, despues
Desto que ahora te da
Mi amor, la satisfaccion. (Dala un bolsillo.)
Inés.
Para mí excusadas son
Estas cosas.
Ginés.
Claro está.
[p. 76]Inés.
Y porque veas que tengo
Gana de servirte, haré
Una cosa. Yo diré
Que ya del recado vengo;
Y pues ya empieza á cerrar
La noche, y mi amo está fuera,
Tú á solo que yo éntre espera;
Que dejándome al entrar
La puerta abierta...
D. Dieg.
¡Ay, Inés!
Hoy nueva vida me das.
Inés.
Entrarte tras mí podrás...
Y obre fortuna despues.
D. Dieg.
Dices bien, y yo te sigo.
Ginés.
¡Ay, Inés, lo que te quiero!
Inés.
¿Habla vusted, caballero,
Con el bolsillo, ó conmigo?
Ginés.
Con quien quisieres que sea;
Mas ponle á mi parte nombre.
Inés.
Quita, que no hablo yo á hombre
Que sé de qué pié cojea. (Vase.)
DON DIEGO, GINÉS.
D. Dieg.
Sígueme, Ginés.
Ginés.
¿Yo?
D. Dieg.
Sí.
Ginés.
¿Adónde?
D. Dieg.
Conmigo ven.
Ginés.
El diablo me lleve, amén,
Si yo pasare de aquí.
[p. 77]¿Qué me quieres encerrado?
Si es por saltar uno más,
En la calle me hallarás,
Y haz cuenta que ya he saltado.
D. Dieg.
Ese temor me ha advertido
Que irme sólo es lo mejor.
Ginés.
Es muy cuerdo ese temor,
Y haz cuenta que ya he partido. (Vanse.)
Sala en casa de Don Juan.
DOÑA BEATRIZ, LEONOR.
D.ª Beat.
Haz que pongan unas luces,
Isabel, en esa cuadra,
Y espera, en tanto que yo,
De la labor enfadada,
Me divierto en esta reja
Un rato.
Leonor.
Haré lo que mandas.
(Ap. Malo es servir, y peor
Servir con desconfianza.
Recatándose de mí
Siempre Beatriz é Inés andan.
Una salió fuera, y otra
Aquí debe de esperarla.
Quiero dar lugar, pues sé
En qué estos secretos paran,
A que hablen. Yo me acuerdo
Cuando solia en mi casa
[p. 78]Tener el mismo recato,
Y la misma confianza,
De unas y de otras, que entónces
Me servian. Basta, basta,
Memoria; y pues ahora sirves,
Leonor, oye, mira y calla.) (Vase.)
INÉS.—DOÑA BEATRIZ.
Inés.
No dirás que me he tardado.
D.ª Beat.
Por saber lo que te pasa
Con Don Diego, estoy, Inés,
Esperando en esta sala.
¿Qué ha habido?
Inés.
Que mi papel
No ha echado á perder la traza.
Tras mí viene, sin que entienda
Que tú, señora, le llamas.
No hay sino hacer ahora el tuyo,
Mostrándote muy airada,
Y conmigo la primera.
D.ª Beat.
(Alzando la voz.) Inés, mira quién andaba
Ahí fuera.
Inés.
¡Ay, señora! Un hombre.
D.ª Beat.
¿Quién así?...
DON DIEGO.—DOÑA BEATRIZ.
D. Dieg.
Quien á tus plantas,
Hermosa Beatriz, ofrece
Una y mil veces el alma.
D.ª Beat.
¿Qué es esto, Inés?
Inés.
Yo, señora,
La puerta dejé cerrada.
D.ª Beat.
Mientes, que esta es traicion tuya.
No has de estar una hora en casa.
D. Dieg.
¿Para qué riñes á Inés,
Beatriz, si yo soy la causa
De tu enojo? En mí tus iras
Se rompan y se deshagan;
Que yo no quiero más premio,
Que solo darte venganzas.
D.ª Beat.
Señor Don Diego, bien estas
Demasías excusadas
Pudieran estar, sabiendo
Cuánto es hoy vuestra esperanza
Para conmigo imposible.
D. Dieg.
Siempre lo fué; que mis ánsias
Nunca, Beatriz, presumieron
Que mereciesen lograrla.
D.ª Beat.
Sí, mas nunca ménos que hoy.
D. Dieg.
¿Por qué?
D.ª Beat.
Porque es muy contraria
Política del amor,
Que merezca quien agravia.
D. Dieg.
Disculpar esa sospecha
[p. 80]Pretendo.
D.ª Beat.
Mal disculparla
Podreis.
D. Dieg.
Quizá bien.
D.ª Beat.
Don Diego,
La hora es muy aventurada.
Aquesa puerta está abierta,
Muy dispuesta mi desgracia:
Idos, no querais perderme
De dos suertes.
D. Dieg.
Ya que alcanza
Esta ocasion mi deseo,
No tengo de despreciarla.
En oyéndome, me iré.
D.ª Beat.
Inés, esa puerta guarda,
Ya que es fuerza que le oiga,
A precio de que se vaya.
(Va Inés hácia la puerta.)
D. Dieg.
Yo salí, Beatriz hermosa,
De Valencia... (Vuelve Inés, muy asustada.)
Inés.
¡Ay desdichada!
D.ª Beat.
¿Qué es eso?
Inés.
Mi señor viene.
D.ª Beat.
¡Triste de mí!
Inés.
Ea, ¿qué aguardas?
Del aposento de anoche
Hoy el sagrado nos valga.
D. Dieg.
¡Qué desdichado que ha sido
Siempre mi amor! (Escóndese.)
D.ª Beat.
¡Qué tirana
Ha sido siempre mi estrella!
Inés.
¿Qué te turbas y desmayas?
No temas, que mi señor
No trae recelo de nada,
[p. 81]Pues entra en su cuarto ántes
Que en el tuyo.
D.ª Beat.
¡Ay, Inés, cuánta
Es mi pena!
DON JUAN, DON CÁRLOS.—DOÑA BEATRIZ, INÉS; DON DIEGO, al paño.
D. Juan.
(Ap. á Cárlos.) Yo venía,
Cárlos, como digo, á casa.
Cuando ví que un hombre en ella
Entró: en la calle me aguarda,
Y por ventana ni puerta
Dejes que ninguno salga.
D. Cárl.
Entra y fía, que seguras
Tienes, Don Juan, las espaldas. (Vase.)
D. Juan.
Beatriz...
D.ª Beat.
Hermano.
D. Juan.
¿Qué hacias?
D.ª Beat.
Aquí con Inés estaba.
D. Juan.
Está bien.
D.ª Beat.
¿Adónde vas?
D. Juan.
¿Es novedad que en mi casa
Éntre yo donde quisiere?
D.ª Beat.
No lo es; pero extraño...
D. Juan.
Aparta.
D.ª Beat.
El modo de hablarme.
D. Juan.
Quita
De delante.
D.ª Beat.
(Ap.)¡Pena extraña!
D. Dieg.
(Ap. al paño.) Hácia este aposento viene;
[p. 82]Salida tiene á otra cuadra:
Quiero ver si más seguro
Lugar mis recelos hallan. (Vase.)
D. Juan.
Desta suerte he de salir
De una vez de dudas tantas. (Saca la espada.)
D.ª Beat.
(Ap.) Para entrar al aposento
(¡Ay de mí!) la espada saca.
(Entra Don Juan en el cuarto donde estaba Don Diego.)
Inés.
Muertes de hombres ha de haber.
D.ª Beat.
Inés, la suerte está echada.
Inés.
Y echada á perder, señora.
D.ª Beat.
Sin vida estoy y sin alma.
Inés.
Pues cualquiera dellas es
Importantísima alhaja.
Huyamos.
D.ª Beat.
Aun para huir
Aliento y valor me falta.
Inés.
Don Diego del aposento
Salió, pues que no le halla
En él.
LEONOR, y luego DON DIEGO.—DOÑA BEATRIZ, INÉS.
Leonor.
(Dentro.) ¡Ay de mí infelice!
D.ª Beat.
Pasando de cuadra en cuadra,
Dió adonde estaba Isabel.
Ella de verle se espanta,
Y huyendo dél, hasta aquí
Viene... A este lado te aparta.
(Retíranse las dos, y sale Leonor con luz, y tras ella Don Diego.)
[p. 83]Leonor.
Hombre, que más me pareces
Sombra, ilusion ó fantasma,
¿Qué me quieres? ¿No bastó
El echarme de mi casa,
Sino tambien de la ajena?
D. Dieg.
Mujer, que más me retratas
Fantasma, ilusion ó sombra,
¿Mis desdichas no me bastan,
Sin las que tú ahora me añades,
Pues segunda vez me matas?
Pero no, pues hoy...
DON JUAN.—LEONOR, DON DIEGO; DOÑA BEATRIZ é INÉS, retiradas.
D. Juan.
En vano
Aunque el centro en sus entrañas
Te esconda, podrás, Don Diego.
D. Dieg.
Detened, Don Juan, la espada;
Que aunque vuestra casa está
En esta parte agraviada,
No vuestro honor; y si puedo
Satisfacer con palabras
Al empeño, mejor es;
Pues es cosa averiguada
Que es la venganza mejor
No haber menester venganza.
D. Juan.
(Ap.) Don Diego Centellas es.
Con Leonor está: aquí hallan
Mis sospechas el mejor
Desengaño. Albricias, alma;
[p. 84]Que aunque esta es desgracia, es
Más tolerable desgracia.
D.ª Beat.
(Ap. á Inés.) Suspenso el acero, al verle,
Se quedó. Oye lo que hablan.
D. Dieg.
Yo, Don Juan, amé en la corte
A Leonor, que es esta dama,
En cuya casa una noche
Me sucedió una desgracia.
Viene á Valencia, y teniendo
Noticia que en vuestra casa
Estaba...
Leonor.
(Ap.)¡Ay de mí!
D. Dieg.
Esta noche
Me atreví á entrar aquí á hablarla.
D.ª Beat.
(Ap. á Inés.) ¡Qué buena disculpa, Inés,
Si ahora Isabel conformara
Con ella! Haz señas que diga
Que sí, que es ella la dama.
(Hace Inés señas á Leonor.)
Leonor.
Don Juan, cuanto aquí has oido,
Es verdad; Don Diego es causa
De mi fortuna, y por quien
Desterrada de mi patria,
De mi padre aborrecida,
De mi esposo despreciada,
En este estado, este traje
Vivo, sirviendo á tu hermana.
Inés.
(Ap. á su ama.)
La seña entendió.
D.ª Beat.
Y lo finge
Tan bien, que áun á mí me engaña.
Leonor.
Pero diga él si yo aquí
Ni allá le di...
D. Juan.
Calla, calla.
Leonor.
Ocasion...
[p. 85]D. Juan.
No te disculpes.
(Ap. ¿Hay mujer más desgraciada?)
Inés.
(Ap. á Beatriz.) Mucho la debes, señora,
Pues se culpa por tu causa.
D.ª Beat.
Sólo que lo haya creido
Mi hermano, es lo que nos falta.
D. Juan.
(Ap.) ¿Qué haré? que aunque esté seguro
Yo, que lo esté Cárlos falta.
DON CÁRLOS.—Dichos.
D. Cárl.
(Ap. desde la puerta.)
Habiendo en la calle oido
Ruido acá dentro de espadas,
Dejo la puerta, y á hallar
Vengo á Don Juan... Mas las armas
Tienen suspensas los dos.
Desde aquí oiré lo que tratan;
Que quizás será su honor
Conveniencia á la desgracia.
D. Dieg.
Esta es vuestra ofensa, y pues
A ser agravio no pasa,
Mirad si os estará bien,
O remitirla ó vengarla.
D. Juan.
Don Diego, vuestras disculpas
Convienen con señas várias
Que yo tengo de Leonor.
D. Cárl.
¿Qué escucho? ¡Pena tirana!
A Leonor nombró, y Don Diego...
D. Juan.
Pero una pregunta falta.
¿Es esta la primer noche
[p. 86]Que aquí habeis entrado á hablarla?
D. Dieg.
(Ap. Malicia trae la pregunta.
Por sí ó por no he de salvarla.)
No, que anoche entré por esa
Puerta, y por esa ventana
Salí: sabida la culpa,
¿Qué importa la circunstancia?
D. Juan.
Importa más que pensais.
D. Cárl.
(Ap.) Contra mí es contra quien paran
Los celos de Don Juan, ¡cielos!
D.ª Beat.
(Ap. Ya que lo ha creido, salga
Yo ahora.) Pues, ten de mí, (Sale.)
Don Juan, la desconfianza,
Y mira lo que me envía,
Para servirme, tu dama.
(Aparte á Leonor.)
Perdona, amiga, y prosigue.
Leonor.
(Ap. á Doña Beatriz.)
No entiendo lo que me mandas.
D. Juan.
No es tiempo deso, Beatriz,
Pues aunque con señas tantas
Me satisfaga Don Diego,
Estar Leonor en mi casa
Por órden de quien á ella
La envió, á mí no me saca
De la obligacion en que
Me pone mi sangre hidalga;
Y así, aunque por ella venga,
Y no por tí, eso me basta
Para que el atrevimiento
Castigue yo. (Sale Don Cárlos.)
D. Cárl.
Aquesa instancia
Pues me toca á mí el sentirla,
Tambien me toca el vengarla.
[p. 87]Leonor.
(Ap.) ¡Qué miro! ¿Cárlos aquí?
Esto sólo me faltaba.
D. Dieg.
Pues ¿quién sois vos, que quereis
Tomar ahora la demanda?
D. Cárl.
Bien pudierais conocerme;
Que razones teneis hartas.
Yo soy aquel que por muerto
Os dejó; y ahora trata
Acabar lo que empezado
Dejó entónces.
Leonor.
¡Pena extraña!
D. Dieg.
Antes pienso que venís
A que yo tome venganza
Hoy de todo.
D. Juan.
A vuestro lado,
Cárlos, estoy.
D. Dieg.
No me espanta
La ventaja de los dos. (Riñen.)
GINÉS, gente.—Dichos.
Ginés.
(Dentro.) Aquí son las cuchilladas.
Entrad todos. (Salen Ginés y gente.)
Gin. y gente.
¿Qué es aquesto?
D.ª Beat.
(Ap. á Inés.) Inés, esas luces mata,
Por si podemos así
Excusar desdichas tantas.
(Apaga la luz, y riñen.)
Ginés.
Nadie tire, estando á oscuras.
D. Juan.
Ved todos que esta es mi casa.
Ginés.
Encienda usted una luz,
[p. 88]Y lo verán.
Leonor.
¡Qué desgracia!
D. Dieg.
(Ap.) La puerta hallé: esto no es
Volver al riesgo la cara,
Sino fiar á mejor
Ocasion mis esperanzas. (Vase.)
D.ª Beat.
(Ap.) A mi cuarto me retiro
Llena de confusas ánsias. (Vase.)
Inés.
(Ap.) Tan buena hacienda hemos hecho,
Que de puro buena, es mala. (Vase.)
Ginés.
Señor, ¿dónde estás, que ya
El cirujano te aguarda?
D. Cárl.
¡Muere, traidor!
Ginés.
Muerto soy,
Que mandarlo vusted basta.
(Ap. El diablo que más espere,
A que de véras lo hagan.) (Vase.)
Uno.
Muerto está uno: por si viene
Justicia, de aquesta casa
Salgamos. Huyamos todos. (Vase la gente.)
D. Juan.
¡Hola! Aquí unas luces saca...
Mas yo por ellas iré. (Vase.)
Leonor.
(Ap.) De confusa y de turbada,
Tropezando en mis desdichas
De aquí no muevo las plantas.
D. Cárl.
El puesto he de sustentar;
Que aunque siento que se vayan
Todos, no he de faltar yo
De donde saqué la espada.
DON JUAN, con luz.—LEONOR, DON CÁRLOS.
D. Juan.
Ya hay luz aquí.
Leonor.
Cárlos, tente.
D. Juan.
¿Solos los dos?
D. Cárl.
¿Qué te espantas?
Porque si yo á mi enemigo
No puedo volver la espalda,
Hallándome con Leonor,
Con mi enemigo me hallas;
Pero enemigo de quien
La victoria es huir.
(Quiere irse, y detiénele Don Juan.)
D. Juan.
Aguarda.
D. Cárl.
Déjame, que en seguimiento
De esotro, huyendo á este, salga.
D. Juan.
Ya no hay tras quien.
Leonor.
¡Quién pudiera
Rasgarse el pecho, y que hablara
El corazon con acciones,
Y no la voz con palabras!
D. Cárl.
Fuera el corazon tambien
Traidor; que ser tuyo basta.
Leonor.
Fuera leal, por ser mio.
D. Cárl.
¡Bien el lance lo declara,
Que acabo de ver! ¡Ay fiera!
Cuando no consideraras
Las finezas que me debes,
Consideraras que estabas
En casa de Don Juan.
[p. 90]Leonor.
Pues
¿Qué culpa contra mí hallas
En las locuras de un hombre?
D. Cárl.
Ninguna. Ahorremos demandas
Y respuestas.—Primo, amigo,
Pues tan felizmente acaba
Para tí aquella ocasion,
Que detuvo mi jornada,
Cuanto infeliz para mí,
Adios; que aunque con infamia
Salga de Valencia, es fuerza
Que della esta noche salga.
Diga mi enemigo que huyo;
Que no quiero honor ni fama.
A esa mujer, porque en fin
La quise bien, te la encarga
Mi amistad, no para que
La tengas más en tu casa,
Sino para que la dejes
Que en cas de Don Diego vaya.
Logre él felice su amor;
Y ella gustosa... Mas nada
Digo. Adios, Don Juan.
Leonor.
¡Ay, cielos!
Espera, Cárlos.
D. Cárl.
¿Que áun hablas?
Leonor.
Si yo supe...
D. Cárl.
No prosigas.
Leonor.
Que aquí...
D. Cárl.
No me digas nada.
Leonor.
¿No? Pues yo... sí... Hablar no puedo.
Vista y aliento me faltan.
¡Jesus mil veces! (Desmáyase.)
D. Juan.
Cayó
[p. 91]En mis brazos desmayada.
D. Cárl.
Tenla, Don Juan. ¡Ay, Leonor!
Que te adoro, aunque me matas,
Y es muy distinto sentir
Tu traicion que tu desgracia.
D. Juan.
En lágrimas y gemidos
Se le han vuelto las palabras.
Esperad, Cárlos, á que
Entre al cuarto de mi hermana
Con ella.
D. Cárl.
Sí, Don Juan, id.
Algun remedio se le haga...
Mas dejadla que se muera,
Pues para otro amor se guarda.
D. Juan.
Despues veremos los dos
Lo que hemos de hacer. (Éntrala Don Juan.)
D. Cárl.
¡Mal haya
Rendimiento tan postrado,
Pasion tan avasallada,
Afecto tan abatido,
Y voluntad tan postrada,
A más quejas, más amor,
A más agravios, más ánsias,
A más traicion, más firmeza!
Mas ¿qué me admira y espanta?
Que quien no ama los defectos,
No puede decir que ama.
[p. 92]
DON CÁRLOS, DON JUAN.
D. Cárl.
¿Volvió del desmayo?
D. Juan.
Sí,
Pero volvió de manera,
Que pienso que mejor fuera
No haber vuelto.
D. Cárl.
¿Cómo así?
D. Juan.
Como al instante que allí
Restauró el perdido aliento,
Fué tan grande el sentimiento
Que de tenerle ha tenido,
Que á un tiempo cobró el sentido
Y perdió el entendimiento,
Segun los extremos son
Que hace confusa y turbada.
D. Cárl.
¿Qué dice?
D. Juan.
Que es desdichada,
Sin oirla su razon.
D. Cárl.
¡Oh, mal haya mi pasion!
D. Juan.
Vos ¿qué habeis determinado?
D. Cárl.
Dos cosas he imaginado,
Y sólo, Don Juan, quisiera
[p. 93]Que nadie me las oyera
Sin estar enamorado.
¿Quereis que os diga, Don Juan,
Sobre tantas confusiones,
Fantasías é ilusiones
Como á mí vienen y van,
Cuáles son las que me dan
Más gusto cuando las toco,
Cuáles las que me provoco
Más á ejecutarlas?
D. Juan.
Sí.
D. Cárl.
No os habeis de reir de mí,
Pues confieso que estoy loco.
Si en este estado pudiera
Yo conseguir que á Leonor
Todo su perdido honor
Don Diego satisfaciera,
Que honrada y en paz volviera
Con su padre á su lugar,
Fuera la más singular
Venganza: y á esta mujer
La sabré hacer un placer
Cuando ella espera un pesar.
Leonor está enamorada,
Don Diego lo está tambien
(Dígalo el lance): pues bien,
¿Qué pierdo yo? Todo y nada.
Y así, en pena tan airada
Como tengo y he tenido,
Sólo este me ha parecido
Que despicarme sabrá:
Ganemos á Leonor, ya
Que á Leonor hemos perdido.
D. Juan.
Es vuestra resolucion
[p. 94]Tan honrada como vuestra;
Y bien en su efecto muestra
Ser hija de una pasion
Tan noble.
D. Cárl.
Pues á su accion
¿Qué medio, Don Juan, pondremos?
D. Juan.
No sé, porque si queremos
A Don Diego hablar yo y vos,
Por lo mismo que los dos
El casamiento tratemos,
Él no lo hará; que no fuera
Justo que un hombre otorgara,
Por más que él lo deseara,
Lo que el galan le pidiera
De su dama. De manera
Que otra persona ha de haber.
D. Cárl.
Pues lo que se puede hacer
Es que á su padre digais
Como á Leonor ocultais,
Y él lo podrá disponer.
D. Juan.
Tiene eso un inconveniente.
D. Cárl.
¿Qué?
D. Juan.
El empeño de los dos:
Fuera de que entónces vos
No haceis la accion.
D. Cárl.
Cuerdamente
Decís. ¿Quién habrá que intente
Esta plática mover?
D. Juan.
Ya sé yo quién ha de ser:
Veréis que todo lo allana.
D. Cárl.
¿Quién?
D. Juan.
Doña Beatriz, mi hermana;
Que es en efecto mujer
Con quien, lo uno, no habrá
[p. 95]Duelo en la proposicion;
Y lo otro, es debida accion
Suya el honrar á quien ya
Dentro de su casa está
Declarada por quien es.
D. Cárl.
Bien pensais.
D. Juan.
Escondéos pues,
Miéntras yo á tratarlo llego.
D. Cárl.
Yo, ¿por qué?
D. Juan.
Porque Don Diego
Ni el padre os vea hasta despues.
D. Cárl.
¿Yo esconderme?
D. Juan.
O deshacer
Toda nuestra pretension.
D. Cárl.
Yo lo haré con condicion
Que nadie lo ha de saber
Sino vos.
D. Juan.
Así ha de ser.
D. Cárl.
Pues id con Dios. (Ap. ¡Ay, Leonor,
Cuánto debes á mi amor,
Pues te da, fiera homicida,
Sobre un agravio la vida,
Sobre otro agravio el honor!)
(Escóndese, y cierra por dentro.)
DON JUAN.
D. Juan.
Si á conseguir esto llego,
A nadie le está mejor,
Pues quedo bien con Leonor,
Con su padre y con Don Diego,
[p. 96]Y vengo á mirarme luégo
Sin el empeño á que he estado
Por Don Cárlos obligado;
Y así tengo de esforzar
Esta accion, hasta quedar
Gustoso y desengañado.
DOÑA BEATRIZ.—DON JUAN.
D.ª Beat.
¿Está Don Cárlos aquí?
D. Juan.
No, Beatriz.
D.ª Beat.
Pues yo á tu cuarto
Sólo á buscarle venía.
D. Juan.
Cuando le dió aquel desmayo
A Leonor, le dejé aquí,
Y aquí al volver no le hallo.
(Ap. Ni áun mi hermana ha de pensar
Que se ha escondido Don Cárlos.)
D.ª Beat.
Sin duda que su valor
Tras Don Diego le ha llevado.
D. Juan.
Yo, por no saber adónde
Hallarle podré, no salgo
Tras él; mas tú, ¿qué le quieres?
D.ª Beat.
Decirle, Don Juan, que cuando
Por amante y por rendido
No fuese, por cortesano
Y caballero tuviese
De su dama, que llorando
Está, lástima.
D. Juan.
¿Qué dice?
D.ª Beat.
Que con solo hablar á Cárlos
[p. 97]Consuelo tendrá.
D. Juan.
Pues si él
No está aquí y solos estamos,
Una cosa á tu cordura
He de fiar, Beatriz.
D.ª Beat.
Harto
Será que fíes de mí
Nada, porque quien te ha dado
Ocasion para que della
Desconfíes, Don Juan, tanto
Que presumas que ha podido
Ocasionar el cuidado
Con que anoche entraste en casa,
Parece que es muy contrario
Que fíes y desconfíes
A un mismo tiempo.
D. Juan.
Excusado
Será, Beatriz, que yo haga
Dese sentimiento caso,
Sabiendo tú cuanto estimo
Tu virtud y tu recato.
Y en fin, tú sola, Beatriz,
Podrás hoy de riesgos tantos
Como amenazan las vidas
De Don Diego y de Don Cárlos,
Y áun la mia (pues es fuerza
Hallarme en el duelo de ambos),
Librarnos.
D.ª Beat.
¿Yo? ¿de qué suerte?
D. Juan.
Desta suerte: oye y sabráslo.
Yo intento, por ser quien es
Leonor, cuidar del amparo
De su honor y su opinion;
Pero si llego á tratarlo
[p. 98]Yo con Don Diego, no sé
Lo que hará, y es empeñarnos
Para haber de conseguirlo,
Haber de llegar á hablarlo:
Y así á tí, Beatriz, te toca;
Que á las mujeres es dado
Tratarlo con suaves medios;
No á nosotros, y más cuando
La mujer está en tu casa,
Y son tu primo y tu hermano
Comprendidos en el riesgo:
Razones que me la han dado,
Para que llames...
D.ª Beat.
¿A quién?
D. Juan.
A Don Diego; y procurando
Darle á entender cuánto está
Ofendido tu recato
De que á tu casa se atreva,
Proponerle que, pues tantos
Peligros debe á esta dama,
Se disponga á remediarlos;
Que como con ella case,
A todos deja obligados.
Y esto ha de ser sin que entienda
Que nosotros le rogamos,
Sino que sale de tí.
D.ª Beat.
Digo, Don Juan, que has pensado
Bien, y que yo lo haré así.
D. Juan.
Pues yo voy á ver si á Cárlos
Hallo: tú, si al tuyo vuelves,
Haz que cierren ese cuarto. (Vase Don Juan.)
DOÑA BEATRIZ.
D.ª Beat.
Yo le cerraré. ¿A qué más
Puedo llegar, pues me hallo
Obligada á ser yo misma
Tercera de mis agravios
Y cómplice de mis celos?
¿Qué puedo hacer? Pero vamos
Al exámen, celos mios;
Y pues le da libre el paso
Hoy en su casa á Don Diego
Quien ayer lo estorbó tanto,
Sepamos dél qué responde.
Salgamos ó no salgamos
De una vez de este delirio,
Desta pena, deste encanto.—
Inés.
LEONOR; despues, DON CÁRLOS al paño.—DOÑA BEATRIZ.
Leonor.
Señora.
D.ª Beat.
Leonor,
¿Tú respondes?
Leonor.
Si has llamado
A una criada, ¿qué mucho
Que responda quien lo es tanto?
(Sale Don Cárlos al paño.)
[p. 100]D. Cárl.
La voz de Leonor oí;
Y así la puerta entreabro,
Por verla convalecida
De aquel penoso letargo.
D.ª Beat.
Si ayer, Leonor, mi ignorancia
Te tuvo en aqueste estado,
Hoy mi advertencia, Leonor,
Te pone en lugar más alto.
Mi amiga eres. (Ap. Mi enemiga
Diré mejor.)
Leonor.
Si he llegado
A perder, señora, el nombre
De criada tuya, no en vano
De la ventura que pierdo,
Me libra el honor que gano.
Tu esclava soy, y te pido,
Si puede merecer algo
Quien vino á tu casa sólo
A causar asombros tantos,
Me trates como hasta aquí.
D.ª Beat.
¿Cómo puedo, Leonor, cuando
Por ser quien eres y estar
En mi casa, darte trato
Esposo?
Leonor.
En eternidades
Prospere el cielo tus años.
Pero Cárlos no querrá,
Que está celoso.
D.ª Beat.
No es Cárlos.
Leonor.
Pues ¿quién?
D.ª Beat.
Don Diego Centellas.
Leonor.
No te empeñes en tratarlo;
Que ántes me daré la muerte,
Que dé á Don Diego la mano.
[p. 101]D.ª Beat.
¿Luego tú nunca has querido
A Don Diego?
Leonor.
Aspid pisado
Entre las flores de Abril,
Víbora herida en los campos,
Rabiosa tigre en las selvas,
Cruel sierpe en los peñascos,
No es tan fiera para mí,
Como él lo es.
D.ª Beat.
A espacio, á espacio;
Que aunque le desprecies quiero,
No que le desprecies tanto.
D. Cárl.
(Al paño.) ¡Ah, traidora! Ella me vió
Esconder, pues así ha hablado.
D.ª Beat.
Yo pensaba que te hacía
Lisonja; que quien ha estado
Por tí á la muerte en Madrid,
Y que te viene buscando,
No entendí que te ofendia.
Leonor.
Pues ¡si supieras bien cuánto
Me ofende!...
D.ª Beat.
Yo lo veré
Presto, para que salgamos
De este oscuro laberinto
Él, tú, yo, Don Juan y Cárlos. (Vase.)
DON CÁRLOS, á la puerta del cuarto.—LEONOR.
D. Cárl.
(Ap.) Fuése Beatriz, y Leonor
(¡Ay cielos!) sola ha quedado.
Llorando está. Mas ¿qué importa,
[p. 102]Si es tan equívoco el llanto,
Que aunque está llorando veo,
No por quién está llorando?
Leonor.
Ahora sí, piadosos cielos...
D. Cárl.
(Ap.) ¡Oh celos!
Leonor.
Que solos podrán mis labios...
D. Cárl.
(Ap.) ¡Oh agravios!
Leonor.
Quejarse al viento mejor.
D. Cárl.
(Ap.) ¡Oh amor!
Leonor.
¿Quién le dirá á mi dolor
La razon que ha de culparme?
D. Cárl.
(Ap.) Yo lo dijera, á dejarme
Celos, agravios y amor.
Leonor.
¿Cuándo yo ocasion he dado...
D. Cárl.
(Ap.) ¡Fiero hado!
Leonor.
A mi desdicha importuna...
D. Cárl.
(Ap.) ¡Cruel fortuna!
Leonor.
Que así el honor atropella?
D. Cárl.
(Ap.) ¡Dura estrella!
Leonor.
¿Pues cómo, si nunca della
Di ocasion, me da castigos?
D. Cárl.
(Ap.) No sin causa hay enemigos
Hado, fortuna y estrella.
Leonor.
Quien inocente se mira...
D. Cárl.
(Ap.) Es mentira.
Leonor.
En la ciega confusion...
D. Cárl.
(Ap.) Es traicion.
Leonor.
De tan conocido daño...
D. Cárl.
(Ap.) Es engaño.
Leonor.
¿Cuándo, Amor, el desengaño
Verán otros, que tú ves?
D. Cárl.
(Ap.) Nunca, que todo eso es
Mentira, traicion y engaño.—
Sin duda están contra mí
[p. 103]Hoy los cielos conjurados,
Pues me tienen persuadido
A que sabe que oigo cuanto
Diciendo está. Mas ¿qué importa?
Que aqueste metal humano
El mismo sonido tiene
Cuando es fino y cuando es falso;
Y así, pues basta el oirlo,
¿Para qué es examinarlo?
Leonor.
¡Ay, Cárlos, si tú me oyeras! (Llaman.)
D. Cárl.
(Ap.) ¡Ay, Leonor! si... Mas llamaron
A la puerta: á cerrar vuelvo
Yo la mia.
Leonor.
¿Que áun hablando
Sin efecto, no faltó
Quien viniese á embarazarlo?
Veré quién es, por si puedo
Quedarme sola otro rato.
¿Quién es?
DON PEDRO.—LEONOR; DON CÁRLOS, al paño.
D. Ped.
El señor Don Juan
¿Está en casa? (Ap. ¡Cielo santo!
¡Qué miro!)
Leonor.
Ahora salió...
Mas ¡qué veo! (Huye.)
D. Ped.
Estoy turbado.
(Vase Leonor hácia donde está Don Cárlos, que sin dejarse ver de Don Pedro, abre la puerta.)
D. Cárl.
(Ap. á ella al abrir.)
No temas, Leonor, que yo
[p. 104]Te recibiré en mis brazos.
D. Ped.
Cerró la puerta tras sí.
Mas ¿qué importa, si yo basto,
En defensa de mi honor,
A dar asombros y espanto
Al mundo? Caiga en el suelo;
Que despues de hecha pedazos,
Haré lo mismo de aquella
Tirana, que...
DOÑA BEATRIZ.—DON PEDRO; DON CÁRLOS, oculto.
D.ª Beat.
¡En este cuarto
Golpes y voces! ¿Qué es esto?
D. Ped.
Es un furor, es un pasmo,
Una desesperacion,
Un horror, una ira, un rayo,
Que ha de abrasar cuanto encuentre,
Que intente ponerse al paso.
D.ª Beat.
Pues ¿cómo este atrevimiento
En mi casa? ¿Quién ha dado
Ocasion, para que así
Haya podido empeñaros
Una cólera?
D. Ped.
Una fiera.
Que aquí se oculta.
D.ª Beat.
Esperáos.
¿Es Leonor?
D. Ped.
¿Pues quién pudiera,
Sino ella, obligarme á tanto?
[p. 105]D.ª Beat.
(Ap. ¡Esto nos faltaba solo!
Otro amante, y destos años,
Tras Don Cárlos y Don Diego,
Que pusiese en paz á entrambos.)
Pues bien, aunque vos tuvieseis
Razones, que yo no alcanzo,
Para buscarla ofendido,
¿Os atreveis temerario
A entrar aquí?
D. Ped.
Sí, que yo
En mí la disculpa traigo
Para mayores extremos;
Y así, perdonad si os trato,
Sin más atencion, señora.
D.ª Beat.
En esta casa, es engaño
Pensar que no habrá...
DON JUAN.—DON PEDRO, DOÑA BEATRIZ; DON CÁRLOS, oculto.
D. Juan.
¿Qué es esto?
D.ª Beat.
¿Qué ha de ser? Aqueste anciano
Caballero en busca viene
Tambien de Leonor, y ha dado
En que ha de romper las puertas
Desta casa.
D. Juan.
Paso, paso,
Beatriz; que el señor Don Pedro,
Ni te ha ofendido, ni ha errado,
Porque, como dueño della,
A todos puede mandarnos.
[p. 106]D. Ped.
Señor Don Juan, no gastemos
Cumplimientos excusados.
Ni soy dueño, ni ser quiero
Más que un forastero, que hallo
(Cuando fiado de vos,
A veros vengo y hablaros)
En vuestra casa á mi hija.
Cerrada está en ese cuarto.
Abrid vos, ó abriré yo,
Echando la puerta abajo.
D.ª Beat.
(Ap.) Su padre es.
D. Juan.
(Ap.)¿Cómo saldré
De lance tan apretado?
Ya él la vió: ¿qué he de decirle?
D. Ped.
¿Qué pensais? Determináos.
D. Juan.
Por cierto, señor Don Pedro...
(Ap. Mucho haré, si desta salgo.)
¡Muy buen agradecimiento
Es ese de mi cuidado!
Pues desde ayer que me hice
De vuestras fortunas cargo,
Busqué á Leonor, y la traje
A mi casa, donde al lado
La hallais de mi hermana, adonde
Satisfaceros aguardo
De suerte, que á vuestra casa
Volvais contento y honrado.
Mas si desto os disgustais,
De todo alzaré la mano.
D. Ped.
Dadme, Don Juan, vuestros piés,
Y perdonadme; que airado
Al verla, razon no tuve
Para discurrir á tanto;
Que no sabe discurrir
[p. 107]En su dicha un desdichado.
Arrastróme la pasion;
Mas ya, á vuestros piés postrado
Os hago dueño de todo.
D. Juan.
¿Qué haceis, señor? Levantáos.
D. Ped.
Y vos perdonad, señora,
El disgusto que os he dado.
Soy noble, estoy ofendido.
D.ª Beat.
A haber, señor, alcanzado
Quien sois, de otra suerte hubiera
Pretendido reportaros.
D. Juan.
¿Llamaste á Don Diego?
D.ª Beat.
Sí,
Inés fué ahora á llamarlo.
D. Juan.
Venid conmigo, señor
Don Pedro, para que vamos
A hacer una diligencia
Importante en este caso.
Leonor con Beatriz segura
Queda.
D.ª Beat.
Y yo, señor, me encargo
De dar cuenta della.
D. Ped.
Basta
Quedar con vos. (Ap. ¡Cielo santo!
Venga la muerte, si llego
A ver mi honor restaurado.)
D. Juan.
(Ap. Yo no sé dónde le lleve.)
Habla tú á Don Diego en tanto,
Porque en esa diligencia
Está mi dicha.
(Vanse Don Juan y Don Pedro.)
D.ª Beat.
Y mi daño.—
Leonor, abre: yo estoy sola.
LEONOR; DON CÁRLOS, oculto.—DOÑA BEATRIZ.
Leonor.
(Dentro.) Con ese seguro salgo.
D. Cárl.
(Ap. á Leonor, al salir ella.)
Ni á Beatriz, Leonor, la digas
Que aquí estoy.
Leonor.
(Ap. á Don Cárlos.)
No haré. (Adelántase.)
D.ª Beat.
De extraño
Lance tu vida escapó.
Leonor.
En esta cuadra sagrado
Hallé.
D.ª Beat.
No fué poca dicha
Dejarla abierta mi hermano,
Que nunca suele dejar
Della la llave.
Leonor.
No en vano
Diré mil veces que en ella
Mi vida está... (Ap. Que está Cárlos.)
D.ª Beat.
Leonor, puesto que tu padre
Nuestros sustos ha llegado
A aumentar, como si acá
No nos tuviésemos hartos,
Lo que ántes de ahora te dije,
Trataré con más cuidado.
Leonor.
Tambien lo que te dijeron
Antes de ahora mis labios,
Dirán con más causa ahora.
D.ª Beat.
Eso es tema.
Leonor.
Esotro agravio.
D.ª Beat.
Ahora bien, cierra esa puerta.
[p. 109]Y ven, Leonor, á mi cuarto.
Leonor.
Ya yo te sigo.
D.ª Beat.
(Ap.)¡Ay, Don Diego,
Con cuánto temor te aguardo!
(Vase, y sale Don Cárlos.)
DON CÁRLOS; despues, DOÑA BEATRIZ.—LEONOR.
Leonor.
Cárlos, pues me da ocasion
De hablarte este breve rato,
Óyeme.
D. Cárl.
Leonor, si en mí
Aun es fineza el acaso,
Puesto que siempre nos vemos,
Tú ofendiendo y yo amparando,
¿Qué me quieres? Dejamé,
Hasta que llegue otro acaso
De darte la vida yo,
Y de hacerme tú otro agravio.
Leonor.
Eso no llegará nunca;
Mas esotro ya ha llegado.
D. Cárl.
¿Cómo?
Leonor.
Sabe que Beatriz
Me da la muerte, intentando
Que me case con Don Diego.
Si generoso y bizarro
A cada riesgo una vida
Me has de dar, aquesta aguardo.
Háblala tú.
D. Cárl.
¡Bueno es eso,
Siendo yo mismo el que trato
[p. 110]El casamiento, pedirme
Contra mi herida el reparo!
Leonor.
¿Tú lo quieres?
D. Cárl.
Yo lo quiero.
Leonor.
¿Tú lo trazas?
D. Cárl.
Yo lo trazo,
A cuyo efecto escondido
Estoy, por no embarazarlo,
Ni encontrarme con Don Diego,
O con tu padre.
Leonor.
No alcanzo
La razon.
D. Cárl.
Yo sí.
Leonor.
¿Qué es?
D. Cárl.
Ser
Mis respetos tan honrados,
Tan nobles mis sentimientos,
Y mis celos tan hidalgos,
Que ya, Leonor, que te pierdo,
Quiero ver si tu honor gano...
Leonor.
Yo le tengo.
D. Cárl.
Pretendiendo,
Que el escándalo que ha dado
(Dejo aparte los sucesos
De Madrid, en que no hablo)
El entrar Don Diego á verte
A casa que yo te traigo,
El salir por un balcon
Una noche, otra encerrado
Hallarle, Leonor, contigo,
Cesen con darte la mano:
Fineza última que puede
Hacer un enamorado,
Por ver con honor su dama,
[p. 111]Ver su dama en otros brazos...
Leonor.
Mi bien, mi señor, mi dueño...
D. Cárl.
Mi mal, mi muerte, mi agravio...
Leonor.
Si la noche del balcon
Le ví, me confunda un rayo;
Y si la que habló conmigo
Lo supe...
D. Cárl.
Todo eso es falso.
Leonor.
Si lo fuera, no dijera
Lo que con Beatriz he hablado.
D. Cárl.
¡Ah, traidora, que sabías
Que yo lo estaba escuchando!
Leonor.
Yo, ¿de qué?
D. Cárl.
De haberme visto
Esconder: bien lo ha mostrado
Venir, cuando entró tu padre,
De mí á valerte.
Leonor.
Fué acaso.
Mas quiero que no lo sea.
Cuando tú me estás rogando
Que con él case, ¿á qué efecto
Te habia de estar engañando?
D. Cárl.
Pregunta eso á cuantas damas
Engañan á dos, sabráslo.
Leonor.
No como yo.
D. Cárl.
Todas sois...
D.ª Beat.
(Dentro.) Leonor.
Leonor.
Beatriz ha llamado.
D. Cárl.
No digas que estoy aquí,
Si es que por mí has de hacer algo.
Leonor.
No haré. ¿Al fin no me crêrás?
D. Cárl.
No, porque dice un adagio,
«Siempre es cierto lo peor.»
Leonor.
Yo le enmendaré, mudando,
[p. 112]«No siempre lo peor es cierto.»
¡Oh lo que me cuestas, Cárlos! (Vanse.)
DOÑA BEATRIZ, DON DIEGO.
D. Dieg.
Beatriz enviarme á llamar,
Y á estas horas no temer
Que éntre tu casa, y poner
Guarda á tu cuarto, y pasar
En el de tu hermano á hablarme,
Muchas prevenciones son.
¿Es fineza, ó es traicion?
¿Es darme vida, ó matarme?
D.ª Beat.
No extrañeis, señor Don Diego,
Ver aquesta novedad,
Ni que con tal brevedad
A veros y hablaros llego
A estas horas y en mi casa,
Ni que este cuarto haya sido
El que para esto he elegido;
Que avisándome que pasa
Violante esta tarde á verme,
No es bien que os vea; y así,
Intento hablaros aquí.
No, no teneis que temerme,
Porque ya sois tan seguro
Para conmigo, que puedo
Perder á mi amor el miedo
Tanto, que sólo procuro
Ser hoy del vuestro tercera,
Ya que no es posible ser
[p. 113]Más, habiendo otra mujer
Que para marido os quiera.
D. Dieg.
Cuando llamado de vos,
Aquel papel recibí,
Una duda concebí;
Entrando aquí, fueron dos;
Tres al escucharos son:
Dejad que al remedio acuda,
Si he de añadir una duda,
Beatriz, á cada renglon.
DON CÁRLOS, á la puerta del cuarto.—DOÑA BEATRIZ.—DON DIEGO.
D. Cárl.
(Ap.) Temor, no sé lo que arguya
Deso, y es fuerza escuchar
Si vienen éstos á hablar
En mi pena ó en la suya.
D.ª Beat.
Mucha gana de dudar,
Señor Don Diego, teneis,
Supuesto que no entendeis
Tan fácil modo de hablar.
Y para que á vuestro amor
Ningun escrúpulo quede
De que entenderme no puede,
Declárome más. Leonor
Por vos su casa ha dejado,
Padre, honor, vida y reposo:
A Don Juan teneis quejoso,
Don Cárlos está agraviado,
Yo estoy de vos ofendida,
[p. 114]O por mi casa ó por mí:
De Leonor el padre aquí
Está tambien, vuestra vida
Corre gran riesgo, y es llano
Que otro remedio no espero
Que dar venganza á su acero,
U dar á Leonor la mano.
Vos la amais, ella os adora:
Todos andan por mataros,
Y es el remedio casaros.
¿Habeislo entendido ahora?
D. Dieg.
Necio fuera en no entenderos,
Cuando tan claro me hablais;
Y si licencia me dais.
Trataré de responderos.
D.ª Beat.
Decid, pues.
D. Cárl.
(Ap.)¿Qué es esto? ¡Cielos!
¡Don Diego y Beatriz se amaban!
Unos celos ¿no bastaban?
¿Para qué son otros celos?
Mas quiero oir; que fingido
Esto no será, supuesto
Que Beatriz no hablara desto
Donde yo estaba escondido.
D. Dieg.
Mucho quisiera, Beatriz,
Poder en aqueste instante
De amante y de caballero
Dividirme en dos mitades;
Porque no sé á cuál acuda
De dos afectos, que iguales,
Al intentar responderos
Me sitian y me combaten.
Si como amante pretendo
Daros la respuesta, es fácil
[p. 115]Presumir que hace mi amor
De las mentiras verdades.
Y así, como quien soy sólo,
Solicito hablaros ántes,
Pues ántes, Beatriz hermosa,
Fuí caballero que amante.
Pensad que no hablo con vos;
Que no quiero en esta parte,
De vuestros celos, Beatriz,
Ni de mi amor acordarme.
De mí mismo, de mi honor,
De mi obligacion, mi sangre
Me acuerdo sólo; y así
Presumid que otro me trae
Ese recado, y que á otro
Respondo.
D. Cárl.
(Ap.)¡Empeño notable!
D. Dieg.
Yo ví en Madrid á Leonor:
Su hermosura pudo darme
Ocasion de que asistiese
De dia y de noche en su calle.
Ví, miré, pasé, escribí;
Pero con desdenes tales
Me trató, que ya no eran
Desdenes, sino desaires.
Hice tema del amor,
Sintiendo que me tratase
Sin aquella estimacion
Con que las mujeres saben
Despedir lo que no quieren;
Que hay algunas de tal arte,
Que áun de los mismos desprecios
Agradecimientos hacen.
Este le faltó á Leonor:
[p. 116]De suerte, que yo al mirarme
Tan desvalido, acudí
Al medio siempre más fácil,
Que son las criadas. Una,
Poniéndose de mi parte
(Gracias á no sé qué alhaja),
Me dijo: «De lo que nacen
Los desprecios de Leonor,
Es de que tiene otro amante.»
Celos tuve... y aquí vuelvo,
Contra lo propuesto, á darte
Licencia de que seas tú
La que me oye, por mostrarme
Honrado á tus ojos; pues
No lo es el que al infame
Consuelo se da de que
Otro, lo que él pierde, alcance.
Añadió que de secreto
Con él trataba casarse,
Cuyo seguro les daba
Lugar para que se hablasen
De noche en su casa. Yo,
Por poder, Beatriz, vengarme,
Quise verlo; siendo sólo
Mi ánimo que ella llegase
A saber que yo sabía
Su amor, porque no ostentase
Conmigo la vanidad
De no merecerla nadie.
Escondióme la criada
De su cuarto en una parte
Oculta, donde ver pude
Que ella de allí á poco sale
Hácia otro aposento. Quise
[p. 117]Seguirla, por si alcanzase
A oir alguna razon,
Que repetirla adelante.—
No seas tú aquí; que no quiero
Que venganza tan cobarde
Sepas de mí, como hacer
De las mujeres ultraje.—
Sintióme ella, volvió á ver
Quién era, y al mismo instante
Entró Don Cárlos, de cuyo
Encuentro el suceso sabes,
Y así no quiero decirle.
Al fin pues de muchos lances,
Vine á Valencia, y por Dios
(Si en esto miento, él me falte),
Que no supe que en Valencia
Leonor estaba: bastante
Satisfaccion es, Beatriz,
Saber tú que vine á hablarte
La noche que fué forzoso
Por ese balcon echarme.
Capaz de todo el suceso,
Celosa, Beatriz, me hablaste;
Y yo, por satisfacerte,
A verte volví ayer tarde.
Entró Don Juan á este tiempo;
Que parece que le traen
Siempre á ocasion mis desdichas.
Intentando retirarme,
Di con Leonor; y aunque pudo
El verla y verla en tal traje,
Suspenderme, me cobré
Tanto, que por disculparme,
Culpé á Leonor. Sobrevino
[p. 118]A tan no pensado lance
Don Cárlos. Pues si tú misma,
Beatriz, que es esto así sabes,
¿Cómo me pides, Beatriz,
Que yo con Leonor me case?
Mujer que me aborreció,
Mujer que dió á mis pesares
Ocasion con sus rigores,
Mujer que con otro amante
Vino á Valencia, y mujer
Que, aunque en tu casa la hallase,
Fué buscándote á tí, ¿es justo
Que me la proponga nadie?
Si tú en esta ausencia mia
A mejor empleo aspiraste,
Y los celos de Madrid
Tomas ahora por achaque,
Múdate muy en buen hora,
Beatriz; pero no me cases:
Que no es mujer para mí,
Mujer que tú me la traes.
D. Cárl.
(Al paño.)
¡Cielos! ¿qué escucho? ¿Quién vió
Tan evidente, tan grande
Desengaño? ¡Ay, Leonor mia!
Verdades son tus verdades.
D.ª Beat.
¿Y qué es lo que hacer intentas
Con enemigos tan grandes?
D. Dieg.
¿Qué enemigos?
D.ª Beat.
Yo, Leonor,
Cárlos, Don Juan y su padre.
D. Dieg.
De todos esos, Beatriz,
Sino á tí, no temo á nadie.
D.ª Beat.
¿Por qué á mí?
D. Dieg.
Porque me advierte
[p. 119]Muchas cosas ver que hables
Tú en esto.
INÉS y GINÉS, cada uno por su puerta.—Dichos.
Ginés.
Señor...
Inés.
Señora...
D.ª Beat.
¿Qué es lo que tienes?
D. Dieg.
¿Qué traes?
Inés.
Mi señor viene, que yo
Le he visto ahora en la calle.
Ginés.
Y es lo peor que con él
Viene de Leonor el padre.
D. Dieg.
¡Qué destinado nací
A desdichas semejantes!
D.ª Beat.
Por mi hermano no importara
Que aquí te viese y te hablase;
Por Don Pedro sí.
Ginés.
Ellos son
De los dos más puntüales
Padre y hermano que he visto:
No hay cosa en que no se hallen.
D. Dieg.
A esta cuadra me retiro,
Miéntras á su cuarto pase.
(Va hácia donde está Don Cárlos.)
Ginés.
¿Esto ha de ser cada dia?
D. Cárl.
(Entreabriendo la puerta del cuarto.)
Aquí no puede entrar nadie.
D. Dieg.
Un hombre está dentro. ¡Cielos!
D.ª Beat.
¡Hombre! ¿Quién?
Ginés.
Abindarráez,
[p. 120]Que por no quedarse hoy
Sin posada, llegó ántes.
D. Dieg.
No te hagas ahora de nuevas;
Que el traerme aquí á rogarme
Que me case con Leonor,
Bien muestra que quieres darle
Satisfaccion á quien es,
De que tú mis bodas haces.
Y vive el cielo...
D.ª Beat.
Don Diego...
LEONOR.—Dichos.
Leonor.
Señora, ¿quién hay que cause
Estas voces? Mas ¡qué miro!
D.ª Beat.
No sé quién es.
D. Dieg.
Pues yo darte
El gusto de que lo sepas
Quiero; porque aunque me maten
Todos cuantos contra mí
Hoy solicitan vengarse,
He de ver quien es un hombre
Tan reportado ó cobarde,
Que á los ojos de su dama,
Llamándole otro, no sale.
DON CÁRLOS.—Dichos.
D. Cárl.
Eso no, que yo de atento
Puedo desviar un lance,
De cobarde no.
Leonor.
Desdichas,
¿Hasta cuándo habeis de darme
Siempre que sentir?
DON PEDRO, DON JUAN.—Dichos.
D. Juan.
¿Qué es esto?
D. Ped.
¡Qué confusion tan notable!
Un enemigo buscaba,
Y dos tengo ya delante.
Traidor Cárlos, vil Don Diego,
Si no puedo en dos mitades
Dividirme, para daros
Dos muertes á un tiempo iguales,
Ponéos de un bando los dos,
Para que de un golpe os mate.
D. Juan.
Tenéos todos; que sí puede
De la razon el exámen
Mediarlo sin el acero,
Componerlo sin la sangre.
¿Haos dicho Beatriz, Don Diego,
El más conveniente y fácil
[p. 122]Medio?
D. Dieg.
El más dificultoso
Me ha dicho, que es que me case
Con Leonor, y no he de hacerlo.
D. Ped.
Ya, Don Juan, no hay más que aguarde:
Pues no basta la razon,
Baste el acero.
D. Cárl.
Dejadle.
(Pónese Don Cárlos al lado de Don Diego.)
D. Juan.
¿Tú le defiendes, diciendo
Que no? Siendo así, ¿cómo haces
Tú la fineza?
D. Cárl.
Don Juan,
Si dijera que sí, darle
Yo muerte vieras.
D. Juan.
¿Por qué?
D. Cárl.
Porque de uno en otro instante
Mejora tanto mi amor,
Que es fuerza que yo me case
Con Leonor.
D. Juan.
¿Y sus agravios?
D. Cárl.
Yo no satisfago á nadie:
Bástame á mí estarlo yo.—
Llega, Leonor, á tu padre.
Leonor.
Señor...
D. Ped.
No me digas nada;
Que como mi honor restaure,
En albricias de esta dicha
Perdono tantos pesares.
D. Juan.
Pues ¿no me direis, Don Cárlos,
Qué novedad visteis?
D. Cárl.
¿Daisme
Licencia de que lo diga?
D. Juan.
Sí. (Llega Don Cárlos junto á Don Diego.)
[p. 123]D. Cárl.
Pues dejad que pase
A vuestro lado, Don Diego...
D.ª Beat.
(Ap.) Él dice lo que oyó.
D. Cárl.
Dadle
La mano á Beatriz.
D. Dieg.
Y el alma.
D. Juan.
¿Pues cómo?
D. Cárl.
Esto es importante,
Don Juan: con que ya sabreis
De qué mi mudanza nace;
Pues si adonde está Leonor
Y Beatriz él entra y sale,
Y yo caso con Leonor,
Fuerza es que él con Beatriz case.
D. Juan.
¡Dichoso yo, que aunque tuve
Recelos, no supe ántes
El agravio que el remedio!
Ginés.
¿Están hechas ya estas paces?
Pues, Inés, boda me fecit,
Para que con esto nadie
Desconfíe de su dama;
Que aunque la apariencia engañe,
No siempre lo peor es cierto.
Perdonad sus yerros grandes.
[p. 125]
[p. 126]
Clara, dama.
Eugenia, dama.
Brígida, criada.
Mari-Nuño, dueña.
Hernando, criado.
Otáñez, escudero, vejete.
Don Félix, galan.
Don Juan de Mendoza, galan.
Don Pedro, galan.
Don Toribio Cuadradillos.
Don Alonso, viejo.
La accion pasa en Madrid.
[p. 127]
Sala en casa de Don Alonso, junto á los pozos de la nieve.
DON ALONSO, OTÁÑEZ.
Otáñez.
Una y mil veces, señor,
Vuelvo á besarte la mano.
D. Alon.
Y yo una y mil veces vuelvo
A pagarte con los brazos.
Otáñez.
¿Posible es que llegó el dia
Para mí tan deseado,
Como verte en esta corte?
D. Alon.
No lo deseabas tú tanto
Como yo; pero ¿qué mucho,
Si en dos hijas dos pedazos
Del alma me estaban siempre
Con mudas voces llamando?
Otáñez.
Aun en viéndolas, señor,
Mejor lo dirán tus labios.
¡Oh si mi señora viera
Este dia!
D. Alon.
No mi llanto
Ocasiones con memorias
[p. 128]Que siempre presentes traigo.
Téngala Dios en el cielo;
Que á fe que he sentido harto
Su muerte; que desde el dia
Que su Majestad, premiando
Mis servicios, en el reino
De Méjico me dió el cargo
De que vengo, á no más ver
Me despedí de sus brazos.
No quiso pasar conmigo
A Nueva-España, no tanto
Por los temores del mar,
Como porque en tiernos años
Dos hijas eran estorbo
Para camino tan largo.
Criándolas quedó en casa:
Fué Dios servido que al cabo
De tantos años faltó.
A cuya causa, abreviando
Yo con mi oficio, dispuse
Volver para ser reparo
De su pérdida; que no
Estaban bien sin amparo
De padre y madre.
Otáñez.
Es muy justo,
Señor, en tí ese cuidado;
Pero si alguno pudiera
No tenerle, eras tú. Es llano,
Porque el dia que faltó
Mi señora, ambas entraron
Seglares en un convento,
Sin más familia ni gasto
Que á Mari-Nuño y á mí,
Donde en Alcalá han estado
[p. 129]Con sus tias hasta hoy,
Que obedientes al mandato
Tuyo, vuelven á la corte.
Y habiéndolas yo dejado
Ya en el camino, no pude
Sufrir del coche el espacio;
Y así, por verte, señor,
Me adelanté.
D. Alon.
Unos despachos
Que para su Majestad
Traje, demas del cuidado
De tener puesta la casa,
Tiempo ni lugar me han dado
De ir yo por ellas; demas
Que el camino es tan cosario,
Que perdona la fineza,
Pues es venir de otro barrio.
¿Cómo vienen?
Voces.
(Dentro.)Pára, pára.
Otáñez.
Ya parece que han llegado:
Ellas lo dirán mejor.
D. Alon.
A recibirlas salgamos.
Otáñez.
Excusado será, pues
Están ya dentro del cuarto.
CLARA, EUGENIA y MARI-NUÑO, de camino.—DON ALONSO, OTÁÑEZ.
Clara.
Padre y señor, ya que el cielo,
Enternecido á mi llanto,
Me ha concedido piadoso
[p. 130]La dicha de haber llegado
Adonde, puesta á tus piés,
Merezca besar tu mano,
Cuanto desde hoy viva, vivo
De más; pues no me ha dejado
Ya que pedirle, si no es
Sólo el eterno descanso.
Eugenia.
Yo, padre y señor, aunque
Logre en estas plantas cuanto
Me prometió mi deseo...
Más que pedir me ha quedado
Al cielo, y es que tal dicha
Dure en tu edad siglos largos;
Porque esto del morir, no
Lo tengo por agasajo.
D. Alon.
No en vano, mitades bellas
Del alma y vida, no en vano
Al corazon puso en medio
Del pecho el cielo, mostrando
Que con dos afectos puede
Comunicarse en los brazos.
Alzad del suelo; llegad
Al pecho, que enamorado
Vuelva á engendraros de nuevo.
Clara.
Hoy puedo decir que nazco,
Pues hoy nuevo sér recibo.
Eugenia.
Dices bien, que tal abrazo
Infunde segunda vida.
D. Alon.
Entrad, no quedeis al paso:
Tomaréis la posesion
Desta casa en que os aguardo,
Para que seais dueños della,
Hasta que piadoso el hado
Traiga á quien merezca serlo
[p. 131]De dos tan bellos milagros;
Si bien en mí, esposo, padre
Y galan tendreis, en tanto
Que os vea como deseo.—
¡Brígida! (Llamando.)
BRÍGIDA.—Dichos.
Brígida.
Señor.
D. Alon.
Su cuarto
Enseña á tus amas.
Brígida.
Todo
Limpio está y aderezado;
Pero ¿qué mucho es, si tales
Dueños espera, el estarlo
Como un cielo, con dos soles?
¡Feliz yo que á ver alcanzo
Este dia, aunque á pension
De haber, Eugenia, dejado
Las paredes del convento!
Eugenia.
¡Feliz yo, pues he llegado
A ver calles de Madrid,
Sin rejas, redes, ni claustros!
(Vanse Clara, Eugenia, Brígida y Otáñez.)
DON ALONSO.—MARI-NUÑO.
Mari-Nu.
Ya, señor, que el alborozo
De dos hijas ha dejado
[p. 132]Algun lugar para mí,
Merezca tambien tu mano.
D. Alon.
Y no con menor razon
Que ellas, el alma y los brazos,
Pues por vuestra buena ley,
En lugar de madre os hallo.
Y ya que ausentes las dos,
Solos, Mari-Nuño, estamos,
Decidme sus condiciones;
Que como las dos quedaron
Niñas, mal puedo hacer juicio
Que no sea temerario,
Para que prudente y cuerdo
Pueda, como maestro sabio,
Gobernar inclinaciones
Que pone el cielo á mi cargo.
Mari-Nu.
Con decir, señor, que son
Hijas tuyas, digo cuanto
Puedo decir; mas por que
No presumas que te hablo
Sólo al gusto, aunque de entrambas
La virtud y ejemplo es raro,
De lo general verás
Que á lo particular paso.
Doña Clara, mi señora,
Mayor en cordura y años,
Es la misma paz del mundo:
No se ha visto igual agrado
Hasta hoy en mujer. Pues ¿qué
Su modestia y su recato?
Apénas cuatro palabras
Habla al dia: no se ha hallado
Que haya dicho con enojo
A criada ni á criado
[p. 133]En su vida una razon:
Es, en fin, ángel humano,
Que á vivir solo con ella,
Pudiera uno ser esclavo.
Doña Eugenia, mi señora,
Aunque en virtud ha igualado
Sus buenas partes, en todo
Lo demas es al contrario.
Su condicion es terrible:
No se vió igual desagrado
En mujer: dará, señor,
Una pesadumbre á un santo.
Es muy soberbia y altiva,
Tiene á los libros humanos
Inclinacion, hace versos;
Y si la verdad te hablo,
De recibir un soneto
Y dar otro, no hace caso.
Pero no por eso...
D. Alon.
Basta,
Que en eso habeis dicho harto.
Yo os lo estimo, como es justo,
Que, prevenido del daño,
Sepa adónde he de poner
Desde hoy desvelo y cuidado.
Y así, aunque en edad menor,
Sea primera en estado;
Que el marido y la familia
Son los médicos más sabios
Para curar lozanías,
Flores de los verdes años.
Desde el dia que llegué,
A la montaña he enviado
Por un sobrino, que hijo
[p. 134]Es de mi mayor hermano;
Y en él quiero de mis padres
Y abuelos el mayorazgo
Aumentar: pobre es, yo rico,
Y es bien que el caudal fundamos
De la sangre y de la hacienda,
Porque conservemos ambos
El solar de Cuadradillos
Con más lustre. Así, en llegando,
Será Eugenia esposa suya:
Veamos si el nuevo cuidado
Enmienda las bizarrías
De los verdores lozanos.
OTÁÑEZ.—DON ALONSO, MARI-NUÑO.
Otáñez.
Un hombre espera allí fuera.
D. Alon.
¿Quién es?—Que ese breve espacio
Tardaré, á las dos decid.—
¿Versos? ¡Gentil cañamazo!
¿No fuera mucho mejor
Un remiendo y un hilado? (Vase.)
Otáñez.
¿Qué le has dueñado á señor,
Que es lo mismo que chismeado,
Que ya va tan desabrido?
Mari-Nu.
¿Ahora sabes, mentecato,
Que apostatara una dueña,
Si supiera callar algo? (Vanse.)
[p. 135]Sala en casa de Don Félix.
DON FÉLIX, vistiéndose; HERNANDO.
Hernan.
¡Bravas damas han venido,
Señor, á la vecindad!
D. Félix.
El agasajo, en verdad,
Perdonara por el ruido,
Pues dormir no me han dejado.
Hernan.
La una es dada.
D. Félix.
¿Qué importó,
Si á la una duermo yo,
Que haya dado ó no haya dado?
Mas ¿qué género de gente
Es?
Hernan.
De lo muy soberano:
Las hijas de aqueste indiano,
Que compró el jardin de enfrente,
Que dicen, señor, que lleno
De riquezas para ellas,
A solamente ponellas
Viene en estado.
D. Félix.
Eso es bueno.
¿Son hermosas?
Hernan.
Yo las ví
Al apearse, y á fe
Que por tales las juzgué.
D. Félix.
¿Hermosas y ricas?
Hernan.
Sí.
D. Félix.
Buenas dos alhajas son:
Dirémoslas al momento
[p. 136]Todo nuestro pensamiento,
Por gozar de la ocasion,
Con estar cerca de casa;
Que estoy cansado de andar
Lo que hay desde aquí al lugar.
Hernan.
Un vejete cuanto pasa
Me dijo: y al padre igualo
Al hombre de más valor,
Pues dice que por su honor
Matara al Sofí.
D. Félix.
Eso es malo;
Que aunque yo no soy Sofí,
En extremo me pesara
Que para que él me matara,
Por él me tuviera aquí.
Y de las hijas ¿qué dijo?
Que escudero que empezó
A hablar, nada reservó.
Hernan.
Diversas cosas colijo
De ambas que apruebo y condeno,
Porque hay del pan y del palo.
Una es callada.
D. Félix.
Eso es malo.
Hernan.
Otra es risueña.
D. Félix.
Eso es bueno.
Para la alegre, por Dios,
Habrá sonetazo bello;
Y para la triste aquello
De «ojos, decídselo vos.»
Hernan.
Alegre ó triste, me holgara
De verte, señor, un dia,
Con una galantería,
Que decirla te costara
Desvelo.
[p. 137]D. Félix.
¿A mí? Harto fuera
Que alabarse, vive el cielo,
De que me costó un desvelo
Ninguna mujer pudiera.
Eso no, pues sabe Dios
Que si las hiciere ya
Algun terrero, será
Por estar cerca y ser dos.
Aunque á cualquiera me inclina
Ya fuerza más poderosa.
Hernan.
Será ser rica y hermosa.
D. Félix.
No es sino el estar vecina,
Que es mayor perfeccion, pues
Nada la iguala. (Llaman.)
Mas dí,
¿Llaman á la puerta?
Hernan.
Sí.
D. Félix.
Ve y mira, Hernando, quién es.
DON JUAN, en traje de camino.—DON FÉLIX, HERNANDO.
D. Juan.
Yo soy, Don Félix; que estando
La puerta abierta, no fuera
Bien, que más me detuviera.
D. Félix.
Mal llamar ha sido, cuando
Sabeis que puertas y brazos
Están siempre para vos
De una suerte.
D. Juan.
Guárdeos Dios,
Que ya sé que destos lazos
[p. 138]El estrecho nudo fuerte
Que en nuestras almas está,
Sin romperle, no podrá
Desatárnosle la muerte.
D. Félix.
Seais bien venido; que aunque
En la jornada de Hungría,
Que veniades sabía,
No tan presto os esperé.
D. Juan.
Fuerza adelantarme ha sido
Para un negocio, en razon,
Don Félix, de mi perdon.
D. Félix.
¿Habeisle ya conseguido?
D. Juan.
Sí, y habiendo perdonado
La parte, gozar quisiera
Del indulto que se espera
Por las bodas; y así, he dado
Priesa á venir, para que,
En vuestra casa escondido,
Me halle á todo prevenido.
D. Félix.
Dicha es mia. Y ¿cómo fué?
D. Juan.
Ya sabeis que por la muerte,
Félix, de aquel caballero,
Fuí á Italia. Pues, lo primero,
Dispuso mi buena suerte
Ser ocasion que el señor
Duque excelso y generoso
De Terranova famoso,
Iba por embajador
A Alemania. Acomodado
Con él á Alemania fuí;
Y hallándose allá de mí
Bien servido y obligado,
A España escribió, porqué
Conocimiento tenía
[p. 139]Con la parte: y así un dia,
Sin saberlo yo, me hallé
Con el perdon, en un pliego
Que de su mano me dió.
D. Félix.
El lance fué tal, que erró
La parte en no darle luégo,
Pues fué casual la pendencia
Que dió la conversacion.
D. Juan.
Esa es, Félix, la opinion
Comun; pero mi impaciencia
De mayor causa nacía,
Que la que ocasiona el juego.
D. Félix.
Eso es lo que yo no llego
A saber.
D. Juan.
Pues yo servia
(Ya que decirlo no importa)
A una dama rica y bella
Para casarme con ella;
Y no con suerte tan corta,
Que esperanzas no tuviese;
Aunque me las dilataba
Que ausente su padre estaba,
Y la madre no quisiese
Tratar su estado sin él.
En este tiempo entendí
Servirla el muerto; y así,
Ocasionado de aquel
Lance que el juego nos dió,
Con capa de otros desvelos
Venganza tomé á mis celos,
Con que todo se perdió;
Pues fueran necios engaños,
Confiado de mi estrella,
Pensar hoy que áun viva en ella
[p. 140]Memoria de tantos años.
D. Félix.
Vos estais bien persuadido;
Que en Madrid, cosa es notoria
Que en las damas, la memoria
Vive á espaldas del olvido.
Su favor y su desden
Ya en ningun estado no
Hizo fe: ¡bien haya yo,
Que en mi vida quise bien!
D. Juan.
¿Todavía dese humor?
D. Félix.
Sí, pues aunque ellas son bellas,
Me quiero á mí más que á ellas;
Y así tengo por mejor,
A la que me ha de engañar,
Engañarla yo primero;
Que yo por amigo quiero
Al gusto más que al pesar.
Y para que no se crea
Que lo es para vos mi humor,
Ni para mí vuestro amor,
Otra la plática sea.
¿Cómo en la jornada os ha ido?
D. Juan.
Como á quien viene de ver
Darse poder á poder
Desempeños á partido;
Porque tal autoridad,
Pompa, aparato y riqueza
Como ostentó la grandeza
De una y otra majestad,
El dia que la hija bella
Del águila soberana,
Generosamente ufana
Trocó el Norte por la estrella
Del hispano (en cuya accion,
[p. 141]Llanto á gozo competido,
Dejó del águila el nido
Por el lecho del leon),
No la vió otra vez el dia.
D. Félix.
De paso no estoy contento
De oirla.
D. Juan.
Pues estadme atento,
Porque á la relacion mia
Los afectos cortesanos
Pagueis.
D. Félix.
Yo os la ofrezco brava.
D. Juan.
Deudora Alemania estaba...
DON PEDRO, vestido de color.—DON FÉLIX, DON JUAN, HERNANDO.
D. Ped.
Don Félix, bésôs las manos.
D. Félix.
Seais, Don Pedro, bien venido.
Por esta puerta en un punto
Hoy se entra el bien todo junto.
Pues ¿qué venida esta ha sido?
¿Acabóse el curso?
D. Ped.
No.
D. Félix.
Pues ¿qué os trae?
D. Ped.
Yo os lo diré.
D. Juan.
Si yo embarazo, me iré.
D. Ped.
No, caballero; que yo,
Hallándôs con Félix, fío
Mucho de vos, porque arguyo
Que baste que amigo suyo
Seais, para ser dueño mio.
[p. 142]Demas, que aquí es mi venida
(Que en decirlo no hago nada)
Una dama celebrada,
Que á mi amor agradecida
Pude en Alcalá servir:
Vino hoy á Madrid, y á vella
Vengo, Don Félix, tras ella.
D. Félix.
¿Y qué más?
D. Ped.
Que por huir
De mi padre, aquí escondido
Dos dias habré de estar.
D. Félix.
Albricias me podeis dar
De haber á tiempo venido,
Que en ella Don Juan tambien
Puede haceros compañía.
D. Juan.
Será gran ventura mia
Que en mí conozcais á quien
Serviros desea.
D. Ped.
Los cielos
Os guarden.
D. Félix.
Pues vive Dios
Que no habeis de hablar los dos
Tocados de amor y celos.—
Haz que nos den de comer,—
(A Hernando, que se va.)
Y pues no hemos de salir
De casa, por divertir
El tiempo que puede haber,
La relacion me decid,
Don Juan, de la real jornada.
DON FÉLIX, DON JUAN, DON PEDRO.
D. Juan.
Con calidad, que acabada,
La prevencion de Madrid
Direis despues.
D. Félix.
Soy contento.
D. Ped.
Yo vengo á buena ocasion,
Que una y otra relacion
Nueva es para mí.
D. Juan.
Oid atento.
Deudora Alemania estaba
A España de la más rica,
De la más hermosa prenda,
Desde el venturoso dia
Que María nuestra infanta,
Generosamente altiva,
Trocó la española alteza
Por la majestad de Hungría.
Deudora Alemania estaba
(Otra vez mi voz repita)
De tanto logro al empeño,
De tanto empeño á la dicha,
Sin esperanzas de que
Pudiese su corte invicta
Desempeñarse con otra
De iguales méritos digna,
Hasta que piadoso el cielo
Ilustró su monarquía
De quien, si no la excedió,
Pudo al ménos competirla,
[p. 144]Para que nos restituya
En Marïana su hija
Tan una misma beldad,
Que parece que es la misma.
Pues si de las dos esferas
Vamos corriendo las líneas,
Y en florida primavera
Le dimos la maravilla,
La maravilla nos vuelve
En primavera florida,
Que apénas catorce abriles
Bebió del alba la risa.
Si la real sangre de Austria
Sus hojas tiñó en la tiria
Púrpura, en ella tambien
Quiso que esotras se tiñan.
Si prudencia, si virtud,
Si ingenio y partes divinas
La dimos, esas nos vuelve,
Porque de todas es cifra.
Despues de capitulado
El Rey, que mil siglos viva,
Se dilataron las bodas
Más tiempo del que queria
La ánsia de los españoles;
Mas no fueran conocidas
Las dichas, si no vinieran
Con su pereza las dichas.
Fué causa á la dilacion
Esperar que la festiva
Tierna edad de la niñez
Creciese, hasta ver que hoy pisa
De la juventud la márgen:
¡Buen defecto es el de niña,
[p. 145]Pues se va, aunque ella no quiera,
Enmendando cada dia!
Llegó, pues, el deseado
De que feliz se despida
El águila generosa
Del real nido que la abriga,
Porque saliendo á volar,
El cuarto planeta diga
Que imperial águila es, puesto
Que de hito en hito le mira.
Y porque no sin decoro
Deje la corte que habita,
Llegó la nueva á Madrid,
De que allí el Rey se despida
De su hermana, hasta la entrega,
Mezclando el llanto y la risa;
Que siempre en bodas de infanta
El pesar y el alegría
Se equivocan, hasta que
De gala el dolor se vista,
Saliendo de ellas casada.
Ferdinando, rey de Hungría
Y Bohemia, ínclito jóven,
Que no vanamente aspira
Que heredada la eleccion,
Roma su laurel le ciña,
En nombre del Rey con ella
Se desposa, y ejercita
Tan amante sus poderes,
Que sin perderla de vista,
Hasta Trento la acompaña
Con la pompa más lucida,
Con el fausto más real
Que vió el sol; pues á porfía
[p. 146]Españoles, alemanes
Y italianos, con su vista
Se compitieron de suerte,
Que era gloriosa la envidia,
Porque unos y otros hicieron
En costosas libreas ricas,
Tratable el oro en sus venas,
Fácil la plata en sus minas,
Agotando de una vez
Todo el caudal á las Indias.
Y porque por mar y tierra
Halle siempre prevenida
Quien por la tierra y el mar
De parte del Rey la sirva,
El cargo del mar al Duque
De Túrsis (de esclarecida
Generosa casa de Oria,
Siempre afecta y siempre fina
A esta corona) le dió,
Porque de nuevo repita
En servicios y finezas
Obligaciones antiguas.
La Reina estuvo en Milan
Detenida algunos dias,
Por ocasion de que el mar
Embarazó con sus iras
De España el pasaje; pero
¿Quién de su inconstancia fía,
Que no motive de culpa
Lo que no es más que desdicha?
Del mar y del viento, en fin,
Las condiciones esquivas
O vencidas ó templadas
(Aténgome á que vencidas),
[p. 147]Llegó el dia de embarcarse;
Y apénas la vió en su orilla
El mar, cuando convocó
Todo el coro de sus ninfas
Para que corriendo á tropas
La campaña cristalina,
Tan sólo en ella dejaran
Aquella inquietud tranquila,
Que no bastando á temerla,
Baste á hermosearla y lucirla.
Entró la Reina en la Real,
Cuya popa era encendida
Brasa de oro, que á despecho
De tanta agua, estaba viva.
La chusma, toda de tela
Nácar y plata vestida,
Con camisolas de holanda,
Que su gala es estar limpias,
Velámen, jarcias y velas
A su modo guarnecidas
De mil colores, formaban
Un pensil, á quien matizan
De flores los gallardetes
Y las flámulas, que heridas
Del aire que las tremola
Y el agua que las salpica,
Venganza daban al aire
Y el agua de la ojeriza
Que tenian con las salvas,
Por ver que de ver les quitan
Las negras nubes de humo
Que dejó la artillería,
La más pura, la más bella,
La más noble y más divina
[p. 148]Vénus que sobre la espuma
Flechas de constancia vibra.
Aquí al compas de las piezas,
Clarines y chirimías,
A leva tocó la Real,
Cuya seña, obedecida,
Aun primero que escuchada
Fué de todos, con tal prisa,
Que á un mismo tiempo la boga
Arrancó; y siendo la grita
Segunda salva vocal,
Nos pareció, cuando se iba
De la tierra, una vistosa
Primavera fugitiva.
Cuarenta galeras fueron
Las que siguieron su quilla,
Que más que rompen las olas,
Las encrespan y las rizan.
El golfo tomó la nao,
Aun sin tocar en las islas
Mallorca, Ibiza y Cerdeña;
No á causa de la enemiga
Oposicion de los puertos
De Francia; que bien podia,
Viniéndose tierra á tierra,
Tomar puerto en sus marinas,
Porque en las enemistades
De las coronas, militan
En la campaña las armas,
Y en la paz la cortesía;
Y así, con salvoconducto
General en sus milicias,
Francia esperó á nuestra reina.
¡Qué bien lidian los que lidian
[p. 149]Para vencer cuando vencen,
Aun ménos que cuando obligan!
—Mas no puedo detenerme
En referir las festivas
Demostraciones que Francia
La tenía prevenidas.—
El golfo tomó la nao,
Trayendo siempre benigna
En los vientos y los mares
La fortuna, porque mira
Que con solo este festejo
Que hace á España, se desquita
De otras penas que la debe
La vanidad de su envidia.
En fin, con serena paz
La vaga ciudad movida,
Ya del remo que la impele,
Ya del viento que la inspira,
Los mares sulca de España,
Y de sus campos divisa
Los celajes, que quisieran
Que el mar en sus ondas frias
Huéspedes los admitiese,
Porque una vez se compitan
Golfos de verde esmeralda
Con montes de nieve riza.
Ya el mar saluda á la tierra,
Ya la tierra al mar se humilla,
Siendo la primera que
Sus reales plantas pisan,
Denia. ¡Oh tú, mil veces tú
Felice, pues en tu orilla
Hoy de la concha de un tronco
Sacas la perla más rica!
[p. 150]Querer que yo diga ahora
La majestad de las vistas,
El séquito de su corte,
Las galas, las bizarrías,
El amor de sus vasallos,
De sus reinos la alegría,
No es posible, si no es que
Con la voz de todos diga
Que este repetido lazo,
En quien de esposa y sobrina
El nudo apretó dos veces,
Con propagada familia,
Para bien comun de España
Venturosos siglos viva.
D. Félix.
No tuve gusto mayor.
Estad ahora vos atento.
Con el general contento
Digno á su lealtad...
HERNANDO.—Dichos.
Hernan.
Señor.
D. Félix.
¿Qué dices?
Hernan.
Que las dos bellas
Damas que al barrio han venido
A la ventana han salido,
Y desde esta puedes vellas.
D. Félix.
Perdone la relacion,
Pues dice á voces la fama:
«Antes que todo es mi dama»
Y despues habrá ocasion
[p. 151]Para ella; que ver deseo
Qué cosas son mis vecinas.
(Asómase á la ventana.)
¡Vive Dios, que son divinas!
D. Juan.
Veámoslas todos.
(Llega Don Juan á mirar.)
(Ap.¡Qué veo!
Ella es.)
D. Ped.
Pues las visteis vos,
A mí me dejad llegar. (Llega Don Pedro.)
D. Félix.
A fe que hay bien que admirar
En cualquiera de las dos.
D. Ped.
(Ap. ¿Qué es lo que veo? Ella es. ¡Cielos!)
Gran dicha ha sido venir (A Don Félix.)
A vuestro barrio á vivir.
D. Juan.
(Ap. Disimulen mis desvelos.)
Bizarra cualquiera es.
D. Ped.
(Ap. Finja mi pena amorosa.)
Cualquiera es dellas hermosa.
(Vase Hernando.)
D. Félix.
¿Oyen vuesarcedes? Pues
Bizarras y hermosas son,
Quítense de aquí, porqué
Son muy tiernos para que
Les dé mi jurisdiccion.
A su dama cada uno,
Pues están enamorados:
Déjenme con mis cuidados,
Sin alabarme ninguno
Bellezas ni bizarrías;
Que aquestas damas, les digo
Que son cosas de un amigo.
D. Juan.
(Ap. ¡Qué poco mis alegrías
Duraron!) Ya se quitaron
De la ventana. (Ap. Porqué
[p. 152]Yo llore su ausencia fué.
La primer cosa que hallaron,
¡Cielos! mis penas, ha sido
Dellas la causa. ¡Ay de mí!)
D. Ped.
(Ap.) La primer cosa que ví,
Es por la que aquí he venido.
(Sale Hernando.)
Hernan.
La mesa espera, señor. (Vase.)
D. Félix.
Vamos á comer, que aunqué
Tan enamorado esté,
Tengo más hambre que amor.
D. Juan.
(Ap. á Don Félix.) Aunque de burlas hablais,
Sabed que de mi fortuna
Una es la causa. (Vase.)
D. Félix.
(Ap.)Adios, una.
D. Ped.
Aunque tan de humor estais,
Por sí y por no, sabed que
Una de las dos, por Dios,
Es la que sigo. (Vase.)
D. Félix.
Adios, dos.
¡Qué corta mi dicha fué!
Si no es que una misma sea
(Que áun peor que esto sería)
La que uno y otro queria.
¡Plegue á Dios que no se vea
Empeñado en los desvelos
De dos amigos mi honor,
Y pague celos y amor
Quien no tiene amor ni celos! (Vase.)
[p. 153]Sala en casa de Don Alonso.
CLARA y EUGENIA.
Clara.
Por cierto, casa y adorno,
Todo, Eugenia, está extremado.
Eugenia.
A mí no me ha parecido
Sino de la corte el asco.
Clara.
¿Por qué?
Eugenia.
Cuanto á lo primero,
Porque este, Clara, es el barrio
Donde de la corte habitan
Los pájaros solitarios.
A los pozos de la nieve
Casa mi padre ha tomado:
¡Fresca vecindad! Agosto
Le agradezca el agasajo.
Clara.
Por la quietud y el jardin
Lo haría.
Eugenia.
¡Lindos cuidados!
¿Quietud y jardin? Para eso
Yuste está juntico á Cuacos.
Pero en Madrid, ¿qué quietud
Hay como el ruido? y ¿qué cuadro,
Aunque con más tulipanes
Que trajo extranjero mayo,
Como una calle que tenga
Gente, coches y caballos,
Llena de lodo el invierno,
Llena de polvo el verano,
Donde una mujer se esté
[p. 154]De la celosía en los lazos,
Al estribo de un balcon,
A todas horas paseando?—
Pues ¿qué los adornos?
Clara.
¿No es
De terciopelo este estrado
Y sillas y con su alfombra,
De granadillo y damasco
Estas camas, los tapices
De buena estofa, y los cuadros
De buen gusto, y el demas
Menaje, Eugenia, ordinario,
Limpio y nuevo? Pues ¿qué quieres?
Eugenia.
Buenos son; pero diez años
De Indias son mucho mejores.
Yo pensaba que el adagio
De tener el padre alcalde,
Era niño comparado
Con la suma dignidad
De tener el padre indiano.
Fuera de que entre estas cosas
Que tú me encareces tanto,
La mejor cuadra y mejor
Alhaja es la que no hallo.
Clara.
¿Cuáles son?
Eugenia.
Coche y cochera,
Que ella en invierno y verano
Es la mejor galería,
Y el más hermoso trasto.
¿Qué Indias hay donde no hay coche?
¡Aquí de Dios y sus santos!
¿Que ensayados trae, no ha escrito,
Muchos pesos? Pues veamos,
Si no han de hacer su papel,
[p. 155]¿Para qué se han ensayado?
Clara.
¿Ni áun á tu padre reserva
La sátira de tus labios?
¡Jesus mil veces!
Eugenia.
¡Mala hija!
Vivir quisiera mil años,
Sólo por ver si me logro.
Clara.
Advierte, Eugenia, que estamos
Ya en la corte, y que el despejo,
El brío y el desenfado
Del buen gusto, aquí es delito;
Que aquí dan los cortesanos
Estatua al honor, de cera,
Y á la malicia, de mármol.
No digo que no sea bueno
Lo galante y lo bizarro;
Pero ¿qué importa si no
Lo parece? Y no es tan malo
No ser bueno y parecerlo,
Como serlo y no mostrarlo.
El honor de una mujer,
Y más mujer sin estado,
Al más fácil accidente
Suele enfermar, y no hay ampo
De nieve que más aprisa
Aje su tez al contacto
De cualquiera: planta no hay,
Que padezca los desmayos
Mas presto; que sin el cierzo,
Basta á marchitarla el austro.
Cuantos tus versos celebran,
Cuantos tus donaires, cuantos
Tu ingenio, son los primeros,
Eugenia, que al mismo paso
[p. 156]Que te lisonjean el gusto,
Te murmuran el recato,
Rematando en menosprecio
Lo mismo que empieza aplauso.
Y una mujer como tú
No ha de exponerse á los daños
De que parezca delito
Nada, ni le sea notado
Hacer profesion de risa,
Que tan presto ha de ser llanto.
¿Hasta hoy en carta de dote,
Eugenia, ha capitulado
La gracia?
Eugenia.
Quam mihi et vobis
Præstare se te ha olvidado,
Para acabar el sermon
Con todos sus aparatos.
Y para que de una vez
Demos al tema de mano,
Has de saber, Clara, que
Los non fagades de antaño
Que hablaron con las doncellas
Y las demas deste caso,
Con las calzas atacadas
Y los cuellos se llevaron
A Simancas, donde yacen
Entre mugrientos legajos.
Don Escrúpulo de honor
Fué un pesadísimo hidalgo,
Cuyos privilegios ya
Ne se lên de puro rancios.
Yo he de vivir en la corte
Sin melindres y sin ascos
Del qué dirán, porque sé
[p. 157]Que no dirán que hice agravio
A mi pundonor; y así,
Derribado al hombro el manto,
Descollada la altivez,
Atento el desembarazo,
Libre la cortesanía,
He de correr á mi salvo
Los siempre tranquilos golfos
De calle Mayor y Prado,
Cosaria de cuantos puertos
Hay desde Atocha á Palacio.
Uso nuevo no ha de haber
Que no le estrene mi garbo:
¿Amiga sin coche? Tate;
Y ¿sin chocolate estrado?
No en mis dias; porque sé
Que es el consejo más sano
El mejor amigo el coche,
Y él el mejor agasajo.
Las fiestas no ha de saberlas
Mejor que yo el calendario:
Desde el Ángel á San Blas,
Desde el Trapillo á Santiago.
Si picaren en el dote
Los amantes cortesanos,
Que enamorados de sí
Más que de mí enamorados,
Me festejen, has de ver
Que al retortero los traigo,
Haciendo gala el rendirlos,
Y vanidad el dejarlos.
Todo esto quiero que tengas,
Clara, entendido; y si acaso
Vieres en mí...
[p. 158]Clara.
¿Qué he de ver,
Si áun de escucharte me espanto?
DON ALONSO, muy alegre.—CLARA, EUGENIA.
D. Alon.
¡Eugenia! ¡Clara!
Las dos.
Señor.
D. Alon.
Pediros albricias puedo.
Las dos.
¿De qué?
D. Alon.
De la mejor dicha,
Mayor bien, mayor contento
Que sucederme pudiera,
Despues de llegar á veros.
Don Toribio Cuadradillos,
Hijo mayor y heredero
De mi hermano, mayorazgo
Del solar de mis abuelos,
Llegará al punto: una posta
Que se adelantó, me ha hecho
Relacion de que ahora queda
Muy cerca de aquí.
Eugenia.
Por cierto
Que pensé que habia venido,
Segun tu encarecimiento,
Algun plenipotenciario
Con la paz del universo.
D. Alon.
(Llamando.)
Mari-Nuño.
MARI-NUÑO; despues BRÍGIDA y OTÁÑEZ.—Dichos.
Mari-Nu.
¿Qué me mandas?
D. Alon.
Aderécese al momento
Aquese cuarto de abajo,
Y esté aliñado y compuesto.—
Tú, ¡Brígida!... (Llamando.)
(Sale Brígida.)Saca ropa
De la excusada.
Brígida.
Ya tengo
Un azafate, que pueden
Beber su holanda los vientos.
(Vanse Mari-Nuño y Brígida.)
D. Alon.
(Llamando.)
¡Otáñez! (Sale Otáñez.)
Otáñez.
Señor...
D. Alon.
Buscad
Algo de regalo presto,
Para que coma en llegando. (Vase Otáñez.)
Y á las dos, hijas, os ruego
Le agasajeis mucho. Ved
Que es vuestra cabeza; y creo
Que será la más dichosa
La que le tenga por dueño,
Pues será escudera suya
La otra. (Ap. Así inclinar pretendo
A Eugenia.)
Eugenia.
Yo desa dicha
Pocas esperanzas tengo,
Que Clara es mayor.
Clara.
¿Qué importa,
[p. 160]Si es más tu merecimiento?
Eugenia.
¿Falsedad conmigo, Clara?
D. Alon.
Ya en el portal hay estruendo.
Oid.
DON TORIBIO, OTÁÑEZ.—DON ALONSO y SUS HIJAS.
D. Torib.
(Dentro.) ¿Vive aquí un señor tio
Que yo en esta corte tengo,
Con dos hijas, por más señas
Con quien á casarme vengo,
De dos la una, como apuesta?
Otáñez.
(Dentro.) Esta es la casa.
D. Alon.
Yo creo
Que es él sin duda. Llegad
Conmigo al recibimiento.
(Pasan los tres desde la sala al recibimiento, que está en el fondo del teatro.)
D. Torib.
(Dentro.) ¿Y está acá?
Otáñez.
(Dentro.)En casa está.
D. Torib.
(Dentro.)Pues
Ten ese estribo, Lorenzo.
(Don Alonso va á encontrarse con Don Toribio; Eugenia y Clara miran por la puerta hácia afuera.)
Eugenia.
¡Jesus! ¡qué rara figura!
Clara.
Tú tienes razon por cierto.
Eugenia.
¡Ay, que consintió mi hermana
En murmuracion!
(Vuelve Don Alonso con Don Toribio, vestido de camino ridículamente.)
[p. 161]D. Alon.
Contento,
Sobrino y señor, de ver
Que haya concedido el cielo
Esta ventura á mi casa,
Salgo alegre á conoceros
Por mayor pariente della.
D. Torib.
Pues bien poco haceis en eso;
Que en el valle de Toranzos,
Desde tamañito, tengo
El ser cabeza mayor
Adonde quiera que llego.
D. Alon.
Llegad: ved que vuestras primas
Desean mucho conoceros,
Y han salido á recibiros.
D. Torib.
Razonables primas tengo.
Clara.
Vos seais muy bien venido.
D. Torib.
Tanto favor agradezco.
D. Alon.
¿Cómo venís?
D. Torib.
Muy cansado;
Que traigo un macho, os prometo,
De tan mal asiento, que
Me ha hecho á mí de mal asiento.
(Pasan del recibimiento á la sala.)
D. Alon.
Miéntras de comer os dan.
Sentaos.
D. Torib.
¿No será más bueno
El trocarlo, y que me den
De comer miéntras me siento?
Pero por no ser porfiado, (Siéntase.)
Que os senteis los tres os ruego;
Que yo de cualquier manera
Estoy bien.
Clara.
(Ap.)¡Lindo despejo!
Eugenia.
(Ap. á Clara.) ¿Esta es mi cabeza?
[p. 162]Clara.
Sí.
Eugenia.
En aqueste instante creo,
Cierto, que soy loca, pues
Tan mala cabeza tengo.
D. Torib.
Finalmente, primas mias,
Como digo de mi cuento,
Parece que sois hermosas,
Ahora que caigo en ello;
Y tanto, que ya me pesa
Que seais á la par tan bellos
Ángeles.
Las dos.
¿Por qué?
D. Torib.
Porque...
Mas explíqueme un ejemplo
Escriben los naturales
Que puesto un borrico en medio
De dos piensos de cebada,
Se deja morir primero
Que haga del uno eleccion,
Por más que los mire hambriento:
Yo así en medio de las dos,
Que sois mis mejores piensos,
No sabiendo á cuál llegue ántes,
Me quedaré de hambre muerto.
D. Alon.
¡Oh sencillez de mi patria,
Cuánto de hallarte me huelgo!
Clara.
¡Buen concepto y cortesano!
Eugenia.
(Ap.) De borrico es, por lo ménos.
D. Torib.
Mas remedio hay para todo.
¿No ha de traerse, á lo que entiendo,
Tio, una dispensacion,
Por razon del parentesco,
Para la una?
D. Alon.
Claro está.
[p. 163]D. Torib.
Pues traigan dos, que yo quiero
Dar el dinero doblado;
Y desa suerte, en teniendo
Para cada una la suya,
Casaré con ambas. Pero
¡Ah sí! que se me olvidaba.
¿Cómo estais, saber deseo,
Vos y mis señoras primas?
D. Alon.
Muy alegre y muy contento
De ver mi casa y mis hijas,
Y á vos, para que seais dueño
Del fruto de mis trabajos.
D. Torib.
Eso y mucho más merezco.
Si vierais mi ejecutoria,
Primas mias, os prometo
Que se os quitaran mil canas.
¡Vestida de terciopelo
Carmesí, y allí pintados
Mis padres y mis abuelos,
Como unos santicos de Horas!...
En las alforjas la tengo.
Esperad, iré por ella,
Para que veais que no os miento.
MARI-NUÑO.—Dichos.
Mari-Nu.
La comida está en la mesa.
(Espántase Don Toribio de ver á Mari-Nuño.)
D. Torib.
¡Ay, señor tio! ¿qué es esto?
¿Trajisteis este animal
De las Indias? que no creo
[p. 164]Que es hombre ni mujer, y habla.
D. Alon.
Es dueña.
D. Torib.
¿Y es mansa?
Mari-Nu.
(Ap. á Eugenia.)Ingenio
Cerril tiene el primo.
Eugenia.
No es,
Sino tonto por extremo.
D. Alon.
Cómo queda vuestro padre
Y su casa, saber quiero.
D. Torib.
No me haga mal hijodalgo
De comedias, si me acuerdo.
Mari-Nu.
La mesa está puesta.
D. Torib.
¿Y dónde
Teneis la mesa?
Mari-Nu.
Allá dentro.
D. Torib.
No sé si lo crea.
Mari-Nu.
¿Por qué?
D. Torib.
Porque la instruccion que tengo
Es, que no me crea de dueñas.
Pero yo lo veré presto.
Perdonadme, que no soy
Amigo de cumplimientos. (Vase.)
DON ALONSO, CLARA, EUGENIA, MARI-NUÑO.
Clara.
(Ap.) ¡Lindo primo, por mi vida!
Mari-Nu.
(Ap.) Él no es galan; pero es puerco.
Eugenia.
(Ap.) Las guardas de peste ¿cómo
Entrar le dejaron dentro?
D. Alon.
¿De qué estais tristes las dos?
Las dos.
Yo de nada.
D. Alon.
Ya os entiendo.
[p. 165]¡Os habrá el estilo y traje
Desagradado! Pues esto
Es lo más y lo mejor
Que tiene: vereis cuán presto
Le mejoran corte y trato.
Los más vienen así, y luégo
Son los más agudos. Mas
Explicaros cuán contento
Y alegre estoy, no es posible,
De ver que vuelva á mis nietos
La casa de mis mayores.
Don Toribio ¡vive el cielo!
Se ha de casar con la una,
Sin pensar la otra por eso
Que no ha de casar con otro
Como él; porque no quiero
Que lo que á mí me ha costado
Tanta fatiga y anhelos,
Me malbarate un mocito
Que gaste en medias de pelo
Más que vale un mayorazgo.
Si viera por un sombrero
De castor dar veinte ó treinta
Reales de á ocho yo á mi yerno
Sacados de mi sudor,
Perdiera mi entendimiento;
Y así no hay que hablar, sino
Persuadiros desde luego
Que este y otro como este
Han de ser esposos vuestros. (Vase.)
Clara.
Primero pierda la vida.
Eugenia.
La vida no; mas primero
Me quedaré sin casar,
Que es más encarecimiento.
[p. 166]
Sala en casa de Don Félix.
DON FÉLIX, DON JUAN, HERNANDO.
D. Félix.
¿Cómo habeis, Don Juan, pasado
La noche?
D. Juan.
¿Cómo pudiera,
Don Félix, en vuestra casa,
Sino muy bien, puesto que ella
De mi tristeza no tiene
La culpa?
D. Félix.
Pues ¿qué tristeza
Es la que ahora os aflige?
D. Juan.
No sé cómo os la encarezca.
Desde el instante que ví
Esa divina belleza
Que áun en mi memoria vive
A pesar de tanta ausencia,
Todas aquellas cenizas,
Que entre olvidadas pavesas
Aun no juzgué que eran humo.
Llama han sido: de manera
Que conocí que han estado
[p. 167]En ocioso fuego envueltas,
Tibias, pero no apagadas;
Calladas, pero no muertas.
No volví á verla ayer tarde,
Porque no volvió á la reja;
Y así, hoy con la esperanza
De que siendo hoy dia de fiesta
No dejará de salir,
He madrugado por verla.
A la puerta de la calle
Voy á esperar que amanezca
Segundo sol para mí.
Vos haced, por vida vuestra,
Puesto que no importa el caso,
Que nada Don Pedro entienda. (Vase.)
D. Félix.
¿Habrá hombre tan necio como
El que hallar memorias piensa
En una mujer, al cabo
De tantos años de ausencia?
Hernan.
Déjale que con su engaño
Viva.
D. Félix.
Un cortesano, que era,
Decia, el engaño la cosa
Que más y que ménos cuesta.
Veamos estotro doliente
En qué estado está, ya que esta
Casa, de locos de amor
Se ha vuelto convalecencia.
DON PEDRO.—DON FÉLIX, HERNANDO.
D. Félix.
¿Qué hay, Don Pedro? Buenos dias.
D. Ped.
Fuerza será que lo sean,
Recibiéndolos de vos
Y en vuestra casa, por vuestra,
Y por la dicha de estar
Mis esperanzas tan cerca.
No crêreis cuánto gozoso
Y ufano estoy de que sea
Vuestra vecina esta dama;
Pues con eso, cosa es cierta
Que para verla, Don Félix,
Dos mil ocasiones tenga;
Y por no perder ninguna
Voy á esperarla á la puerta,
Pues sin duda que hoy á misa
Habrá de salir por fuerza.
D. Félix.
En ella Don Juan aguarda.
D. Ped.
Así se hará la deshecha
Mejor, paseándonos todos.
Vos, aunque llevaros quiera
A otra parte, no vais; pero
De suerte que nada entienda. (Vanse.)
[p. 169]Calle.
DON FÉLIX y DON PEDRO, encontrándose con DON JUAN.
D. Félix.
¿Qué haceis, Don Juan?
D. Juan.
Esperaros
Para saber á qué iglesia
Quereis que vamos á misa.
(Ap. á él. De aquí no hagamos ausencia.)
D. Ped.
Lo mismo le decia yo.
Vamos adonde os parezca.—
No os vais, Don Félix, de aquí. (Ap. á él.)
D. Félix.
(Ap. Desta suerte fácil fuera
Servir un hombre á dos amos,
Mandando una cosa mesma.)
Vuesarcedes, caballeros
Muy enamorados, ¿piensan
Que no hay más que irse y llevarme
Cada cual á su querencia?
Pues no ¡vive Dios! que hoy
Se han de estar donde yo quiera;
Que quiero yo enamorar
Tambien un dia en conversa.
Y así, hasta que mis vecinas
Salgan y vamos tras ellas,
Para ver la que me toca
Festejar (pues cosa es cierta
Que yo la que quiero más,
Es la que tengo más cerca),
No se ha de ir de aquí ninguno.
[p. 170]D. Ped.
Por mí sea norabuena.
D. Juan.
Por mí tambien.
D. Ped.
(Ap. á Don Félix.) ¡Lindamente
Habeis hecho la deshecha
Con Don Juan!
D. Juan.
(Ap. á Don Félix.) ¡Bien con Don Pedro
Desmentido habeis mis penas!
D. Félix.
(Ap.) Más lo hago por saber
Si es que es la dama una mesma.
Y si es la que de las dos...
Mas no prosiga mi lengua;
Que es tarde para que á mí
Beldad alguna me venza.
D. Juan.
Pues ya que quereis, Don Félix,
Que os asistamos, no sea
Tan de balde, que no os cueste
El pagarnos una deuda
Que nos debeis.
D. Ped.
Es verdad,
Y es famosa ocasion esta,
Pues sólo para hacer hora
Son las relaciones buenas.
D. Félix.
Yo me huelgo, pues así
Hablaré un rato siquiera,
Sin que á la mano me vayan
Con amor, celos y ausencia.
—Con el general contento,
Madrid, digno á su fineza,
A su lealtad y su amor,
Oyó las felices nuevas
De las bodas de su rey;
Y más cuando supo que era
La divina Marïana...
D. Juan.
Tened, que dejar es fuerza
[p. 171]Otra vez la relacion
Para otra ocasion suspensa.
D. Félix.
¿Por qué?
D. Juan.
Porque sale gente.
D. Félix.
¿Cuánto va que se me queda
La relacion en el cuerpo,
Y vienen otros á hacerla?
D. Ped.
Un criado es el que sale,
Que á su amo sin duda espera.
D. Juan.
Bien podeis ya proseguir.
D. Félix.
Digo que en gozosa muestra
Del alegría de todos...
—Pues todos juntos quisieran
Significar los afectos
En regocijos y fiestas;
Y aunque, como vos dijisteis,
Caminan con su pereza
Las dichas, y no es el gusto
Correo á toda diligencia;
Con todo eso...—llegó el dia
De saberse que en Vïena
El Rey desposado estaba,
Remitiéndole que ejerza
Sus poderes Ferdinando,
Rey de Hungría y de Bohemia:
Ferdinando, ínclito jóven,
En quien la sacra diadema
De rey de romanos, presto
Hará la eleccion herencia.
El pues, no del poder sólo
Usó, mas de la fineza:
Con que sirviendo á su hermana,
Hizo de la corte ausencia.
Dejemos en el camino
[p. 172]Las dos majestades (que esta
No es la accion que á mi me toca,
Ya que vos con la agudeza
De vuestro ingenio dijisteis
El aparato y grandeza),
Y vamos á que Madrid,
Desvelada, fiel y atenta
Al servicio de sus reyes,
Que es de lo que más se precia,
En tanto que prevenia
La usada lid de sus fiestas,
Convidó lo más ilustre
De la española nobleza,
Para una máscara; haciendo
(Fuese acaso ó diligencia)
A propósito de bodas
Ceremoniosa la fiesta;
Porque si á la antigüedad
Revolveis humanas letras,
Hallaréis cómo en las nupcias
Aun ménos ilustres que estas,
Con antorchas en las manos
Corrian tropas diversas
A quien llamaban preludios,
Invocando la suprema
Deidad del sacro Himeneo,
A cuyas aras las teas
Sacrificaban, cantando
Epitalamios, en prendas
De que á aquellos casamientos
Favorable á asistir venga.
Y así de la antigüedad
Tomando Madrid aquella
Parte festiva, y dejando
[p. 173]La gentílica depuesta,
Usó el regocijo sólo,
Mejorando ilustre y cuerda
El rito, pues que fué dando
Al cielo gracias inmensas
De sus dichas, cuyas voces
Váriamente lisonjeras,
Fueron el epitalamio
Que España cantó contenta,
En música, que es confusa,
Más dulce, si no más diestra.
En toda mi vida ví
Tan hermosa tropa bella,
Como la máscara junta,
Cuando al compas de trompetas,
Clarines y chirimías
Empezaron á moverla
Los dos polos que de España
Y de Alemania sustentan
La política, bien como
Dando generosas muestras
De que Alemania y España
Por todo el tiempo interesan,
Una en que tal prenda da,
Y otra en que admite tal prenda.
Bien quisiera yo pintarlos;
Pero aunque más lo pretenda,
No es posible, si no es
Que la retórica quiera
En sus figuras prestarme
El uso de sus licencias,
Cometiendo una que llaman
Tropo de prosopopeya,
Que es cuando lo no posible
[p. 174]Bajo objeto de la idea,
O callando se imagina,
O hablando se representa.
Porque si no es que finjais
Allá en la fantasía vuestra
Bajar de púrpura un monte,
Arder de plata una selva,
Y de selva y monte luégo
Formais un monstruo, que á fuerza
De nuevo metamorfósis
Todo en fuego se convierta,
No podreis imaginar
Cómo aquel peñasco era
De luz y nácar y plata,
En cuya abrasada selva
Fueron las plumas las flores,
Y las hachas las estrellas.
Tan iguales todos juntos
Y cada uno, que no hubiera
Pareja que poder darles,
Si ellos mismos no se hubieran
Antes convenido á ser
Ellos mismos sus parejas.
Cuando del un puesto al otro
Corrian las tropas, eran
Disueltas exhalaciones
Y dilatados cometas.
Tan hermosa fué la noche,
Que el dia entre pardas nieblas
Sucedió por muchos dias
La faz de nubes cubierta,
Llorando lo que llovía,
O de envidia ó de vergüenza.
Hasta que desempeñada
[p. 175]Vió su luz con la belleza
Del dia, que vió la plaza
Para los toros dispuesta.
Porque aunque su hermoso circo
Siempre ha sido heroica afrenta
De cuantos anfiteatros
Roma en ruina nos acuerda,
Nunca con más causa, pues
Nunca se vió su grandeza,
A fuer de dama, ni más
Despejada ni más bella
Ser, que cuando vió que á tropas
Ocupaban la palestra
De los lucidos criados
Las adornadas catervas,
Que como á triunfo trajeron
Los grandes héroes, que en ella
La suerte han hecho precisa;
Porque ya el acaso deja
De ser acaso, pues ya
No viene á ser sino fuerza
El que ha sacado al acierto
Del nombre de contingencia.
A ninguno he de nombraros,
Y es justo; que no quisiera
Que habiendo ya tantas plumas
Pintado á sus excelencias,
Los desluciesen ahora
Cortedades de mi lengua.
Solo os diré que no hubo
Bruto que armada la testa,
La piel manchada, arrugado
El ceño, hendida la huella,
Dilatado el cuello, el pecho
[p. 176]Corto, la cerviz inhiesta,
De una vez escriba osados
Caracteres en la arena,
Como quien dice: «Esta es
O vuestra huesa ó mi huesa,»
Que no fuese triunfo fácil
Del primor y la destreza,
Del que más hidalgo bruto
Soberbio con la obediencia,
Dócil con la lozanía,
Sus amenazas desprecia
Al tacto del acicate,
O al aviso de la rienda;
Pues ya el asta y ya la espada,
En ambas acciones diestra,
Airosamente mezclaban
La hermosura y la fiereza.
Feliz acabó la tarde,
Quedando Madrid contenta
Con ella y con la esperanza
De que su deidad se acerca;
Y así, sólo en prevenciones
Desde entónces se desvela,
Porque siendo, como es,
La corte el centro y la esfera
Que ha de merecer lograrla
Más suya, desaire fuera,
Habiendo de paso tantas
Ciudades héchola fiestas,
Exceder ella en las dichas,
Y las otras en finezas:
Y más estando á su aplauso
Las naciones extranjeras,
O de envidiosas pendientes,
[p. 177]O de curiosas atentas.
Y así, la prolijidad
De las horas de la ausencia
Gastó sólo en disponer
Aparatos que ahora es fuerza
Que yo remita á mejor
Pluma que nos los refiera.
Diciendo ahora solamente
Que la señora condesa
De Medellin, de Cardona
Ilustre familia excelsa,
A Denia fué á recibirla
Como mayor camarera,
Adonde esperó hasta el dia
De la deseada nueva
De que ya su Majestad
(Que Dios guarde) estaba en Denia.
Aquí el señor Almirante
A darla la enhorabuena
De parte del Rey salió;
Y aunque salió á la ligera
Fué con aquel lucimiento
Digno á ser quien es; que fuera
En su excelencia muy tibia
La disculpa de la priesa.
De deudos, criados y amigos
Fué el séquito de manera,
Que á no hacer particular
Eleccion, pienso que fuera
Dejar sin gente á Castilla;
Que de un almirante della,
¿Quien de ser deudo, ó amigo,
O criado se reserva?
¡Oh felice casa, adonde
[p. 178]Entre todas tus grandezas,
El afecto es patrimonio,
Y lo bien visto es herencia!
En este intermedio pues
Hizo Madrid diligencias
Más afectivas en órden
A que todo se prevenga
Con majestad y aparato,
Para la entrada á la Reina,
Asistida dignamente
Del que tio la festeja,
Del que esposo la merece,
Del que amante la celebra,
Poniendo á sus piés dos mundos;
Pues como cuarto planeta,
Cuanto ilumina, la postra,
Cuanto dora, la sujeta,
Coronándola tres veces,
Esposa, sobrina y reina.
Con que hasta el felice dia
Que nuestros ojos la vean
Entrar triunfante en su corte,
Mi relacion se suspenda,
Divertida en la esperanza
De que generosa venga
A ser fin de nuestras ánsias,
Término de nuestras penas,
Logro de nuestros deseos,
Y á par de las dichas nuestras,
Con felice sucesion
Nos viva edades eternas.
D. Juan.
La relacion con el tiempo
Se ha medido de manera,
Que acabarla y salir gente,
[p. 179]Ha sido una cosa mesma.
D. Ped.
Sí, mas no la que esperamos.
D. Félix.
No, porque es el padre dellas.
D. Juan.
No le conocí hasta ahora,
(Ap. Que en mi tiempo estaba fuera.)
D. Ped.
Nunca hasta ahora le ví,
(Ap. Que yo siempre amé en su ausencia.)
D. Juan.
¿Quién es el que con él viene?
Hernan.
Yo podré dar esa cuenta.
Es un sobrino asturiano,
Con quien el padre desea
Casar una de las dos.
D. Juan.
(Ap.) Quiera el cielo que no sea
La novia la que yo adoro.
D. Ped.
(Ap.) Plegue á Dios que no sea Eugenia.
DON ALONSO; DON TORIBIO, vestido de negro, ridículo.—DON FÉLIX, DON JUAN, DON PEDRO, HERNANDO.
D. Félix.
Pasêmonos.
D. Torib.
Como digo,
¿Qué hacen, tio, á nuestra puerta
Estos mocitos?
D. Alon.
¿No están
En la calle? ¿Qué os altera?
D. Torib.
¡En la calle de mis primas,
Sin más ni más, se pasean!
D. Alon.
Pues ¿por qué no?
D. Torib.
Porque no
Me ha de haber paseante en ella
[p. 180]Ni piante, ni mamante;
Y más estos de melena,
Que Filenos de golilla
De candil, y bigotera,
Andan cerrados de sienes
Y trasparentes de piernas.
D. Alon.
¿Qué habemos de hacer, si son
Vecinos?
D. Torib.
Que no lo sean.
D. Alon.
¿Cómo, si tienen aquí
Sus casas?
D. Torib.
Que no las tengan.
D. Félix.
Fuerza es hablarle. Yo llego,
Pues buena ocasion es esta.
Dadme, señor Don Alonso,
Aunque de paso, licencia
Para besaros la mano
Y daros la enhorabuena
De haber al barrio venido;
Que aunque excusarlo debiera
Hasta estar en vuestra casa
Y visitaros en ella,
El alborozo de ver
Que tan buen vecino tenga,
Dilatar no me permite
Que á su servicio me ofrezca.
D. Ped.
Todos lo mismo decimos.
D. Torib.
(Ap.) ¡Qué ceremonia tan necia!
D. Alon.
Guárdeos Dios por la merced
Que me haceis; que si supiera
La dicha de mereceros
Tantos favores, hubiera
Cumplido mi obligacion,
Visitándôs en la vuestra.
[p. 181]Conoced á mi sobrino,
Que quiero que desde hoy sea
Vuestro servidor.
D. Torib.
(Ap. á Don Alonso.) ¿Yo habia
De ser alhaja tan puerca?
D. Alon.
Esta es accion cortesana.
D. Torib.
Más me huele á corte-enferma.
D. Alon.
Llegad, Don Toribio: ved
Que estos señores esperan
Conoceros. (Llega Don Toribio.)
D. Juan.
En nosotros
Tendreis á vuestra obediencia
Hoy amigos y criados.
D. Torib.
Guárdeos Dios por la fineza.
D. Félix.
¿Venís con salud?
D. Torib.
Al cielo
Gracias, ni mala ni buena,
Sino así así, entreverada,
Como lonja de la pierna.
D. Alon.
Más despacio besaré
Vuestras manos: dad licencia...
D. Félix.
Vos la teneis.
D. Alon.
Don Toribio,
Venid.
D. Torib.
(Ap. á Don Alonso.)
¿Aquí te los dejas?
D. Alon.
¿Qué he de hacer?
D. Torib.
Yo lo sé.
D. Alon.
¿A dónde
Vas?
D. Torib.
A dar á casa vuelta.
D. Alon.
¿A qué?
D. Torib.
A decir á mis primas
Que en todo hoy no salgan fuera.
D. Alon.
¿Han de quedarse sin misa?
[p. 182]D. Torib.
¿Qué dificultad es esa?
Mi ejecutoria les basta
Para ser cristianas viejas.
D. Alon.
¡Jesus, y qué disparate!
Venid, venid: no lo entiendan
Esos hidalgos.
D. Torib.
Par Dios,
Que si por mi voto fuera,
No habian de salir de casa,
Quisieran ó no quisieran.
(Vanse Don Alonso y Don Toribio.)
D. Félix.
No sé cómo fué posible...
D. Juan.
¿Qué?
D. Félix.
Que la risa detenga,
Viendo al primo.
D. Ped.
¡Qué figura
Tan rara!
D. Juan.
Extraña presencia
De novio.
CLARA y EUGENIA, con mantos; OTÁÑEZ delante, y BRÍGIDA y MARI-NUÑO, detras.—DON FÉLIX, DON JUAN, DON PEDRO, HERNANDO.
Hernan.
Ya las dos salen.
D. Félix.
Desde aquí podremos verlas,
Como acaso.
Clara.
Échate el manto,
Que hay gente en la calle, Eugenia.
Eugenia.
¿Qué he hecho yo para no andar
Con la cara descubierta?
[p. 183]Otáñez.
¡Tomad! ¡Luego la faltara
A la hermanica respuesta!
Mari-Nu.
Callad, que no os toca á vos
Hablar en estas materias.
Brígida.
Ni á vos en estas ni esotras,
Y hablais en esotras y estas.
D. Félix.
Pasemos ahora al descuido.
D. Juan.
(Ap.) ¡Oh, permita amor que en ella
Al verme, estén sus memorias,
Ya que no vivas, no muertas!
D. Ped.
(Ap.) ¡Oh, plegue á Dios que se obligue
De ver que he venido á verla!
Clara.
Advierte que llega gente.
Eugenia.
Y bien, la gente que llega,
¿Qué se lleva por llevarse
Hácia allá esta reverencia?
(Saluda Eugenia. Trae un lienzo en la mano.)
(Ap. Mas ¡cielos! ¿Qué es lo que miro?
Don Juan es. Ya de su ausencia
Debió de cesar la causa;
Y no es mi duda sola esta,
Sino estar con él Don Pedro.
Aquesta es la vez primera
Que ha sido por ignorancia
Amiga la competencia.)
D. Félix.
(Ap. á él.) ¿Cuál es de las dos, Don Juan,
La que tanto amor os cuesta?
D. Juan.
(Ap. á Don Félix. La del pañuelo en la mano.
No volvais tan presto á verla:
No advierta que de ella hablamos.
Y porque tampoco advierta
Don Pedro mi turbacion...)—
Voy á esperar á la iglesia. (Alto.)
(Ap. á Don Félix.
Quedáos vos con él.)
[p. 184]D. Félix.
Sí haré.—(Vase Don Juan.)
Don Pedro, ¿cuál es de aquellas?
D. Ped.
La que, en la mano un pañuelo,
Descubierta va, es Eugenia.
No volvais tan presto: no
Conozca que hablamos della.
Quedáos, que porque no dé
Mi amor á Don Juan sospecha,
Tras él voy. (Vase.)
D. Félix.
(Ap.)Ya sé, á lo ménos,
Que la dama es una mesma.
Clara.
Sin pañuelo me he venido,
El tuyo, hermana, me presta;
Que ir tapada me congoja. (Destápase.)
Eugenia.
A mí el venir descubierta,
Pues por si fué encuentro acaso,
Que me hayan visto me pesa.
(Tápase y da el pañuelo á Clara.)
D. Félix.
(Ap.) Ya puedo ver, pues que tengo
Nombre, seña y contraseña,
Cuál es la dama que adoran.
Clara.
No á mirar el rostro vuelvas.
Eugenia.
¡Jesus, y qué condicion!
Lástima es que no seas suegra,
Segun te pudres de todo.
(Vanse las damas, Otáñez, Brígida y Mari-Nuño.)
DON FÉLIX, HERNANDO.
D. Félix.
¡Oh cuánto he sentido verla!
Que aunque estoy con el cuidado
[p. 185]De que aquesta competencia,
El dia que se declare,
Ha de parar en pendencia;
Siendo la dama una misma,
Ya para mí se acrecienta
Ver que de las dos ha sido,
Aunque entrambas son tan bellas,
La que me lo pareció
Más, cuando la vez primera
Ví á las dos en la ventana.
Pero esto ahora no es de esencia,
Que yo acabaré conmigo
Que mi honor á mi amor venza,
Sino acudir á estorbar
Que á desengañarse vengan,
En tanto que yo á la mira
Discurro de qué manera
Entre dos amigos que hacen
De mí confianza, deba
Prevenir el lance, haciendo
A su estorbo diligencia. (Vase.)
DON TORIBIO y DON ALONSO.
D. Alon.
¿A qué volveis aquí?
D. Torib.
¿A qué
He de volver ¡pese á mí!
Sino á escombrarlos, si aquí
Están los que aquí dejé?
D. Alon.
Pues ¿qué os va en eso?
D. Torib.
¿Qué más
[p. 186]Quereis que á un hidalgo vaya,
Que ver que holgazanes haya
Adonde hay primas?
D. Alon.
Jamás
Tan necia locura ví.
En Madrid ¿quién reparó
Si hay gente en la calle?
D. Torib.
Yo.
D. Alon.
Y vos ¿por qué?
D. Torib.
Porque sí.
D. Alon.
Aun bien que se han ausentado,
Y ya nadie aquí se ve.
D. Torib.
Acertáronlo, porqué
Venía determinado.
D. Alon.
Pues ¿qué era vuestra intencion?
D. Torib.
Sólo ver si la anchicorta,
Como en caperuzas, corta
En sombreros de castron.
D. Alon.
Vos ¿qué teneis que temer
Para llegar á ese extremo?
D. Torib.
Mucho tengo y nada temo;
Que desde que llegué á ver
De mis primas los dos cielos,
Si verdad digo, señor,
Tengo á Eugenia tanto amor,
Que áun los hombres me dan celos.
D. Alon.
Aunque esas cosas me dan
Enfados, he agradecido
Que os entreis á ser marido
Por las puertas de galan.
Pero ha de ser con cordura;
Que celos no ha de tener
Un hombre de su mujer.
D. Torib.
Pues ¿de cuál? ¿de la del cura?
[p. 187]D. Alon.
Dejad delirios, por Dios,
Y baste saber de mí,
Si es Eugenia la que aquí
Os agrada de las dos,
Que Eugenia vuestra será...
(Ap. Que es lo que yo deseaba.)
D. Torib.
Con eso el rencor se acaba,
Que el verlos aquí me da
A nuestra calle volver
En tanta conversacion.
D. Alon.
Pues yo la dispensacion
Haré al instante traer.
Venid ahora, que quiero
Ganar las albricias yo
De ser la que prefirió
Vuestro amor.
D. Torib.
Oid primero.
La dispensacion, señor,
¿De Roma no ha de venir?
D. Alon.
Por ella á Roma se ha de ir.
D. Torib.
Pues siendo así, ¿no es mejor
Abreviarlo de otro modo?
D. Alon.
¿Qué modo?
D. Torib.
Uno que yo sé.
D. Alon.
¿Qué es?
D. Torib.
Desposarnos, y que
Vamos á Roma por todo. (Vanse.)
DON FÉLIX, DON JUAN.
D. Félix.
Yo estimo la confianza.
D. Juan.
Pues habiendo reparado
[p. 188]Que al verme el color mudado,
Hizo su rostro mudanza,
Que no la hizo, sospecho,
Su amor, y que está constante,
Porque es el rostro volante
Del reloj que anda en el pecho.
Y así, pues que sólo ha sido
Mi dicha el haber llegado
Donde de vos amparado
Sea amor tan bien nacido;
Lo que habeis de hacer por mí
(Puesto que entablada ya
La amistad del padre está),
Es proseguir desde aquí
De suerte, que con entrar
Vos en su casa, me dé
Ocasion amor en que
Pueda escribir, ver y hablar.
D. Félix.
(Ap.) ¡En buen empeño de amor
Estoy! pues en lance igual,
Si á un amigo soy leal,
Soy á otro amigo traidor.
D. Juan.
¿No me respondeis?
D. Félix.
No sé
Qué os diga, Don Juan, pues no
Soy hombre tan bajo yo,
Que ocasion procuraré
Con nadie para engañarle.
D. Juan.
¿Cuál es amigo mayor?
DON PEDRO.—DON FÉLIX, DON JUAN.
D. Ped.
Don Félix, si de mi amor...
D. Félix.
(Ap. Que prosiga he de estorbarle.)
A buen tiempo habeis venido,
Y luégo proseguireis
Lo que decirme quereis;
Que quiero que prevenido
De una porfía en que estamos,
Seais juez. (Ap. Así, vive Dios,
Tengo de hablar con los dos.)
D. Ped.
El argumento esperamos.
D. Félix.
Si un grande amigo os pidiera
Que trabaseis amistad
Con hombre de calidad,
Para que fuese tercera
En su casa de su amor,
¿Hiciéraislo vos?
D. Ped.
Yo sí.
D. Félix.
Yo no.
D. Ped.
¿Por qué?
D. Félix.
Porque en mí
Fuera escrúpulo traidor;
Pues el dia que llegara
De traicion á otro que fuera
Mi amigo, preciso era
Lo lograra ó no lograra.
Si no lo lograra, ¿en qué
A mi amigo le servía?
Y si lo lograra, hacía
[p. 190]Una gran ruindad, porqué
El que engañado de mí,
Se daba ya por mi amigo,
Ya lo era, y yo su enemigo:
Es cierto; pues siendo así,
¿Cómo es posible que yo
Sea enemigo del que ya
Por mi amigo se me da?
Luego si en no serlo no
Es nada lo que consigo,
Y en serlo consigo ser
Su amigo, ¿cómo he de hacer
Yo traicion al que es mi amigo?
D. Ped.
Siendo esa vuestra opinion,
Ya no tengo que os decir. (Vase.)
D. Juan.
Yo tampoco, y habré de ir
A buscar otra ocasion. (Vase.)
DON FÉLIX.
D. Félix.
¿Habrá desdicha mayor?
¿Que no me baste el no amar,
Para saberme librar
De impertinencias de amor?
¿Qué haré entre uno y otro amigo,
Que cada uno en su esperanza
Hace de mí confianza?
Pues nada enmendar consigo,
Viendo tan cerca á los dos
De la dama, ¿qué podré
De mi parte hacer? No sé
[p. 191]Que haya medio, vive Dios,
Si ya no es que á ver alcance
Que las damas solas son
Las que en cualquier ocasion
Hacen bueno ó malo el lance.
Mas ¿cómo podré atrevido
Hablar en materia tal
A una mujer principal,
Ni darme por entendido?
Cara á cara he de saber
Si á los dos quiso ó no quiso;
Pero hasta dar el aviso,
Un papel lo podrá hacer;
Que á su opinion no se atreve
Quien por salvar su opinion,
La advierte de una ocasion.
Ahora falta quien le lleve...
Pero ¿ha de faltarme modo,
Sin que lo llegue á fiar
De otro, de poderle dar?
Ahora bien, salir á todo
Me toca, haciendo testigos
Los cielos, que aventurar
Yo un empeño, es por sacar
De otro empeño á dos amigos. (Vase.)
[p. 192]Sala en casa de Don Alonso.
EUGENIA, CLARA, BRÍGIDA, MARI-NUÑO.
Clara.
Ten, Mari-Nuño, este manto.
¡Oh quién en casa tuviera
Capellan, para no ir fuera,
Y más á concurso tanto!
Eugenia.
Mucho me holgara venir
Ahora de buen humor,
Para poder con mejor
Título que tú, decir:
¡Quién la parroquia tuviera
Diez leguas, para tener
Más que andar y más que ver!
Mari-Nu.
Aténgome á la primera.
Brígida.
Yo á la segunda.
Mari-Nu.
¿Por qué?
Brígida.
Porque no he visto en mi vida
Escrupulosa aturdida,
Que al primer lance no dé
De ojos. (Vanse Mari-Nuño y Brígida.)
DON ALONSO; DON TORIBIO, que se queda á la puerta.—CLARA, EUGENIA.
D. Alon.
En tu cuarto espera,
Que yo la llegaré á hablar.
[p. 193]D. Torib.
Sí haré. (Ap. Desde aquí escuchar
Lo que responde quisiera.) (Quédase al paño.)
D. Alon.
(Ap. Saber que á Eugenia eligió
Ha sido ventura extraña:
Llévesela á la montaña,
Porque lo ménos que yo
En la corte he menester,
Es una hija discreta,
Retórica ni poeta,
Y no de mal parecer.)
Eugenia, yo vengo á hablarte;
No tienes, Clara, que irte;
Que albricias he de pedirte (A Eugenia.)
Del pésame que he de darte. (A Clara.)
Eugenia.
¿Albricias á mí, señor?
Clara.
¿Pésame, señor, á mí?
D. Alon.
Pésame y albricias, sí.
Las dos.
¿De qué?
D. Alon.
Efectos son de amor.
Don Toribio, enamorado,
Me ha dicho cuánto desea
Que Eugenia su mujer sea;—
Y aunque ponerte en estado
A tí, por ser la mayor, (A Clara.)
Primera obligacion era,
Él elige de manera,
Que del gozo y del dolor,
Pésame tuyo á ser pasa.—
Hoy tu parabien, por ver (A Eugenia.)
Que pierdes, y ganas, ser (A las dos.)
La cabeza de tu casa.
Clara.
Aunque pérdida es penosa,
Yo estimo que el bien posea
Eugenia, para que sea
[p. 194]Mi hermana la venturosa,
Feriando el pesar á precio
Del parabien que la doy.
Gócesle mil años. (Ap. Hoy
Sólo hizo gusto el desprecio.) (Vase.)
DON ALONSO, EUGENIA; DON TORIBIO, oculto.
D. Torib.
(Ap. al paño.) ¡Qué triste va de perderme
La escudera de su hermana!
Veamos ella qué ufana
Responde de merecerme.
Eugenia.
(Ap.) Esto solo me faltaba
Que añadir (confusa estoy)
A las novedades de hoy.
D. Alon.
¿Qué me respondes? Acaba
De dudar.
Eugenia.
Que agradecida
Una y mil veces, señor,
Rindo por tanto favor
A tu obediencia mi vida.
Que aunque no me toca á mí
Elegir, pues no he de hacer
Nunca más que obedecer,
Haré mal, si viendo en tí
Gusto, en mi primo amor fiel,
No respondo agradecida...
(Ap. ¡Mal haya mi alma y mi vida,
Si me casare con él!)
D. Alon.
No en vano esperaba yo
De tu mucho entendimiento,
[p. 195]Eugenia, ese rendimiento.
D. Torib.
(Ap.) Yo tambien.
D. Alon.
Él esperó
En su cuarto, y ganar quiero
Con él las gracias tambien. (Vase.)
D. Torib.
(Ap.) Que á mí las gracias me den,
Será más razon.
Eugenia.
Hoy muero,
Pues tras mis penas, he sido
Objeto de un ignorante.
DON TORIBIO, que sale de donde estaba.—EUGENIA.
D. Torib.
(Ap. ¡Que airoso sale un amante,
Cuando está favorecido!)
Sea muy enhorabuena
El ser, prima, tan dichosa,
Que merezcais ser mi esposa.
Eugenia.
(Ap.) ¡Esto faltaba á mi pena!
(Vuelve la espalda.)
D. Torib.
¿Por qué adorándome...
Eugenia.
(Ap.)¡Ay Dios!
D. Torib.
Me desadorais?
Eugenia.
Porqué,
Si ántes con mi padre hablé,
Ahora he de hablar con vos.
Señor Don Toribio, yo,
Por no responder aquí
Resuelta á mi padre, di
Una palabra, que no
He de cumplir, si supiera
[p. 196]Perder mil veces, rendida
A sus enojos, la vida.
Y siendo desta manera
Que no he de casar con vos,
De la eleccion desistid
Que habeis hecho, y advertid
Que estamos solos los dos:
Y si de lo que aquí os digo,
Algo á mi padre decís,
He de decir que mentís.
D. Torib.
¿Cómo se habla eso conmigo,
Escudera de mi casa,
Ingrata, desconocida,
Falsa, aleve y fementida?
Eugenia.
No deis voces; que esto pasa
Entre los dos, y no es, no,
Para que salga de aquí.
D. Torib.
¿Vos no sois mi prima?
Eugenia.
Sí.
D. Torib.
¿No soy vuestro esposo?
Eugenia.
No.
D. Torib.
Decidme, ¿no soy galan?
Eugenia.
No lo dudo.
D. Torib.
¿Y entendido?
Eugenia.
¿Pues no?
D. Torib.
¿Hidalgo?
Eugenia.
Cierto ha sido.
D. Torib.
¿Airoso?
Eugenia.
Mucho.
D. Torib.
¿Y amante?
Eugenia.
Tambien.
D. Torib.
Pues de mis cuidados
¿En qué estriban los desvelos?
Eugenia.
Preguntádselo á los cielos,
[p. 197]A los astros y á los hados,
Que no inclinan mi albedrío.
D. Torib.
Pues en algo está el busílis.
Eugenia.
En que vos no teneis fílis
Para ser esposo mio. (Vase.)
DON TORIBIO.
D. Torib.
¿Cómo que fílis no tengo?
¿Tal á un hombre se le dice,
Que tiene un solar con más
De tantísimos de fílis,
Que no hay otra cosa en él,
Por do quiera que se mire,
Sino fílis como borra?
Que aunque yo qué es no adivine,
Bien lo puedo asegurar;
Pues siendo algo que sea insigne,
Es preciso que no deje
De estar allá entre mis timbres.
¡A mí, que fílis no tengo!
¿Esto los cielos permiten?
¿Esto consienten los hados?
Prima, ved lo que dijisteis:
Más fílis tengo que vos.
DON ALONSO.—DON TORIBIO.
D. Alon.
¿Adónde, sobrino, os fuisteis,
Cuando os busco para daros
Mil norabuenas felices
De que vuestra prima ya,
Agradecida y humilde,
Sabiendo vuestra eleccion,
No hay cosa que más estime?
D. Torib.
Mi prima (si es que es mi prima)
Es una mujer terrible,
Con todos sus aderezos
De sirena, áspid y esfinge.
Aquí me ha dicho una cosa,
Que no pudiera decirse
A un barquillero asturiano
De los de quite y desquite.
D. Alon.
¿A vos?
D. Torib.
En toda esta cara.
D. Alon.
Fuerza será que me admire.
¿Qué fué?
D. Torib.
Que fílis no tengo.—
Y para que se averigüe
Si los hombres como yo
Tienen ó no tienen fílis,
Por no obligarme á retarla
En extranjeros países,
Haced que me compren luego
Cuantos fílis sean vendibles,
Y cuesten lo que costaren.
[p. 199]D. Alon.
Esa es locura terrible.
D. Torib.
¿Tan caros son? Pues no importa.
Dónde se venden, decidme,
O yo lo preguntaré;
Que volver no se permite
A su vista, hasta volver
Todo cargado de fílis. (Vase.)
D. Alon.
¿Hay delirio semejante?
Sobrino, escuchad, oidme.
CLARA, EUGENIA.—DON ALONSO.
Clara.
¿Qué es esto? ¿Con quién das voces?
Eugenia.
¿Con quién te enojas y riñes?
D. Alon.
Contigo, ingrata.
Eugenia.
¿Conmigo,
El dia que más humilde
Sólo trato obedecerte?
D. Alon.
Ven acá: ¿qué le dijiste
A tu primo, que enojado,
No hay quien con él se averigüe?
Eugenia.
¡Yo á mi primo! En todo hoy
Ni le hablé ni ví.
D. Alon.
¿Qué dices?
Eugenia.
Lo que es cierto.
D. Alon.
¡Vive Dios,
Si disimulada finges,
Y es verdad que le has hablado
Bachilleramente libre,
Que te he de hacer!...—Tras él voy,
Por si puedo reducirle
[p. 200]A que no ande preguntando
Adónde se venden fílis. (Vase.)
CLARA, EUGENIA.
Eugenia.
Yo á mi primo, ¿qué pudiera,
Que fuese ofensa, decirle?
Clara.
No te disculpes conmigo,
Pues sé, aunque no llegué á oirte,
Que perderás tu remedio,
Sólo por decir un chiste.
Eugenia.
Aunque eso de mi remedio
Con falsedad me lo dices,
Lo oigo yo como lisonja,
Viendo que hasta un tonto, un simple,
Aun el alma que no tiene,
A mi vanidad la rinde.
Clara.
¿Qué quieres decirme en eso?
¿Que nadie hay que á mí se incline,
Neciamente imaginando
Que á méritos me compites?
Pues no es sino que no hay nadie
Que sin respeto me mire,
Porque sé yo hacer que todos
De otra manera me estimen
Que á tí, siendo solamente
Lo que á las dos nos distingue,
El verte á tí no sé cómo,
Pero á mí como á imposible.
Eugenia.
¡Ay! que no es eso.
Clara.
Pues ¿qué?
[p. 201]Eugenia.
Obligarásme á decirte
Lo que á mi primo.
Clara.
¿Qué es?
Eugenia.
Que
Tampoco tú tienes fílis. (Vase.)
Clara.
No lo dirás, porque yo
A responder no me obligue,
Que cuando... Pero ¡qué miro!
¿Quién hay que esta cuadra pise,
Para estorbar el que lleguen
Mis enojos á sus fines?
DON FÉLIX.—CLARA.
Clara.
¿A quién buscais, caballero?
D. Félix.
(Ap. ¡Ay amistad! pues que vine
A hacer por tí una fineza,
A una infamia no me inclines;
Pues ví hermosura, á quien mal
Mi libertad se resiste.)
Viendo á vuestro primo ir fuera,
A quien vuestro padre sigue,
Me atreví á llegar á hablaros.
Clara.
¿A mí?
D. Félix.
A vos.
Clara.
Hombre, ¡qué dices!
¿A mí hablarme?
D. Félix.
Sí, señora,
Porque sé que en esto os sirve
Mi deseo, y no os ofende.
Clara.
(Ap.) ¡Plegue á Dios, que no me obligue
[p. 202]Una necia á que me huelgue
De que!... Pero no es posible.
EUGENIA, al paño.—CLARA, DON FÉLIX.
Eugenia.
(Ap.) ¿Con quién hablará mi hermana?
Desde aquí es bien que lo mire.
Clara.
¿A mí (dejadme dudarlo
Mil veces), (Ap. Mal reprimirme
Puedo.) me buscais?
D. Félix.
A vos.
Clara.
Pues ántes que oseis decirme...
Eugenia.
(Ap.) ¡Oh si fuera algo de aquello
De posible y de imposible!
Clara.
Quién sois y qué me quereis,
Que os vais es bien que os suplique,
Sin decirlo; que á mí nada
Hay que á buscarme os obligue.
D. Félix.
Sin decíroslo, me iré,
Si en eso mi pecho os sirve;
Mas no sin que lo sepais;
Que en este papel se escribe,
Para que con esto llegue
A saberse, sin decirse.
Eugenia.
(Ap.) ¡Oh si tomara el papel,
Porque hubiera qué decirle!
D. Félix.
Tomad, y adios.
Clara.
¡Yo papel!
D. Félix.
Y porque á verle os anime,
Solo os diré que el honor
Vuestro en leerle consiste,
[p. 203]Y que Don Pedro y Don Juan
No arriesguen y precipiten,
No digo su vida, que ese
Es peligro muy humilde,
Sino vuestro honor, que fuera
Pérdida más infelice.
Eugenia.
(Ap.) Si toma el papel, soy muerta.
Clara.
Hombre, mira lo que dices.
Ni á tí, á Don Juan, ni á Don Pedro
Conozco yo.
Eugenia.
(Ap.)¡Ay de mí triste!
Que todo esto sobre mí
Viene, si el papel recibe.
Mas por engaño la habla.
Clara.
(Ap. ¿Que sola una vez que quise
Yo no ser yo, no he podido?)
¿Qué aguardas pues para irte?
D. Félix.
Aunque tan desentendido
Vuestro decoro porfíe,
Y agradecer no pretenda
La fineza de que os dije
Mi empeño y el de los dos;
Ya que lo que debo hice
A amigo y á caballero,
Me iré. Adios.
Clara.
No os vais, oidme.
(Ap. Sin duda que aquí hay engaño,
Y así, es bien que le averigüe.)
¿Con quién presumís que hablais,
Porque la fineza estime?
D. Félix.
¿No sois Doña Eugenia?
Clara.
Sí.
Eugenia.
(Ap.) ¿Hay mujer más infelice?
Clara.
Dad ahora el papel, y adios.
[p. 204]Eugenia.
(Ap. Que le deje es bien que evite,
Barajando el lance.) (Sale.) Hermana...
Clara.
¿Qué tienes? ¿De qué te afliges?
Eugenia.
Mi padre y mi primo vienen,
Y porque tú no peligres,
Vengo á avisarte; que yo
Ya tú ves cuánto estoy libre.
Mira lo que hemos de hacer.
D. Félix.
(Ap.) ¿Quién vió empeño tan terrible?
Clara.
¿Qué se ha de hacer, sino que entren
Y que todo se averigüe,
Para que no quedes vana
Tú de que por mí lo hiciste?
¡Padre! ¡Señor! ¡Primo! ¡Otáñez!
Eugenia.
(Ap.) Si fuera cierto el venite,
Muy buen lance hubiera echado.
Clara.
¿No hay nadie que pueda oirme?
DON ALONSO, y luego DON TORIBIO, BRÍGIDA, MARI-NUÑO y OTÁÑEZ.—Dichos.
D. Alon.
(Dentro.) Voces da Clara.
Eugenia.
(Ap.)¡Ay de mí!
Que ya es verdad lo que dije
Por fingimiento.
Clara.
Llegad
Todos.
Eugenia.
No á voces publiques
Que está aquí este hombre.
Clara.
Sí quiero.
D. Félix.
Aquí es bien que me retire,
[p. 205]Por asegurar la espalda.
(Escóndese Don Félix, y salen Don Alonso, Don Toribio, Brígida, Mari-Nuño y Otáñez.)
Todos.
¿Qué es esto?
Clara.
Que un hombre...
Eugenia.
(Ap.)¡Ay triste!
Clara.
Dentro está de nuestra casa:
Yo desde aquesos jardines
Le he visto en el corredor
Del desvan: por un tabique
Saltó. Subid allá todos:
Quedarse no solicite
A robarnos esta noche.
D. Alon.
Aquesos serán sus fines.
Mari-Nu.
En casa de indiano, ¿quién
Duda que eso solicite?
D. Torib.
Nadie primero que yo
El primer escalon pise;
Que á mí me toca el asalto,
Si fuese el desvan Mastrique.
Vea mi prima que tengo
Pujanza, ya que no fílis. (Vase.)
D. Alon.
Contigo voy. (Vase.)
Clara.
Subid vos,
Otáñez.
Otáñez.
Ya á los dos siguen
Los filos de la tizona.
Conmigo van dos mil Cides. (Vase.)
Clara.
Vosotras, desde allá dentro,
Ved que entrar no solicite
Por otra parte á esconderse.
Mari-Nu.
Un árgos seré. (Vase.)
Brígida.
Yo un lince. (Vase.)
CLARA, EUGENIA; DON FÉLIX, oculto.
Clara.
Todas tus bachillerías
Mira de lo que te sirven,
Que al primer lance te pasmas,
Y al primer susto te rindes.
(Llega adonde se escondió Don Félix.)
Ya tienes franca la puerta,
Hombre: ya bien puedes irte.
(Sale Don Félix.)
Déjame el papel, y adios.
D. Félix.
Él os guarde: y pues difícil
No es lo que os advierto, ved
Lo que importa. (Dale el papel.)
Eugenia.
(Ap.)¡Ay de mí triste!
¿Que no pudiese estorbarlo?
D. Félix.
(Ap. yéndose.) Amor, no me precipites,
Que aunque ingenio y hermosura
Todo en ella se compite,
Es dama de mis amigos,
Y adorarla es imposible. (Vase.)
Clara.
(A voces.) ¡Señor! ya el hombre á otra casa
Pasado ha; no solicites
Buscarle.
DON ALONSO, DON TORIBIO.—CLARA, EUGENIA.
D. Alon.
Forzoso era,
Pues no fué hallarle posible.
[p. 207]D. Torib.
Nigromántica es su dicha,
Pues me le ha hecho invisible.
Clara.
Digo que pasó á otra casa,
Que yo le ví sano y libre.
D. Alon.
Con todo eso, á verla toda
Vamos. (Vase.)
D. Torib.
Y ahora, ¿qué dices?
¿Tengo ó no fílis?
Eugenia.
No sé,
Que ahora no estoy para fílis.
(Vase Don Toribio.)
Clara.
Esto, necia, presumida,
He hecho, para que mires
Que tener valor y ingenio,
Es tenerle y no decirle:
Y véte de aquí, que quiero
Ver lo que el papel me dice.
Eugenia.
(Ap.) No sosegaré (¡Ay de mí!)
Hasta ver lo que la escribe. (Vase.)
CLARA.
Clara.
De aquí la envié, porque
Si este hombre este engaño finge
Para escribirme á mí, ella
No lo entienda, ni imagine.
(Lee.) No se atreve á vuestro honor,
Quien por vuestro honor se atreve
A presumir que os obliga
Con lo mismo que os ofende.
Y así, en esta confianza
[p. 208]De pensar que errando acierte,
Lo que hay que culparme vaya
Par lo que hay que agradecerme.
Don Juan, más enamorado
Que fué de vos, de vos vuelve,
Y Don Pedro os sigue, más
Fino cuanto más ausente.
Que dejen de declararse,
No es posible, ni que dejen
De remitir al acero
La competencia, de suerte
Que á dar escándalo pase;
Y pues podeis fácilmente
Remediarlo con mandar
A Don Pedro que se ausente,
O á Don Juan que se retire,
Quedando vos dueño siempre
Del desden y del favor,
Quitad el inconveniente;
Que á mí el aviso me toca,
Procediendo desta suerte
Con vos, conmigo y con ellos,
Caballero, amigo y huésped.
¡Válgame Dios! ¡Qué de cosas
Tan várias, tan diferentes,
En un punto me combaten,
Y en un instante me vencen!
En lo que dice y no dice,
Es muy cierto que me ofende
Este papel: es verdad,
Que si aqueste papel viene
A Eugenia, cuando pensaba
Que papel para mí fuese,
Solicitando aquel medio
[p. 209]Que me ha obligado á leerle,
He sentido que no sea
Su intento aquel, sino este.
¿Cómo puedo yo decirlo,
Si no es ya que en mí reviente
No sé qué callada mina
Que amor en el alma enciende?
¿Amor dije? Pues no siento,
Sino haber tan neciamente
Persuadídome que á mí
Me buscase: y es de suerte
La vanidad de una dama
Persuadida á que la quieren,
Que aunque la ofenda el amor,
Más el engaño la ofende:
Y más cuando está á la mira
Una necia, una imprudente,
Una loca...
EUGENIA.—CLARA.
Eugenia.
(Ap., quedándose al paño.)
Esta soy yo.
Clara.
De tan várias altiveces,
Que presume que ella sola
Todo cuanto mira vence.
¡Oh envidia, oh envidia! ¡Cuánto
Daño has hecho á las mujeres!
Pues por vengarme de Eugenia,
Diera... (Sale Eugenia.)
Eugenia.
¿En qué Eugenia te ofende,
[p. 210]Para pensar á tus solas
El cómo della te vengues?
Clara.
Ese papel te lo diga.
Que acaso á mis manos viene
Por las tuyas.
Eugenia.
Ya lo sé.
Clara.
Pues si lo sabes, y tienes
Tan á riesgo tu opinion,
Que estriba sólo en que lleguen
A declararse dos hombres;
Mira si es justo que piense
Cómo he de vengar, ingrata,
Falsa, atrevida y aleve,
La ocasion en que...
Eugenia.
Oye, aguarda,
Que para que consideres
Tanta amenazada ruina
Cuán fácil remedio tiene,
Me huelgo de haber venido
A esta ocasion. (Llega á una ventana.)
Clara.
¿Pues qué emprendes?
Eugenia.
(Llamando) ¡Señor Don Pedro!
Clara.
¿Qué haces?
Eugenia.
Hablar un instante breve
A un caballero, que está
En la calle.
Clara.
¿A eso te atreves?
Eugenia.
Sí, que en su cuarto mi padre
Está ya con su accidente
De la gota, que hoy le ha dado,
Y Don Toribio no puede
Ver desde el suyo esta reja;
Y así he de satisfacerte.—
¡Señor Don Pedro!
DON PEDRO, á la reja.—Dichas.
D. Ped.
Bien fué
Menester oir dos veces
Mi nombre, para que alguna
Creyera que dél se acuerde
Vuestra memoria; que un triste
No crê su bien fácilmente.
Eugenia.
No prosigais, que esta reja
Es de otras tan diferente,
Cuanto hay de no serlo á ser
Ahora de las paredes
De mi padre; y si allí pudo
La seguridad hacerme
Usar de algunas licencias,
Mi honor prisionera tiene
Su libertad ya, y tan otra
Habeis de ver que procede,
Cuanto hay de que otros me guarden
A guardarme yo. Así, hacedme
Merced de volveros luego
Donde otra vez no os encuentre
Ni en mi calle ni en mi reja,
Suplicándôs que prudente
Deis de mano á una esperanza
Que no hay sobre qué se asiente.
D. Ped.
Oid.
Eugenia.
Perdonad, que no puedo.
D. Ped.
Cuando por veros...
Eugenia.
Hareisme
[p. 212]Ser, sobre ingrata, grosera.
D. Ped.
¿Vos?
Eugenia.
Sí.
D. Ped.
¿Cómo?
Eugenia.
Desta suerte.
(Cierra la ventana.)
Clara.
Y al otro ¿qué has de decirle?
Eugenia.
Haz cuenta que si le viere,
Le diré lo mismo al otro,
Clara; porque las mujeres
Como yo, puestas en salvo,
Si se esparcen y divierten,
Es para aquesto no más;
Que amor bachiller no tiene
Más fondo que sólo el ruido.
Aquel emblema lo acuerde
Del perdido caminante,
A quien de noche acontece
Que avisado del estruendo
Con que del monte desciende
Pequeño arroyo, le asusta,
Le perturba y estremece;
Y huyendo dél, da en el rio:
Porque á todos les parece
Que es manso cristal aquel
Que áun las guijas no le sienten
Y en su agua perecen. Pues
Que no tiene riesgo advierte
La ruidosa, porque el riesgo
El agua mansa le tiene:
Y así, fué del agua mansa
Lo mejor guardarse siempre. (Vase.)
CLARA.
Clara.
¡Qué escucho, cielos! ¡qué escucho!
«Que no tiene riesgo advierte
La ruidosa, porque el riesgo
El agua mansa le tiene:
Y así, fué del agua mansa
Lo mejor guardarse siempre.»
Sin duda (¡ay de mí!) que oyó
Cuanto dije, ó lo parece,
Segun el concepto habla
De lo que mi pecho siente.
Pues ya que el acaso hizo,
En las respuestas que ofrece,
Lo que el cuidado debiera;
Ya que por ella me tiene
El caballero que trajo
El papel, lograr intente
La ocasion, que con su nombre
Amor á mi amor ofrece;
Porque con más verdad pueda
Decir que riesgo no tiene
La ruidosa, porque el riesgo
El agua mansa le tiene:
Y así, fué del agua mansa
Lo mejor guardarse siempre.
[p. 214]
CLARA, MARI-NUÑO.
Clara.
Esto pasa, y sólo á tí
Lo dijera.
Mari-Nu.
Ya tú tienes
Experiencia de lo mucho
Que fiar de mí amor puedes.
Pero deja que me admire
De oir que á tal extremo lleguen
Los despejos de tu hermana.
Clara.
Dos caballeros pretenden
Su favor, y á mí me toca
Que el escándalo remedie,
Ya que llegó á mi noticia;
Y así es fuerza hablar á este
Que me dió el aviso. Y para
Hacer que el daño se enmiende,
Tú has de darle un papel mio
En su nombre, porque llegue,
Ignorando que soy yo,
A hablarme más claramente
Esta noche, y... Pero luego
Proseguiré; que parece
[p. 215]Que anda gente ahí fuera: mira
Quién es. (Vase Mari-Nuño.)
Bien de aquesta suerte
Con la verdad se ha engañado
Mari-Nuño, que ha de hacerme
Lugar para conseguir
Hablarle de noche y verle,
Ya que mi pena...
DON TORIBIO, que quiere entrar, y MARI-NUÑO lo impide.—CLARA.
Mari-Nu.
Esperad,
Que no es bien que nadie éntre,
Sin avisar, á este cuarto.
D. Torib.
Dos veces para mí eres
Dueña hoy.
Mari-Nu.
¿De qué manera
Se entiende eso de dos veces?
D. Torib.
Una en la que estorbas, y otra
En lo que un cuarto defiendes.
Mari-Nu.
¿Será justo, si no están
Decentes, que á verlas lleguen?
D. Torib.
¿Pues cómo pueden no estar
Siempre mis primas decentes?
Clara.
¿Qué es eso?
D. Torib.
Que esa estantigua
A mí el paso me defiende.
Clara.
Hace muy bien, porque aquí,
Sin mi padre, nadie puede
Entrar.
[p. 216]D. Torib.
Sí puede, y ya sé
De qué ese ceño procede,
Y así no quiero enojarme,
Porque sé tambien que tienen
Licencia las desvalidas
De llorar amargamente.
Clara.
Yo confieso que lo estoy;
Y pues la dichosa en este
Cuarto no está, no teneis
Qué hacer en él: brevemente
Dél os id, ó yo me iré,
Porque de mí no se piense
Que me vengo en estorbaros,
Cuando hay más en que me vengue.
D. Torib.
Eso es poco y mal hablado.
Clara.
Ven, Mari-Nuño. (Ap. Que tienes
Que hacer por mí esta fineza.)
Mari-Nu.
Tuya soy y seré siempre. (Llaman.)
Pero aguárdate, veré
Quién llama.
(Vanse Clara y Mari-Nuño.)
DON TORIBIO.
D. Torib.
¡Cielos, valedme!
Que este remoquete, sobre
Aquella sospecha fuerte,
Que áspid del pecho, á bocados
Todo el corazon me muerde,
Es, ahora que caigo en ello,
Un bellaco remoquete.
[p. 217]Cuando buscamos la casa,
Ví... Lengua mia, detente:
No lo digas, sin que ántes
Te haya dicho yo que mientes.
Ví que detras de la cama
De Eugenia ¡oh malicia aleve!...
Estaba detras...
MARI-NUÑO, saliendo apresurada.—DON TORIBIO.
Mari-Nu.
Señora,
Albricias, que este billete
Con coche y balcon...
D. Torib.
Mujer,
En lo que dices advierte;
Que balcon, billete y coche,
Sobre dueña, me parece
Es traer todo el yerro armado.
Mari-Nu.
(Ap. Mal encuentro fuera este,
Si importara.) Mi señora...
D. Torib.
(Ap.) Memoria, no me atormentes.
Mari-Nu.
¿Aquí no estaba?
D. Torib.
Aquí estaba
Un poco ántes que se fuese.
Mari-Nu.
A buscar á entrambas voy
Con este papel.
D. Torib.
Detente,
Que ántes he de verle yo
Que ellas.
Mari-Nu.
¿Qué llama verle?
Que aunque no importara nada,
[p. 218]No le he de dar, por no hacerle
Tan dueño de casa ya.
D. Torib.
¿Qué va...
Mari-Nu.
¿Qué?
D. Torib.
Que de un puñete
Te abollo sesos y toca?
Mari-Nu.
¿Qué va que no es mayor que este?
(Dale una puñada.)
D. Torib.
Los dientes debieron de irse,
Pues he perdido los dientes.
Mari-Nu.
(A voces.) ¡Ay, que me matan! ¡Señores,
Acudan á socorrerme!
D. Torib.
Sólo me faltaba ahora
Ser ella la que se queje.
Mari-Nu.
¡Que me matan!
EUGENIA, CLARA, DON ALONSO, BRÍGIDA.—DON TORIBIO, MARI-NUÑO.
D. Alon.
¿Qué es aquesto?
Clara.
¿Qué ha sucedido? ¿Qué tienes?
Mari-Nu.
Don Toribio, mi señor,
Colérico é impaciente,
Porque no le quise dar
Aqueste papel, que viene
Para las dos, puso en mí
Las manos.
Las dos.
¡Jesus mil veces!
D. Alon.
Por cierto, señor sobrino,
Vuestro enojo, sea el que fuere,
Es muy sobrado. ¡A criada
[p. 219]De mis hijas desta suerte
Se ha de tratar!
D. Torib.
Vive Dios,
Que soy yo...
D. Alon.
No hableis.
D. Torib.
Quien tiene
De qué quejarse...
D. Alon.
Ya basta.
Dadme vos, dadme el billete;
Que quiero ver la ocasion
Que tuvo para ofenderse.
Eugenia.
(Ap.) ¡Ay de mí, si fuese acaso
De alguno de los ausentes!
Clara.
(Ap. á Eugenia.) Quiera el cielo que no sea
Que algo de tus cosas cuente.
D. Alon.
(Lee.) Sobrinas mias, yo tengo balcon en que esta tarde veais la entrada de la Reina nuestra señora: el coche va por vosotras; que no dudo que mi primo...
Ahora de nuevo vuelvo
A enojarme y ofenderme
De que escrúpulo haya habido
En vuestro juicio. En aqueste,
Doña Violante, mi prima,
Hijas, os dice que quiere
Que con ella vais adonde
Veais la entrada excelente
De la Reina, cuya vida
El cielo por siglos cuente.—
Tomad, lêdle vos; vereis
Cuán necio, cuán imprudente
Habeis pensado otra cosa;
Que no quiero que se ausenten,
Hasta que vos le leais.
[p. 220]D. Torib.
Mostrad. (Toma el papel.)
Dice desta suerte:
(Lee.) Sobrinas mias, yo tengo
Balcon... Tio, finalmente,
¿Hasta que yo lea, no han de ir?
D. Alon.
No.
D. Torib.
Pues muy bien me parece;
Que no irán de aquí á dos años.
D. Alon.
¿Por qué?
D. Torib.
Porque no sé lêrle,
Y esos habré menester
Para aprenderlo.
D. Alon.
¿Que llegue
A tanto vuestra ignorancia?
D. Torib.
¿Pues qué defecto es aqueste?
Como desos lêr no saben,
Y lo saben todo. Esténse,
Hasta que lo aprenda, en casa,
Y entónces irán.
D. Alon.
Mal pueden,
Si hoy es la entrada.
D. Torib.
¿Habrá más
De que la entrada se quede,
Hasta que yo sepa lêr?
D. Alon.
Hijas, aquesto sucede
Una vez en una edad:
Verlo es justo. Brevemente
Os poned los mantos, y id, (Vase Brígida.)
O pésele ó no le pese
A Don Toribio; que yo,
A causa de mi accidente,
No saldré de casa, y basta
Que vuestra voz me lo cuente,
Cuando volvais.
[p. 221]Clara.
A tu gusto
Humilde estoy y obediente.
Eugenia.
Si me das licencia á mí,
Contigo es bien que me quede.
D. Alon.
No, hija, ambas habeis de ir.
(Vuelve Brígida.)
Brígida.
Aquí ya los mantos tienen.
Clara.
Pónme, Mari-Nuño, el mio.
(Ap. á ella. Toma, y lo que digo advierte.)
(Dala un papel, y habla bajo con ella.)
Eugenia.
(Ap.) Sola esta vez salgo triste,
Porque alguno no me encuentre
Destos dos necios amantes.
Clara.
(Ap.) Sola esta vez salgo alegre,
Por si en las fiestas, por dicha,
A este caballero viese.
Mari-Nu.
(Ap. á Clara.) Ve segura, y fía de mí.
D. Torib.
(Ap.) Aunque desairado quede,
Me huelgo, que quedo en casa,
Éntre la Reina ó no éntre,
Por si puedo averiguar
A mis solas esta fuerte
Sospecha, que en vivos celos
Amor en el alma enciende. (Vanse.)
Sala en casa de Don Félix.
DON FÉLIX, HERNANDO.
Hernan.
¿Sin ver la fiesta te vienes,
Señor, hasta casa?
[p. 222]D. Félix.
Sí,
Que no hay fiesta para mí
Donde no hay gusto.
Hernan.
¿Qué tienes,
Que estás tan triste, señor?
D. Félix.
¿Qué más tu lengua quisiera
De que yo te lo dijera?
Hernan.
Ya me has dicho que es amor,
Con sólo eso.
D. Félix.
¿Por qué?
Hernan.
Porque obligarte á callar,
Sólo puede ser estar
Enamorado.
D. Félix.
No sé
Cómo te diga que sí,
Y que una rara belleza
Es causa de mi tristeza:
Tan imposible, que ví
En el primero deseo
El primero inconveniente.
Hernan.
¿Cómo?
D. Félix.
A quien Don Juan ausente
Ama, y á Don Pedro veo
Venir siguiendo, es la dama
Que mi libertad robó;
Y aunque siempre he de estar yo
De la parte de mi fama,
Aun no estriba mi cuidado
En esta especie de celos,
Sino que de sus desvelos
Uno y otro me han fiado
El secreto; de manera,
Que obligado á embarazar
Su empeño estoy, y á callar.
MARI-NUÑO, en la calle.—DON FÉLIX, HERNANDO.
Mari-Nu.
(Llamando por una reja.)
Señor Don Félix.
D. Félix.
Espera.
¿A quién han llamado?
Mari-Nu.
A vos.
D. Félix.
¿Pues qué es lo que me mandais?
Mari-Nu.
Doña Eugenia, que leais
Aqueste papel, y adios.
(Arrójale un papel y vase.)
D. Félix.
(Lee.) Agradecida al aviso que me disteis, he empezado ya á obedeceros; y para ejecutarlo mejor, me importa hablaros. Venid esta noche, que yo os estaré aguardando. El cielo os guarde.
¿Quién vió confusion más fiera,
Puesto que ni ir ni dejar
De ir puedo ya excusar?
DON JUAN.—DON FÉLIX, HERNANDO.
D. Juan.
(Ap. al salir.) ¡Cielos! ¿qué haré?
Hernan.
(Ap. á su amo.)Considera
Que viene Don Juan aquí.
D. Félix.
¿Si vió arrojar el papel?
Hernan.
No.
[p. 224]D. Juan.
(Ap.) ¡Qué sospecha tan cruel!
D. Félix.
Don Juan, pues ¿qué haceis aquí?
¿No sois de fiestas?
D. Juan.
No sé
Lo que os diga...
D. Félix.
(Ap.)¡Muerto quedo!
D. Juan.
Que ni hablar ni callar puedo.
D. Félix.
¿Callar ni hablar?
D. Juan.
Sí.
D. Félix.
¿Por qué?
D. Juan.
Porque os ofendo en hablar,
Y en callar me ofendo á mí:
Con que es preciso que aquí
No pueda hablar ni callar.
D. Félix.
No os entiendo.
D. Juan.
Yo tampoco;
Mas si entenderme quereis,
Como licencia me deis
(Propia dádiva de un loco),
Diré el dolor que me aqueja.
D. Félix.
Sí doy. (Ap. ¡Empeño cruel!)
D. Juan.
Pues enseñadme un papel
Que os dieron por esta reja.
D. Félix.
Sólo eso en el mundo hubiera,
Siendo quien somos los dos,
Que yo no hiciera por vos;
Y no haciéndolo, quisiera
Que el crédito de mi fe
Os debiese crêr de mí
Que soy vuestro amigo.
D. Juan.
Así
Lo creo; mas ¿no podré
(Viendo que habeis excusado,
Con pretexto de otro honor,
[p. 225]Ser tercero de mi amor,
Y que habiéndome llamado
Eugenia en el coche ahora,
Muy enojada me diga
Que ni la vea ni siga
Mas), no podré (¿quién lo ignora?)
Entrar en temor de que
Vuestra excusa y su crueldad
Nacen de otra novedad?
Y más viendo que llegué
A tiempo que daros ví
Por esa reja un papel,
Y que los secretos dél
Tanto recatais de mí,
Que turbado le escondais,
Habiendo yo el nombre oido
De Eugenia, y que ella ha sido
La que os dice que leais.
D. Félix.
(Ap.) ¡Válgame el cielo! ¿Qué haré?
Que el papel me llama á mí,
Y si me disculpo aquí,
A Don Pedro culparé.
D. Juan.
¿Qué me respondeis?
D. Félix.
Ya os tengo
Respondido con saber
Que soy, Don Juan, y he de ser
Amigo, y callar prevengo.
D. Juan.
Confieso que sois mi amigo,
Y que vuestro huésped soy;
Pero el empeño en que estoy,
Vos le sabeis: y así, os digo
Sólo que me aconsejeis
En este lance, por Dios.
¿Qué hicierais conmigo vos?
[p. 226]D. Félix.
Aunque contra mí teneis
Alguna razon, si yo
En el empeño me viera,
Que erais mi amigo creyera,
Y no os apurara.
D. Juan.
No
Es tan fácil de tomar
Como de dar un consejo,
Y así de admitirle dejo,
Volviéndôs á suplicar
Que me enseñeis el papel.
D. Félix.
Si otra causa no tuviera
Que la vuestra, yo lo hiciera.
D. Juan.
Pues ¿hay otra causa en él
Más que ser suyo y venir
A vuestra mano?
D. Félix.
Sí hay,
Pues la causa que le tray
Es la que no he de decir.
D. Juan.
¿No fiais de mí un secreto?
D. Félix.
Sí, mas no aqueste.
D. Juan.
Mirad
Que puede nuestra amistad
Dilatar en mí el efeto
De verle, mas no excusalle.
D. Félix.
Pues mirad cómo ha de ser,
Porque no le habeis de ver.
D. Juan.
Saliéndonos á la calle.
D. Félix.
Guiad donde quisiereis vos,
Que á guardarle estoy dispuesto. (Vanse.)
[p. 227]Calle.
DON PEDRO, que se encuentra con DON FÉLIX, DON JUAN y HERNANDO, al salir de la casa.
D. Ped.
¡Don Juan, Don Félix! ¿qué es esto?
¿Dónde vais así los dos?
D. Félix.
Paseándonos vamos.
D. Ped.
No
Es la deshecha bastante
A desmentir el semblante;
Y habiendo llegado yo
A tiempo que ya empuñadas
De ambos las espadas ví,
No habeis de pasar de aquí.
D. Juan.
Prevenciones excusadas
Son las vuestras, vive el cielo.
Hernan.
No son, que mi amo y Don Juan
A reñir, Don Pedro, van.
D. Félix.
Calla, pícaro. (Vase Hernando.)
D. Ped.
¿Qué duelo
Hay, que entre amigos lo sea
Que no se pueda ajustar,
Félix, ántes de llegar
Al último trance? Vea
Yo que haceis esto por mí,
Y sepa la causa.
D. Félix.
Yo
No he de decirla, que no
Me está á mí bien.
D. Juan.
A mí sí,
[p. 228]Que no quiero que se diga
Que sobre la obligacion
De huésped, es sinrazon
La que á este trance me obliga.
Y pues que sois caballero,
Que nos dejaréis reñir,
La ocasion he de decir...
D. Félix.
No direis; porque primero
Yo...
D. Ped.
Tened.
D. Félix.
(Ap.)¡Oh quién pudiera
Su discurso suspender!
D. Juan.
Que quiero con vos hacer
Lo que con otro no hiciera.
Yo, Don Pedro, he fiado
De Don Félix que estoy enamorado
De una dama; y habiéndome valido
Dél, no sólo[3] ayudarme ha pretendido,
Pero contra su honor, contra su fama,
Sé que festeja aquesta misma dama.
Ved si es justa mi queja,
Pues dándole un papel por esta reja...
D. Ped.
(Ap.) ¡Qué es lo que escucho, cielos!
D. Juan.
Oí (que oyen mucho contra sí los celos)
Que dijo la tercera
Que el dueño suyo Doña Eugenia era.
Su nombre dije, poco habrá importado
El haberla nombrado,
Siendo quien sois.
D. Félix.
(Ap.)Con nuevas penas lucho.
D. Ped.
Esperad, que no importa, sino mucho,
Porque aquese desvelo
[p. 229]Me toca á mí con ambos, ¡vive el cielo!
Con vos, pues habeis sido
De Eugenia amante, que es la que he seguido;
Y con él, pues de vos á oir he llegado
Que está Don Félix de ella enamorado:
De suerte que en los dos vengar prevengo
La razon que teneis y la que tengo.
D. Juan.
Si vos os declarais de Eugenia bella
Amante, cuando yo muero por ella,
Ya con vos es mayor empeño el mio,
Pues ya son dos de quien mis penas fío,
Y dos los que me ofenden.
D. Félix.
Dos son tambien los que agraviar pretenden
Mi amistad, presumiendo
Que, siendo yo quien soy, á ambos ofendo,
Cuando en mi valor hallo
Que al uno por el otro su amor callo,
Y excusar el empeño solicito,
Pasando la fineza á ser delito.
D. Juan.
¿Fineza es, cuando impío...
D. Ped.
Cuando ingrato...
D. Juan.
Con falsa fe...
D. Ped.
Con fementido trato...
Los dos.
Ofendeis mi amistad?
D. Félix.
Oidme primero,
Pues á los dos satisfacer espero.
D. Juan.
Pláticas acortemos,
Y puesto que tenemos
Nuestro duelo empezado,
Venid conmigo.
D. Ped.
Habiendo yo llegado
A tiempo que he sabido
Que los dos me ofendeis, ¿cómo he podido
Dejar de ir con los dos?
[p. 230]D. Félix.
Y ¿cómo puedo
Yo dejar que los dos con tal denuedo
Presumais que traidor puedo haber sido?
Los tres.
De ambos está ofendido
Mi valor.
D. Félix.
Por mi honor volver espero.
D. Juan.
Calle la lengua pues, y hable el acero.
(Riñen los tres.)
DON ALONSO, DON TORIBIO.—DON FÉLIX, DON JUAN, DON PEDRO.
D. Torib.
(Dentro)
¡Pendencia hay á la puerta de mi casa!
(Salen Don Alonso y Don Toribio con espadas desnudas.)
D. Alon.
¿Cómo entre tres amigos eso pasa?
D. Juan.
Guárdeos Dios, que ya el duelo está acabado.
(Vase.)
D. Alon.
Esperad, porque habiendo yo llegado,
Ofendeis mi valor...
D. Ped.
Nada esto ha sido.
(Ap. Seguir quiero á Don Juan, pues ya se ha ido.)
(Vase.)
D. Torib.
Tenedlos, tio; que para ajustarlo,
Sobre mi ejecutoria han de jurarlo.
Aguardad; que ya vengo,
Miéntras voy á sacarla; que la tengo
Metida en las alforjas, como vino,
Porque no se me ajase en el camino.
D. Alon.
Merezca yo saber qué furia airada
Os ha obligado aquí á sacar la espada.
[p. 231]D. Félix.
Nació esta competencia
Sobre una diferencia
Que en el juego los tres hemos tenido;
Y habiendo vos venido
A tan buena ocasion, no fuera justo
Que entre amigos durara este disgusto.
Perdonadme, señor, y dad permiso
Que los siga.
D. Alon.
Será muy cuerdo aviso.
Id, Don Félix, con Dios, que sabe el cielo
Que siento no cumplir hoy con el duelo,
Habiéndome aquí hallado.
(Vase Don Félix.)
(Ap. Pero es tal mi cuidado,
Que no éntre Don Toribio en mi sospecha,
Que más con él me importa la deshecha.)
(Vanse.)
Cuarto de Eugenia en casa de Don Alonso.
DON TORIBIO, muy preocupado, trayendo á DON ALONSO de la mano.
D. Alon.
¿De qué tan pensativo
Habeis quedado?
D. Torib.
Imaginando vivo,
Si nuestra solariega sangre acierta
En que riñendo, tio, á nuestra puerta,
Se vayan atufados
Sin ir los dos muy bien descalabrados,
[p. 232]Y áun los tres.
D. Alon.
¡Qué notable desvarío!
Pues ¿qué nos toca su disgusto?
D. Torib.
¡Ay, tio!
¡Si hablara yo!...
D. Alon.
¿De qué es el sentimiento?
D. Torib.
De mucho.
D. Alon.
Pues hablad.
D. Torib.
Estadme atento.
Cuando yo iba á buscar fílis
Y fuisteis vos á traerme,
Desengañado de que
Burla de mi prima fuese,
Siendo hablilla que las damas
Decir por donaire suelen;
Al volver á casa, oimos
Voces, diciendo impaciente
Clara que un hombre habia en ella.
D. Alon.
Es verdad, y yendo á verle,
No le hallamos, aunque toda
La anduvimos.
D. Torib.
Pues de aquese
Exámen que en ella hicimos
Todo mi dolor procede,
Todas mis penas se causan,
Y todos mis celos penden.
D. Alon.
¿Por qué?
D. Torib.
Fáltame el aliento,
La voz duda, el labio teme...
Porque como no dejamos
Nada por ver diligentes,
Detrás de la cama (¡ay triste!)
De Eugenia...
D. Alon.
(Ap.)¡Cielos, valedme!
[p. 233]D. Torib.
Ví...
D. Alon.
¿Qué? ¿Al hombre?
D. Torib.
¡Mas nonada!
¿Verle y no darle la muerte?
¿No bastó ver...
D. Alon.
Proseguid.
D. Torib.
Una clara seña, un fuerte
Indicio de que á deshora
En el cuarto salga y éntre?
D. Alon.
Ved, sobrino, qué decís:
No algun engaño os empeñe
A decir...
D. Torib.
¿Cómo que engaño,
Si lo ví más claramente
Que cinco y cinco son diez,
Y diez y diez serán veinte?
D. Alon.
Pues ¿qué visteis?
D. Torib.
Una escala
Que Eugenia escondida tiene.
D. Alon.
¿Escala escondida?
D. Torib.
Sí,
Y de hartos pasos, con fuertes
Cuerdas y hierros atada.
D. Alon.
¡Vive Dios, si verdad fuese,
Que habia!...
D. Torib.
¿Cómo verdad,
Si sólo porque la vieseis,
Os traigo aquí, cuando solo
Está el cuarto? Un punto breve
Esperáos: vereis cuán presto
Aquí la mirais patente. (Vase.)
D. Alon.
¡Ay de mí! No en vano, cielos,
Previne ausentar prudente
De la corte á Eugenia. Pero
[p. 234]Si ya Don Toribio tiene
Tan vivas sospechas, ¿cómo
Es posible que la llave?
Pues ya...
(Vuelve Don Toribio con un guardainfante.)
D. Torib.
Mirad si es verdad...
Con más de dos mil pendientes
De gradas, aros y cuerdas.
D. Alon.
¡Necio, loco, impertinente!
¿Esa es escala?
D. Torib.
Y escala
Que si se desdobla, debe
Poderse escalar con ella,
Segun las revueltas tiene,
La torre de Babilonia.
Esto es para quien lo entiende.
No la sé armar.
D. Alon.
¡Vive Dios,
Que no sé cómo consiente
Mi cólera no deciros
Mil pesares! porque ese
Es guardainfante, no escala.
D. Torib.
¿Guarda... qué?
D. Alon.
¡Qué impertinente!
Guardainfante.
D. Torib.
Peor es eso
Que esotro. ¿Qué infante tiene
Mi prima, que este le guarde?
D. Alon.
Hablar con vos es hacerme
Perder el juicio. No entienda
Aquesto nadie: volvedle
Donde estaba, y estimadme,
Bárbaro, y agradecedme
Que no os digo mil locuras. (Vase.)
[p. 235]D. Torib.
Escalado seas mil veces,
Guardainfante de mi prima,
Quienquiera que fuiste y fueses:
¡Bueno me han puesto por tí
De bárbaro impertinente!...
Y hasta saber el oficio
Que en cas de mis primas tienes,
No he de parar.
Voces.
(Dentro.)Pára, pára.
D. Alon.
(Dentro.) Pues que ya mis hijas vienen,
Poned luces en su cuarto.
MARI-NUÑO.—DON TORIBIO.
Mari-Nu.
¡Ay de mí! que en él hay gente.
¿Quién es?
D. Torib.
Yo soy, que no es nadie.
Mari-Nu.
¿Qué haces aquí desta suerte,
Con aquese guardainfante?
D. Torib.
Aquí, si saberlo quieres,
Me estaba pensando cosas...
Mari-Nu.
Sitio habrá donde las pienses.
Suelta, y mira no te hallen
Aquí dentro cuando lleguen,
Que ya vienen.
D. Torib.
Mira tú
No me obligues á que vengue
El pasado mojicon.
Mari-Nu.
Mejor será, si lo adviertes,
No quieras que te dé otro.
[p. 236]D. Torib.
¿Qué va que no es mayor que este?
(Dala una puñada.)
¡Ay, que me han muerto! ¡Señores,
Acudid á socorrerme!
¡Ay, que me matan!
EUGENIA, CLARA, DON ALONSO, BRÍGIDA.—DON TORIBIO, MARI-NUÑO.
D. Alon.
¿Qué es esto?
Clara.
¡Qué voces!
Eugenia.
¿Qué ruido es este?
D. Torib.
Mari-Nuño, mi señora,
Estando en este retrete,
Porque la dije no más
Que buenas noches tuviese,
Puso las manos en mí.
Mari-Nu.
Mas me dijo...
(Ap. á Don Alonso, oyéndolo Don Toribio.)
Pues pretende
Que le favorezca yo,
Porque dice que no quiere
Señora de guardainfante,
Y trae por testigo este,
De quien está haciendo burla.
D. Torib.
¡Qué testimonio tan fuerte!
Mari-Nu.
(Ap.) A un traidor dos alevosos.
D. Alon.
(Ap. á Mari-Nuño.)
Advertid vos que no lleguen.
A entender nada las dos,
(Ap. á Don Toribio.)
Que de vuestras sencilleces,
[p. 237]O ignorancias ó locuras,
Estoy cansado de suerte...
Pero hablemos de otra cosa,
No sean delirios siempre.
(A las damas.)
¿Cómo en la fiesta os ha ido?
Eugenia.
Como á quien viene, señor,
De ver el triunfo mayor
Que nuestra España ha tenido
Desde que su monarquía
A ser la mayor llegó.
D. Alon.
Ya que no lo he visto yo,
De algun consuelo sería
Oirlo de las dos aquí.
Eugenia.
Yo, señor, te contaré
Lo que me acuerdo. (Ap. Veré
Si desvelar puedo así
La pena en que me ha tenido
La competencia cruel
Que vió Clara en su papel.)
Clara.
(Ap. á Mari-Nuño.)
¿Viste á Félix?
Mari-Nu.
Y advertido,
No dudo que venga.
Clara.
Pues
Véle á abrir.
Mari-Nu.
¿Cómo, si aquí
Todos están?
Clara.
Mira, así.
(A su padre. Como atento nos estés,
Lo que ella olvide, señor,
Yo acordárselo pretendo.)
(Ap. á Mari-Nuño.)
¿Entiéndesme?
[p. 238]Mari-Nu.
Ya te entiendo.
Eugenia.
Oirás la fiesta mayor
Que habrás oido en tu vida.
Clara.
Y vos oid tambien.
D. Torib.
¿Pues no?
Clara.
(Ap. á Mari-Nuño.)
Vé por él, miéntras que yo
Les doy con la entretenida.
(Vase Mari-Nuño.)
DON ALONSO, CLARA, EUGENIA, DON TORIBIO, BRÍGIDA.
Eugenia.
Llegó el dia que trocando
La divina Marïana
En felices posesiones
Perezosas esperanzas,
De Madrid amanecieron,
Para su dichosa entrada,
En felices aparatos
Cubiertas calles y plazas.
Todas las vimos, porque
Transcendiendo por las vallas
Fingidas de jaspe y bronce,
Llegamos adonde estaba
En el Prado un arco excelso
Que á las nubes se levanta.
Clara.
Aquí en el nacional traje
Madrid de su antigua usanza,
Esperó á su nueva Reina,
Vestida de blanco y nácar;
[p. 239]Y para significar
De sus afectos las ánsias
Con que liberal quisiera
Poner el mundo á sus plantas,
Ya que no la puso el mundo,
Puso, por lo ménos, tantas
Significaciones dél,
Que en este arco y los que faltan
Representó de sus cuatro
Partes las coronas várias
Que en él amante la ofrece
Quien la mereció monarca;
Y así esta parte fué Europa,
Como principal estancia,
Donde sus imperios tienen
Las demas por tributarias.
Eugenia.
Querer pintar que en él vimos
En casi vivas estatuas
A Castilla y á Leon,
Por los reinos; Alemania
Por la cuna, y por la fe
De la religion á Italia,
Sin otras muchas señales,
Imposible es ya, pues basta
Que en este arco y los demas
Apelemos á la estampa,
Cuando lo expliquen sus letras
Latinas y castellanas.
Clara.
Solo por mayor diremos
Que á las cuatro dilatadas
Partes del mundo, en quien tuvo
Dominio el planeta de Austria,
Correspondieron los cuatro
Elementos, siendo en claras
[p. 240]Significaciones, doctos
Reversos de sus fachadas:
Y así á Europa se dió el aire,
Por ser en quien más templadas
Sus influencias se gozan
Dulces, süaves y blandas.
Eugenia.
Y como del aire es
El águila remontada
Emperatriz, cuyo nido
Favorable aspira el aura,
El águila coronó
Este elemento, adornada
De jeroglíficos que
Todos del aire se sacan.
Clara.
A esta puerta pues, la Villa
(La ceremonia acabada
Del besamano) empezó
(Haciendo al compas la salva,
No sólo de los clarines,
Las trompetas y las cajas,
Sino de la voz del pueblo,
Que es la más sonora salva)
A caminar con el palio,
Con tanto aplauso, con tanta
Majestad, que no se vió
En términos de vasalla
Nadie con más causa humilde,
Ni soberbia con más causa.
Eugenia.
De aquí pues á la carrera
De San Jerónimo pasa,
Donde no ménos vistoso
La recibió el triunfo de Austria.
Clara.
De sesenta y dos coronas
Que en la India rinden á España
[p. 241]Feudo, los bultos de algunas
Significaron las ánsias
De servir su buena Reina
Con dones y empresas cuantas
Mide este imperio al Oriente,
Donde su poder alcanza.
Eugenia.
Y como Asia es la mayor
Parte del mundo, que abraza
Gánges, Nilo, Eufrates, Tígris,
Señora de tierras tantas,
Fué su elemento la tierra,
En quien se vió coronada
La melena del leon,
Como su mayor monarca.
Clara.
Llegó pues el Sol, del Sol
A la Puerta, en cuya estancia
África en el triunfal arco,
A vista suya se planta.
Y así, todas sus pinturas
Fueron las fuerzas y plazas
Que España en África goza,
Desde que dos reinas santas,
Política una en Madrid,
Victoriosa otra en Granada,
Arrancaron las raíces
Desta venenosa planta.
A África correspondiendo
El fuego, ó por su abrasada
Libia, ó porque ha de ser hoy
La Puerta del Sol su estancia,
El sol, planeta de fuego,
Entre pirámides altas
Se vió colocado, bien
Como exaltado en su casa.
[p. 242]Eugenia.
Siguióse la Platería,
De tal manera adornada,
Que sólo un arte tan noble
Así pudiera ilustrarla;
Pues casi desde este arco
Se corrieron dos barandas
De bichas y de columnas,
Que empezándose desde altas
Pirámides, prosiguieron,
Hasta que en otras rematan,
Poblando sus corredores,
Por una y por otra banda,
Aparadores cubiertos
De diamantes, oro y plata.
Clara.
La América en otro arco
A Santa María estaba,
En cuyo templo el fiel culto
El Te Deum laudamus canta
Fueron divinas empresas
Cuantas dió el agua á sus aras,
Siendo perennes milagros
Manzanares y Jarama.
Eugenia.
En la Plaza de Palacio
Animados en dos basas,
Que de Himeneo y Mercurio
Sostenian las estatuas,
Dos triunfales carros ví,
De cuya fábrica rara
Fué la significacion,
Si es que me atrevo á explicarla,
Que Mercurio, de los dioses
Embajador, su jornada
A la vista de Palacio
Feneció; y así, acabada
[p. 243]La fatiga del camino,
A Himeneo se la encarga,
Porque uno su culto empiece
Donde otro su culto acaba.
Clara.
Con este acompañamiento,
Al compas de voces várias,
Que del esposo y la esposa
Decian las alabanzas...
Eugenia.
En un bruto que parece
Que sabía que llevaba
Todo un cielo sobre sí,
Segun la noble arrogancia
Con que obedecia soberbio
Al impulso que le manda,
Llegó nuestra invicta Reina
A las puertas de su alcázar.
D. Alon.
Tal la relacion ha sido,
Que aunque el no verlo da enojos,
El deseo de los ojos
Se suple con el oído.
D. Torib.
No á mí, que aquese deseo
Nunca tuve.
D. Alon.
¿Por qué no?
D. Torib.
Como esas bodas ví yo.
D. Alon.
¿Dónde?
D. Torib.
En Cángas de Tineo,
Cuando los concejos todos
Se juntan para llevar
Las novias á otro lugar,
Entonando varios modos
De bailes y de cantares,
Que es una fiesta bien rara.
Si de alguno me acordara,
Se os quitaran mis pesares.
[p. 244]D. Alon.
Dejad locuras, por Dios.—
Brígida, á alumbrarme ven,
Que ya recogerme es bien.
(Vanse Don Alonso y Brígida.)
CLARA, EUGENIA, DON TORIBIO.
Clara.
¿Por qué no os recogeis vos?
D. Torib.
Porque para recogerme,
Falta salir de un cuidado.
Clara.
¿Qué cuidado?
D. Torib.
No he cenado;
Y tras esto, otro ha de hacerme
Perder el juicio.
Clara.
¿Qué es?
D. Torib.
Vos dijisteis que habia en mí
Más en que vengaros.
Clara.
Sí.
D. Torib.
Decidme la causa pues.
Clara.
(Ap. á él.) La causa es que á Eugenia, á quien
(Ap. Dél asegurarme quiero
Para la ocasion que espero.)
Vos decís que quereis bien,
A otro favoreció.
D. Torib.
¡Ay cielos!
Clara.
Si averiguarlo quereis,
Bien fácilmente podeis...
D. Torib.
Si esto oyeran mis abuelos,
¿Qué dijeran?
Clara.
Pues estando
Un rato en ese balcon,
[p. 245]Oireis la conversacion
Que tiene en la calle, hablando
Con un hombre por la reja
De su cuarto.
D. Torib.
¿Cómo qué?
En el balcon me estaré,
Si acaso el dolor me deja,
Sin chistar, de penas lleno.
(Disimuladamente abre un balcon, métese en él y cierra.)
Clara.
(Ap. Ya éste no me estorbará,
Pues cerrado se estará
Toda la noche al sereno.)
Eugenia. (Ap. Bueno será
Engañarla.)
CLARA, EUGENIA.
Eugenia.
¿Qué me quieres?
Clara.
Avisarte cuánto eres
Infeliz.
Eugenia.
¿En qué?
Clara.
En que está
Mi padre tan sospechoso
(Pues no sé qué, que ha pasado,
Mari-Nuño le ha contado
Acerca de que celoso
Uno y otro amante tuyo
Hoy á esta puerta riñeron),
Que sus sospechas le hicieron
Desvelar, segun arguyo,
Que no se acuesta. Por Dios,
Que si tienes que temer,
[p. 246]Me lo digas, para hacer
Como hermana.
Eugenia.
Si á los dos
En el coche y en la reja
Viste que los despedí,
Y que no ha quedado en mí
Ni áun el ruido de la queja,
¿Qué más de mi parte puedo
Haber hecho, ni saber
Puedo ahora qué he de hacer?
Clara.
Yo sí.
Eugenia.
¿Qué es?
Clara.
Perder el miedo,
Puesto que inocente estás,
Y cerrada en mi aposento,
Desvelar tu pensamiento;
Que yo, desvelando más
Tu inocencia, allá entraré,
Diciendo que estás dormida,
Y mostrándome ofendida
A su enojo, le diré
Muy bien dicho que no tiene
Razon, si en sospechar da
De quien tan segura está.
Eugenia.
Mi vida, hermana, previene
Tu amistad; y porque más
De mí asegurarse quiera,
Ciérrame tú por defuera. (Entrase.)
Clara.
¿Eso habia de hacer? (Cierra.) Ya estás
Conmigo en campaña, Amor.
Aquesta es la vez primera
Que te ví el rostro: no quiera
Vencer tan presto el rigor
De tus iras.—¡Mari-Nuño!
MARI-NUÑO; despues, DON FÉLIX.—CLARA; DON TORIBIO, encerrado en un balcon.
Clara.
¿Dónde está aquel caballero?
Mari-Nu.
En mi aposento, señora,
Rato há que oculto le tengo,
Miéntras que la relacion
A todos tenía suspensos.
Clara.
Esto por Eugenia hago.
Mari-Nu.
Por eso yo te obedezco.
Clara.
Díle que salga á esta cuadra.
Mari-Nu.
Voy. (Vase, y sale Don Félix.)
D. Félix.
Aunque rendido vengo
A serviros, es mayor
Mi pena que el rendimiento.
Clara.
¿De qué?
D. Félix.
De ver que mi aviso
Ni vuestra cordura han hecho
El efecto que esperamos,
Sino tan contrario efecto,
Que los dos conmigo hoy
A vuestra puerta riñeron;
Y saliendo vuestro padre
Y vuestro primo á este tiempo,
Queriendo acudir á todo,
A nada acudí, supuesto
Que ni á uno ni otro alcanzar
Pude; y estoy con recelo
De que se hayan encontrado,
Puesto que ninguno ha vuelto,
[p. 248]Siendo ambos huéspedes mios.
Y aunque por ellos lo siento,
Lo siento por vos con más
Ventajas, pues si os confieso
Una verdad, me debeis
Vos mayor fineza que ellos.
Clara.
¿Yo mayor fineza?
D. Félix.
Sí.
Clara.
¿Cómo?
D. Félix.
Perdonad, os ruego,
Porque no puedo decirlo,
Aunque ya dicho lo tengo.
Clara.
¡Dicho lo teneis, y no
Podeis decirlo! No entiendo
Tan nuevo enigma.
D. Félix.
Yo sí.
Clara.
Declaráos más.
D. Félix.
No puedo,
Que si el sentimiento es
Por ser mis amigos, cierto
Será, por ser mis amigos,
El callar mi sentimiento. (Ruido dentro.)
DON JUAN, y despues MARI-NUÑO.—Dichos.
D. Juan.
(Dentro.) ¡Válgame el cielo!
D. Félix.
¿Qué voces
Son las que estamos oyendo?
Clara.
En el jardin fué. (Sale Mari-Nuño.)
Mari-Nu.
¡Señora!
Clara.
¿Qué hay Mari-Nuño? ¿Qué es eso?
[p. 249]Mari-Nu.
Por las tapias del jardin
Se ha arrojado un hombre dentro,
A cuyo ruido, tu padre
Baja ya de su aposento.
Clara.
¡Triste de mí! ¿Qué he de hacer,
Si os ven aquí?
D. Félix.
Buen remedio:
Yo por aqueste balcon
Saldré á la calle primero
Que me vea.
Clara.
No le abrais.
D. Félix.
¿No es mejor?
(Abre un balcon, y halla á Don Toribio.)
D. Torib.
Esténse quedos,
No hagan ruido, que ya el hombre
A la reja llega, y quiero
Oir lo que habla.
D. Félix.
Hombre, ¿quién eres?
D. Torib.
¿Quién os mete á vos en eso?
¿Métome yo en quién sois vos?
Agradecedme que tengo
Que hacer aquí, que si no,
A fe que habia de saberlo.
(Enciérrase en el balcon.)
D. Félix.
¿Quién vió tan extraño lance?
Mari-Nu.
Ya en el jardin se oye estruendo.
Clara.
Apartémonos de aquí.
(Abren la puerta por donde se retiró Eugenia, y vanse por ella Clara y Mari-Nuño; Don Félix se esconde, como Don Toribio, en otro balcon.)
DON PEDRO.—DON FÉLIX y DON TORIBIO, ocultos.
D. Ped.
Viendo mis rabiosos celos
Que abriendo la puerta entró
Mi enemigo hasta aquí dentro
Sin poderlo yo estorbar,
Que llegar no pude á tiempo,
Por las tapias del jardin
A entrar me atreví resuelto
A vengar... Pero ¡qué miro!
Que es su padre, vive el cielo,
Y brioso, con otro hombre
Riñendo sale á este puesto.
Sale DON ALONSO riñendo con DON JUAN.—DON PEDRO; DON FÉLIX, oculto; DON TORIBIO, en el balcon.
D. Alon.
Al esfuerzo de mi brazo,
De mis iras al aliento.
Pues me han hecho dos agravios
Tu voz y tu atrevimiento,
Los dos vengaré... ¡Ay de mí!
Que van mis penas creciendo,
Pues cuando pensé de uno,
Dos de quien vengarme tengo.
[p. 251]D. Félix.
(Saliendo del balcon donde estaba escondido.)
Tened la espada, Don Juan.
Don Alonso, detenéos.
D. Juan.
Mira si traidor amigo
Eres, pues aquí te encuentro.
D. Félix.
Oid, sabreis que enemigo
No soy, ni suyo, ni vuestro.
D. Alon.
¡Dentro de mi casa dos
Enemigos!
D. Félix.
Detenéos.
D. Ped.
(Ap. Aunque estorbar aquí deba
De Don Alonso el empeño,
Primero venganza pide
Lo rabioso de mis celos.)
Si por aquese balcon
(A Don Félix, que se ha quedado delante del balcon donde está Don Toribio.)
Te pasó el atrevimiento
De aquesa ingrata á mis ojos,
En tí he de vengar primero
Los celos con que te busco.
Baja abajo, ó vive el cielo
Que esta pistola...
D. Torib.
(Saliendo del balcon.) ¿Pistola?
Hombre del diablo, está quedo,
Que no es eso lo que yo
Te dije. Pero ¡qué veo!
¿Qué es esto, tio?
D. Alon.
A mi lado
Os poned.
D. Ped.
(Ap.)Pues que le abrieron
La ventana, llegaré
A matarle; que no temo,
Ya que estoy muerto á su dicha,
[p. 252]Quedar á sus manos muerto.
D. Juan.
Traidor, tras tí... Mas ¿qué miro?
¿Por la ventana resuelto
Así os entrais?
D. Ped.
¿Qué os admira?
Si tanto ruido me ha puesto
En obligacion de entrar
A saber lo que es.
D. Alon.
Suspenso
En repetidos agravios,
No sé á cuál he de ir primero.
D. Félix.
Tenéos, señor Don Alonso,
Que trances de honor, el cuerdo
Los venga con su prudencia
Antes que con el acero:
Y si me escuchais, no dudo
Quedeis honrado y contento.
D. Alon.
Uno entró por mi jardin,
Otro por mi reja; pero
Vos que aquí dentro os hallais,
¿Por dónde entrasteis primero?
Que haciéndome el mismo agravio,
Me venís á dar consejo.
D. Torib.
Entraria por la escala,
Que escala habia para ello.
D. Félix.
Yo soy tan interesado
En este lance, que pienso
Que vine á serviros más
A todos, que no á ofenderos,
Pues fué á excusarle; mas ya
Que conseguirlo no puedo
De una manera, de otra
Lo intentaré: estadme atentos.
Doña Eugenia me ha tenido
[p. 253]En aqueste cuarto, á efecto
De estorbar entre los dos...
EUGENIA, CLARA.—Dichos.
Eugenia.
(Dentro.) ¿Qué escucho? Dejar no puedo
De salir, al oir mi nombre.
Clara.
(Dentro.) Tente, no salgas.
(Salen Clara y Eugenia.)
Eugenia.
Sí quiero,
Que ya me importa saber
Qué es aqueste fingimiento.
¡Yo te he tenido (¿qué dices,
Hombre?) en mi cuarto! (A Don Félix.)
D. Félix.
Tenéos,
Que yo Doña Eugenia he dicho,
No vos. (Señala á Clara.)
D. Alon.
¿Cómo, cómo es eso?
¿Luego tú eras la que un hombre
Escondido tenías dentro?
Eugenia.
¿Luego tú con nombre mio,
Clara, la traicion has hecho?
D. Torib.
¿Luego tú por eso á mí
Me tenías al sereno,
Hecho avestruz del amor?
Los tres.
¿Qué es esto, ingrata? ¿Qué es esto?
Clara.
Esto es que por estorbar
De Eugenia yo los empeños,
No pude estorbar el mio;—
Y pues que sois caballero, (A Don Félix.)
No en el riesgo me dejeis,
[p. 254]Cuando á otra sacais del riesgo.
D. Félix.
¿Qué es dejaros? Con mil vidas
Habeis de ver que os defiendo;
Pues no amando la que es dama
De mis amigos, bien puedo.
D. Juan.
Pues supuesto que ya quedan
Desvanecidos mis celos,
Yo os ayudaré.
D. Ped.
Yo y todo.
D. Alon.
¿Hay tan grande atrevimiento?
D. Torib.
¡Quién tuviera aquí un lanzon
De tres que en mi casa tengo!
D. Alon.
A mis ojos y en mi casa,
Nadie á mis hijas (¡ay cielos!)
Defenderá que no sea
Su esposo.
D. Félix.
Si basta eso,
Yo lo soy suyo.
Clara.
Y yo suya.
D. Alon.
¿Quién creyera que en el hierro
Mayor, fuera quien cayera
La mesurada más presto?
D. Torib.
¿Quién no lo creyera? pues
Siempre en el mundo lo vemos,
Que las aguas mansas son
De las que hay que fiar ménos,
Y tienen mayor peligro
Porque sin duda por eso,
Guárdate del agua mansa
Dijo un antiguo proverbio.
Eugenia.
Pues yo, señor, á tus plantas
Humildemente te ruego
Me des estado á tu gusto;
Que yo con mi primo quiero
[p. 255]Irme á la montaña, donde
Te asegure por lo ménos
De que nunca delincuentes
Fueron mis esparcimientos.
D. Torib.
¿A la montaña? Eso no,
Porque allá llevar no quiero
Ni fílis ni guardainfantes:
Y así, con mi alforja al cuello,
Donde está mi ejecutoria,
Habeis de ver que me vuelvo
Sin casar.
D. Alon.
Ni yo tampoco;
Que no tengo de dar dueño
Tan bruto á una hija mia
A quien más atencion debo,
Sino darla á quien su madre
La habia dado en casamiento,
Y esperando mi licencia,
Se quedó hasta ahora suspenso.
D. Juan.
A vuestras plantas humilde
Os digo que soy el mesmo,
Pues soy Don Juan de Mendoza.
D. Alon.
Con esto es del mal el ménos.
D. Ped.
Pues quedo sin esperanza
De mi amor, lograrla intento
En pedir que perdoneis
De nuestras faltas los yerros.
D. Torib.
Porque con la moraleja
Del Agua mansa y su ejemplo,
Dando principio á serviros,
Fin á la comedia demos.
[p. 257]
ZARZUELAS.
[p. 259]
[p. 260]
Apolo, de cazador.
Cupido, de pastor.
Silvio, pastor galan.
Céfalo, pastor galan.
Lauro, pastor.
Anteo, pastor.
Dafne, ninfa.
Libia, ninfa.
Flora, labradora.
Bata, villana.
Rústico, villano gracioso.
Seis ninfas marinas, músicas.
Música.
Coro de amor.
Coro de olvido.
Villanos.
Zagales.
Zagalas.
La accion pasa en Tesalia.
[p. 261]
Campo y bosques á la orilla del Peneo.
Villanos, DAFNE, CÉFALO, SILVIO.
Villanos.
(Dentro.) Huid, pastores, huid,
Que anda en el monte la fiera.
Dafne.
(Dentro.) ¿No hay quien me socorra?
¿No hay quien me defienda?
Céfalo.
(Dentro.) Sí, miéntras yo viva.
Silvio.
(Dentro.) Sí, mientras yo muera.
(Salen Silvio y Céfalo, pastores galanes, trayendo entre los dos desmayada á Dafne, vestida en traje de ninfa bizarra.)
Dafne.
¡Ay de mí, infelice!
Céfalo.
Ya nada hay que temas:
Cóbrate y anima.
Silvio.
Descansa y alienta.
Dafne.
¿Cómo podré, si he llegado
A ver que me han socorrido,
Silvio, á quien he aborrecido,
Y Céfalo, á quien he amado?
Y no habiendo uno estimado
[p. 262]Mi amor, y otro sí, mi fiero
Desden dudó cuál primero
Lugar en mi riesgo adquiere,
Quien logra lo que me quiere,
O paga lo que le quiero.
Y así, habré de suspender
Las gracias, hasta apurar
Qué accion es más singular,
Obligar ó agradecer:
Y pues hoy no habeis de ver,
Vos favor, ni desden vos,
Confórmeos el ciego dios;
Que aunque me hallo agradecida,
Es poca alhaja una vida
Para partida con dos.
Céfalo.
Yo, hermosa Dafne, nací
Más al estudio inclinado
Que al amor; y habiendo hallado
En ese siempre turquí
Libro azul, en que aprendí
Del docto maestro del dia
Judiciaria astrología,
Que habia de venir á ser
La beldad de una mujer
Su destruicion y la mia,
Negué una y otra deidad
De Amor y Vénus, y sólo
En las cátedras de Apolo
Mantuve mi libertad.
Dígalo tu voluntad,
Pues el dia que llegué
A verme dichoso, en fe
No de mi merecimiento,
Sino en fe del cumplimiento
[p. 263]De mi opuesto hado, dejé
La patria con tan vil traza,
Como el huir mi desdicha
Desde luégo de una dicha,
De miedo de una amenaza.
Viendo, pues, cuánto embaraza
La ausencia al amor, volví
Creyendo que ya habria en tí
Hecho su efecto veloz:
A donde siendo tu voz
La primer cosa que oí,
A socorrerte llegué.
Y aunque hasta aquí hablé grosero,
Desde aquí perder no quiero
El mérito que gané;
Que si agradecido fué
Mi afecto, y amante ha sido
El de Silvio, yo he vencido;
Pues si puede el más constante
Ser noble sin ser amante,
No sin ser agradecido.
Silvio.
Yo más ciencias no aprendí
Que el arte de amar: si fué
El mejor libro, no sé;
Pero presumo que sí;
Que si lo fué para tí
Del sol el claro arrebol,
El sol de Dafne crisol
Fué de mi fe: ella dirá
Si de ciencia á ciencia va
Lo que va de sol á sol.
Si tú ántes de sucedido,
Hallaste que habia de ser
Tu peligro una mujer,
[p. 264]Yo hallé que ya lo habia sido;
Y si, buscando un olvido,
Tú te ausentaste, yo fiel
Acudo á un rigor cruel:
¿Quién, pues, morirá mejor?
¿Tú por huir de un temor,
O yo por volver á él?
Haber á tiempo llegado
Que la hayamos socorrido
Los dos, es haber querido
Ponerse una vez el hado
De parte del desdichado,
En quien con el desden crece
El amor; que el que se ofrece
Amado á cualquier fatiga,
Satisface; mas no obliga:
Cumple; pero no merece.
Y aunque para la cuestion
Basta la razon que he dado;
Habiendo Dafne tomado
Plazo á la satisfaccion,
No quiero tener razon,
Sino darme por vencido;
Y así, que suspenda pido
A quien las gracias previene;
Que, áun en tenerla, no tiene
Razon un aborrecido.
Y para atajar la duda,
La he de preguntar (dejando
Al tiempo, que él sabe cuando
Con el desengaño acuda),
¿Qué ocasion helada y muda,
Despues que las voces dió,
En la falda la dejó
[p. 265]Del monte donde la hallamos?
Céfalo.
Dices bien.—Dafne, sepamos
Qué fué tu peligro.
Dafne.
Yo
Os lo diré, agradecida
A la dilacion, pues basta
Que reconozca la deuda,
Miéntras no sé á quién pagarla.
Ya sabeis... (Pero es forzoso
Que de noticias me valga,
Que nunca por muchas sobran,
Y tal vez por una faltan)
Que este enmarañado monte,
Que en Tesalia, nuestra patria,
Es verde coluna, en quien
Del cielo el eje descansa,
Albergue fué de Fiton,
Aquel mágico, que en várias
Diabólicas ciencias diestro,
Quitó á los dioses la sacra
Adoracion de sus doctos
Simulacros, pues que en claras
Voces habló en esqueletos
Mejor que ellos en estatuas.
Oráculo pues de todas
Las gentes destas montañas,
Ya no eran Apolo y Vénus
Sus auxiliares, con tanta
Desestimacion, que habiendo
En esas dos cumbres altas
Dos templos suyos, apénas
Vimos por edades largas
En sus piadosos umbrales
Ni áun huella de humana planta,
[p. 266]Porque á la lóbrega gruta
De Fiton era á quien daban
La fe y el voto, teniendo
Sus respuestas por más sábias.
Viendo pues las dos deidades
Ya sus antorchas sin llama,
Sus altares sin ofrenda,
Y sin víctimas sus aras,
Ofendidas dispusieron,
En religiosa venganza,
Que Peneo, padre mio,
En cuyas ondas de plata
Me abortó marina ninfa,
Embrion de fuego y agua,
Rompiese el márgen, talando
Con obedecida saña
Las bárbaras poblaciones
De todas estas comarcas:
En cuya undosa avenida
Todos del monte se amparan,
Haciendo de sus peñascos,
De sus troncos y sus ramas
Contra pólvora de nieve
Rebellines de esmeralda.
Los sacerdotes de Apolo,
Y de Vénus las sagradas
Sacerdotisas, en vez
De dar abrigo á sus ánsias
Les intimaron sentencia
De muerte: con que cerradas
Las puertas de entrambos templos,
Reconocieron ser causa
De su estrago la ojeriza
De los dioses; y trocada
[p. 267]La estimacion de Fiton
En ira, en cólera y rabia,
En su mal vivo cadáver
Ensangrentaron las armas.
(¿Qué deja al enojo el que
Por el desenojo mata?)
Templó el homicidio el ceño,
Reducida la amenaza
De la inundacion al coto
De las márgenes que hoy guarda;
Pero apénas el peligro
Cesó, cuando en vez de gracias,
Dieron á los cielos quejas,
Lamentando más la falta
Del mago Fiton, que no
La culpa que fué la causa:
Con que enojados segunda
Vez los dioses, la pasada
Ruina trocaron en otra,
Para cuya cruel, extraña
Ira os prevengo, ya que
Si hasta aquí supisteis, haya
Novedad desde aquí, oyendo
Lo que en vuestra ausencia pasa.
El monte que zozobrado
Bajel fué, y de la resaca
A los embates quedó
Mal enjuto de las claras
Luces del sol, y no bien
Oreado de las auras,
En corrompidos vapores
De ovas, légamos y lamas,
Se pobló de inmundos monstruos
Desde la cumbre á la falda,
[p. 268]Entre cuyas venenosas
Especies, la más tirana,
Más horrorosa, más fiera,
Más terrible y más infausta,
Fué una escamada serpiente,
Que abrigándose en la estancia
De la cueva de Fiton,
Motivó á las siempre vagas
Supersticiones del vulgo,
Ser de su cadáver alma.
Esa pues ni ave, ni fiera,
Ni pez, siendo así que en agua,
En tierra y aire, pez, fiera
Y ave, corre, vuela y nada;
Sirviéndose para todo,
En el aire de las alas,
En la tierra de los piés,
Y en el mar de las escamas;
Con su anhélito el ambiente
Infesta, siempre que brama;
Y siempre que pace ó bebe,
Con su espuma, ondas y plantas:
Tanto, que apénas hay flor,
Que no sea avenenada
Cicuta, siendo ya en todo
El orbe ponzoña amarga,
Para el abuso de hechizos,
De ilusiones y fantasmas,
La ménos tocada yerba
De los montes de Tesalia.
No en esto solo el estrago
De tanto escándalo pára,
Sino en que, bandido monstruo
De todas estas campañas,
[p. 269]Los errados peregrinos
Y moradores asalta
Hasta que unos y otros sean
De sus presas y sus garras
Sangriento despojo: á cuyo
Terror, viendo cuánto engaña
Peligro que no escarmienta,
Volvió á sus primeras ánsias
El vulgo, reconociendo
Que no hay medios que le valgan,
Que no sean acudir
Con dones, feudos y párias
A los enojados dioses;
Pues cuanto más los agravia
Nuestro error, tanto más nuestro
Rendimiento los aplaca.
Y así, en divididas tropas
De mil festivas escuadras,
Que con varios instrumentos
Himnos á ambos dioses cantan;
Al templo de Apolo hoy suben,
Los hombres por una banda,
Y las mujeres por otra
Al templo de Vénus, para
Que ofrendas y sacrificios
Mejoren sus esperanzas.
Yo, que, al ruido, dejé el coro
De ninfas, y acompañada
De unos rústicos villanos,
Seguir quise las estampas
Del femenil escuadron,
Sentí moverse unas matas;
Y presumiendo que fuera
Alguna pequeña caza
[p. 270]Que llevar al sacrificio,
Seguirla quise y matarla.
Pero apénas la torcida
Senda dejé, y de la aljaba
Al arco puse la flecha,
Cuando entre las verdes jaras
De un ribazo, á quien servian
De entretejida muralla
Sobre dos desnudas peñas
Cuatro mal vestidas zarzas,
El monstruo ví, á cuyo horrible
Asombro volvió la espalda
La amedrentada cuadrilla,
Y yo absortamente helada,
«¿No hay quién me socorra?» juzgo
Que dije, y di desmayada
En tierra, donde no supe
De mí (¡ay infelice!), hasta
Que en los brazos de los dos
Perdí el susto y cobré el habla.
Y pues se deja inferir
Que mañosamente incauta
La fiera, estaba en acecho,
Y al ver tanta gente y armas,
A ocultarse al monte iria,
Con el instinto que alcanza,
Quizá heredado de quien
La dió el nombre, pues la llaman
Todos el monstruo Fiton;
Y pues con su fuga pasa
De un susto en otro la duda
De á quién le debo las gracias;
Por no agraviar á ninguno
(Puesto que mujer que paga
[p. 271]A dos, á ninguno obliga,
Y ántes á entrambos agravia),
Quiero á segunda experiencia
Dejar la duda fiada:
Y así, el que desde hoy (oid)
Por mí una fineza haga,
Será quien de mi socorro
Merezca el triunfo y la palma.
La fineza ha de ser que
Tú, Céfalo, que con tanta
Vanidad no amar blasonas,
Finjas amar; tú, que amas,
Silvio, finjas que aborreces:
De manera que trocadas
Las inclinaciones, vea
Yo en tí rendimientos y ánsias,
En tí olvidos y desdenes;
Que el que con mayor ventaja
Disimulare su afecto,
Y el no afecto suyo traiga
Más desmentido á mis ojos,
Será el que vencido haya
En la cuestion. Y porque
(Dentro grita de villanos.)
Ya de entrambos templos bajan
Las tropas haciendo á un tiempo
Con festivas consonancias
De instrumentos y de voces
Unas á otras la salva,
Cautelad vuestras pasiones;
Que yo librando la paga
Del socorro de mi vida
A una experiencia tan rara,
He de ver quién hace más
[p. 272]En servicio de una dama:
Quien lo que ama disimula,
O finge lo que no ama.
Silvio.
Advierte que no es igual
El partido; que me encargas,
Dafne, á mí lo más difícil.
Céfalo.
¿Qué lo más difícil llamas?
Silvio.
Disimular un afecto,
Que mudo volcan del alma,
Siempre está ardiendo, y no es
Posible que modo haya
Con que la llama se oculte,
Para que sin humos arda.
Céfalo.
¿Cuánto es más dificultoso
Querer que donde no hay llama,
Haya, ni áun humo, pues no
Respira él donde ella falta?
Silvio.
Caer en defectos es fuerza
El que disimula que ama,
Pues lleva dentro de sí
Quien lo contrario le manda.
Céfalo.
¿Cuánto es más forzoso que
En ellos quien finge caiga,
Pues no lleva quien le acuerde
El precepto que le encargan?
Silvio.
Sí, mas ¿cómo dormirá
Afecto que no descansa,
Teniendo siempre al oído
Despertador que le llama?
Céfalo.
¿Y cómo despertará
A las horas señaladas
El que sin despertador
Goza el sueño en quietud blanda?
Silvio.
¿Podrá representar bien
[p. 273]Uno un papel, cuando anda
Ofuscada la memoria
Con los versos de otra farsa?
Céfalo.
Podrá atenerse al apunto,
Que desde dentro le habla,
Que es lo que no podrá hacer
El que áun apunto le falta.
Silvio.
Fingir es accion que no
Hace uno en hacerla nada,
Pues hace por obediencia
Lo que otros hacen por gala.
Céfalo.
Ménos el que disimula
Hace, pues es cosa clara
Que mandarle que no diga
Es mandarle que no haga.
Silvio.
¿Y no hace harto en padecer
El que padeciendo calla?
Céfalo.
No, que el que calla no tiene
La obligacion del que habla,
Pues le obliga á que sea bueno,
Y á esotro el callar le basta.
Silvio.
Quien finge...
Céfalo.
Quien disimula...
Silvio.
No siente.
Céfalo.
No espera.
Dafne.
Basta; (Ruido dentro.)
Que el tiempo lo dirá... y más
Cuando vuestra porfía atajan
Las tropas, que ya del monte
Al valle vuelven, mezcladas
Unas con otras, bailando
Al compas de lo que cantan.
Silvio.
Pues aunque tema ser yo
Quien á lo más se adelanta,
[p. 274]Desde aquí desengañado
Mi amor, en tu vida, ingrata,
Verás en mí sino olvidos,
Desdenes, ceños, mudanzas.
Dafne.
Aun no sentidos, disuenan
Los desaires.
Céfalo.
Porque nada
Quede á deberte, divina
Dafne, rendido á tus plantas,
En tu vida en mí verás
Sino amor, finezas y ánsias.
Dafne.
Aun fingidos suenan bien
Rendimientos. (Ap. ¡Ay del alma
Que se da á tan vil partido,
Como vivir engañada
De afecto que agravia huyendo,
Y afecto que amando agravia!)
Salen por un lado FLORA, BATA y otras zagalas; y por otro salen LAURO, RÚSTICO y otros zagales, todos con instrumentos, cantando y bailando.—DAFNE, CÉFALO, SILVIO.
Coro 1.º
(de zagalas.) ¡Viva la gala...
Coro 2.º
(de zagales.)¡Viva la gala....
Coro 1.º
De la madre del Amor...
Coro 2.º
Del hijo del alba...
Coro 1.º
De la diosa de la hermosura,
El donaire y la gracia!
Coro 2.º
Del que es dios en valles y montes,
De flores y plantas!
[p. 275]Todos.
¡Viva la gala, viva la gala
De la madre del Amor,
Del hijo del alba!
Zag.ª 1.ª
¡Viva la gala de aquella
Clara vespertina estrella,
Que en seguir del sol la huella
La primera se señala!
Todos.
¡Viva la gala!
Zagal 1.º
¡Viva la gala de aquel
Siempre amante, siempre fiel
Astro, que en saliendo él
Todos los demas iguala!
Todos.
¡Viva la gala!
Bata.
Tambien mi copra ha de ir.
Rústico.
Y la mia.
Unos.
Vaya.
Otros.
Vaya.
Bata.
¡Viva la gala dichosa
De la que en el cielo es diosa,
Y por acá es otra cosa,
No sé si buena ó si mala!
Todos.
¡Viva la gala!
Rústico.
¡Viva la gala, y la accion
Del padre de Faraon,
Que ha de matar al figon,
Que á sí solo se regala!
Todos.
¡Viva la gala, viva la gala
De la madre del Amor,
Del hijo del alba!
Dafne.
Decidme, galan pastor...
Rústico.
Fuera, que conmigo habra.
Dafne.
Decidme, zagala bella...
Bata.
Y conmigo.
Dafne.
¿Qué es la causa
[p. 276]De que tan alegres todos
Volvais á vuestras cabañas,
Despues de los sacrificios
Que habeis hecho?
Bata y Rústico.
Oye, y sabrásla.
Bata.
La diosa Véras...
Rústico.
El dios
Pollo...
Bata.
Calla, tonto.
Rústico.
Calla,
Sabida.
Bata.
Yo he de decirla.
Rústico.
Eso no: yo he de contarla.
Bata.
A mí me la pescudó,
Pues dijo «bella zagala.»
Rústico.
Y á mí, pues dijo «galan
Pastor.»
Lauro.
Quita, loco.
Flora.
Aparta,
Necia.
Rústico.
¿Es más galan pastor
Usted que yo?
Bata.
¿Es más bizarra
Zagala usted que yo?
Flora y Lauro.
Oye,
Dafne, y sabrás lo que pasa.
Lauro.
Mas si va á decirlo Flora,
La primacía he de darla;
Que la urbanidad más ruda
Se precia de cortesana
Con la belleza.
Flora.
Aunque no
[p. 277]Lo es la mia, he de aceptarla.
Al templo de Vénus, Dafne
Bella, deidad soberana
De las ninfas del Peneo,
Llegamos, donde postradas
Todas, hicimos rendida
Adoracion á sus plantas.
Las ofrendas que llevamos
Pusimos sobre sus aras,
Y en devota aclamacion,
Mezclamos en voces altas
Endechas que el temor llora,
Con himnos que el amor canta.
La diosa (que hasta las diosas
Con las dádivas se ablandan)
En voz de su estatua dijo
Que el sacrificio aceptaba,
Y que el Amor, descendiendo
De su soberano alcázar,
Con las plumas de sus flechas
En las plumas de sus alas,
Sería quien presto nos diese
De aquesta fiera venganza.
Lauro.
Lo mismo Apolo nos dijo,
Y que usando de las armas
Con que Délfos, cazador
Le vió un tiempo en sus montañas,
A Tesalia disfrazado
Vendria: en cuya esperanza
Volvemos cantando todos
En hacimiento de gracias...
Ella y Todos.
¡Viva la gala
De la madre del Amor
[p. 278]Del hijo del alba!
Dafne.
Pues yo, hasta llegar tambien
A la orilla que de nácar
Guarnece el sacro Peneo,
Con tales nuevas, ufana
Con todos iré.
Silvio.
Y tras tí
Quien adora las estampas
De tu pié.
Dafne.
¿Tan presto yerras,
Silvio, el papel que estudiabas?
Silvio.
Olvidóseme que habia
De olvidar; mas ya, tirana,
Mas ya, aleve, mas ya, fiera,
Equivocando las ánsias
Que padezco verdaderas,
Con las que desmiento falsas,
Iré huyendo de tu vista. (Vase.)
Dafne.
Céfalo, ¿cómo no tratas
Seguirme cuando me ausento?
Céfalo.
¡Ah, sí! no se me acordaba
De que estoy enamorado.
Ya voy siguiendo tus claras
Luces.
Dafne.
¡Qué mal se domeñan
Inclinaciones contrarias!
Flora.
Hasta llegar á la orilla
Vaya de música.
Todos.
Vaya.
(Cantan.)
¡Viva la gala, viva la gala
De la madre del Amor,
Del hijo del alba;
De la diosa de la hermosura,
El donaire y la gracia;
[p. 279]Del que es dios en valles y montes,
De flores y plantas!
¡Viva la gala
De la madre del Amor,
Del hijo del alba!
(Vanse cantando y bailando, y quedan Bata y Rústico.)
RÚSTICO, BATA.
Rústico.
¿No es bueno que hasta el bailar
Por valles y montes cansa?
Bata.
Rústico, ¿cómo te quedas?
Rústico.
Cansado me quedo, Bata,
A tomar aliento, aunque
Si viera que te quedabas
Tú, me fuera por no verte.
Bata.
Mal el pergeño me pagas
Con que pienso que te quiero,
Si es que el magin no me engaña.
Rústico.
Pues engáñete el magin,
Si es posible; que yo hasta
Que encuentre á quien me merezca,
No he de amar.
Bata.
Pues, alimaña,
¿Quién que te merezca quieres
Sino una desesperada
Como yo?
Rústico.
Pues ¿habrá más
De estarme, como me estaba,
Morgollo de amor?
Bata.
Pues él
[p. 280]Venir tiene á las montañas,
Yo me quejaré á él de tí.
Rústico.
¿Cómo, díme, mentecata,
Le has de conocer, si Amor
Para venir se disfraza?
Bata.
Los dioses, áun disfrazados,
Dan de quién son señas craras,
Que no habran como mosotros.
Rústico.
Pues ¿de qué manera habran?
Bata.
Con tan dulce melodía,
Tan süave consonancia,
Que siempre suena su voz
Como música en el alma:
Y así, en oyéndole que hace
Gorgoritas de garganta,
Cátale Dios.
Rústico.
El sabello
Es bien, porque todos hagan
Esa distincion. Mas díme,
¿Todo lo que dicen cantan?
Bata.
Cuando habran entre sí,
¿Qué sé yo lo que les pasa?
Fuera de que ¿quién les quita
Que tal vez?...
Villanos.—Dichos.
Villanos.
(Dentro.)A la montaña,
Pastores.
Otros.
(Dentro.)Al bosque.
Otros.
(Dentro.)Al rio.
[p. 281]Otros.
(Dentro.) Al monte.
Otros.
(Dentro.)Por aquí ataja.
Bata.
Pero ¿qué es esto?
Villanos.
(Dentro.)Pastores,
Huid del valle, porque baja
A él la fiera.
Bata.
¡Ay de mí triste!
Rústico.
De mí alegre, si te agarra
Primero que á mí.
Bata.
No hará,
Que asida yo á tus espaldas,
Primero ha de dar contigo.
(Al huir él, se ase ella de sus espaldas sin verla: él huye, y ella tras él.)
Rústico.
¡Ay señores! ya me agarra,
Ya me trincha, ya me muerde,
Ya me engulle, ya me masca.
Bata.
¿Qué tiembras, que áun no es la fiera,
Mentecato, quien te traga?
Rústico.
Pues ¿quién me tiene?
Bata.
Yo soy.
Rústico.
Aun peor está que estaba;
Que fiera por fiera, no
La quedas á deber nada.
Mas yo huiré por esos trigos.
Bata.
Y yo por esas cebadas.
(Desásese de ella, y al entrarse cada uno por su lado, sale por el de Bata Cupido vestido de pastor, y Apolo de cazador por el otro, cantando todo lo que representan.)
CUPIDO, APOLO.—RÚSTICO, BATA.
Apolo.
Díme, bárbaro pastor...
Cupido.
Díme, rústica villana...
Apolo.
Si fueron las voces tuyas...
Cupido.
Si fueron tuyas las ánsias...
Apolo.
¿En cuál destas duras quiebras...
Cupido.
¿En cuál destas peñas altas...
Apolo.
Es donde el monstruo se oculta?
Cupido.
Es donde la fiera anda?
Rústico.
Aunque usted me lo pescude
Con armonía tan branda...
Bata.
Aunque saberlo pretenda
Usted con dulzura tanta...
Rústico.
Que me da á entender que es Pollo,
Que viene en su busca á caza...
Bata.
Que piense que es Escopido,
Que ya ha venido á matarla...
Rústico.
No estó para echar el huelgo.
Bata.
No estó para echar el habra.
Rústico.
Si ella quedó de venir...
Bata.
Serpiente es de su palabra.
Rústico.
Por ahí esperarla puede. (Vase.)
Bata.
Por ahí puede aguardarla. (Vase.)
APOLO y CUPIDO, sin verse.
Cupido.
Ya podeis pedir albricias,
Altos montes de Tesalia...
[p. 283]Apolo.
Ya, incultas selvas, podeis
Alentar con esperanzas...
Cupido.
Pues disfrazado pastor,
Amor á vosotros baja.
Apolo.
Pues en vosotros, fingido
Cazador, Apolo anda.
Cupido.
A aquella parte parece
Que se han movido las ramas.
Apolo.
Ruido entre aquellos peñascos
Han hecho troncos y plantas.
Cupido.
¿Si será el monstruo el que esconden?
Apolo.
¿Si es el Fiton el que guardan?
Cupido.
Mas ¡qué miro!
Apolo.
Mas ¡qué veo!
Cupido.
¿Qué te admira?
Apolo.
¿Qué te espanta?
Cupido.
Verte de cazador. ¿Dónde
Están de Admeto las vacas?
Apolo.
Mirarte á tí de pastor
En monte de fieras tantas.
Cupido.
¿Por qué, si matar al fiero
Fiton mi madre me manda?
Apolo.
Porque no sé que se hiciesen
Para los montes tus armas.
(Canta.) No desdores, Cupido,
Tu arco y tus flechas;
Que es desaire de hermosas
Que maten fieras.
Cupido.
(Canta.) Antes quiero que vean,
Sagrado Apolo,
Que del Amor las armas
Lo rinden todo.
Apolo.
Teme á los despenados,
No diga alguno
[p. 284]Que tus flechas se emplean
Bien en los brutos.
Cupido.
Cuando el bruto no sienta
De qué mal muere,
Sentirá por lo ménos
Sentir que siente.
Apolo.
Tu peligro recela;
Que no es trofeo
Tan gran monstruo de un niño
Desnudo y ciego.
Cupido.
Aunque el Amor es ciego,
Desnudo y niño,
¿Cuándo le ha retirado
Ningun peligro?
Apolo.
Yo he venido á esta empresa
Y ha de ser mia.
Cupido.
¿Quién habrá, sin ser loco,
Que á Amor compita?
Apolo.
Quien á tí adelantando
Su valor, sepa
De sus rayos adonde
Corre la fiera;
Y ántes que tú llegues,
La habré postrado.
Cupido.
Si tus rayos enferman,
Matan mis rayos:
Y así, aunque tú la encuentres,
Dirá mi esfuerzo...
Villanos, y luego, LIBIA.—APOLO, CUPIDO.
Villanos.
(Dentro.) ¡Ay qué terror! ¡Qué asombro!
Libia.
(Dentro.) ¡Valedme cielos!
Apolo.
Mas ¿qué voces son estas?
Cupido.
No sé, que solo
Sé que el escucharlas
Me tiene absorto. (Sale Libia huyendo.)
Libia.
Gallardos cazadores,
Que segun inferir
Deja al hombro el carcaj
Y en la mano el marfil,
Sin duda á nuestros montes
De vecino confín
Venís buscando caza,
Sin ver donde venís:
Mujer infeliz soy;
Pues estais dos, partid
Con deudas de mujer
Lástimas de infeliz,
Y dadme amparo. Libia,
De Vénus (¡ay de mí!)
Sacerdotisa soy:
Viendo al templo subir
Las zagalas del valle,
Con unas de quien fuí
Deuda ó amiga, quise
El camino partir;
Y habiéndolas dejado
En el bello jardin
[p. 286]Que hace la falda al monte;
Bien como astuto vil
Aspid, que disfrazado
Se disimula, ví
Que al paso me salia
Fiton, de quien á oir
Habreis llegado que es
Terror deste país.
Pero ¿qué me detengo?
(¡Ay triste!) en referir
Su furia y mi peligro,
Si en mi alcance tras mí...
Mas al verle no puedo,
No puedo proseguir;
Que es mordaza al hablar
El lazo del sentir.
Apolo.
No temas, Libia bella,
Que delante de tí,
De tu vida seré
Defensa yo.
Libia.
Al oir
Lo dulce de tu voz,
Me das á presumir
Que eres deidad que el cielo
Da en mi amparo.
Cupido.
¡Ay de mí!
(Cáesele el arco y flecha.)
Que al verte de tan cerca,
Arco y flecha perdí.
Apolo.
¿Por qué, Amor, en su amparo
No intentas preferir?
Cupido.
Por no vencerle á él,
Sin que él te venza á tí. (Vase retirando.)
Apolo.
(Siguiéndole.) No es eso, sino que
[p. 287]Amor en cualquier lid,
Si entra al principio osado,
Sale cobarde al fin.
Y para que conozcas
Mi esfuerzo, este sutil
Arpon, rayo sin llama,
Pájaro sin matiz,
Cometa de los aires,
Verás volar y herir,
Siendo el Fiton mi triunfo. (Vase.)
LIBIA.
Libia.
¡Qué valiente á salir
Al paso va á la fiera!
Y ¡qué fiera (¡ay de mí!)
Ella le mira! entrambos
Vibrando á un mismo fin,
Ella sus aceradas
Navajas de marfil,
Y él de su arco la cuerda.
¡Qué tiro tan feliz!
Que falseando á la escama
Las conchas que bruñir
Pudo, al temple del sol,
Del aire el esmeril,
Al corazon penetra,
A cuyo tiro ví,
Revoloteando el ala,
De la inhiesta cerviz
El crinado copete
[p. 288]Desmelenar la crin.
Por boca y por heridas
Ya verter, ya escupir
De venenosa nieve,
De infestado carmin
Dos fuentes ven las flores;
Y tanto, que al teñir
Su tez, lo que topacio
Nació, muere rubí.
Túmulo es de esmeralda
El risco, al sacudir
La cola; pues le hace
Sus bóvedas abrir,
En cuyo seno ya
Rendido, convertir
Se oye el fiero bramar
En tímido gemir.
Y pues amedrentados
Huyen todos de aquí,
Venid vosotras, ninfas
Del Peneo, venid,
Cuantas de sus cristales
El líquido viril
En bóvedas de nácar,
Plata y coral vivís:
Venid pues á mis voces.
Salen seis NINFAS vestidas de escamas y tocadas de corales y perlas, y DAFNE, y por otra parte RÚSTICO.—LIBIA.
Todas.
(Cantan.) ¿Qué nos quieres, nos dí,
Que á todas á tu acento
[p. 289]Obligas á salir
Del cristalino albergue
Que habitamos?
Rústico.
Y á mí
De entre aquesas dos peñas,
Adonde me escondí,
Porque áun no dejó el miedo
Ánimo para huir.
Libia.
Que las rendidas gracias
Deis al que reducir
Pudo nuestro temor
Al más glorioso fin.
Allí Fiton herido
Yace, y triunfante aquí
Quien pudo darle muerte.
APOLO.—Dichos.
Ninfas.
(Cantando.) ¿Quién eres, oh gentil
Jóven, que tanto triunfo
Llegaste á conseguir?
Apolo.
(Cantando.) Apolo soy, oh ninfas,
Que del azul zafir
A cumpliros bajé
La palabra que os di:
Y aunque quiso el Amor
Conmigo competir,
El triunfo ha sido mio.
Rústico.
Yo lo quise decir,
Cuando el Amor dijeron
Que habia de venir;
[p. 290]Porque ¿qué habia de hacer
Un niño, sino huir
Del coco?
CUPIDO, al paño.—Dichos.
Libia.
¿Qué esperais?
Llegad todas, rendid
Las vidas á sus plantas.
Cupido.
(Ap.) ¡Que esto pase por mí!
Todas.
Todas á ellas estamos.
Dafne.
Y yo la más feliz.
Pues por hija me toca
De Peneo aplaudir
Tan gran victoria, quiero
Matizar y pulir
De jazmin y de rosa
Una guirnalda, á fin
De coronar tus sienes;
Y pues deste pensil
Se vienen á la mano
Desde el lirio al jazmin,
Las flores ciento á ciento,
Las rosas mil á mil... (Hace una guirnalda.)
Admite (¡oh sacro Apolo!)
En honra desta lid,
Hoy por todas de Dafne
El don... Mas ¡ay de mí!
(Al ir á ponerle á Apolo la guirnalda, se le cae, quedando con las manos sobre la cabeza de Apolo.)
Que al ponerle en tu frente,
[p. 291]Deslumbrada al ofir
De tus rayos, en tierra
Se cayó.
Apolo.
Eso es decir
Que si jazmin y rosa
Mi frente han de ceñir,
Vienen á estar de más,
Con el florido Abril
De tus labios y manos,
La rosa y el jazmin.
Dafne.
No es, ¡ay triste!
Apolo.
Pues ¿qué es?
Dafne.
No sé más de que al ir
A coronar tus sienes
Con mi guirnalda, ví
Que otra de verdes hojas
Flechaba contra mí
Ardientes rayos, cuyo
Pavor me hace afligir
Tanto, que sin fatigas
Del cincel y el buril,
Parece que animado
Tronco, el hado de mí
Va labrando una estatua.
Libia.
No, bella Dafne, así
Des al agüero el dia;
Y en tanto que subir
Pueda al templo la fiera
A adornar su piel vil
Del dintel de su puerta
El grabado perfil,
Hasta él, acompañando
A su deidad, venid,
Cantándole la gala.
[p. 292]Rústico.
Yo, pues que no perdí
En el pasado susto
Mi frauta y tamboril,
Y de lance me hallo
Ninfo barbado aquí,
Por el camino haré
El són; y áun he de ir
Haciendo de repente
Las copras del festin,
Dando la vaya á Amor,
Y el triunfo á Apolo.
Ninfa 1.ª
Dí,
Que todas á tu modo,
Por más solaz, seguir
Queremos tus frialdades.
Rústico.
Pues todas prevenid
Las conchas y los ramos
De coral, que soprir
Puedan los estrumentos.
(Toman todas ramos colorados y unas tarjetas á modo de conchas, con que hacen el son.)
Ninfa 2.ª
Ya están.
Rústico.
¿Empiezo?
Todos.
Sí.
Dafne.
(Ap.) Fuerza es con todas ¡cielos!
Mis penas desmentir.
Apolo.
(Ap.) Mira en mi aplauso, Amor,
Qué caso hacen de tí.
Cupido.
(Ap.) Pues que de celos muero,
Nunca más Amor fuí;
Pero de mi venganza
Presto llegará el fin. (Vase.)
Dichos, menos CUPIDO.
Rústico.
(Canta.) Ninfas que el rio y el prado
Vuestro igual albergue es,
Siendo en semanas del hado
Sábados del Amor, pues
No sois carne ni pescado,
Sabed que Apolo y Amor
Jugaban este verano,
Y Apolo como es dotor,
Salió á la primera mano
Triunfando de matador.
Amor, al verse arrastrado,
Un triunfo sirvió de pié,
Y dejó el juego, picado,
Sin hacer baza, porqué
No hace baza Amor baldado.
Con que de Apolo el clamor
Dijo, viendo su osadía,
Tiritando de temor:
Titirití, que de Apolo es el dia,
Titirití, que no del Amor. (Bailan.)
Todos.
Titirití, que de Apolo es el dia,
Titirití, que no del Amor.
Rústico.
Titirití, que el rapaz ceguezuelo...
Todos.
Titirití.
Rústico.
Corrido ha quedado...
Todos.
Titirití.
Rústico.
Pues de miedo ha dejado...
Todos.
Titirití.
[p. 294]Rústico.
Caer el arco en el suelo...
Todos.
Titirití.
Rústico.
Porque el sol mató al vuelo...
Todos.
Titirití.
Rústico.
Al monstruo traidor...
Todos.
Titirití.
Rústico.
Con un pasador,
Cuando con una modorra podia.
Todos.
Titirití, que de Apolo es el dia,
Titirití, que no del Amor.
[p. 295]
CUPIDO; RÚSTICO, y coro de música, dentro.
Rústico.
(Dentro.) Vuelva el festivo rumor
De la métrica armonía,
Repitiendo con primor:
Titirití, que de Apolo es el dia,
Titirití, que no del Amor.
Coro.
(Dentro.) Titirití, etc.
Cupido.
¡Que estos baldones, cielos,
Me obliguen á sentir
Miedos de un bruto, cuando
Me debiera lucir
El no ser brutos triunfos para mí!
Mas ya, cobrado el arco
Y flecha que perdí,
Verá el celeste coro
Que al que venció vencí.
Flecha de oro su pecho
Para amar, ha de herir,
Cuando el de Dafne, á quien
Tejer las flores ví,
Flecha de plomo hiera;
Porque los dos así
[p. 296]Lleguen, aborreciendo
Y amando, á discurrir
Que no son brutos triunfos para mí.
Y porque contra todos
Será en vano esparcir
Flechas, el aire tengo,
Pues dios del aire fuí,
De infestar.—¡Ah del Eco!
La ninfa ECO.—CUPIDO.
Eco.
¿Qué quieres?
Cupido.
Fiar de tí
A mi honor la venganza.
Eco.
¿De qué suerte?
Cupido.
Oye.
Eco.
Dí.
Cupido.
En todos tus espacios
Voz no has de repetir
Que no sea Amor. Amor
Tu coro ha de decir;
Que yo haré que ninguno
Sus ecos llegue á oir,
Que no muera al encanto
De amar y de sentir.
Eco.
Sí haré; que tu venganza
Tambien me toca á mí,
Pues muriendo de amor,
Es lustre mio decir
Que no son brutos triunfos para tí.
(Dentro grita de pastores.)
[p. 297]Cupido.
Pues á esparcir entre esas
Voces, que contra mí
Prosiguen el aplauso
De mi opuesto adalid,
Las tuyas, entre tanto
Que yo voy á fundir
Arpones que publiquen
Que es mi poder feliz,
Contra las fieras no,
Contra los dioses sí.
Eco.
Bien harás, que el que sepan
Tambien me importa á mí...
Los dos.
Que no son brutos triunfos para tí.
(Vase Cupido.)
Eco.
Y así en tanto á ese efecto
Mi coro interrumpir
Verás de su alborozo
El placer. (Vase.)
APOLO, DAFNE, FLORA, LIBIA, RÚSTICO, villanos, ninfas; despues, ECO y coro.
Dafne.
(Dentro.)Proseguid,
Y hasta perder su esplendor
De vista en la noche fria,
No cese alegre el rumor.
(Vuelven otra vez á salir todos bailando, como entraron.)
Todos.
Titirití, que de Apolo es el dia,
Titirití, que no del...
(Pasa por entre ellos Eco cantando, y todos se suspenden.)
Eco.
¡Amor, amor, amor!
[p. 298]Libia.
Nunca el eco ha respondido
Tan dulcemente veloz.
Dafne.
Dices bien, pues es su voz
Boreal iman del sentido.
Apolo.
¿Qué es lo que os ha suspendido,
Que á todos turbar se ve?
Flora.
No sé más de que quedé
Yo absorta.
Lauro.
Yo tan sin mí
Que no sé lo que sentí.
Rústico.
Yo sí, pues que no lo sé.
Vill. 1.º
¡Qué ánsia!
Vill. 2.º
¡Qué pena!
Vill. 3.º
¡Qué horror!
Vill. 4.º
¡Qué pasmo!
Vill. 5.º
¡Qué desconsuelo!
Vill. 6.º
¡Qué sentimiento!
Todos.
¿Quién, cielo,
El aire inficiona?
Coro 1.º,
que es el de Amor. (Dentro.)
Amor.
(Vase cada uno por su parte.)
Apolo.
Oid, esperad.
Dafne.
Es error;
Que si el amor ofendido
Contagio del aire ha sido,
Advierte que á tu poder
Mayor monstruo que vencer
Le queda que el que ha vencido. (Vase.)
Apolo.
Pues no le temais, que lleno
El aire de otra armonía,
Pues es la música mia,
Vencerá el encanto ajeno.—
Íris bella.
ÍRIS.—APOLO.
Íris.
¿Qué me quieres?
Apolo.
Que pues tormentas reduces,
Y á la merced de mis luces
Deidad de las nubes eres,
Remontando á ellas las aves,
De cuya música he sido
Maestro, solamente olvido
Digan tus coros süaves;
Para que de mí vencido
Amor, temple su furor,
Dando á venenos de amor
Contravenenos de olvido.
Íris.
Tú verás que el primer medio
De lograr su desengaño,
Será prevenir el daño,
Porque cuiden del remedio. (Vase Apolo.)
ÍRIS, Coro de amor y Coro de olvido, dentro.
Íris.
(Canta.) ¡Hola, aho, ah del valle, pastores!
Huid, porque anda otra fiera en el monte
Y fiera más fiera en saña y rigor,
O el eco lo diga en sus ecos.
Coro 1.º
(Dentro.)Amor.
Íris.
Amor enojado,
[p. 300]Amor ofendido, Amor desdeñado,
¿Qué fiera mayor?
O el eco lo diga en sus ecos.
Coro 1.º
(Dentro.)Amor.
Íris.
Y así, pues amor los ecos esparcen,
Aquí repitan olvido las aves;
Porque competido
De Amor el agravio y de Apolo el favor,
Publiquen en lides de olvido y amor,
Los ecos...
Coro 1.º
(Dentro.)Amor.
Íris.
Las aves...
Coro 2.º
(Dentro.)Olvido.
Todos.
Porque competido
De Amor el agravio y de Apolo el favor
Publiquen en lides de olvido y amor,
Los ecos amor y las aves olvido. (Vase Íris.)
Salen como oyendo la música SILVIO por la parte del olvido, y CÉFALO por la del amor.—Coro de amor y Coro de olvido, dentro.
Céfalo.
¿Los ecos amor?
Silvio.
¿Las aves olvido?
Céfalo.
Despues que haciendo porfía,
Por no dejarme vencer
De Silvio, di en aprender
Cómo á Dafne fingiria
Que la amaba, noche y dia
Siento en el alma un ardor
Tal, que hecho tema el dolor,
[p. 301]Me parece que he traido
Tras mí una voz que al oido
Siempre está diciendo...
Coro de Eco.
(Dentro.)Amor.
Silvio.
Desde que por merecer
Con Dafne, di en estudiar
Cómo se ha de desvelar
Lo que se ha de padecer,
Tal aprension di en hacer,
Que, dueño de mi sentido,
No sé qué ilusion ha sido
La que me sigue veloz,
Que parece que una voz
Siempre está diciendo...
Coro de Íris.
(Dentro.)Olvido.
Céfalo.
Qué fuera, que (como aquel
Que domestica una fiera,
Cuando ya la considera
Rendida, obediente y fiel,
Juega con ella, y cruel
Vuelve á su primer furor)
Familiarmente traidor,
Viendo que con él jugaba,
Vuelva contra mí su brava
Natural violencia...
Coro de Eco.
(Dentro.)Amor.
Silvio.
¿Qué fuera, que como quien
Teme un veneno violento,
Suele hacer dél alimento,
Porque cuando se le den,
El mal se convierta en bien,
[p. 302]Hubiera mi afecto sido?
Pues de un olvido he temido
Morir; y buscando el medio,
Se ha venido á hacer remedio
Del olvido el mismo...
Coro de Íris.
(Dentro.)Olvido.
Céfalo.
Tal vez oí que por ensayo,
Polvorista artificial
Fingió un trueno de metal
Y encendió contra sí el rayo.
Mucho en mi mortal desmayo
Recelo que mi valor
Muera á manos de mi error,
Pues cuando á ensayarme llego
De amor al fuego, su fuego
Revienta contra mí...
Coro de Eco.
(Dentro.)Amor.
Silvio.
A un hombre, que adoleció
De un mal que no conocia,
Aleve enemigo un dia
Con la herida que le dió
El mal le manifestó,
Y quedó convalecido:
Yo así, del olvido herido,
Le tuve por homicida,
Hasta ver que me dió vida,
Por darme muerte el...
Coro de Íris.
(Dentro.)Olvido.
Céfalo.
¿Qué nuevo afecto traidor
Triunfa de mi libertad?
Silvio.
¿Qué auxiliar nueva deidad
[p. 303]Se declara en mi favor?
Coro de Eco.
(Dentro.) Amor.
Coro de Íris.
(Dentro.)Olvido.
Silvio.
¿Olvido?
Coro de Eco.
(Dentro.) Amor.
Céfalo.
¿Amor?
Los dos.
Pero es error...
Céfalo.
Haber delirios temido...
Silvio.
Haber favores creido...
Los dos.
Por más que en vago rumor...
Los dos y los
coros.
Publiquen en lides de Apolo y Amor.
Coro de Eco.
(Dentro.) Los ecos amor.
Céfalo.
Los ecos amor.
Coro de Eco.
(Dentro.)Las aves olvido.
Silvio.
Las aves olvido.
DAFNE.—CÉFALO, SILVIO.
Dafne.
¡Los ecos amor, las aves olvido!
Por salir de una ilusion,
Viéndôs, pastores, aquí,
Vengo á saber... (Ap. ¡Ay de mí!
Que Céfalo y Silvio son.)
Silvio.
Pues ¿de qué es la suspension?
Céfalo.
Prosigue: ¿qué causa fué
[p. 304]La que te trajo?
Dafne.
No sé,
Que aunque saberla quisiera,
No que de ninguno fuera
De los dos.
Los dos.
¿Por qué?
Dafne.
Porque
Temo que á vuestra porfía
Volvais; y habiéndome hallado
Bien con no haber declarado
A quién la vida debia;
No la experiencia querria
De la pasada cuestion,
Que acuerde la obligacion.
Silvio.
Por mí, poco que temer
Tienes; que yo sabré hacer
Desprecio la pretension.
Que ya, sin que sienta cuerdo
El mirarme aborrecido,
Solo me acuerdo en mi olvido,
Que de que olvido me acuerdo.
Nada ya en perderte pierdo,
Y así, no temas, oh bella
Dafne, que hable en mi querella.
Dafne.
¿Qué más, para mi pesar,
En ella quieres hablar,
Que hablando, no hablar en ella?
Que si el que ha de fingir eres
Traer tus penas escondidas,
Fingiendo lo que me olvidas,
Me acuerdas lo que me quieres.
Silvio.
Bien hasta aquí, ingrata, infieres;
Pero viendo desde aquí
Que vivo tan sobre mí
[p. 305]Que áun fingido no me quejo,
Y con Céfalo te dejo
Por ir huyendo de tí,
Verás que mi olvido halló
Causas que tú no previenes;
Pues falso con los desdenes
Pude no estarlo, mas no
Con los celos; y pues yo
Me ausento sin los recelos,
Los sustos ni los desvelos
De ver al competidor,
¿Cómo llevará tu amor
El que se deja sus celos? (Vase.)
Dafne.
Oye, espera.
DAFNE, CÉFALO.
Céfalo.
No cruel
Tu voz le detenga, no;
Que eso es querer que halle yo
Los celos que dejó él.
Dafne.
Tú, ¿por qué?
Céfalo.
Porque yo fiel
Amante tuyo, rendido
A tus plantas, el perdido
Tiempo que no te amé, lloro:
Y pues tu hermosura adoro,
A pesar de aquel temido
Hado, no tras ese fiero
Desden vayas ofendida;
Que si él finge que te olvida,
[p. 306]Yo no finjo que te quiero.
Dafne.
La misma razon infiero
Que en él, en tí, y no sé á quién
El premio mis ánsias den;
Pues amor y olvido igual,
Aunque él no lo fingió mal,
Tambien tú lo finges bien:
Y pues conocer se deja
Cuánto fué mi exámen necio,
Ni desto he de hacer aprecio,
Ni de aquello he de hacer queja,
Y así, de entrambos se aleja
Corrido mi desengaño.
Céfalo.
¿De qué?
Dafne.
De que es igual daño,
Pesando males y bienes,
Oir por engaño desdenes
Que favores por engaño. (Yéndose.)
Céfalo.
No, si á este campo venías
Con la duda que no sé,
Te vuelvas con ella, en fe
De no oir las ánsias mias:
Y pues de mí no la fías,
A que otro la diga espero
Dar lugar; que el dia primero
Que sabes que sé querer,
No quiero más que saber
Que sé que sabes que quiero. (Vase.)
DAFNE, y despues los dos coros, dentro.
Dafne.
En segunda confusion
De la que traje, me veo;
Que aunque de uno y otro creo
Ser su variada pasion
Efectos de la cuestion,
Con todo eso, habiendo habido
Mudanza en mí, la he creido
En ellos. ¿Quién, vil temor,
A Céfalo mudó?
Coro 1.º
(Dentro.)Amor.
Dafne.
¿Quién á Silvio trocó?
Coro 2.º
(Dentro.)Olvido.
Dafne.
Olvido y amor oí:
Ya son en la pena mia
Dos las dudas que traia,
Porque si sólo hasta aquí
Pudo introducir en mí
Una voz helado ardor,
Ya es abrasado temor
El que otra ha introducido,
Oyendo que ha competido
El agravio y el favor.
Los dos coros.
(Dentro.)
Publiquen en lides de Apolo y Amor,
Los ecos amor, las aves olvido.
Dafne.
En los palacios de Atlante,
Dicen que una fuente habia,
Que al que más libre bebia,
[p. 308]Le dejaba más amante,
Y que otra, poco distante,
Al que amante la gustaba,
Libre en su olvido dejaba:
Sin duda, de ambos cristales
Las cláusulas desiguales
Estas son: pues yo, que amaba
A Céfalo, cuando atiendo
A esta hechizada armonía;
Yo, que á Silvio aborrecia,
Cuando estoy estotra oyendo,
No sé ni de cuál me ofendo,
Ni de cuál me obligo, no.
¿Habrá, ya que amor causó
Un efecto, quien aquí
Diga el que otro causó?
APOLO.—DAFNE.
Apolo.
(Dentro.)Sí.
Dafne.
¿Quién á eso se atreve? (Sale Apolo.)
Apolo.
Yo.
Yo, que habiéndome tú dicho
Que habia otro más rebelde
Monstruo que vencer, no quise
Dejar el duelo pendiente.
Y así, al veneno de amor
Busqué el antídoto fuerte
Del olvido, porque sólo
El olvido al amor vence.
Pasa por lo alto CUPIDO, tirando flechas.—APOLO, DAFNE.
Cupido.
(Ap.) Ahora lo verás, y pues
Esperé á esta ocasion, vuelen
Invisibles flechas, que una
Apague lo que otra enciende. (Vase.)
Dafne.
En la parte que me toca,
Mi altivez te lo agradece,
Pues libre de una pasion,
De un instante acá, parece
Que todo el Etna del pecho
En cenizas se convierte,
Pesándome el corazon,
Segun que oprimido siente
No sé qué grave delirio,
Más que si de plomo fuese.
Apolo.
¡Qué fuera (¡ay de mí!), qué fuera,
Que al exhalarse el ardiente
Etna de tu pecho, en mí
Prendan sus iras crueles!
Dafne.
¿Cómo?
Apolo.
Como dividiendo
Los contrarios accidentes
De nieve y fuego, ha partido
En mí el fuego, en tí la nieve...
Dafne.
¿Qué causa? Dí.
Apolo.
Tu hermosura.
Dafne.
¿No la habias visto otras veces?
Apolo.
Sí, pero lo que se ve,
[p. 310]No es, Dafne, lo que se atiende.
¿Ahora sabes que el influjo
Reservado punto tiene,
Y que no siempre es hermoso
Aun lo que es hermoso siempre,
Pues no lo es cuando lo es,
Sino cuando lo parece?
Dafne.
No sé, porque solo (¡ay triste!)
Sé que un hielo me estremece.
Apolo.
Yo, que un incendio me abrasa.
Dafne.
Yo, que un pasmo me suspende
Tanto, que me obliga á que
De aquel presagio me acuerde,
Pues si allí fuí vivo tronco,
Muerta estatua aquí.
Apolo.
Detente.
Dafne.
¿A qué?
Apolo.
A que con solo oirme,
Tan no visto dolor temples.
Dafne.
El respeto de mirarte
Deidad, y el temor de verte
Deidad ofendida, me hace
Que huya de tí.
Apolo.
Si me temes
Como á deidad ofendida,
Yo sabré por complacerte
Que el estilo de deidad
Con el de mortal se mezcle,
Usando de entrambas voces.
Dafne.
¿De qué suerte?
Apolo.
Desta suerte.
Bellísima hermosa Dafne,
¿Ves ese monte eminente
Que expuesto al rigor del hielo
[p. 311]Y á la saña de la nieve,
(Canta.)
Humilde, postrado y rendido padece
Helados rigores del cano Diciembre?
Pues apénas el Abril
Bordará su esfera verde,
Cuando le verás ceñido
De rosas y de claveles,
(Canta.)
Ufano gozando, contento y alegre
Matiz en las flores, cristal en las fuentes.
Pasará la primavera,
Y en jóven edad ardiente
El estío, su esmeralda
Verás que en oro guarnece,
(Canta.)
Brotando la falda del rústico albergue
Campañas de flores en golfos de mieses.
Llegará el otoño, y no
Habrá yerto árbol, que fértil,
De varios frutos no veas
Todas sus ramas pendientes,
(Canta.)
Brindando á la vista y al gusto igualmente
Hermoso el agrado y goloso el deleite.
Deste pues círculo entero
Del año soy rey, y deste
Compuesto triunfo de horas,
Dias, semanas y meses,
(Canta.)
El dueño serás, bella Dafne, si quieres
Feriarme á tan sólo un favor tus desdenes.
¿Qué lágrima que la aurora
En líquido aljófar vierte,
[p. 312]Y en cuajada perla guarda
La concha que se la bebe,
(Canta.)
No será á tu oído, si al zarcillo pende,
Susurro que diga que de mí te acuerdes?
¿Qué oculta vena en sus minas
De plata ú de oro, obediente,
O ya al yunque que la ablanda,
O ya al torno que la tuerce,
(Canta.)
No será tratable esplendor cuando llegues
A ver que en tus ropas se borda ó se teje?
¿Qué rebelde piedra, dócil
No pulirá lo rebelde,
Si cuando el cincel la gasta,
Y cuando el buril la muerde,
(Canta.)
Es para que sea blanca, roja ó verde,
Ya flor en tu pecho, ya estrella en tu frente?
El ignorado perfume,
Que hasta hoy ninguno entiende
Si la ballena le aborte,
O si el escollo le engendre,
(Canta.)
Despues que te sirva en curadas pieles,
Fénix de tu olfato, le haré que se queme.
Y áun cuando te agrade, Dafne,
Que te sirva el mismo fénix,
Será en tu estrado su hoguera
Brasero de tus tapetes.
(Canta.)
Y en fin, porque sólo adorarte...
Dafne.
Suspende
La voz, que cuando no fuera
[p. 313]Por mí, dejara de verte
Por ver que con lo que dices
Contradices lo que sientes.
Apolo.
¿Yo?
Dafne.
¿No publicas olvido?
Apolo.
Sí.
Dafne.
¿Pues qué hay de que te quejes,
Si nadie de que le aprendan
Lo que él enseña, se ofende?
(Canta.)
Que dar un consejo y sentir que le acepten,
Es formar un monstruo de opuestas especies.
Fuera de que si al Amor
Vencer, Apolo, pretendes,
No se vence Amor amando.
Apolo.
¡Ay, que ya no es amor este!
Dafne.
Luego si este no es amor,
No tengo qué agradecerte. (Yéndose.)
Apolo.
Sí, no siendo amor, porque
Es adoracion, sí tienes;
Y así... (Ásela del vestido.)
Dafne.
Suelta, y no me sigas,
Pues que tú mismo me ofreces
(Canta.)
Con la leccion de que libre te olvide,
Tambien la razon de que esquiva te deje.
(Vase.)
Apolo.
¡Con mi antídoto me matan!
¡Ay de mí infeliz mil veces!
Gusano de seda he sido,
Yo me he labrado mi muerte.
Pero ¿qué importa, qué importa,
Ni que amor de mí se vengue,
Ni que tú?...
Villanos, RÚSTICO, BATA, FLORA, LAURA.—APOLO.
Villanos.
(Dentro.)Allí está, llegad
Todos.
Apolo.
Mas ¿qué estruendo es este,
Que me embaraza á que siga
Sus pasos? (Salen Bata y Rústico.)
Bata.
Escucha.
Rústico.
Atiende.
Bata.
Habiendo, Pollo, sabido...
Rústico.
Cuantos el rústico albergue...
Bata.
De los montes de Tesalia...
Rústico.
Habitan, lo que te deben...
Bata.
No sólo en matar figones...
Rústico.
Sino en vencer juntamente...
Bata.
Los encantos del Amor...
Rústico.
Pues trabucando calletres...
Bata.
Vine á olvidar yo á ese tonto...
Rústico.
Vine á amar yo á esa serpiente...
Bata.
Y habiendo tambien sabido...
Rústico.
Cuanto las ninfas alegres...
Bata.
Del Peneo ambas victorias...
Rústico.
De mí ayudadas, celebren...
Bata.
Con diversos instrumentos...
Rústico.
Todos en tu busca vienen...
Bata.
Alegremente festivos...
Rústico.
Diciendo...
Bata.
De aquesta suerte...
(Salen todos los zagales cantando y bailando.)
[p. 315]Todos.
(Cantan.) ¡Viva Apolo, viva,
Pues sólo puede
Vencedor llamarse
Quien al Amor vence!
Apolo.
¡Ay de mí! que ya estas voces,
Más que me obligan, me ofenden.
Bata.
(Canta.) Préstame esta noche
Tu arco y tus flechas,
Que me importa la vida
Matar dos dueñas.
Y sólo pueden
Matar dueñas arpones
Que matan sierpes.
Todos.
¡Viva Apolo, viva,
Pues sólo puede
Vencedor llamarse
Quien al Amor!...
Apolo.
Cesen,
Villanos, vuestros aplausos;
Que miente vuestra voz, miente
Vuestro acento, si de mí
Publica que sólo puede
Vencedor llamarse
Quien al Amor vence.
Unos.
¿Qué es esto?
Otros.
¿Qué le habrá dado?
Rústico.
No sé; pero el que quijere
Vivir, guárdese del sol
El dia que se enfurece.
Apolo.
Huid todos, huid de mí,
Villanos, viles, aleves;
Que ya es baldon y no aplauso
El decir que sólo puede
Vencedor llamarse
[p. 316]Quien al Amor vence.
Flora.
Huye, Laura. (Vase.)
Laura.
Flora, huye. (Vase.)
Todos.
Sí, que está loco parece.
Bata.
Debe de durar la luna
De hebrero, en cuya creciente,
Ni cuando anochece sabe,
Ni sabe cuando amanece. (Vase.)
(Vanse todos, quiere huir Rústico, y le detiene Apolo.)
APOLO, RÚSTICO.
Apolo.
No huyas tú.
Rústico.
(Ap.)¡Por fuerza hube
Yo de ser el que cogiese!
Apolo.
¿Qué temes?
Rústico.
¿Qué he de temer?
Que me dé como dar suele
Cuando madura membrillos.
Mas diga lo que me quiere.
Apolo.
Yo ví á Dafne...
Rústico.
Yo tambien.
Apolo.
Y sentí en un punto breve,
No sé qué ofensa que halaga,
No sé qué halago que ofende.
Rústico.
Eso no sentí yo; que eso
La gente ruin no lo siente.
Apolo.
Dijo que de una pasion
Se olvidaba: en que se infiere
Que tiene amor.
Rústico.
Sí tendrá,
[p. 317]Porque es cosa que se tiene.
Pero ántes que pasemos
Adelante, ¿qué le mueve
A no habrar con la armonía
Que solía?
Apolo.
¿Cómo quieres,
Destemplado el corazon,
Que la voz no se destemple?
Yo es fuerza que lleve el dia
A los campos de Occidente,
Y porque sepa en mi ausencia
Si hay quien su quietud desvele,
Tú la noche en este valle
Has de estar, porque me cuentes
Si ella del sacro Peneo
Deja el cristalino albergue,
Y sale á hablar á su orilla
Con su amante.
Rústico.
Hé aquí que él viene,
Y que ella sale, y se enojan
Que sin ser vecino aceche,
Y dan conmigo en el rio:
Con que yo ahogado y tú ausente
No das conmigo hasta dar
Con el signo de los peces.
Apolo.
Yo haré que en tí reparar
Nadie pueda.
Rústico.
¿De qué suerte?
Apolo.
Haciendo que transformado
En árbol, ninguno á verte
Llegue, que por tronco no
Te tenga.
Rústico.
¡El diablo me lleve
(Maldicion que se habrá oido
[p. 318]En Tesalia pocas veces),
Si tal esperare! (Vase.)
Apolo.
Aguarda.
Mas ¿qué importa que te alejes
Para no ser racional
Planta entre esotras viviente,
El dia que mi deidad
Puede fingirla aparente?
Y tú, en tanto, hermosa Íris,
Del olvido no te acuerdes;
Deja que la voz de Amor
Veloz en sus ecos suene.
Ame, y no olvide.
(Vase Apolo, y vuelve Rústico convertido en árbol.)
Rústico.
¡Valedme,
Dioses de mi devocion,
Pues que lo sois, Baco y Céres,
En este aprieto, en que ya
Mi pié en raíz se convierte,
En corteza mi pellejo,
Y de la planta á la frente
En ramas mis brazos, y hojas
Mi melena y mi copete!
DAFNE, despues, CÉFALO.—RÚSTICO, hecho árbol.
Dafne.
(Para sí.) En aquesta soledad,
Supuesto que ya anochece,
Libre de Apolo, será
Bien que á mis solas me queje.
(Sale Céfalo.)
[p. 319]Rústico.
(Entre sí.) Peor es esto, que á esta parte
Parece que siento gente.
Céfalo.
En lo florido, la senda
Es esta en que Dafne viene.
Rústico.
(Entre sí.) Y áun á esotra, y si el escaso
Crepúsculo ver consiente,
Mezclando luces y ramas,
Entre lo rojo lo verde,
Dafne es la que viene allí,
Y Céfalo el que allí viene.
Mas ¿qué sería si él fuera
El galan que Apolo teme?
Atienda pues; que quizá
El placer será dos veces
Placer, cuando ahora lo sepa,
Y despues cuando lo cuente.
Dafne.
(Para sí.) Deshecha fortuna mia,
¿Qué nuevo delirio es este,
Que no veo, que no oigo
Cosa alguna en que no encuentre
Aborrecimiento? Tanto,
Que á mí misma me parece
Que me aborrezco (¡ay de mí!)
Desde aquel instante, desde
Aquel punto...
Céfalo.
Hermosa Dafne,
Perdona; que no consiente
El nuevo afecto que en mí
Quieren los hados que reine,
Que no te siga, porque
El recelo de que pienses
Que es fingido amor, me hace
Que tras tí...
Dafne.
La voz suspende;
[p. 320]Que fingido ó no, no sabes
A cuán mala ocasion vienes.
Y si quieres que yo crea
Que es verdad el que me quieres,
O que crea que lo finges
Tan bien que me lo parece,
Una fineza lo diga.
Céfalo.
¿Qué fineza?
Dafne.
Que me dejes
Con mi soledad.
Céfalo.
No sé
Que sea fineza decente,
Que el que desdenes estima
Se vaya por no oir desdenes.
Trátame mal; pero no
Tan mal que de tí me alejes.
Dafne.
Haz esto por mí.
Céfalo.
Sí haré,
Porque veas claramente
Que sólo obedece quien
A tanta costa obedece.
Mas partamos el camino,
Y puesto que yo me ausente,
Quede quien te hable por mí
El rato que aquí estuviere.
Dafne.
¿Quién ha de hablarme?
Céfalo.
Este tronco,
En cuya corteza...
Rústico.
(Para sí.)Ese
Es mi pellejo.
Céfalo.
Mi amor
Dejará escrito con este
Puñal un mote...
Rústico.
(Para sí.)¡Mal haya
[p. 321]El primer impertinente
Que inventó motes!
(Céfalo escribe con el puñal.)
Céfalo.
Que diga
«Céfalo por Dafne muere.» (Vase.)
Rústico.
(Para sí.) Y yo por Céfalo y Dafne.
Dafne.
Vuelva, pues que vuelvo á verme
A mis solas, á mis quejas.—
¡Qué hielo!... Mas Silvio es éste.
Con su tema vendrá.
SILVIO.—DAFNE, RÚSTICO.
Silvio.
¿Aquí
Dafne, estabas?
Dafne.
Por no verte
A tí, ni á nadie, busqué
Esta soledad. Si vienes
A proseguir tus fingidos
Desaires, el paso tuerce,
Y déjame, que ya sé
Lo bien que lo finges. Véte,
Silvio; que á solas me importa
Quedar... ó yo me iré.
Silvio.
Tente;
Que no tan solo en tu busca[4]
Vengo, pero si supiese
Que aquí estabas, no llegara;
Porque áun fingidos no quieren
[p. 322]Acordarse mis pesares
De que fueron tus placeres.
Acaso por aquí vine,
Y porque falsa no quedes
Presumiendo que es deshecha
De haberte seguido, deje
En este tronco mi olvido
Quien mi mudanza te acuerde.
(Va á escribir en el árbol, y vuélvese Rústico de espaldas.)
Rústico.
(Para sí.) Ya está escrita aquesa plana,
Y si otros la hoja vuelven,
Yo vuelvo el tronco y la hoja.
Silvio.
Aquí verás, si lo lees,
Si te busco ó no, pues dice... (Escribe.)
«A Dafne Silvio aborrece.» (Vase.)
DAFNE, RÚSTICO.
Dafne.
Yo lo agradezco.
Rústico.
Yo no.
Dafne.
¿Quién habló aquí?
Rústico.
Sea quien fuere.
Dafne.
Voz, ¿cúya eres?
Rústico.
De una planta,
Para melon excelente,
Porque es de cáscara escrita.
Dafne.
¿Las plantas hablan y sienten?
Rústico.
Presto lo verás, si á mí
Te acercas.
Dafne.
¡Cielos, valedme!
Que al oir que lo veré
[p. 323]Presto, el pecho se estremece,
El corazon se retira,
El aliento desfallece:
Tanto, que aunque ya las sombras
De la noche al alba vencen,
Embargada del asombro
Con que esta voz me suspende,
Aun no acierto á retirarme.
¡Presto lo veré! Mil veces
Sienta absorta, tema muda,
Arda helada y ciega tiemble. (Vase.)
RÚSTICO, y luégo APOLO.
Rústico.
Ve aquí que ya para mí
Siete años la noche tiene,
Pues ya ha cerrado, y Apolo
De mí no se acuerda. Advierte,
Oh rubio padre del dia,
Que es hora de que despiertes;
Que no daré un cuarto por
Enamorado que duerme. (Sale Apolo.)
Apolo.
Apénas la blanca aurora
Doró la cima eminente
Deste monte, cuando á él
Mis sentimientos me vuelven,
Fiando el pértigo del carro
A Etonte y Flegon. Aqueste
Es el árbol que dejé
Por espía: á saber llegue
Qué vió en mi ausencia. Mas él
[p. 324]Que me responde, parece,
Antes que se lo pregunte:
Pues un mote escrito tiene
En la corteza, que dice:
(Lee.) «Céfalo por Dafne muere.»
¡Oh mal hayas tú, porque
Lo primero que en tí encuentre,
Sean mis celos!
Rústico.
¿Con eso
Se viene ahora?
Apolo.
No quede
Hoja en tí...
Rústico.
(Ap.)Vuelva la hoja,
Porque ya que esto le pese,
Estotro le desenoje.
Apolo.
Que no tale, que no queme...
(Da Apolo con el puñal en las ramas, y Rústico se vuelve de espaldas.)
Rústico.
Aquesos son mis cabellos:
Usted no me los repele.
Apolo.
Porque otra vez no me digas...
(Lee.) «A Dafne Silvio aborrece.»
Rústico.
(Ap.) Ya con esto lo he enmendado,
Pues es fuerza que se huelgue.
Apolo.
¡Esto más, infame tronco,
Rudo padron de mi muerte,
Y áun de dos muertes! supuesto
Que no sé cuál más me ofende,
O el que ama lo que amo,
O el que lo que amo aborrece.
Rústico.
(Ap.) Por activa y por pasiva
Lo erré.
Apolo.
Pero en mal tan fuerte
No es ocasion de que arguya
[p. 325]Quién más al alma se atreve,
El que mi gusto disfama
O el que mi gusto apetece.
Rústico.
Pues ¿qué culpa tengo yo?
Apolo.
Nada me digas, y vuelve,
Rústico, á tu primer forma;
Que no quiero que me cuentes
Más.
Rústico.
¿Qué más, si te he contado
Que dos á Dafne divierten,
Como quien quiere la cosa,
Y como quien no la quiere? (Vase.)
Apolo.
¿Qué distinto fuego, cielos,
De otro cualquier fuego es este,
Que aborreciendo ó amando
Contrarios vientos le encienden?
DAFNE.—APOLO.
Dafne.
(Sin ver á Apolo.) El mismo temor que anoche
De aquí me ausentó, me vuelve
Con el dia, persuadida
A que sus sombras, que siempre
Horrores engendran, fueron
Ilusiones aparentes,
Y á desengañarme... Pero
Apolo está aquí.
Apolo.
Detente,
Si ya no es que vergonzosa
De que sepa de quien eres
Aborrecida y amada,
[p. 326]Tirana la fuga intentes.
Dafne.
Si hubieras sabido, Apolo,
Que era yo la que imprudente
Amaba ó aborrecia,
Fuera bien irme y no verte;
Mas ¿por qué el que me aborrezcan
O me amen, ha de ponerme
En fuga tuya?
Apolo.
Porque
No sé qué estimacion pierde,
O aborrecida ó amada,
Una mujer, sea quien fuere,
Que el saber que tiene hechos
Los oídos á desdenes
O á favores, facilita
La accion de quien se la atreve.
Dafne.
Antes se la dificulta;
Que aborreciendo igualmente
Al que aborrece y al que ama,
A entrambos afectos tiene
Cerrado el paso: y lo pruebo.
Apolo.
¿De qué suerte?
Dafne.
Desta suerte.
(Vase huyendo y él tras ella, y vuelven por otra parte, sin cesar la representacion.)
Apolo.
Aunque otra vez huyas, no,
Como otra vez, detenerme
Podrán villanos festejos.
Dafne.
Sus alas Amor me preste.
Apolo.
¿Cómo ha de dar contra sí
Sus alas Amor? (Éntranse.)
Dafne.
(Dentro.)Si atiende
Que es miedo el que á mí me valga,
Para que de tí se vengue. (Salen.)
[p. 327]Apolo.
Si es venganza tuya, ingrata,
Tu rigor, yo he de vencerle
Triunfando dél y de tí. (Entran.)
Dafne.
(Dentro.) Tarde ó nunca podrás.
Apolo.
(Dentro.)¿Eres
El dia de hoy, que del sol huyes?
Dafne.
(Dentro.) Soy el de ayer, que no vuelve.
Apolo.
(Dentro.) No eres sino el de mañana,
Pues á manos del sol vienes.
(Salen: Apolo alcanza á Dafne, y detiénela.)
Dafne.
¡Dadme vuestro favor, dioses!
Apolo.
¿Cómo un dios contra otro puede?
Dafne.
¿No pudo Amor contra tí?
Apolo.
Ya es fuerza que lo confiese.
Dafne.
Y que yo á los cielos pida
Amparo.
Apolo.
Porque no lleguen
A oir sus voces... ¡bella Íris!
Haz que las tuyas las lleven
Confusas al aire.
Dafne.
¡Eco!
Porque al alcázar celeste
Suban, repitan las tuyas
Mis ánsias.
Apolo.
Todas se mezclen.
Música, dentro.—APOLO, DAFNE.
Dafne.
Dioses, cielo, luna, estrellas...
Música.
(Dentro.) Dioses, cielo, luna, estrellas...
Dafne.
Montes, mares, prados, fuentes...
[p. 328]Música.
(Dentro.) Montes, mares, prados, fuentes...
(Todo esto se ha de representar huyendo ella, y desasiéndose de él siempre que la alcance, sin llegar á lucha.)
Dafne.
Troncos, riscos, plantas, flores...
Música.
(Dentro.) Troncos, riscos, plantas, flores...
Dafne.
Aves, brutos, fieras, peces...
Música.
(Dentro.) Aves, brutos, fieras, peces...
Dafne.
Dadme amparo...
Música.
(Dentro.)Dadme amparo...
Dafne.
Socorredme...
Música.
(Dentro.)Socorredme...
Dafne.
De un tirano...
Música.
(Dentro.)De un tirano...
Dafne.
De un aleve.
Música.
(Dentro.)De un aleve.
Apolo.
¿Ves cómo nadie te oye?
Dafne.
Veo que todos me ofenden.
¡Gran Peneo, padre mio!...
Música.
(Dentro.) Gran Peneo, padre mio...
Dafne.
Por tu honor y mi honor vuelve...
Música.
(Dentro.) Por tu honor y mi honor vuelve...
Dafne.
No permitas...
Música.
(Dentro.)No permitas...
Dafne.
Que yo llegue...
Música.
(Dentro.)Que yo llegue...
Dafne.
A ver ántes...
Música.
(Dentro.)A ver ántes...
Dafne.
Mi desdicha que mi muerte.
Música.
(Dentro.) Mi desdicha que mi muerte.
Apolo.
Primero, ingrata, en mis brazos
Que te alivien y consuelen
Los dioses á quien invocas,
Ni los cielos á quien mueves,
Verá el Amor...
[p. 329]Dafne y Música.
(Dentro.)No verá.
(Da vuelta un peñasco con Dafne, y queda á sus espaldas un laurel, con quien se abraza Apolo.)
Apolo.
¡Hados! ¿qué prodigio es este?
¡La beldad que á abrazar iba
Entre mis brazos, convierten
En yerto tronco los dioses,
Que de su llanto se duelen!
A cuyo prodigio pasman,
A cuyo asombro fallecen,
Aun más que ella mis sentidos;
Pero no mi fuego ardiente:
Pues á su pompa postrado,
Es bien que idólatra quede
A serlo más de sus hojas,
Que de mis rayos las gentes,
Adorando su hermosura,
Aun en su cadáver siempre.
Sale CUPIDO y todos los demas, como él los va llamando.—APOLO; DAFNE, convertida en laurel.
Cupido.
¡Íris bella!
Íris.
¿Qué me mandas? (Sale.)
Cupido.
¡Eco hermosa!
Eco.
¿Qué me quieres? (Sale.)
Cupido.
¡Sábia Libia!
Libia.
¿Qué me ordenas? (Sale.)
Cupido.
¡Silvio ingrato!
Silvio.
¿Qué pretendes? (Sale.)
[p. 330]Cupido.
¡Céfalo amante!
Céfalo.
¿Qué dices? (Sale.)
Cupido.
¡Ninfas del Peneo!
Ninfas.
¿Qué emprendes? (Salen.)
Cupido.
¡Pastores del valle!
Zagales.
¿A qué
Nos llamas? (Salen.)
Cupido.
Oidme, atendedme.
Bien sabeis que mi desaire
Fué (ya lo he dicho otras veces)
No ser mis armas capaces
De brutos, que amor no sienten.
El triunfo disteis á Apolo;
Y para que llegue á verse
Quién triunfa con más ventajas,
Quién más aplausos merece,
Quien vence fieras, ó quien
Vence al dios que fieras vence;
Volved los ojos, vereis
Que á un tronco adorando muere,
Porque esto de adorar troncos
De sus ídolos lo aprende.
Apolo.
Lo que por baldon, Amor,
Me dices, es bien acepte
Por blason de mis hazañas;
Que mi mayor triunfo es este
De saber amar, ya que
Confieso que tú me vences,
Pues solo amar sabe el que ama
Aun más allá de la muerte.
Dafne es esta, que á los dioses
Con su llanto compadece
Tanto, en culto de su honor,
Que en árbol me la convierten,
[p. 331]Tan raro que, vegetable
Jeroglífico, contiene
Su duracion en lo eterno,
Su juventud en lo verde.
Y yo, porque desde aquí
Por sagrado le venere
El mundo, elijo sus hojas
Para lauro de mis sienes;
Siendo su nombre laurel,
A quien ni el ábrego hiele,
Ni el cierzo abrase, gozando
De iguales verdores siempre.
Del rayo estará seguro;
Y para que más se aumente
Su honor, con él sus victorias
Han de coronar los reyes.
Bata.
Y añade que en las batallas
De aceitunas y escabeches
Será general.
Todos.
A todos
Tan gran prodigio suspende.
Rústico.
Sino á mí, que ya sé á qué
Sabe el ser tronco viviente.
Céfalo.
A mí sí, pues en mí el hado
Su influjo cumplió inclemente,
Y me ha de costar la vida
Quedar llorando su muerte.
Silvio.
Yo, aunque libre de su amor
Viva, á los dos aconseje
Que, en lôr suyo, de sus ramas
Llevemos.
Todos.
Bien nos adviertes.
Apolo.
Tened, esperad, que no
A todos se les concede
[p. 332]Ese honor.
Todos.
Pues ¿para quién
Le guardas?
Apolo.
Su dueño tiene;
Que yo de la astrología
Que en ese globo celeste
Cada dia leo, sé
Que habrá rey tan excelente
Que por su valor invicto,
Que por su ingenio prudente
Y por su persona amable,
Le merezca solamente.
Todos.
¿Qué rey?
Apolo.
El segundo Cárlos,
De tantos gloriosos reyes
Heredero, que no solo
Consiga el alto honor deste
Primero laurel del mundo,
Mas el de todos, de suerte
Que venga á ser su corona
El laurel de los laureles:
Cuyo generoso nombre,
El dia que se celebre,
Será comun alborozo
De tantas diversas gentes,
Que no habrá parte en el orbe
Que desde Oriente á Occidente
No le festeje y le aplauda.
Cupido.
Yo (á quien como Amor compete
La celebridad del dia,
Pues ninguno habrá que niegue
Que el amor de los vasallos
Patrimonio es de los reyes),
A pesar de Apolo (puesto
[p. 333]Que aunque él el laurel defiende,
No es triunfo suyo el dia que
Yo le gozo y él le siente),
Tengo de ser quien humilde
De sus hojas á ofrecerle
Llegue la triunfal guirnalda.
Todos.
Todos ufanos y alegres
Te acompañaremos.
Apolo.
Yo,
Vencido de Amor dos veces,
A ese fin seré el primero
Que su heroico nombre intente,
Si el alba le cuenta á dias,
Que el tiempo á siglos le cuente.
Pues todos haciendo caso
La imaginacion, que puede
Persuadirnos á la dicha
De que merecemos verle,
Postrados (como si aquí
Le tuviésemos presente)
El sacro Laurel de Apolo,
Con festivos parabienes,
Ofrezcamos á sus plantas,
Por si por dicha merece,
Siendo don nuestro, ceñir
El rizo Ofir de sus sienes.
Y porque la voz de amor
En todos á un tiempo suene,
Pues es de todos, conmigo
Decid lo que yo dijere.
Cupido.
(Canta.) Señor, amor en sombras...
Todos y Música.
Señor, amor en sombras...
Cupido.
De fabulosos dioses...
[p. 334]Todos y M.
De fabulosos dioses...
Apolo.
(Canta.) Y del amor vencido...
Todos y M.
Y del amor vencido...
Apolo.
El César de los orbes...
Todos y M.
El César de los orbes...
Íris.
(Canta.) El arco de la paz...
Todos y M.
El arco de la paz...
Íris.
Que vuestro imperio logre...
Todos y M.
Que vuestro imperio logre...
Eco.
(Canta.) El eco que le esparza...
Todos y M.
El eco que le esparza...
Eco.
En siempre heroicas voces...
Todos y M.
En siempre heroicas voces...
Todos.
Todos humildemente...
Música.
Todos humildemente...
Todos.
A vuestras plantas ponen...
Música.
A vuestras plantas ponen...
Todos y M.
Aquel laurel que pisa
La falda deste monte. (Bailando.)
Cupido.
(Canta.) Y pues hoy es el dia...
Todos y M.
Y pues hoy es el dia...
Cupido.
Que amor sus triunfos goce...
Todos y M.
Que amor sus triunfos goce...
Cupido.
Dénos la que ha de ser...
[p. 335]Todos y M.
Dénos la que ha de ser...
Cupido.
Amor de los amores...
Todos y M.
Amor de los amores...
(Canta Apolo, repitiendo siempre la música, y todos.)
Apolo.
(Canta.) Apolo os lo suplica,
previniendo esplendores,
Con que si á vos laureles,
A ella rayos coronen.
Íris.
(Canta.) En cuya paz, el aire
Nos dé tan feliz prole...
Eco.
(Canta.) Que el eco de su fama
Llene mares y montes.
Céfalo.
De suerte que á ser venga...
Silvio.
En unidad conforme...
Bata.
Todo en ella finezas...
Rústico.
Y todo en vos blasones...
Todos.
Siendo aqueste laurel
Cuando ambas sienes dore...
Música.
Bandera de los aires,
Garzota de las flores.
Todos.
De suerte que á ser venga,
Cuando ambas sienes dore
Este laurel, que pisa
La falda deste monte,
Bandera de los aires,
Garzota de las flores.
[p. 337]
[p. 338]
Adónis.
Marte.
Amor.
Vénus.
Belona.
El Temor.
El Desengaño.
El Rencor.
La Envidia.
La Ira.
La Sospecha.
Chato, villano.
Dragon, soldado.
Flora, ninfa.
Cintia, ninfa.
Clori, ninfa.
Libia, ninfa.
Celfa, villana.
Soldados.
Villanos.—Músicos.
[p. 339]
El teatro será de bosque, y van saliendo FLORA, CINTIA, CLORI y LIBIA, cada una de por sí, cantando en estilo recitativo, mirando al vestuario, y huyendo, como con asombro y admiracion.
Flora.
Al bosque, al bosque, monteros;
Que osadamente veloz
Va en alcance de una fiera
La hermosa madre de Amor.
Cintia.
Ventores, al valle, al valle;
Que empeñado su valor,
Se fía en que la hermosura
Aun vence más que el arpon.
Clori.
Al monte, al monte, sabuesos;
Que bien tendrá su esplendor
Contra los hombres poder;
Mas contra los brutos no.
Libia.
Lebreles, al llano, al llano;
Que del cerdoso terror,
Errado el tiro, embestida,
Peligra su perfeccion.
Flora.
Id...
Cintia.
Llegad...
Clori.
Corred...
[p. 340]
Libia.
Volad...
Las dos.
Que el cansancio...
Otras dos.
Que el temor...
Todas.
Ha desmayado en nosotras
Vida, alma, aliento y accion.
Vénus.
(Dentro.) ¡Ay infelice! ¿No hay
Quien me dé amparo y favor?
¿No hay quien me socorra ¡cielos!
En tan fiero lance?
Adónis.
(Dentro.)Yo,
Yo, que vivo iman del blando
Boreal norte de tu voz,
Pude en tu amparo llegar
A tan felice ocasion...
Saca ADÓNIS en brazos á VÉNUS.
Que acometido sin culto
Lo hermoso de lo feroz,
Solicitaba apagar
Su mejor estrella al sol.
Y adelantando á la planta
La saeta (que debió
De haber quitado la pluma
A una ala del corazon),
Tremolada en su cerviz,
Púa añadida se vió,
Como en sagrado castigo
De tan sacrílego error:
Con cuyo acertado impulso
El bandido bruto atroz
Dejó de seguirte, á tiempo
Que de tu fuga el pavor
Tropezó en tu ligereza,
[p. 341]Para que llegando yo,
Te recibiese en mis brazos:
Con que no queda deudor
Tu riesgo á mi beneficio,
Pues tan presto le pagó,
Que ha dejado la fineza
Ajada del galardon.
Vénus.
Ya que del pasado susto,
Gallardo hermoso garzon,
Mis fatigados alientos
Cobran la respiracion;
Y más viendo que la herida
Fiera, manchando el verdor,
Al monte á emboscarse vuelve,
Con que más segura estoy;
Sepa quién eres.
Todas.
Y sepan
Cuantas á su adoracion
Asisten, á quién deudoras
De tan gran dádiva son
Como la vida de Vénus.
Adónis.
¿Tú eres Vénus?
Vénus.
Sí, yo soy,
Deidad y reina de Chipre.
¿Mas de qué es la suspension?
Adónis.
De haber llegado á mirar
Prodigio tan superior,
Como que naciese nieve
Para que engendrase ardor.
¿Tú eres la madre de aquel
Desnudo vendado dios,
Que por más que dore el hierro,
Nunca ha dorado el error?
¿De aquel escándalo niño,
[p. 342]Tan siempre niño, que no
Es mayor que el dia que nace,
Y crece á no ser mayor?
¿De aquel tirano caudillo,
Que en la lid de una pasion
Hizo sinrazon, haciendo
Prisionera la razon?
¿De aquel intruso poder,
Que con el mismo dolor
Que en la prision atormenta,
Entretiene en la prision?
Pues perdona, que aunque sea
Mi más heroico blason
Haberte dado la vida,
Triunfo ha de ser no menor
No darte aplauso, porque
Veas que Adónis llegó
Solo en el mundo á lograr
En una victoria dos.
Vénus.
Oye, no porque pretenda
Aplausos tuyos, sino
Porque sepa quién blasona
Con tan libre presuncion.
Adónis.
Quien aborrecido hijo
Tan desde luego nació
De sus padres, que áun en ellos
No supo qué era aficion.
Mirra, mi madre, lo diga,
Pues apénas me engendró,
Cuando en odio del concepto,
Hurto de amante traicion,
Su mismo padre mi vida
Y su vida abandonó,
Tanto, que la dió la muerte:
[p. 343]Cuya mísera afliccion
En sus últimos alientos
Los dioses compadeció,
Convirtiéndola en un árbol,
De cuyo llorado humor,
Guardando el nombre de mirra
Nací bastardo embrion,
Maldecido de mis padres,
Y con tan gran maldicion,
Como que de un amor muera.
Considere tu atencion,
Si en mi horóscopo primero
Aborto de un tronco soy;
Si despues llevo tras mí
El heredado temor
De que de amor muera, puedo
No aborrecer al Amor.
A cuya causa, dejando
La comercial poblacion
De los hombres, de las fieras
Vivo una y otra mansion,
Tan huésped de las montañas,
Que muchas veces dudó
Su mismo vulgo, si era
La caza ó el cazador.
Y así, á mis hados, no á mí,
Culpa, cuando ves que voy
Huyendo de tí, en alcance
Del bruto que de mí huyó;
Que he de rematarle, ya
Que es tan rudo mi valor,
Que huyo de las hermosuras
Y de las fierezas no. (Vase.)
Vénus.
Oye, aguarda, escucha, espera
[p. 344]Advirtiendo que no es don
Para una dama una vida
Que afrenta su estimacion.
Tenedle, cielos.
Quiere seguirle Vénus, y sale MARTE al encuentro.
Marte.
¿A quién,
Hermosa Vénus, tu voz
Ansiosa llama, y de quién
Forma quejas?...
Vénus.
(Ap.)¡Muerta estoy!
Marte.
Que, segun al eco oí
(Que es tan liberal ladron,
Que hurtándote el medio acento,
Entero me le llevó),
Tu estimacion ofendida
Se lamenta: y es baldon
Que tú te quejes al cielo
Estando en la tierra yo.
¿Qué es esto, Vénus?
Vénus.
No sé.
Marte.
Considera que aunque estoy
Tan rendido á tu desden,
Tan postrado á tu favor,
No por eso no soy Marte;
Que ántes por eso lo soy,
Pues osar á una hermosura
Es el ánimo mayor.
¿Ves el militar estruendo,
Ves el bélico furor
Con que me aclaman las lides
Por su más guerrero dios,
Y más hoy, que Egnido y Délfos,
[p. 345]Islas de Marte y el Sol,
Arden en guerras, á cuya
Causa, ausente de tí estoy?
Pues todos mis triunfos, todas
Mis victorias, no lo son,
Hasta llegar á tí más
Vencido que vencedor.
Y así, no porque rendido
Me veas, juzgues que no
Te sabré vengar. ¿Quién pues
Te ofende?
Vénus.
(Ap.)¡Qué confusion!
Si le digo lo que ha sido,
Ha de mostrar su rigor
Contra ese jóven; y aunque
Pasó á desaire el favor,
No es desaire que me obligue
Mas que á sentirle.
Marte.
¿Pues no
Respondes?
Vénus.
¿Para qué quieres
Que te diga que el temor
De que te ame sin cariño,
Llega á tan mala ocasion,
Que acordándome de que
Fuimos fábula los dos
De los dioses... yo... si... cuando...
—Mas perdona, que no estoy
Para proseguir; que un susto,
Un delirio, una ilusion,
Un letargo, han embargado
Alma y vida. (Ap. Muerta voy.) (Vase.)
Marte.
¿Qué extrañeza es esta, cielos,
Que en Vénus mi afecto halló,
[p. 346]Que más que me calla el labio,
Me dice la turbacion?
¿Qué es esto, Flora?
Flora.
(Ap.¡Ay de mí!
Que su fiera condicion
No es para burlas.) No sé:
Clori lo dirá mejor. (Vase.)
Marte.
Clori, ¿qué es esto?
Clori.
Saliendo
A caza al primer albor...
Mas Cintia te lo dirá. (Vase.)
Marte.
Cintia.
Cintia.
Yo nada, señor,
Sé: mejor lo dirá Libia. (Vase.)
Marte.
Libia.
Libia.
(Ap.)Sin apelacion
He quedado para otra.
Marte.
¿Qué es esto?
Libia.
Tristezas son
De tu ausencia.
Marte.
Mientes, mientes:
Que á ser amante pasion,
Los que ayer fueron halagos,
No fueran despegos hoy.
Díme qué ha sido, ó la muerte...
Libia.
Suspende, Marte, la accion;
Que en efecto soy criada,
Aunque de deidad lo soy.
Vénus siguió un jabalí...
Y como, en fin, no es razon
Que acierte con ningun puerco
Ningun amoroso arpon,
Erró el tiro: con que él
Tan grosero la embistió,
[p. 347]Que peligrara, si un bello
Airoso galan garzon
No la socorriera.
Marte.
Calla,
No prosigas, ten la voz.
Si no era para callado
Lo que Libia me contó,
¿Por qué me lo calló Vénus?
Aquí hay segunda intencion.
¡Cuánto, cielos, se adelanta
La amante imaginacion!
(Dentro cajas y trompetas.)
Unos.
(Dentro) ¡Arma, arma!
Otros.
(Dentro.)¡Guerra, guerra!
Unos.
(Dentro.) ¡Viva Marte!
Otros.
(Dentro.)¡Viva el Sol!
Marte.
¿Pero qué lejano acento,
Ocupando la region
Del aire, llega á mi oido?
¿Quién trae estos ecos?
Aparece BELONA en un arco íris.
Belona.
Yo,
Que al fin, como hermana tuya,
Interesada en tu honor,
Vengo, Marte, á persuadirte
Que vuelvas por tu opinion;
Pues los de Délfos, sabiendo
Que te ausenta tu pasion,
Porque el Sol se lo ha contado,
(Que no calla nada el Sol),
Los ejércitos de Egnido
Asaltan, y tu favor
[p. 348]Aclaman cuantos en él
Te dan sacra adoracion:
A cuya causa mi ira,
Siempre tuya, le pidió
A Juno el arco de Íris,
Para que vuelvas veloz
A auxiliar tus gentes, que
Dicen en marcial clamor...
(Dentro cajas y clarines.)
Soldados.
(Dentro.) ¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra!
Unos.
(Dentro.) ¡Viva Marte!
Otros.
(Dentro.)¡Viva el Sol!
Belona.
¿Qué aguardas, pues?
Marte.
¡Ay, Belona!
Que has venido en ocasion,
Que rémora de mis iras
Cobardes sospechas son.
Pero mi fama es primero,
Vamos; que en viendo que doy
Fuerza á mi gente, verás
Que la quito á mi temor,
Volviendo donde... Mas esto
Lo dirá el tiempo mejor,
Cuando, si á verdades pasan
Sospechas que ahora son,
Diga el eco en más sangrientas
Lides de celos y amor...
Todos.
(Dentro.) ¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra!
¡Viva Marte! ¡Viva el Sol!
[p. 349]Despliégase el íris, baja BELONA, y arrebatando á Marte, desaparecen los dos, y salen CELFA y CHATO.
Chato.
¿Sabrás, Celfa, responder
A una duda?
Celfa.
A buen seguro.
Chato.
Desde que eres mi mojer,
¿Qué será...
Celfa.
Dí.
Chato.
Que de puro
Verte, no te puedo ver?
Celfa.
¿Sabrás responderme á mí
Tú á otra duda?
Chato.
Creo que sí.
Celfa.
Aborrida yo tambien,
¿Por qué no te quiero bien,
Ya que me muero por tí?
Chato.
Penas se toman y dan,
A un rofian enseñar plugo.
Celfa.
Y en favor del tal rofian
Yo ví azotar al verdugo.
Chato.
Yo enterrar al sacristan.
Celfa.
A todos su mismo error
El pago da.
Chato.
No lo niego,
Y porque lo veas mejor,
Yo conocí un vêdor ciego.
Celfa.
Y yo sordo á un auditor.
Mas dónde el discurso irá
A parar, saber espero.
Chato.
Todo marido es arriero
Que lleva cargas, y va
A dar en su paradero.
[p. 350]Cuando á ver á Vénus bella
El dios Marte viene aquí,
¿A qué efecto hace mi estrella
Que sea el mártes para ella,
Y el agüero para mí?
¿Qué soldadillo es aquel
Que suele venir con él?
Celfa.
¿Soldadillo? Es ilusion;
Porque no es sino dragon.
Chato.
¿Quién vió pena más cruel?
¿Dragon?
Celfa.
Sí, que de dragones
Marte allá en sus escuadrones
Diz que se sirve.
Chato.
¡Ay de mí!
Mas si es dragon, ¿cómo, dí,
Tú con él á hablar te pones
Cada noche en el jardin,
Adonde á Vénus servimos?
Celfa.
¡Ay! ¡qué maldito magin!
Chato.
Ello dirá... y pues venimos
A este monte, solo á fin
De hacer leña, yo sabré
Cortar un garrote, que
Diga si es dragon ó no.
Unos.
(Dentro.) Guarda la fiera.
Otros.
(Dentro.)To, to.
Otros.
(Dentro.) De aquella montaña al pié
La he descubierto.
Celfa.
¡Ay de mí!
Chato.
No te asustes, que por tí
Deben de decirlo: espera.
Unos.
(Dentro.) A la falda, á la ribera.
[p. 351]Sale ADÓNIS.
Adónis.
Decidme si por aquí
Herida, al amanecer
Visteis, villanos, correr
Una fiera.
Chato.
En todo el dia
No he visto, por vida mia,
Más fiera que mi mujer.
Si á ella, que bastante indicio
Da de ser fiera rabiosa,
Busca tan noble ejercicio,
Aunque para vos no es cosa,
Ahí está á vueso servicio. (Vase.)
Celfa.
No hagais caso de un villano
Tan tosco, rudo y grosero. (Vase.)
Adónis.
El jabalí sigo en vano,
Y pues no alcanzarle es llano,
Descansar á sombra quiero
Deste risco, pues me ofrece,
Matizado de colores,
En la alfombra que guarnece,
Verde lecho, que parece
Mullido catre de flores.
(Échase en el suelo.)
¡Cuánto vive aquí mejor
Ociosa la voluntad,
Que en el alcázar mayor,
Donde la deidad de amor
A mi costa sea deidad!
Dígalo en la verde esfera
Desta estancia lisonjera
Cansancio que en sueño pára;
Pues no durmiera si amara,
O no amara si durmiera.
[p. 352]Quédase dormido, y salen VÉNUS y las Ninfas.
Vénus.
Pues extremos que él vió,
O cajas que yo oí,
Ausentaron á Marte,
Dejadme discurrir
Sin mí y conmigo á solas,
El ameno país
Destos montes, en cuyo
Marañado confín
He de ver (¡ay de mí!)
Si hallo el descanso donde le perdí.
Flora.
Considera...
Vénus.
No tienes,
Flora, que me decir.
Libia.
Mira...
Vénus.
¿Qué he de mirar?
Cintia.
Advierte...
Vénus.
No he de oir.
Clori.
¿Tanto de una tristeza
Te dejas vencer?
Vénus.
Sí.
Dejadme pues, dejadme
Sola, todos os id.
Todas.
A pesar del amor
Que nos lleva tras tí,
Te dejaremos. (Vanse.)
Vénus.
Ya
Que las eché de aquí,
He de ver (¡ay de mí!)
Si hallo el descanso donde le perdí.
¿Qué género de ánsia,
Altos montes, decid,
Qué especie de penar,
[p. 353]Linaje de sentir,
Es el que en mí ha engendrado
Haber llegado á oir
Baldones del amor
A espíritu tan vil,
Que su deidad infama?
Y no tan solo aquí
Mis sentimientos cesan,
Sino que siendo así,
Que obligada y quejosa
Es forzoso impedir
Lisonjas de lo noble,
Injurias de lo ruin,
En cuyos dos extremos,
Quedando á discurrir
Si podrá agradecer
Quien tiene que sentir,
He de ver...
Adónis.
(Soñando.)¡Ay de mí!
Que me da muerte á quien la vida di.
Vénus.
Mas ¿qué triste lamento
Intenta interrumpir
Mis penas con sus penas?
La voz se oyó hácia allí.
¿Qué miro? Sobre un risco
Que supo persuadir
Al cansancio que era
Florido trasportin,
Del venatorio afan
Treguas dando á la lid,
Sobre la aljaba de oro
Y el arco de marfil
Dormido el jóven yace.
¡Oh si hubiera (á decir
[p. 354]Vuelvo otra vez, y ciento
Vuelvo otra vez y mil)
Cómo entre agradecida
Y quejosa, partir
Pudieran el camino
Lo ilustre y lo civil!
¿Daréle muerte? No.
¿He de vengarme? Sí.
¡Oh si hubiera un matar
Que no fuera morir!
Pero sí habrá; que yo
Llegando á prevenir
Cómo sin morir muera,
Y viva sin vivir,
He de ver...
Adónis.
(Soñando.)¡Ay de mí...
Vénus.
Si hallo el descanso donde le perdí.
Adónis.
(Soñando.)
Que me da muerte á quien la vida di!
Vénus.
¡Oh tú, velero dios,
Que en campos de zafir
Relámpago sin luz,
Pájaro sin matiz,
Huyendo mi regazo,
No hay remoto confín
Que no corras veloz,
Que no vueles sutil,
Oye mi voz!
AMOR, en lo alto.
Amor.
¿Qué quieres,
Oh tú, cuyo gemir
No sin causa acredita
Lo hermoso de infeliz?
[p. 355]Que ya á tu invocacion,
Del diáfano viril
Cortando las esferas
Me ves, para asistir
A tus lamentos, ser
De sus nubes neblí,
Sus páramos centauro,
Sus piélagos delfin
Siendo en su azul pensil
Árbitro de un cenit y otro cenit.
¿Qué quieres, pues?
Vénus.
Que veas
Que hay quien tenga sin tí
Vagabundo el pensar
Y ocioso el discurrir.
Dormido yace el que,
Despierto, tu gentil
Deidad desdeña, pues
Montaraz adalid
Blasona que ha sabido
Tu yugo sacudir,
Sin que su blando lazo
Le agobie la cerviz.
Y aunque en una ocasion
La vida le debí,
Atenta á todo...
Amor.
No
Tienes que proseguir,
Puesto que para mí
El delito le basta de dormir.
Del favor y la ira
El concepto entendí,
Y para que herir veas
Su pecho sin herir,
[p. 356]Este dorado arpon,
Pasando á serpentín,
Dese bruto diamante
Abrasado buril,
Verás que áspid de fuego
Muerde su pecho, á fin
De que los dos vengados
Con tiro tan feliz,
Apuremos así
Si es el amar matar y no morir.
(Dispara una flecha, que da en el corazon de Adónis, y vuela, y Adónis despierta asombrado.)
Adónis.
¡Favor, cielos divinos!
¡Dioses, piedad!
Vénus.
¿Quién, dí,
Te obliga á que des voces?
Que al llegarlas á oir
Veloz vengo, por ver
Si fuese tan feliz
Que el favor te pagase.
Adónis.
Si tú estabas aquí,
No en vano presumí,
Que me da muerte á quien la vida di.
Vénus.
¿Qué ha sido esto?
Adónis.
No sé,
Que á sombra me dormí
De estos troncos, y como
Se suelen repetir
En fantasmas del sueño
De aquello que ántes ví
Las especies, soñé
Que el fiero jabalí
Que á tí te daba muerte,
Volviendo contra mí
[p. 357]Las aceradas, corvas
Navajas de marfil,
Con mi sangre manchaba
Las rosas, que hasta aquí
De nieve fueron, para
Que fuesen de carmin.
Y no solo á este susto
Del sueño me rendí,
Pero sañudo áspid,
Que debió de encubrir
De su traidor veneno,
De su ponzoña vil
La astucia entre uno y otro
Macilento alhelí,
El corazon me ha herido,
Pues al restituir
El sentido, áun no cesa
El sentimiento en mí:
De suerte que despierto,
Duran en afligir
Ansias que fabriqué,
Temores que fingí,
Pasando ¡ay infeliz!
La sombra á luz, el pasmo á frenesí.
Vénus.
La pesadez de un sueño
Tal vez suele seguir
Al más despierto: y pues
No es lo que presumí,
En paz queda.
Adónis.
¿Tan presto
Quieres volverte?
Vénus.
Sí,
Que baldones de amor
No he de volver á oir.
[p. 358]Adónis.
No hace poco el que enmienda
Sus yerros; y si fuí
Grosero una vez, no otra
Lo seré.
Vénus.
¿Cómo así?
Adónis.
Como al verte sabré
Forzar y reprimir
Aquel amenazado
Influjo en que nací.
Vénus.
¿Pues no me viste entónces?
Adónis.
Confieso que te ví;
Pero no te miré.
Vénus.
¿Y hay cómo distinguir
El ver del mirar?
Adónis.
¿Pues
Hay quien ignore...
Vénus.
Dí.
Adónis.
Que el ver es solo ver,
Y el mirar advertir?
Vénus.
Y bien, ¿qué es lo que adviertes?
Adónis.
Que te llevas tras tí
En tus rizos del sol
Todo el dorado ofir,
Del aura en tus alientos
Todo el humo sutil,
Que en destiladas gomas
Cualquiera es ámbar gris;
Del monte en tu coturno
Todo el bello matiz,
Que en cintas de esmeralda
Son lazos de rubí;
Del abril en tu seno,
O blanco ó carmesí,
Todo el candor y nácar
[p. 359]Del clavel y el jazmin:
De suerte que dejando
Sin tí el sol sin lucir,
La aura sin respirar,
El monte sin vestir,
Y el abril, en efecto,
Sin lograr y pulir
Las flores ciento á ciento,
Las rosas mil á mil,
Quedan mustios sin tí
El sol, el aura, el monte y el abril.
Vénus.
¡Qué atrasadas lisonjas!
Adónis.
Perdona, que he de ir
Siguiendo tu hermosura.
Vénus.
¿A qué, si en mi jardin,
Que ya desde esta parte
Se deja descubrir,
De atalaya un laurel
Que abraza amante vid,
Todo es amor? Por señas,
Que dél á recibir
A su deidad las ninfas,
En alegre festin,
Salen al paso...—y tú,
Para llegar aquí,
No temes las fierezas,
Y las bellezas sí.
Adónis.
¡Ay! que no sé qué afecto...
Vénus.
No has de pasar de aquí.
Adónis.
Me hace no obedecer.
Vénus.
Y agradecer á mí. (Vanse.)
[p. 360]Múdase el teatro en el de jardin, y por las puertas salen, cantando y bailando, las Ninfas, CELFA y CHATO.
Todas.
Corred, corred, cristales,
Plantas, vivid, vivid,
Aves, cantad, cantad,
Flores, lucid, lucid,
Pues que vuelve Vénus
Hermosa y gentil,
Trayendo despojos
De amor tras sí,
Porque nadie pueda
Exento decir
Que el vivir no amando
Se llama vivir.
Corred, vivid, cantad, lucid.
Vénus.
¿Que aun no te vuelves?
Adónis.
No.
Vénus.
¿Y á entrar te atreves?
Adónis.
Sí.
Vénus.
Entra, pues, y vosotras
Alegres proseguid.
Música.
Corred, corred, cristales,
Plantas, vivid, vivid, etc. (Vanse.)
Tocan cajas y trompetas, y habiendo dicho dentro los primeros versos, salen MARTE, BELONA, DRAGON y Soldados.
Belona.
La planta fugitiva
Del laurel ceda al roble.
Todos.
¡Marte viva!
[p. 361]Marte.
Mejor, Belona, fuera
Decir la aclamacion que Marte muera;
Pues aunque de blasones
Victorioso en Egnido me corones
De Délfos, ¿qué ha importado,
Si en Chipre estoy á una ilusion postrado,
Cuyos vanos recelos
Ni celos son ni dejan de ser celos?
Belona.
Siendo de amor, no infama
Los heroicos asuntos de la fama.
Dragon.
Y más cuando en abono
De que pueda un barbado hablar, en tono
De falsete, cariño,
Llorando viejo y caducando niño,
No tiene otra disculpa,
Para no ser ridícula su culpa,
Que decir que de Marte
Es hijo Amor...
Marte.
Estaba por quitarte
Mil vidas...
Dragon.
Ten la mano:
Y ese recado á monseñor Vulcano.
Marte.
Que si de Marte fuera
Bastardo hijo el Amor, no introdujera,
Vilmente lisonjero,
Que valga más lo hermoso que lo fiero,
Temor que hoy en mí lucha.
Belona.
¿Cómo?
Marte.
Nadie aquí quede. Ahora escucha;
(Vanse Dragon y soldados.)
Que el fuego en que me abraso
Tú sola has de saber.
Belona.
Pues habla paso.
[p. 362]Hablan los dos en secreto, y sale EL AMOR, disfrazado, como recelándose.
Amor.
(Ap.) Ya que la altivez de Adónis,
Viendo ahora á Vénus, fué
(Pues en sus jardines yace)
Rendimiento y no altivez;
Receloso de que Marte
Lo ha de llegar á saber;
Sin alas, arco ni aljaba
Vengo á asistirle; porque
Como esté á la mira Amor
Sin ser conocido dél,
El más receloso amante
Nada que le digan crê.
Hablando con mi enemiga
Belona está: ¡oh si entender
Algo pudiera! La sombra
Me valga de este laurel. (Retírase.)
Marte.
Hasta aquí me dijo Libia,
Y aunque el que vida la dé
Un bello jóven, no importa,
Importa que ella...
Belona.
Deten
La voz, que entre aquellas ramas
Ruido he sentido. ¿Quién
En acecho de los dos
Hace las hojas cancel?
Marte.
¿Quién contra mi órden...
Amor.
(Ap.)¡Ay triste!
Marte.
Aquí ha quedado? (Descubre al Amor.)
Amor.
(Ap.)Si él
Me conoce, muerto soy,
[p. 363]Pues ha de querer saber
La causa de mi disfraz.
Marte.
¿Quién eres, díme, y á qué
Te ocultas entre estas ramas?
Amor.
Soy quien... sí... cuando, porqué...
Marte.
No te turbes; que no sabes
Cuánto sospechosa es
Para mí una turbacion;
Y más cuando llego á ver
Lo que se parece á otra
Que, traidoramente infiel,
Calló, troncada en la voz,
Y habló pálida en la tez.
¿Quién eres, pues?
Amor.
Quien, si tú
No lo sabes, no lo sé.
Marte.
¿Si no lo sé, no lo sabes?
Amor.
No, que tú lo has de saber
Primero que yo lo diga.
Marte.
Yo lo ignoro.
Amor.
Yo tambien.
Marte.
¿Enigmas me hablas ahora?—
¡Hola!
Salen DRAGON y Soldados.
Soldados.
¿Qué mandas?
Marte.
Prended
Aquese jóven.
Amor.
Será
Esta la primera vez...
Marte.
¿Qué?
Amor.
Que otro me prenda á mí,
Y yo no le prenda á él.
Belona.
¿Pues cómo escapar podrás
[p. 364]Solo de tanto poder?
Amor.
Ya que depuse las alas,
Me he de valer de los piés. (Vase.)
Marte.
Tenelle, que es el Amor.
Belona.
¿Cómo es posible sea él,
Sin conocerle hasta ahora?
Marte.
No eso admiracion te dé,
Porque el amor de un celoso
No es fácil de conocer,
Hasta que otras señas digan
Si es amor ó no lo es.
Y pues decir que ninguno
A él le ha podido prender,
Y que ha depuesto las alas,
Lo ha declarado más bien.
Seguidle todos, seguidle;
Que ya me importa saber
(Vanse los soldados.)
De su disfraz la intencion.
Pero yo en su alcance iré.
Belona.
¡Ay de tí, si á Amor que huye
Intentas seguir!
Marte.
¿Por qué?
Belona.
Porque nadie sigue á Amor,
Que en mayor riesgo no dé.
Marte.
¿Qué mayor que no apurar
Que aquí disfrazado esté
Y no le conozca yo? (Vase.)
Belona.
Sitiad el monte, corred
La campaña. (Vase.)
Dragon.
¿Quién vió andar
A ojeo de amor, ni quién
Amó, sino como yo,
Que si á Celfa quiero bien,
[p. 365]Es sólo el rato que importa
A la maraña? (Vase.)
Belona.
(Dentro.)Romped
Los riscos.
Voces.
(Dentro.)Al valle, al llano.
Sale AMOR.
Amor.
Favor los cielos me den;
Que sin alas, el aliento
Empieza á desfallecer.
Aquí hay una quiebra: ella
Me ha de amparar y valer
Contra las iras de Marte.
Deseng.
(Dentro.) Sí hará, que este el centro es
Donde siempre pára Amor.
Dragon.
(Dentro.) De aquella montaña al pié
Entra á una gruta.
Marte.
(Dentro.)Aunque fuera
Al báratro, entrara en él.
Entra AMOR por un lado y sale por otro, en cuyo espacio se ve el teatro de la gruta, y él no hace más que atravesar por ella, y salen MARTE y DRAGON.
Dragon.
En poco nos ha engañado,
Que yo pienso que lo es,
Segun horroroso y triste
Se nos muestra.
Marte.
Dices bien,
Pues nunca la planta, pues nunca la vista
Pisó temerosa, previno confusa
Tan lóbrega estancia, mansion tan horrible,
[p. 366]Prision tan funesta ni cárcel tan dura.
A la escasa luz que dispensa
El torpe bostezo que entreabre la gruta
(Porque el sol que de miedo no pasa,
De léjos la acecha, áun más que la alumbra),
Melancólico espacio diviso
De negras paredes, que teas ahuman,
Colgadas de grillos, cadenas y lazos,
Trofeos que infaman deidad que no ilustran.
Dragon.
Aun no sólo mirados asombran
Despojos tan viles, mas oidos asustan.
(Dentro ruido de cadenas.)
Marte.
Dices bien, que al compas de arrastradas
Prisiones, llorosos lamentos se escuchan.
Dragon.
Atiende, quizá sabrás quién avisa
Del fúnebre centro en la esfera nocturna.
Música.
(En tono triste, dentro.)
¡Ay de aquel que en principio de celos,
Huyendo el Amor, no le deja que huya!
Marte.
¿Ay de aquel que en principio de celos,
Huyendo el Amor, no le deja que huya?
¿Quién eres, oh tú, que la ajena desdicha,
Mirándola mia, la tienes por tuya?
Temor.
(Dentro.)
Quien pena...
Sospech.
(Dentro.)
Quien siente...
Envidia.
(Dentro.)
Quien gime...
Ira.
(Dentro.)
Quien llora...
Temor.
Tu asombro.
Sospech.
Tu pena.
Envidia.
Tu queja.
Ira.
Tu angustia.
Marte.
Mi angustia, mi queja, mi pena, mi asombro,
¿Hay quien lamente?
Todos.
Sí, pues que pronuncia:
[p. 367]¡Ay de aquel que en principio de celos,
Huyendo el Amor, no le deja que huya!
Marte.
A pesar del pavor, de quién eres
Haré hoy experiencia la que era pregunta.
Va saliendo cada figura con su verso, EL TEMOR con una hacha, LA SOSPECHA con un anteojo de larga vista, LA ENVIDIA con un áspid, LA IRA con un puñal, todas con mascarillas, y vestidas de negro.
Temor.
Quien vive...
Sospech.
Y no vive...
Envidia.
Quien muere...
Ira.
Y no muere...
Temor.
Entre ánsias...
Sospech.
Asombros...
Envidia.
Horrores...
Ira.
Y furias...
Marte.
Del oido pasando á los ojos,
De nuevo al principio se vuelven mis dudas.
¿Has visto jamás tan pálidas sombras?
Dragon.
¿Yo habia de ver tan horrendas figuras?
Marte.
¿Quién sois, decid, y qué bóveda es esta,
Que tiene (¡ay de mí!) tal familia por suya?
Temor.
Esta es de los celos...
Sospech.
La mísera cárcel...
Envidia.
Adonde de Amor...
Ira.
Siempre paran las fugas.
Todas.
¡Ay de aquel que en principio de celos,
Huyendo el Amor, no le deja que huya!
Marte.
¿Quién eres, oh tú, que con trémula antorcha
Saliéndole al paso, al que alumbras deslumbras?
Temor.
Yo soy aquel miedo que tiene el que ama
[p. 368]De cuánto achacosa es cualquier hermosura;
Y así, tropezando en primeros temores,
Le sirvo la luz, y déjole á oscuras,
(Apaga la luz.)
Porque busca con ella su daño,
Y luégo le pesa de hallar lo que busca.
Marte.
Y tú, que á un cristal parece que, corta
De vista, le estás graduando las lunas,
¿Quién eres?
Sospech.
Yo soy la Sospecha, que al miedo
Le piso la sombra.
Marte.
Y bien, ¿qué procuras?
Sospech.
Que artificioso este anteojo de vidrio,
Creciendo los grados á cuanto presuma,
Represente de un álamo un monte,
De un átomo un mar, de una gota una lluvia.
Envidia.
Y yo, que siguiendo anteojos de aumento,
Doy luego por ciertas ajenas fortunas,
Anudando un áspid á otro,
De envidia en mi seno les doy la cicuta.
Ira.
Con que á la Envidia siguiendo la Ira,
Los áspides que ella enlaza y anuda,
En víboras yo convierto de acero,
Que para venganzas afilen sus puntas.
Las cuat.
Y las cuatro, que somos las guardas
Del preso que yace en prision tan oscura,
Al peregrino el riesgo avisamos;
Mas todos le oyen y nadie le escucha.
Marte.
Pues ya que el aviso decís cuánto en vano
Al peregrino el riesgo le anuncia,
Ya que yo entré, ¿quién el preso es de celos?
Todas.
Aquella vejez helada y caduca...
[p. 369]Vese dentro de la gruta EL DESENGAÑO, con barba larga, vestido de pieles, y con prisiones.
Temor.
Qué triste...
Sospech.
Padece...
Envidia.
Postrada...
Ira.
Rendida...
Temor.
Fatigas...
Sospech.
Desprecios...
Envidia.
Baldones...
Ira.
Y injurias...
Marte.
Quién es, sepa pues.
Todas.
Es el Desengaño,
Por quien repetimos, ya solas, ya juntas:
¡Ay de aquel que en principio de celos,
Huyendo el Amor, no le deja que huya!
Deseng.
¡Oh tú, que venciendo á todos,
A tí solo no te vences,
Y con humanas pasiones,
Divinas señas desmientes!
Sabrás que en aquesta cárcel
Para que nadie le encuentre,
Con várias guardas los celos
Preso al Desengaño tienen.
Pero ya que huyendo Amor,
Escapar de tí pretende,
A estos umbrales, adonde
Su fatiga va á dar siempre,
Mira, ¿qué quieres de mí?
Pues alcanzarle á él no puedes,
Porque en llegando aquí, todas
Sus pompas se desvanecen.
Marte.
¿Qué quieres que de tí quiera,
[p. 370]Quien siguiendo á un ciego viene,
Que visto se desconoce,
Y no visto no se entiende,
Sino saber con qué causa
Hoy disfrazado pretende
Asistirme y huir de mí?
Deseng.
Si á tanto empeño te atreves,
Díle al Temor que te traiga,
La Sospecha que te acerque,
La Envidia que te desmaye,
Como al Rencor que te aliente.
(Descubre un espejo, y vese en él lo que dicen las coplas.)
Las cuat.
Sí haremos, para que juntas
Corriendo la nube débil
Este empañado cristal
Veas claro y transparente.
Marte.
Ya lo está.
Deseng.
¿Qué ves en él?
Dragon.
Señores, ¿qué encanto es este?
Marte.
De las campañas de Chipre
El más deleitoso albergue,
En cuya apacible estancia
Festivos coros alegres
De ninfas, la falda al monte
Van floreciendo dos veces.
Dragon.
Hasta Chato y Celfa van.
Marte.
Pues eso ¿por qué te ofende?
Dragon.
Porque las mujeres proprias
No han de ser proprias mujeres.
¿Faltábala con quien ir
A una pícara insolente
Que no fuese su marido?
Marte.
Calla, bárbaro, y atiende.
Ya el ojeo pasa, y ya
[p. 371]Por várias sendas descienden
Vénus y un gallardo jóven,
Que amorosos y corteses,
Con los brazos se saludan,
Y el uno al otro se ofrece
Los despojos de la caza.
¡Que aquesto mire! ¡Oh aleve
Cristal! perezca tu luna,
Aun cuando la del sol fuese,
Si es verdad porque es verdad,
Y si mientes porque mientes.
Todos.
Aunque quebrarla pretendas,
No hayas miedo que la quiebres.
Marte.
¿Por qué?
Todos.
Porque el desengaño
Sus sombras desaparece,
Luego que antídotos suyos,
Que sanan con lo que duelen,
Dando la muerte dan vida.
Marte.
¿De qué suerte?
Todos.
Desta suerte.
(Dentro ruido como de terremoto, y desaparecen el Desengaño, y las otras cuatro figuras.)
Marte.
¿Quién crêrá que Marte huya
De ver prodigio tan fuerte? (Vase.)
Dragon.
Ni ¿quién que Dragon de Celfa
Celos maridales siente? (Vase.)
[p. 372]Cúbrese la gruta y vense los jardines, y en ellos VÉNUS sentada, ADÓNIS en sus faldas, y las Ninfas; CHATO y CELFA.
Vénus.
En tanto que declinando
El sol sus ardores temple
Para volver á la caza,
Porque conmigo no eches
Ménos á tu inclinacion,
Descansar, Adónis, puedes
En estos jardines.
Adónis.
¿Qué
Echará ménos quien tiene,
Cuando merecen sus dichas
Las dichas que no merecen,
Afianzada en tus favores
La costa de tus desdenes?
Vénus.
Vosotras, porque no haya
Cosa que no le deleite,
Cantad algo.
Chato.
Celfa, ven
A hacer unos ramilletes
Para el nuevo amo.
Celfa.
Veamos
Cómo una música puede
Parecer entre otra.
Chato.
Como
Entre lo rojo lo verde.
Coro 1.º de ninfs.
No puede Amor
Hacer mi dicha mayor.
Coro 2.º de ninfs.
Sí puede Amor.
Coro 1.º
No puede Amor
[p. 373]Ni mi deseo
Pasar del bien que poseo;
Porque crecer el empleo
De tan divino favor,
No puede Amor.
Coro 2.º
Sí puede Amor...
Los dos.
Hacer mi dicha mayor.
Adónis.
Aunque la letra que oí
En lo primero que ofrece,
Que habla conmigo parece,
Pues yo el más dichoso fuí,
Perdona, si
En lo segundo mi error
Funda mejor
Su dicha.
Vénus.
¿De qué manera?
Adónis.
Como la contienda era
De vuestro dulce primor...
Él y Coro 1.º
No puede Amor
Hacer mi dicha mayor.
Él y Coro 2.º
Sí puede Amor
Hacer mi dicha mayor.
Adónis.
La dicha no merecida
Se posee desairada;
Que mal puede estar hallada
Sin achaques de perdida;
Y mi vida
Más quisiera merecer,
Que poseer:
Luego si Amor puede dar
Dicha que es más singular
Cuanto hay de mérito á error...
Él y Coro 2.º
Bien puede Amor
Hacer mi dicha mayor.
[p. 374]Vénus.
Dicha que á ser dicha crece,
Aun ántes que sea esperanza,
Es dicha del que la alcanza,
Mas no del que la merece:
Y si se ofrece
La dicha sin merecella,
Dando cuanto puede en ella
De mérito y de valor...
Ella y Coro 1.º
No puede Amor
Hacer mi dicha mayor.
Adónis.
El que sin proprio interes
Logró dichas semejantes,
Haberlas logrado ántes
Podrá merecer despues:
Luego si es
Suya en la segunda accion
La estimacion
Que hacer de su dicha puede
Y en ella Amor le concede
Que pueda quedar mejor...
Él y Coro 2.º
Bien puede Amor
Hacer mi dicha mayor.
Vénus.
Servir el favorecido
No es en leyes del cuidado
Mérito de enamorado,
Que es deuda de agradecido.
Y el más rendido
Podrá agradecer y amar;
Mas no aumentar
Los grados á la fineza;
Que es ser nieve cuando empieza,
Y cuando fallece ardor.
Ella y Coro 1.º
No puede Amor
Hacer mi dicha mayor.
[p. 375]
Adónis.
No hace poco el que agradece.
Vénus.
El que agradece, ¿qué hace?
Adónis.
Por lo ménos satisface.
Vénus.
Satisface y no merece.
Adónis.
En fin, ofrece
Lo que puede su ventura.
Vénus.
Es locura,
Si ofrece y no sacrifica.
Adónis.
¿Eso no implica?
Vénus.
No implica;
Que una vez mio el favor...
Ella y Coro 1.º
No puede Amor
Hacer mi dicha mayor.
Adónis y Coro 2.º
Sí puede Amor
Hacer mi dicha mayor.
Sale AMOR.
Amor.
Sí puede y no puede Amor
Hacer la dicha mayor.
No puede, pues que no puede
Crecer las delicias;
Y sí puede, supuesto que puede
Torcer las desdichas.
Marte, á quien quise asistir,
Temiendo sus iras,
Penetró del disfraz y el acecho
La cauta malicia.
Y como hácia el Desengaño
Es siempre mi huida,
A pesar de las guardas de celos,
Rompió sus ruinas.
Habiendo en su espejo visto...
Mas ¿qué hay que repita,
[p. 376]Si los montes, que al verle estremece,
Mejor te lo avisan?
Mira tú pues qué defensa
Poner solicitas,
Pues celosa su furia amenaza
A quien...
Vénus.
No prosigas:
Y tú, Adónis, porque aquí
No te halle su vista,
De aqueste jardin pasando á los montes,
Restaura tu vida.
Adónis.
¿Cómo puedo, ingrata Vénus,
Ya más que benigna,
Asaltado tambien de sospechas,
Que es fuerza me embistan,
Dejando tu vida á riesgo,
Cuidar de la mia?
Vénus.
En cuanto á tus celos, tener á un tirano
Temor, no es caricia:
Y en cuanto á mi vida, piensa
Que está defendida;
Porque como aquí á tí no te encuentre,
En nada peligra.
Huye pues, huye á los montes.
Adónis.
Venció mi porfía;
Que Amor pudo, pues pudo sin celos
Hacer más mis dichas. (Vase.)
Todas.
Aunque él huya, ¿como tú
A verle te animas?
Vénus.
Como industria habrá con que enfrene
Sus sañas altivas.
Amor.
¿Qué industria hay contra los celos?
Vénus.
La siempre encendida
Fragua en que á Júpiter forja Vulcano
[p. 377]Los rayos que vibra.
Para el abrasado temple
Que montes fulmina,
De venenosas aguas se vale,
Leteas y Estigias.
Destas pues rompiendo los diques
Las furias impías,
Haré que estas fuentes sus tósigos corran,
En voz de mis ninfas,
Cuyas disonantes voces
Verás que al oirlas,
Adormecido el sentido... Mas esto
Su efecto lo diga,
Cuando al callado conjuro...
(Dentro ruido.)
Amor.
Si deso te fías,
Prevente; que á mí el asombro de verle
De aquí me retira. (Vase.)
Vénus.
Ninguna huya de vosotras.
Sale MARTE.
Marte.
Aleve enemiga,
En quien como en mí humanas pasiones
Se mienten divinas,
¿Juzgaste que tus engaños,
Traiciones, mentiras,
Pudieran jamás á sospechas de Marte
Negar sus noticias?
¿Dónde está el amante que
Mudable acaricias?
Que no quiero que empiece por tuya
Venganza que es mia.
No en lo débil debe el rayo...
[p. 378]Vénus.
Suspende las iras;
Que vienes no bien informado de alguna
Loca fantasía.
(Ap.) Ya es tiempo: ¿qué esperais, Furias?
(Corren las fuentes.)
Marte.
Por más que te finjas
No culpada en mis celos, en vano
Negarlos codicias,
Porque ¿cómo?... Pero ¿quién
De aliento me priva?
¿Quién la lengua entorpece y las voces
Del labio me quita?
Porque ¿cómo puedes?... ¡Cielos!
El juicio delira,
La razon fallece, y la luz
Se pierde de vista.
Vénus.
¿Ves como tus sinrazones
Los dioses castigan?
Habla pues: ¿en qué fundas tus quejas?
Marte.
No puedo decirlas.
Adormécese MARTE, y sale BELONA.
Belona.
Sí puedes; que yo, que á todo
Estoy á la mira,
Al ruidoso estruendo del agua
Que impura te hechiza,
Con otro estruendo sabré
Vencer la malicia.
Vénus.
¿Tú? ¿cómo?
Belona.
Al metal haciendo que brame,
Y al parche que gima.
Suenen idiomas de Marte,
Y en voces altivas
[p. 379]Confundid un rüido con otro,
Y viva el que viva.
(Cajas dentro.)
Voces.
(Dentro.) ¡Al arma, celos, al arma!
Que agravios obligan,
Y para venganzas á Marte despiertan,
Alientan y animan.
Marte.
(Despierta.) ¿Qué nuevo espíritu en mí
Es bien que revista
Este estrépito de armas, que cobra
Mis sañas perdidas?
Vénus.
(Ap.) Si voces de agua y de fuego
Contrarias militan,
Las del aire excedan á todas.
Marte.
¿Juzgaste, enemiga?...
Ninfas.
(Dentro.) No al arma, celos, no al arma;
Que ofensas se olvidan,
Y al letargo adormida la queja,
Ni llore ni gima.
Marte.
Aunque cobrado pretenda
Volver á mis iras, (Adormecido.)
No puedo, ¡ay de mí!
Belona.
Prosiga el estruendo.
Vénus.
Las voces prosigan.
(Cajas.)
Voces.
(Dentro.) ¡Al arma, celos, al arma,
Que agravios obligan!...
Ninfas.
(Dentro.) No al arma, celos, no al arma;
Que ofensas se olvidan.
Voces.
Y para venganzas á Marte despiertan,
Alientan y animan.
Ninfas.
Y al letargo adormida la queja,
Ni llore ni gima.
Marte.
De una confusion en otra
[p. 380]No sé lo que elija,
Entre aguas que aduermen, acentos que elevan
Y cajas que incitan.
Belona.
Y en fin, ¿á qué te resuelves?
Vénus.
Dí, ¿qué determinas?
Marte.
Sin vengarme en tu vida, tirana,
Vengarme en tu vida.
Y pues tu cobarde amante
Huyó de mi vista,
Tras él he de ir, penetrando los montes,
Llevando por guia
Estos dos villanos, que
Sus faldas y cimas
Registren conmigo, pues saben adónde
El temor le retira.
Celfa y Chato.
Nosotros tal no sabemos.
Marte.
Venid pues aprisa.
Los dos.
Aun yendo despacio, iremos cansados.
Marte.
Venid.
(Vanse Marte, Belona, Celfa y Chato.)
Los dos.
¡Qué desdicha!
Vénus.
Porque no le busque y le halle,
Esferas divinas,
Empañad desos velos azules
Las luces que brillan.
Y tú, Júpiter, pues sabes
Lo que es amar, mira
Que nunca mejor que ahora empleaste
Los rayos que vibras,
Pues nunca mejor se emplean
Sagradas tus iras.
[p. 381]Vase con sus ninfas, y con esta música se muda el teatro en monte, y vuelve MARTE, trayendo de la mano á CHATO y CELFA.
Marte.
Pues sabeis por donde fué,
¿Quién duda que sepais dónde
Este cobarde se esconde?
Celfa.
Yo, señor Marte, no sé
Más de que muy asustado
Huir de su vista previno.
Chato.
Bien como hijo de vecino
De los que entran por un lado,
Y por un lado tambien
Los escapa su temor,
Luego que señor mayor
Llama á la puerta.
Celfa.
Mas quien
Tan parto es destas montañas,
Es cierto que á ellas vendria.
Marte.
Pues al albergue de guía
Me servid, que en sus entrañas
Tiene.
Chato.
Es vana pretension;
Que no sabemos allá.
Marte.
De otra manera será.
Celfa.
¿De qué manera?
Marte.
(Llamando.)¡Dragon!
Chato.
No al Dragon llamar intente,
Que anda en su conversacion;
Que no hace falta el Dragon
Adonde está la serpiente.
Marte.
¡Dragon!
Chato.
A huir me acomodo.
[p. 382]Marte.
¡Dragon!
Chato.
¡Ay triste de mí!
¿Hácia dónde está?
Salen DRAGON y Soldados.
Dragon.
Hácia aquí,
Esperándote, del modo
Que tú me mandaste, estoy.
¿Qué quieres?
Marte.
Que estos villanos,
Atados de piés y manos,
A estos troncos queden hoy.
(Los soldados atan á Chato, y Dragon á Celfa. Vanse los soldados.)
Dragon.
En fin, ingrata, has venido
A mis manos.
Celfa.
Pues ¿en qué
Te he ofendido?
Dragon.
Yo lo sé.
Voces.
(Dentro.) Huid, pastores.
Marte.
¿Qué ruido
Es este?
Salen villanos huyendo por delante de ellos, y despues ADÓNIS, flechado el arco.
Unos.
Huid, que del monte
El herido jabalí,
Que há tantos dias que aquí
Es terror deste horizonte,
Baja al valle, donde vuelva
A hacer estragos mayores.
Otros.
Huid, zagales.
[p. 383]Otros.
Huid, pastores.
Todos.
Al llano, al bosque, á la selva. (Vanse.)
Adónis.
No temais; que si le alcanza
Mi altiva velocidad,
Lo que ántes fué agilidad,
Ahora será venganza,
Como primero instrumento
De mi desdicha cruel. (Vase.)
Chato.
Pues el que busca es aquel
Que atras va dejando el viento,
¿Para qué nos quiere ya?
Marte.
Dices bien, aquél es, sí,
El que tan dichoso ví;
Y pues tras la fiera va,
En que empezó la primera
Fineza suya el Amor,
Empiece de mi furor
Tambien la ira. ¡Oh tú, Megera,
Que de las tres furias eres
La que más á Marte asiste!
En aquel bruto reviste
Toda la saña que adquieres.
Vean prados, montes, cielos,
Que en venganza de una injuria
De toda una infernal furia
Nada les sobra á los celos. (Vase.)
Chato.
Con que aquí ya no hay que hacer.
Dragon.
Sí hay, por si falta lugar
Despues.
Chato.
¿Qué es?
Dragon.
No más que dar
De coces á su mujer.
Chato.
Si eso solo falta,
Y á usted le importa,
[p. 384]Ahí (por eso se dijo)
Me las den todas.
Celfa.
Pues ¿por qué á mí de coces,
Seor Dragoncillo?
Dragon.
Por conjunta persona
De su marido.
¿No le basta á un pobre hombre
Sufrirla en casa,
Sino que á los ojeos
Con él se vaya?
Celfa.
¿Qué delito es ese,
Si hay en tal tiempo
Maridos que no sirven
En los ojeos?
Dragon.
Aunque nunca estorben,
Es fuerte cosa
Ser la mujer grillo,
¿No basta esposa?
Y áun si fuera con otro,
Poco importara;
Pero ¡con su marido! (Pegándola.)
Celfa.
Basta.
Dragon.
No basta.
Chato.
(Ap.) El Dragon es un santo,
¿Quién vió, señores,
Gente más ajustada
Que los dragones?
Dragon.
Quédese ella para ella,
Y él para un asno. (Vase.)
Chato.
Y áun por eso he tenido
Tan lindo rato.
Celfa.
¡Que cargarme de coces
Le deje un tonto!
Chato.
Hija, esas son las cargas
[p. 385]Del matrimonio.
Celfa.
Bien ves, pícaro, infame,
Cómo me ha puesto.
Chato.
Y por no verlo, diera
Volver á verlo.
Celfa.
¿Que á tu esposa dejes
Que den de coces?
Chato.
Como aquesos trabajos
Pasan los hombres.
Celfa.
Pues en tí he de vengarme
De sus desprecios. (Embiste con él.)
Chato.
Para mí tendreis manos.
Adónis.
(Dentro.) ¡Valedme, cielos!
Chato.
Pero ¿quién á su cargo
Toma mi queja?
Celfa.
Aun mayores prodigios
Hay en la selva;
Pues en desmandadas tropas
De esparcidos escuadrones
Todas las ninfas de Vénus
Huyendo vienen.
Sale VÉNUS, suelto el cabello, medio desnuda, ensangrentadas las manos.
Vénus.
Pastores,
Decidme (¡ay de mí!), decidme
Si dijeron unas voces
«¡Piedad, cielos!»
Adónis.
(Dentro.)¡Piedad, cielos!
Vénus.
¡Favor, dioses!
Adónis.
(Dentro.)¡Favor, dioses!
Vénus.
Mas no teneis que decirme,
Si ellas mismas me responden
[p. 386]Que es cuyo temo el gemido,
Y cuyo imagino el golpe.
Suyo es, sin duda, ¡ay de mí!
Y aunque tan cerca se oye,
No sé si osaré llegar
A examinarlo.
Sale BELONA.
Belona.
No oses,
Pues áun yo compadecida
Troqué á lástimas rencores
Al ver tus penas; y así
Digo otra vez que no oses
Si no quieres ver tan fiero
Trágico asunto, tan torpe,
Como ver que salpicando
Los más cándidos albores,
No sé qué vivo cadáver
Desde la cumbre de un monte
Rosas deshojadas vierte
A un valle que las recoge.
Vénus.
Yo he de ver quién es.
Salen LIBIA y las Ninfas.
Libia.
No veas,
Que yo al temer que en horrores
O su gemido me aflija
O su queja me congoje,
Vengo huyendo con el miedo
De que sea el que así llore
El más venturoso amante
Y el más desdichado jóven.
[p. 387]Vénus.
¿No es peor dudarlo?
Belona.
No,
Que la duda no supone
Lo que la evidencia, y temo
Como la verdad te informe,
Que sientas saber quién es
El que en pena tan enorme
Con su sangre les infunde
Nuevo espíritu á las flores.
Vénus.
Entre temer y apurar
Término no se conoce.
Belona.
Sí conoce, cuanto dista
Que el mal se dude ó se ignore;
Y así, ¿para qué has de ver
Que humana púrpura corre?...
Todas.
Tanto, que della animadas,
Cada flor es un Adónis.
Vénus.
¡Un Adónis! ¡Ay de mí!
¿Cómo, soberanos dioses,
Cielo, sol, luna y estrellas,
Riscos, selvas, prados, bosques,
Aves, frutos, fieras, peces,
Troncos, plantas, rosas, flores,
Fuentes, rios, lagos, mares,
Ninfas, deidades y hombres,
Sufrís tal estrago?
Sale MARTE.
Marte.
Como
La paz me dió más blasones
En un pastoril albergue
Que la guerra entre unos robles:
A cuya causa, tirana,
[p. 388]No hubo en todo este horizonte
Ni risco que no examine,
Ni peñasco que no toque;
Tanto, que no dirá uno
Que el rencor de mis rencores
Le dejó por escondido
O le perdonó por pobre;
Hasta que la misma fiera,
De mi ofensa primer móvil,
Primer móvil de mi ira,
Halló al que de mí se esconde.
Y porque mejor lo veas,
Llega, fiera, llega donde,
Bien herido y mal curado,
Se alberga un dichoso jóven...
Descúbrese á ADÓNIS, muerto entre unas flores.
Vénus.
¡Ay infelice de mí!
Injusto amante, que pones
En la fuerza de tus sañas
La fuerza de tus amores;
Aunque tirano te vengues,
Por lo ménos no blasones,
Que sin tirarle Amor flechas
Le coronó de favores:
Flechas le tiró el Amor,
Temida deidad de Jove,
Tanto, que porque tus celos
Su mayor triunfo no borren,
Vivirá á su ruego eterno,
Aunque ahora en él y en mí notes
Las venas con poca sangre,
[p. 389]Los ojos con mucha noche. (Cae sin aliento.)
Todas.
Con la fuerza del dolor
Cayó desmayada sobre
Las rosas, y sus espinas
Van violando sus colores...
La parte superior del teatro será de cielo: vese un sol que se va poniendo, y al mismo tiempo sale una estrella: el AMOR está en lo alto, y VÉNUS y ADÓNIS van subiendo, cada uno á su lado.
Amor.
Porque vean que no en vano,
Cuando en púrpura se tornen,
Le halló en el campo aquella
Vida y muerte de los hombres,
Júpiter, pues, conmovido
O indignado de que goce
Sin los imperios de un alma
Los de una vida tu nombre,
Desa derramada sangre
Quiere que una flor se forme,
Y que de aquella se vistan
Roja púrpura las flores,
Para que en tierra y en cielo
Estrella y flor se coloquen:
A cuya causa, subiendo
Donde entrambos se coronen,
Verás que desde este dia,
Con la nueva luz de Adónis,
Sale la estrella de Vénus
[p. 390]Al tiempo que el sol se pone.
Todos.
El horror de la tragedia
A vuestra vista se esconde,
Viendo que ya todo es dichas.
Marte.
No es todo sino rigores,
Al ver que á triunfos de Amor
Otra vez mis celos tornen,
Supuesto que Flor y Estrella
Ascienden Vénus y Adónis,
Al tiempo que se ve el sol (Suben.)
Entre pardos arreboles,
Y la enemiga del dia
Su negro manto descoge.
Vénus.
Pues porque mejor lo digas,
Los dulces acentos oye...
Adónis.
Con que nos aclama á un tiempo
La música de dos orbes.
Todos.
A pesar de los celos
Sus triunfos logre
El Amor, colocados
Vénus y Adónis:
Y reciban ufanas
Y eternas gocen
Las estrellas su estrella,
Su flor las flores.
Belona.
A cuyo aplauso festivo
Fin á su fábula pone
La púrpura de la rosa,
Volviendo á decir las voces...
Todos.
A pesar de los celos
Sus triunfos logre
El Amor, colocados
Vénus y Adónis:
Y reciban ufanas
[p. 391]Y eternas gocen
Las estrellas su estrella,
Su flor las flores.
(Iguálanse con el Amor, escóndense los tres y el sol, queda la estrella, y dase fin.)
[p. 393]
AUTOS SACRAMENTALES.
[p. 395]
[p. 396]
El Rey Baltasar.
Idolatría, dama.
Vanidad, dama.
Daniel, viejo.
Pensamiento.
Muerte.
Una Estatua, á caballo.
Músicos.
[p. 397]
Jardin magnífico del palacio de Baltasar, con un cenador y un muro al fondo.
Sale EL PENSAMIENTO, vestido de loco, de muchos colores, y DANIEL, tras él, deteniéndole.
Daniel.
Espera.
Pensam.
¿Qué he de esperar?
Daniel.
Advierte.
Pensam.
¿Qué he de advertir?
Daniel.
Óyeme.
Pensam.
No quiero oir.
Daniel.
Mira.
Pensam.
No quiero mirar.
Daniel.
¿Quién respondió dese modo
Nunca á quien le preguntó?
Pensam.
Yo, que sólo tengo yo
Desvergüenza para todo.
Daniel.
¿Quién eres?
Pensam.
Cuando esto ignores,
Vengo á ser yo el ofendido.
¿No te lo dice el vestido
Ajironado á colores,
Que, como el camaleon,
No se conoce cuál es
[p. 398]La principal causa? Pues
Oye mi difinicion.
Yo, de solos atributos
Que mi sér inmortal pide,
Soy una luz que divide
A los hombres de los brutos.
Soy el primero crisol
En que toca la fortuna,
Más mudable que la luna
Y más ligero que el sol.
No tengo fijo lugar
Donde morir y nacer,
Y ando siempre, sin saber
Dónde tengo de parar.
La adversa suerte ó la altiva
Siempre á su lado me ve;
No hay hombre en quien yo no esté,
Ni mujer en quien no viva.
Soy en el rey el desvelo
De su reino y de su estado;
Soy en el que es su privado
La vigilancia y el celo;
Soy en el reo la justicia,
La culpa en el delincuente,
Virtud en el pretendiente,
Y en el próvido malicia;
En la dama la hermosura,
En el galan el favor,
En el soldado el valor,
En el tahur la ventura,
En el avaro riqueza,
En el mísero agonía,
En el alegre alegría,
Y en el triste soy tristeza;
[p. 399]Y, en fin, inquieto y violento,
Por donde quiera que voy
Soy todo y nada, pues soy
El humano Pensamiento.
Mira si bien me describe
Variedad tan singular,
Pues quien vive sin pensar
No puede decir que vive.
Esto es si en comun me fundo;
Mas hoy en particular
Soy el del rey Baltasar,
Que no cabe en todo el mundo.
Andar de loco vestido
No es porque á solas lo soy,
Sino que en público estoy
A la prudencia rendido;
Pues ningun loco se hallara
Que más incurable fuera,
Si ejecutara y dijera
Un hombre cuanto pensara;
Y así lo parecen pocos,
Siéndolo cuantos encuentro,
Porque, vistos hácia dentro,
Todos somos locos,
Los unos y los otros.
Y en fin, siendo loco yo,
No me he querido parar
A hablarte á tí, por mirar
Que no es compatible, no,
Que estemos juntos los dos;
Que será una lid cruel,
Porque, si tú eres Daniel
(Que es decir Juicio de Dios),
Mal ajustarse procura
[p. 400]Hoy nuestra conversacion,
Si somos, en conclusion,
Tú juicio, y yo locura.
Daniel.
Bien podemos hoy un poco
Hablar los dos con acuerdo,
Tú subiéndote á ser cuerdo,
Sin bajarme yo á ser loco;
Que aunque es tanta la distancia
De acciones locas y cuerdas,
Tomando el punto á dos cuerdas,
Hacen una consonancia.
Pensam.
Responderte á todo intento,
Y es consecuencia perfeta,
Que lo que alcanza un profeta
Se lo diga el Pensamiento.
Daniel.
Díme, ¿de qué es el placer
Que ahora vuelas celebrando?
Pensam.
De la boda estoy pensando,
Que hoy Babilonia ha de ver,
El aplauso superior.
Daniel.
Pues, ¿quién, dí, se ha de casar?
Pensam.
Nuestro rey Baltasar,
De Nabucodonosor
Hijo, en todo descendiente.
Daniel.
¿Quién es la novia feliz?
Pensam.
La gallarda emperatriz
De los reinos del Oriente,
Cuna donde nace el dia.
Daniel.
¿Ella es idólatra?
Pensam.
¡Pues!
Y tan idólatra es,
Que es la misma Idolatría.
Daniel.
¿Él no estaba ya casado
Con la humana Vanidad
[p. 401]De su imperio y majestad?
Pensam.
Su ley licencia le ha dado
De dos mujeres, y áun mil;
Y aunque Vanidad tenía,
Vanidad é Idolatría
Le hacen soberbio y gentil;
Juicio de Dios, ó Daniel,
Que todo es uno; que así
Lo dice el texto.
Daniel.
¡Ay de mí!
Pensam.
¿Habiais de casar con él,
Que tanto lo sentís vos?
(Ap. Mal en decírselo hice.)
Daniel.
¡Ay de tí, reino infelice!
¡Ay de tí, pueblo de Dios!
Pensam.
Si va á decir la verdad,
Vos estais ahora pensando
Que él celebra bodas, cuando
Llorais en cautividad
Vosotros; y es el dolor
De que esta boda no sea
Con la Sinagoga hebrea,
Por quedar libres, y por...
Pero la música suena; (Suenan chirimías.)
Presto á otra cosa pasé.
Miéntras Babilonia ve
Qué recibimiento ordena
A su reina, que los dos
Nos retiremos nos dice.
Daniel.
¡Ay de tí, reino infelice!
¡Ay de tí, pueblo de Dios! (Retíranse.)
DANIEL, EL PENSAMIENTO, retraidos.—Tocan chirimías, y salen BALTASAR y LA VANIDAD, y por otra parte LA IDOLATRÍA, bizarra, y acompañamiento.
Baltas.
Corónese tu frente
De los hermosos rayos del Oriente,
Si ya la pompa suya
No es poca luz para diadema tuya,
Gentil Idolatría,
Reina en mi imperio y en el alma mia.
En hora feliz vengas
A la gran Babilonia, donde tengas
En mi augusta grandeza
Dosel debido á tu imperial belleza,
Rindiéndose á tus plantas
Cuantas estatuas, cuantas
Imágenes y bultos
Dan holocaustos, fabrican cultos
A tu aliento bizarro,
En oro, en plata, en bronce, en piedra, en barro.
Idolat.
Baltasar generoso,
Gran rey de Babilonia poderoso,
Cuyo sagrado nombre,
Porque al olvido, porque al tiempo asombre,
El hebreo sentido
Le traduce tesoro, que escondido
Está; la Idolatría,
Emperatriz de la mansion del dia
Y reina del Oriente,
[p. 403]Donde jóven el sol resplandeciente
Más admirado estuvo,
De quien la admiracion principio tuvo,
Hoy á tu imperio viene
Por el derecho que á tus aras tiene;
Pues desde que en abismos sepultado,
Del gran diluvio el mundo salió á nado,
Fué este imperio el primero
Que introdujo, político y severo,
Dando y quitando leyes,
La humana Idolatría de los reyes,
Y la divina luégo
De los dioses en lámparas de fuego.
Nembroth hable adorado,
Y Moloc, en hogueras colocado,
Pues los dos merecieron este extremo,
Nembroth por rey, Moloc por Dios supremo,
De donde se siguieron
Tantos ídolos, cuantos hoy se unieron
A estas bodas propicios,
Pues las ven, en confusos sacrificios,
Treinta mil dioses bárbaros que adoro
En barro, en piedra, en bronce, en plata, en oro.
Pensam.
(Aparte á Daniel.)
Aquesta sí que es vida:
Haya treinta mil dioses, á quien pida
Un hombre, en fin, lo que se le ofreciere,
Porque éste otorgue lo que aquél no diere;
Y no tú, que importuno
Tienes harto con uno,
Que de oillo me espanto.
¿Y un solo Dios puede acudir á tanto
Como tiene que hacer?
Daniel.
(Aparte al Pensamiento.)Cuando lo sea
[p. 404]En más su mano universal se emplea.
Baltas.
Habla á la hermosa Vanidad, que ha sido
Mi esposa; y pues las dos habeis nacido
De un concepto, á las dos unir procura
Mi ambicion. ¡Qué belleza! ¡Qué hermosura!
(Mirando á las dos, y él en medio.)
Idolat.
Dáme, soberbia Vanidad, los brazos.
Vanidad.
Eternos han de ser tan dulces lazos.
Idolat.
Envidia la beldad tuya me diera,
Si lo divino que envidiar tuviera.
Vanidad.
Celos tu luz me diera, por los cielos;
Pero la Vanidad no tiene celos.
Baltas.
(Ap.) Un dia me amanece en otro dia,
Y entre la Vanidad é Idolatría,
La más hermosa, el alma temerosa
Duda; porque cualquiera es más hermosa,
Cuando con el aplauso lisonjero
Rey me apellido y Dios me considero.
Idolat.
¿De qué te has suspendido?
Vanidad.
¿De qué te has divertido?
Baltas.
Tu gran beldad ¡oh Idolatría! me admira;
Tu voz ¡oh Vanidad! dulce me inspira,
Y así, porque divierta mi tristeza,
(A las dos.)
Movido de tu aliento y tu belleza,
Hoy á las dos pretendo
Desvanecer y enamorar, haciendo
La Idolatría alarde de mis glorias,
Cuando la Vanidad de mis victorias.
De aquel soberbio Nabuco,
A cuyo valor y á cuya
Majestad obedecieron
Hado, poder y fortuna;
De aquel rayo de Caldea,
[p. 405]Que, desde la esfera suya
Flechado, Jerusalen
Llora su abrasada injuria;
De aquel que á cautividad
Redujo la sangre justa
De Israel, transmigracion
Que hoy en Babilonia dura;
De aquel que robó del templo
Vasos y riquezas sumas,
Despojo sagrado ya
De mi majestad augusta;
De aquel, en fin, que á los campos
Pació la esmeralda bruta,
Medio hombre, medio fiera,
Monstruo de vello y de pluma,
Hijo soy, deidades bellas;
Y porque le sostituya,
Como en el reino, en la fama,
Como en la fama, en la furia,
Los altos dioses que adoro
De tal condicion me ilustran,
Que no dudo que en mi pecho
O se repita ó se infunda
Su espíritu, y que heredada
El alma, tambien se infunda
En mi cuerpo, si es que dos
Pudieron vivir con una.
No el sér, pues, rey soberano
De cuanto el Tígris circunda,
De cuanto el Eufrates baña
Y de cuanto el sol alumbra
Por tantas provincias, que
A sólo verlas madruga
(Porque no se cumpla el dia
[p. 406]Sin que la tarea se cumpla),
La sed de tanta ambicion
O satisface ó apura;
Y sólo me desvanece,
Sea valor ó sea locura,
Tener sobre aquestos montes
Jurisdiccion absoluta,
Porque éstos son de Senar
Aquella campaña ruda
Que entre la tierra y el cielo
Vió tan estupenda lucha,
Cuando los hombres osados,
Con valor y sin cordura,
Armaron contra los dioses
Fábricas que al sol encumbran.
Y para que sepas tú,
Vanidad, de cuánto triunfas,
Y cuánto tú, Idolatría,
Vienes á mandar, escucha:
Estaba el mundo gozando
En tranquila edad segura
La pompa de su armonía,
La paz de su compostura,
Considerando entre sí
Que de una masa confusa
(Que ha llamado la Poesía
Cáos, y nada la Escritura)
Salió á ver la faz serena
De esta azul campaña pura
Del cielo, desenvolviendo,
Con lid rigurosa y dura,
De las luces y las sombras
La vanidad con que se aunan,
De la tierra y de las aguas
[p. 407]El nudo con que anudan,
Dividiendo y apartando
Las cosas, que cada una
Son un mucho de por sí,
Y eran nada todas juntas.
Consideraba que halló
La tierra, que ántes inculta
É informe estuvo, cubierta
De flores que la dibujan;
El vago viento poblado
De las aves que le cruzan;
El agua hermosa habitada
De los peces que la surcan;
Y el fuego con estas dos
Antorchas, el sol y luna,
Lámparas del dia y la noche,
Ya solar, y ya nocturna;
Que se halló, en fin, con el hombre,
Que es de las bellas criaturas
Que Dios, por mayor milagro,
Hizo á semejanza suya.
Con esta hermosura vano,
No hay ley á que le reduzca:
¡Tan antiguo es en el mundo
El ser vana la hermosura!
Vano y hermoso, en efecto,
Eterna mansion se juzga,
Sin parecerle que haya,
Por castigo de sus culpas,
Guardado un universal
Diluvio que le destruya;
Y con esta confianza,
En solo vicios se ocupan
Los hombres, mal poseidos
[p. 408]De la soberbia y la gula,
De la envidia y la avaricia,
Ira, pereza y lujuria.
Enojados, pues, los dioses,
A quien nada hay que se encubra,
Trataron de deshacer
El mundo, como á su hechura.
No á diluvios, pues, de rayos
Se vió la cólera suya
Fiada, á incendios sí de agua,
Porque la majestad suma
Tal vez con nieve fulmina,
Y tal vez con fuego inunda.
Cubrióse el cielo de nubes
Densas, opacas y turbias;
Que como estaba enojado,
Por no revocar la justa
Sentencia, no quiso ver
De su venganza sañuda
Su mismo rigor; y así,
Entre tinieblas se oculta,
Entre nubes se enmaraña,
Porque áun Dios, con ser Dios, busca,
Para mostrar su rigor,
Ocasion, si no disculpa.
El principio fué un rocío
De los que á la aurora enjuga
Con cendales de oro el sol;
Luego una apacible lluvia
De las que á la tierra dan
El riego con que se pula;
Luego fueron lanzas de agua,
Que nubes y montes juntan,
Teniendo el cuento en los montes,
[p. 409]Cuando en las nubes las puntas;
Luego fueron desatados
Arroyos; creció la furia;
Luego fueron rios; luégo
Mares de mares. ¡Oh suma
Sabiduría, tú sabes
Los castigos que procuras!
Bebiendo sin sed el orbe,
Hecho balsas y lagunas,
Padeció tormento de agua
Por bocas y por roturas;
Los bostezos de la tierra,
Que por entre abiertas grutas
Suspiran, cerrado ya
En prision ciega y oscura
Tuvieron al aire; y él,
Que por dónde salir busca,
Brama encerrado, y al fiero
Latido que dentro pulsa,
Las montañas se estremecen
Y los peñascos caducan.
Aqueste freno de arena,
Que pára á raya la furia
De ese marino caballo,
Siempre argentado de espuma,
Le soltó todas las riendas,
Y él, desbocado, procura,
Corriendo alentado siempre,
No parar cobarde nunca.
Las fieras, desalojadas
De sus estancias incultas,
Ya en las regiones del aire,
No es mucho que se presuman
Aves; las aves, nadando,
[p. 410]No es mucho que se introduzcan
A ser peces; y los peces,
Viviendo las espeluncas,
No es mucho que piensen ser
Fieras, porque se confundan
Las especies; de manera
Que en la deshecha fortuna,
Entre dos aguas (que así
Se dice que está el que duda),
El pez, el bruto y el ave
Discurren, sin que discurran,
Dónde tiene su mansion
La piel, la escama y la pluma.
Ya al último parasismo
El mundo se desahucia,
Y en fragmentos desatados
Se parte y se descoyunta;
Y como aquel que se ahoga,
A brazo partido lucha
Con las ondas, y ellas hacen
Que aquí salga, allí se hunda;
Así el mundo, agonizando,
Entre sus ánsias se ayuda.
Aquí un edificio postra,
Allí descubre una punta,
Hasta que rendido ya
Entre lástimas y angustias,
De cuarenta codos de agua
No hay parte que no se cubra,
Siendo á su inmenso cadáver
Todo el mar pequeña tumba.
Cuarenta auroras á mal
Echó el sol, porque se enlutan
Las nubes y luz, á exequias
[p. 411]Desta máquina difunta.
Sólo aquella primer nave,
A todo embate segura,
Elevada sobre el agua,
A todas partes fluctúa,
Tan vecina á las estrellas,
Y á los luceros tan junta,
Que fué alguno su farol,
Y su linterna fué alguna.
En ésta, pues, las reliquias
Del mundo salvó la industria
De Noé, depositando
Todas sus especies juntas;
Hasta que el mar reducido
A la obediencia que jura,
Se vió otra vez, y otra vez
La tierra pálida y mustia,
Desmelenada la greña,
Llena de grietas y arrugas,
La faz de la luz apénas
Tocada, pero no enjuta,
Asomó entre ovas y lamas
La disforme catadura,
Y en retórico silencio,
Agradecida, saluda
Del arco de paz la seña,
Pajiza, leonada y rubia.
Segundo Adan de los hombres,
Con generacion segunda,
El mundo volvió á poblar
De animales y criaturas.
Nembroth, hijo de Canaan,
Que las maldiciones suyas
Heredó (estirpe, en efecto,
[p. 412]Aborrecida y injusta),
Las provincias de Caldea
Con sus familias ocupa
Y sus hijos, cada uno
De tan disforme estatura,
Que era un monte organizado
De miembros y de medulas.
Estos, pues, viendo que un arca
Al mundo salvó, procuran
Con fábrica más heroica
Con máquina más segura,
Hacer contra los enojos
Del cielo una fuerza, cuya
Majestad en los diluvios
Los guarde y los restituya.
Ya para la excelsa torre
Montes sobre montes juntan.
Y la cerviz de la tierra,
De tan pesada coyunda
Oprimida, la hacen que
Tanta pesadumbre sufra,
Bien que con el peso gima,
Bien que con la carga cruja.
Crece la máquina, y crece
La admiracion, que la ayuda
A ser dos veces mayor,
Pues no hay gentes que no acudan
A su edificio, hasta ver
Que la inmensa torre suba
A ser támbico pilar,
A ser dórica columna,
Embarazo de los vientos
Y lisonja de la luna.
Ya con la empinada frente
[p. 413]La esfera abolla cerúlea,
Y con el cuerpo en el aire,
Tanto estorba como abulta;
Pero en medio desta pompa,
Deste aplauso, esta ventura,
La cortó el cielo los pasos,
Porque el mirar le disgusta
Escalar de sus esferas
La sagrada arquitectura;
Y porque no por asalto
Ganarle el hombre presuma,
Quiere que en los que la labran
Tal variedad se introduzca
De lenguas, que nadie entienda
Aun lo mismo que articula.
Suenan en todos á un tiempo
Destempladas y confusas
Voces, que el sentido humano
Hasta entónces no oyó nunca.
Ni este sabe lo que dice,
Ni aquel sabe lo que escucha;
Porque desta suerte el órden,
O se pierda, ó se confunda.
Setenta y dos lenguas fueron
Las que los hombres pronuncian
En un instante, que tantas
Quiere el cielo que se infundan.
En setenta y dos idiomas
Repetido se divulga
El eco, y desesperados
Los hombres ya, sin que arguyan
La causa, huyen de sí mismos,
Si hay álguien que de sí huya.
Cesa el asalto, porque
[p. 414]No quede memoria alguna
De tan glorioso edificio,
De fábrica tan augusta.
Preñada nube á este tiempo,
Para que más le confunda,
Hace herida, que su vientre
Humo exhale y fuego escupa,
Siendo de su atrevimiento
Ella misma sepultura,
Haciendo de sus ruïnas
Pira, monumento y urna.
Yo, pues, viendo que mi pecho
La fama á Nembroth le hurta,
Creo que quedar entónces
Tantas cenizas caducas,
Fué porque yo la acabase,
Pues en mí á un tiempo se juntan
Vanidad y Idolatría,
Con que á tantos rayos luzca.
Pues si tú me das aliento
Con que al imperio suba,
Si tú me aplacas los dioses,
Si tú, Vanidad, me ayudas,
Si tú, Idolatría, me amparas,
¿Quién duda, decid, quién duda
Que atrevido, y no postrado,
Tan grande promesa cumpla?
Y así quiero que las dos
Reineis en mi pecho juntas:
Idólatra á tu belleza,
Y vano con tu hermosura,
Sacrificando á tus dioses,
Mereciendo tus fortunas,
Adorando tus altares,
[p. 415]Logrando tus aventuras,
En láminas de oro y plata,
Que caracteres esculpan,
Vivirá mi nombre eterno
A las edades futuras.
Idolat.
A tus piés verás que estoy
Siempre firme y siempre amante.
Vanidad.
Siempre, Baltasar, constante
Luz de tus discursos soy.
Idolat.
Y si á los dioses te igualas,
Yo por dios te haré adorar.
Vanidad.
Yo, porque puedas volar
Daré á tu ambicion mis alas.
Idolat.
Sobre la deidad más suma
Coronaré tu arrebol.
Vanidad.
Yo, para subir al sol,
Te haré una escala de pluma.
Idolat.
Estatuas te labraré,
Que repitan tu persona.
Vanidad.
Yo al laurel de tu corona
Más hojas añadiré.
Baltas.
Dadme las manos las dos;
¿Quién de tan dulces abrazos
Podrá las redes y lazos
Romper?
Daniel.
¡La mano de Dios! (Adelantándose.)
Baltas.
¿Quién tan atrevido aquí
A mis voces respondió?
Pensam.
Yo no he sido.
Baltas.
Pues ¿quién?
Daniel.
Yo.
Baltas.
Pues, hebreo, ¿cómo así
Os atreveis vos, que fuisteis
En Jerusalen cautivo?
[p. 416]¿Vos, que humilde y fugitivo
En Babilonia vivisteis...
Vos, mísero y pobre, vos,
Así me turbais? ¿Así?
¿Quién ya libraros de mí
Podrá? (Va á sacar la daga.)
Daniel.
La mano de Dios.
Baltas.
¡Tanto puede una voz, tanto,
Que de oirla me retiro!
De mi paciencia me admiro;
De mi cólera me espanto.
Enigma somos los dos;
Cuando tu muerte pretende
Mi furor, ¿quién te defiende,
Daniel?
Daniel.
La mano de Dios.
Pensam.
¡Lo que en la mano porfía!
Vanidad.
(A Baltasar.) Déjale; que su humildad
Desluce mi vanidad.
Idolat.
Y su fe mi idolatría.
Baltas.
Vida tienes por las dos.—
Y que viva me conviene,
Porque vea que no tiene
Fuerza la mano de Dios.
(Vase con la Vanidad y la Idolatría.)
DANIEL, EL PENSAMIENTO.
Pensam.
De buena os habeis librado,
Y yo estimo la leccion,
Pues en cualquiera ocasion
[p. 417]En que me vea apretado,
Sé cómo me he de librar,
Pues sin qué ni para qué,
«La mano de Dios» diré,
Y á todos haré temblar;
Y pues de mano los dos
Solamente nos ganamos,
Mano á mano nos partamos:
Id á la mano de Dios. (Vase.)
DANIEL; luégo LA MUERTE.
Daniel.
¿Quién sufrirá tus inmensas
Injurias, Autor del dia?
Vanidad y Idolatría
Solicitan tus ofensas.
¿Quién podrá, quién (de mi fe
En esta justa esperanza),
Tomar por vos la venganza
Deste agravio?
(Sale la Muerte con espada y daga, de galan, con un manto lleno de muertes.)
Muerte.
Yo podré.
Daniel.
Fuerte aprension, ¿qué me quieres,
Que entre fantasmas y sombras,
Me atemorizas y asombras?
Nunca te he visto; ¿quién eres?
Muerte.
Yo, divino profeta Daniel,
De todo lo nacido soy el fin;
Del pecado y la envidia hijo cruel,
Abortado por áspid de un jardin.
[p. 418]La puerta para el mundo me dió Abel,
Mas quien me abrió la puerta fué Cain,
Donde mi horror introducido ya,
Ministro es de las iras de Jehová.
Del pecado y la envidia, pues, nací,
Porque dos furias en mi pecho estén:
Por la envidia caduca muerte di
A cuantos de la vida la luz ven;
Por el pecado muerte eterna fuí
Del alma, pues que muere ella tambien;
Si de la vida es muerte el espirar,
La muerte, así, del alma es el pecar.
Si Juicio, pues, de Dios tu nombre fué,
Y del juicio de Dios rayo fatal
Soy yo, que á mi furor postrar se ve
Vegetable, sensible y racional,
¿Por qué te asombras tú de mí? ¿Por qué
La porcion se estremece en tí mortal?
Cóbrate, pues, y hagamos hoy los dos,
De Dios tú el juicio, y yo el poder de Dios.
Aunque no es mucho que te asombres, no,
Aun cuando fueras Dios, de verme á mí;
Pues cuando él de la flor de Jericó
Clavel naciera en campos de alhelí,
Al mismo Dios le estremeciera yo
La parte humana, y al rendirse á mí,
Turbaran las estrellas su arrebol,
Su faz la luna y su semblante el sol.
Titubeara esa fábrica infeliz,
Y temblara esa forma inferior;
La tierra desmayara su cerviz,
Luchando piedra á piedra y flor á flor;
A media tarde, jóven infeliz,
Espirara el dia el resplandor,
[p. 419]Y la noche su lóbrego capuz
Vistiera por la muerte de la luz.
Mas hoy sólo me toca obedecer,
A tí, Sabiduría, prevenir;
Manda pues; que no tiene que temer
Matar el que no tiene que morir.
Mio es el brazo, tuyo es el poder;
Mio el obrar, si tuyo es el decir;
Harta de vidas sed tan singular,
Que no apagó la cólera del mar.
El más soberbio alcázar, que ambicion,
Si no lisonja, de los vientos es;
El muro más feliz, que oposicion,
Si no defensa, de las bombas es,
Fáciles triunfos de mis manos son,
Despojos son humildes de mis piés.
Si el alcázar y muro he dicho ya,
¿Qué será la cabaña? ¿Qué será?
La hermosura, el ingenio y el poder
A mi voz no se pueden resistir,
De cuantos empezaron á nacer,
Obligacion me hicieron de morir;
Todas están aquí, ¿cuál ha de ser
La que hoy, juicio de Dios, mandas cumplir?
Que el concepto empezado más veloz
No acabará de articular la voz.
Entre aquella vital respiracion
Que desde el corazon al labio hay,
Pararé el movimiento y el accion,
Al artificio que un suspiro tray;
Cadáver de sí mismo el corazon,
Verás, rotos los ejes, cómo cay,
Sepulcro ya la silla en que era rey,
Justo decreto de precisa ley.
[p. 420]Yo abrasaré los campos de Nembroth,
Yo alteraré las gentes de Babel,
Yo infundiré los sueños de Behemot,
Yo verteré las plagas de Israel,
Yo teñiré la viña de Naboé,
Y humillaré la frente á Jezabel,
Yo mancharé las mesas de Absalon
Con la caliente púrpura de Amon;
Yo postraré la majestad de Acab,
Arrastrado en su carro de rubí;
Yo con las torpes hijas de Moab
Profanaré las tiendas de Zambrí;
Yo tiraré los chuzos de Joab;
Y si mayor aplauso fías de mí,
Yo inundaré los campos de Senar
Con la sangre infeliz de Baltasar.
Daniel.
Severo y justo ministro
De las cóleras de Dios,
Cuya vara de justicia
Es una guadaña atroz;
Ya que el tribunal divino
Representamos los dos,
No quiera, no, que el decreto
Del libro, que es en rigor
De acuerdo, aunque ya en los hombres
Es libro de olvido hoy,
Ejecutes, sin que ántes
Le hagas con piadosa voz
Los justos requirimientos,
Que pide la ejecucion.
Baltasar quiere decir
Tesoro escondido, y yo
Sé que en los hombres las almas
Tesoro escondido son.
[p. 421]Ganarle quiero; y así,
Sólo licencia te doy
Para que á Baltasar hagas
Una notificacion.
Recuérdale que es mortal,
Que la cólera mayor
Antes empuña la espada
Que la desnuda; así yo
Que la empuñes te permito,
Mas que la desnudes, no. (Vase.)
LA MUERTE.
Muerte.
¡Ay de mí! ¡Qué grave yugo
Sobre mi cerviz cayó!
Sobre mis manos, ¡qué hielo!
Sobre mis piés, ¡qué prision!
De tus preceptos atado,
¡Oh inmenso Juicio de Dios!
La Muerte está sin aliento,
La cólera sin razon.
Para acordarle no más
Que es mortal, de mi rigor
Sola una vislumbre basta,
De mi mal sola una voz.—
LA MUERTE, EL PENSAMIENTO.
Pensam.
¿Quién me llama?
Muerte.
Yo soy
[p. 422]Quien te llamo.
Pensam.
Y yo
Soy quien quisiera en mi vida
No ser llamado de vos.
Muerte.
Pues ¿qué es lo que tienes?
Pensam.
Miedo.
Muerte.
¿Qué es miedo?
Pensam.
Miedo es temor.
Muerte.
¿Qué es temor?
Pensam.
¿Temor? Espanto.
Muerte.
¿Qué es espanto?
Pensam.
¿Espanto? Horror.
Muerte.
Nada deso sé lo que es;
Que jamás lo tuve yo.
Pensam.
Pues ¿lo que no teneis dais?
Muerte.
Por no tenerle le doy.
¿Adónde está Baltasar?
Pensam.
En un jardin con las dos
Deidades que adora.
Muerte.
Ponme
Con él; llévame veloz
A su presencia.
Pensam.
Sí haré,
Porque no tengo valor
Para negarlo.
Muerte.
¡Qué bien,
Justo precepto de Dios,
A hacerle de mí memoria
En su pensamiento voy! (Vanse los dos.)
Salen BALTASAR, IDOLATRÍA y VANIDAD.
Idolat.
Señor, ¿qué grave tristeza...
Vanidad.
¿Qué grave pena, señor...
Idolat.
Tu discurso desvanece?
Vanidad.
Turba tu imaginacion?
Baltas.
No sé qué pena es la mia...
Dichos.—EL PENSAMIENTO y LA MUERTE.
Pensam.
(A la Muerte.)
Llega; que allí está.
Baltas.
Que estoy
Pensando en las amenazas
De aquella mano de Dios,
Cuál ha de ser el castigo
Que me ha prometido.
(Vase retirando el Pensamiento, y deja ver tras sí á la Muerte.)
Muerte.
Yo.
Baltas.
¿Qué es esto que miro, cielos?
Sombra, fantasma ó vision,
Que voz y cuerpo me finges,
Sin que tengas cuerpo y voz,
¿Cómo has entrado hasta aquí?
Muerte.
¿Cómo? Si es la luz el sol,
Yo soy la sombra, y si él
[p. 424]La vida del mundo, yo
Del mundo la Muerte. Así,
Entro yo como él entró,
Porque de luces á sombras
Esté igual la posesion.
Idolat.
(Ap.) ¿Quién es este, que el miralle
Le retira de los dos?
Baltas.
¿Cómo á cada paso tuyo
Vuelve atras mi presuncion?
Muerte.
Porque das tú atras los pasos,
Que yo hácia adelante doy.
Pensam.
(Ap.) La culpa tuve en traerle;
Que soy un traidor traedor.
Baltas.
¿Qué me quieres y quién eres,
O luz ó sombra?
Muerte.
Yo soy
Un acreedor tuyo, y quiero
Pedirte como acreedor.
Baltas.
¿Qué te debo? ¿qué te debo?
Muerte.
Aquí está la obligacion,
En un libro de memorias.
(Saca un libro de memorias.)
Baltas.
Éste es engaño, es traicion,
Porque esta memoria es mia;
A mí, á mí se me perdió.
Muerte.
Es verdad, mas las memorias
Que tú pierdes, hallo yo.—
Lee.
Baltas.
«Yo el gran Baltasar,
De Nabucodonosor
Hijo, confieso que el dia
Que el vientre me concibió
De mi madre, fué en pecado,
Y recibí (¡helado estoy!)
[p. 425]Una vida, que á la Muerte
He de pagar (¡qué rigor!)
Cada y cuando que la pida;
Cuya escritura pasó
Ante Moisés, los testigos
Siendo Adan, David y Job.»—
Yo lo confieso, es verdad;
Mas no me ejecutes, no;
Dáme más plazo á la vida.
Muerte.
Liberal contigo soy,
Porque áun no está declarada
Hoy la justicia de Dios;
Y para que se te acuerde
Ser, Baltasar, mi deudor,
De la gran Sabiduría
Este memorial te doy.
(Vase, dándole un papel.)
BALTASAR, LA IDOLATRÍA, LA VANIDAD, EL PENSAMIENTO.
Baltas.
(Abre el papel y lee.)
«Así habla en un proverbio
Del espíritu la voz:
Polvo fuiste, y polvo eres,
Y polvo has de ser.»—¿Yo, yo
Polvo fuí, siendo inmortal?
¿Siendo eterno, polvo soy?
¿Polvo he de ser, siendo inmenso?
Es engaño, es ilusion.
(Anda el Pensamiento alrededor de Baltasar.)
[p. 426]Pensam.
Yo, como loco, en efecto,
Vueltas y más vueltas doy.
Baltas.
¿No es deidad la Idolatría?
Pensam.
(A la Idolatría.) Acá me vengo con vos.
Baltas.
¿La Vanidad no es deidad?
Pensam.
(A la Vanidad.) Ahora con vos estoy.
(Anda alrededor de las dos.)
Baltas.
¡Cuál anda mi pensamiento
Vacilando entre las dos!
Idolat.
(A la Vanidad.)
¿Qué contendrá aquel papel,
Que tanto le divirtió
De nosotras?
(Quítale la Vanidad el memorial.)
Vanidad.
Desta suerte
Lo veremos.
Pensam.
¡Noble accion!
La memoria de la Muerte
La Vanidad le quitó.
Baltas.
¿Qué es lo que pasa por mí?
Vanidad.
Hojas que inútiles son,
El viento juegue con ellas.
(Hace pedazos el papel y lo arroja.)
Baltas.
¿Aquí estábades las dos?
Idolat.
¿Qué ha sido esto?
Baltas.
No lo sé;
Una sombra, una ilusion,
Que ocupó mi fantasía,
Que mi discurso ocupó;
Pero ya se fué la sombra,
Desvaneciendo su horror.
¿Qué mucho que temerosa
La noche huyese, si vió
Que en vuestros ojos divinos
Madrugaba el claro sol?
Y no á los mios, parece
[p. 427]Que solamente salió
Esa luz que me ilumina,
Que me alumbra ese esplendor,
Sino á todo el jardin; pues
Obscuro el rubio arrebol
Del sol estaba hasta veros,
Y viéndoos amaneció
Segunda vez, porque como
Dos soles y auroras sois,
Él no se atrevió á salir
Sin licencia de las dos.
Vanidad.
Sí, soles somos y auroras,
Por su antigua adoracion;
El sol es la Idolatría,
Yo la aurora, que inferior
Soy á los rayos; y así,
A ella debe el resplandor
El valle que goza, pues
Cuando entre sombras durmió,
No la despertó la aurora;
Que otro sol la despertó.
Idolat.
Concedo que aurora seas,
Y concédote que soy
Yo el sol, por rendirme á tí;
Porque al hermoso candor
De la aurora el sol le debe
Todo el primero arrebol;
Y así, siendo la primera,
Su luz, que le iluminó,
La luz del aurora ha sido
Más bella que la del sol,
Pues salió primero al valle,
Y ántes que él amaneció.
Pensam.
La hermosura y el ingenio
[p. 428]Se compiten en las dos,
Y pues convida el jardin
Con la dulce emulacion
De las flores y las fuentes,
Sobre el lecho que tejió
Para sí la primavera
Os sentad. Lisonjas son
Los pájaros y las ramas,
Haciendo blando rumor
Al aire, que travesea
Entre las hojas veloz,
Donde aromas de cristal
Y pastillas de ámbar son
Las fuentecillas risueñas
Y el prado lleno de olor.
(Siéntanse todos, y en medio Baltasar, y la Idolatría le quita el sombrero y con el penacho le hace aire.)
Idolat.
Yo con el bello penacho
De las plumas que tejió
La Vanidad, escogidas
De la rueda del pavon,
Te haré aire.
Pensam.
Pues ¿conmigo
No fuera mucho mejor,
Que soy sutil abanillo
Del pensamiento? Aunque no;
Que más parezco en la cara
Abanillo del Japon.
Vanidad.
Yo con músicos cantando,
Pararé el aire á mi voz.
Baltas.
La música del aurora
No me sonará mejor,
Cuando saludando al dia
Entre uno y otro arrebol
[p. 429]Le daban la bienvenida,
Perla á perla y flor á flor.
Vanidad.
(Cantando.) Ya Baltasar es deidad,
Pues le rinde en este dia
Estatuas la Idolatría,
Y templos la Vanidad.
Dichos.—LA MUERTE.
Muerte.
(Ap.) Aquí apacible voz suena,
Donde con trágico estilo
Llora un mortal cocodrilo,
Canta una dulce sirena;
¿Tampoco pudo la pena
De mi memoria, que ha sido
De la Vanidad olvido?
Pues ya mi sombra le asombra,
A ver si puede mi sombra
Lo que mi voz no ha podido.
Con el opio y el beleño
De los montes de la luna
Entorpezca su fortuna
Mi imágen pálida, el sueño.
Sea de su vida dueño
(En que se acuerde de mí)
Un letargo, un frenesí,
Una imágen, un veneno,
Un horror de horrores lleno.
(Quédase dormido Baltasar.)
Vanidad.
¿Parece que duerme?
Idolat.
Sí.
[p. 430]Vanidad.
Pues entre sueños espero,
Porque al despertar se halle
Ufano, representalle
Un aplauso lisonjero. (Vase.)
Idolat.
Yo significarle quiero
Dónde el vuelo ha de llegar
De mi deidad singular. (Vase.)
Pensam.
Mi afan aquí descansó,
Pues sólo descanso yo
Cuando duerme Baltasar. (Échase á dormir.)
BALTASAR y EL PENSAMIENTO, dormidos.—LA MUERTE.
Muerte.
Descanso del sueño hace
El hombre ¡ay Dios! sin que advierta
Que cuando duerme y despierta,
Cada dia muere y nace;
Que vivo cadáver yace
Cada dia, pues (rendida
La vida á un breve homicida)
Que es su descanso, no advierte
Una licion que la Muerte
Le va estudiando á la vida.
Veneno es dulce que, lleno
De lisonjas, desvanece,
Aprisiona y entorpece;
¡Y hay quien beba este veneno!
Olvido es, de luz ajeno,
Que aprisionado ha tenido
En sí uno y otro sentido,
[p. 431]Pues ni oyen, tocan ni ven,
Informes todos; ¡y hay quien
No se acuerda deste olvido!
Frenesí, pues á sí
Várias especies atray,
Que goza inciertas; ¡y hay
Quien ame este frenesí!
Letargo es, á quien le di
De mi imperio todo el cargo,
Y con repetido embargo
Del obrar y el discurrir,
Enseña al hombre á morir;
¡Y hay quien busque este letargo!
Sombra es, que sin luz asombra,
Que es su obscura fantasía
Triste oposicion del dia;
¡Y hay quien descanse á esta sombra!
Imágen, al fin, se nombra
De la Muerte, sin que ultrajen,
Sin que ofendan, sin que atajen
Los hombres su adoracion,
Pues es sola una ilusion;
¡Y hay quien adore esta imágen!...
Pues ya Baltasar durmió,
Ya que el veneno ha bebido
Y ha olvidado aquel olvido,
Ya que el frenesí pasó,
Ya que el letargo sintió,
Ya de horror y asombro lleno
Vió la imágen, pues su seno
Penetra horror, que se nombra
Ilusion, letargo y sombra,
Frenesí, olvido y veneno;
Y pues Baltasar durmió,
[p. 432]Duerma, á nunca despertar,
Sueño eterno Baltasar
De cuerpo y alma.
(Saca la espada y quiere matarle.)
Dichos.—DANIEL.
Daniel.
Eso no.
(Detiene el brazo á la Muerte.)
Muerte.
¿Quién tiene mi mano?
Daniel.
Yo,
Porque el plazo no ha llegado.
Número determinado
Tiene el pecar y el vivir,
Y el número ha de cumplir
Ese aliento, ese pecado.
Muerte.
Llegarán (¡hado cruel!),
Cumpliránse (¡pena fiera!),
Para que algun justo muera,
Tus semanas, Danïel,
Y no un pecador. ¡Oh fiel
Juez de la ejecucion mia!
¿Qué espera? Que si este dia
Logra una temeridad,
Oye allí la Vanidad,
Mira allí la Idolatría
BALTASAR y EL PENSAMIENTO, dormidos.—LA MUERTE, DANIEL, LA VANIDAD, LA IDOLATRÍA.—UNA ESTATUA.
(Ábrese una apariencia á un lado, y parece una estatua de color de bronce, á caballo, y la Idolatría teniéndole el freno; y al otro lado, sobre una torre, aparece la Vanidad, con muchas plumas, y un instrumento en la mano.)
Idolat.
Baltasar de Babilonia,
Que á las lisonjas del sueño,
Sepulcro tú de tí mismo,
Mueres vivo y vives muerto...
Vanidad.
Baltasar de Babilonia
Que en el verde monumento
De la primavera, eres
Un racional esqueleto...
Baltas.
(Entre sueños.)
¿Quién me llama? ¿Quién me llama?
Mas, si á mis fantasmas creo,
Ya, Vanidad, ya te miro;
Ya, Idolatría, te veo.
Idolat.
Yo, la sacra Idolatría,
Deidad que del sol desciendo,
A consagrarte esta estatua,
Del supremo alcázar vengo,
Porque tenga adoracion
Hoy tu imágen en el suelo.
Vanidad.
Yo, la humana Vanidad,
Que en los abismos me engendro,
Y naciendo entre los hombres,
Tengo por esfera el cielo;
[p. 434]Para colocar la estatua,
Este imaginado templo
Te dedico, que de pluma
He fabricado en el viento.
Baltas.
(Entre sueños.)
¡Qué triunfos tan soberanos!
¡Qué aplausos tan lisonjeros!
Ofréceme, Idolatría,
Altares, aras, inciensos,
Y adórense mis estatuas
Por simulacros excelsos.
Tú, Vanidad, sube, sube
A coronarte al imperio;
Ilústrese una volando,
Ilústrese otra cayendo.
(Baja la estatua y sube la torre, y cantan versos Vanidad é Idolatría.)
Idolat.
(Cantando.)
¡Bajad, estatua, bajad!
A ser adorada id.
Vanidad.
(Cantando.)
¡A ser eterno subid,
Templo de la Vanidad!
Idolat.
¡Corred, bajad!
Vanidad.
¡Subid, volad!
Las dos.
Pues hoy de los vientos fía...
Idolat.
Estatuas la Idolatría...
Vanidad.
Y templo la Vanidad.
Muerte.
Suéltame, Daniel, la mano;
Verás qué osado y soberbio
Acabo, como Sanson,
Con el ídolo y el templo.
Daniel.
Ya yo te la soltaré,
Veloz cometa de fuego,
En siendo tiempo al rigor;
Pero hasta que sea tiempo,
Aquesa estatua de bronce
[p. 435]Le dé otro mental acuerdo,
Que trompeta de metal,
Tocada por mi precepto,
Será trompeta de juicio.
Muerte.
A los dos está bien eso,
Que en tocando la trompeta,
A su voz el universo
Todo espirará; y así,
¡Oh tú, peñasco de acero!
¿Qué espíritu aborrecido
Vive por alma en tu pecho?
Deidad mentida de bronce,
Desengáñate á tí mesmo. (Vase con Daniel.)
BALTASAR y EL PENSAMIENTO, dormidos.—LA VANIDAD, LA IDOLATRÍA, LA ESTATUA.
Estatua.
¡Baltasar!
Baltas.
¿Qué es lo que quieres,
Ilusion ó fingimiento,
Que me matas, que me afliges?
Estatua.
Oye, y velen á mi aliento
Hoy los sentidos del alma,
Miéntras duermen los del cuerpo;
Que contra la idolatría
Aspid de metal me vuelvo,
Porque como el áspid, yo
Muera á mi mismo veneno;
Y en tanto que el labio duro
Del bronce articula acentos,
Enmudezcan esas voces,
[p. 436]Que son lisonjas del viento.
Yo soy la Estatua que vió
Nabuco, hecha de diversos
Metales, con piés de barro,
A quien una piedra luégo
Deshizo, piedra caída
Del monte del Testamento.
No la adoracion divina
Tiranices á los cielos,
Que yo por verme adorar
De tres jóvenes hebreos,
El horno de Babilonia
Encendí, donde su esfuerzo
Al fuego se acrisoló,
Y no se deshizo al fuego.
Sidrac, Misac y Abdenago
Son vivos testigos desto.
Los dioses que adoras son
De humanas materias hechos;
Bronce adoras en Moloc,
Oro en Astarot, madero
En Baal, barro en Dagon,
Piedra en Baalin, y hierro
En Moab; y hallando en mí
El juicio de Dios inmenso,
A mis voces de metal
Os rendid las dos, rompiendo
Las plumas y las estatuas.
(Sube la estatua y baja la torre.)
Vanidad.
¡Que me abraso!
Idolat.
¡Que me hielo!
Vanidad.
Ya á los rayos de otro sol
He desvanecido el vuelo.
Idolat.
Y yo á la luz de otra fe,
[p. 437]Mis sombras desaparezco.
(Cúbrese la apariencia con la estatua, la Vanidad y la Idolatría.)
BALTASAR, EL PENSAMIENTO.
Baltas.
(Despertándose.)
¡Oye, espera, escucha, aguarda!
¡Oh, no me niegues tan presto
Tal vanidad, tal ventura!
(Despierta el Pensamiento.)
Pensam.
¿De qué das voces? ¿Qué es esto?
Baltas.
¡Ay, Pensamiento! No sé;
Pues cuando deidad me miento,
Pues cuando señor me aclamo
Y de mi engaño recuerdo,
Solas tus locuras hallo,
Solas tus locuras veo.
Pensam.
Pues ¿qué es lo que te ha pasado?
Baltas.
Yo ví en el pálido sueño
Donde estaba descansando
Todo el aplauso que tengo.
Subia mi Vanidad
A dar con su frente al cielo;
Bajaba mi Idolatría
Desde su adorado imperio.
Aquella un templo me daba;
Ésta una estatua, y al tiempo
Que ésta y aquélla tenía
Hecha la estatua y el templo
Una voz de bronce, una
[p. 438]Trompeta, que áun ahora tiemblo,
De aquella abrasó las plumas,
Desta deshizo el intento,
Quedando el templo y la estatua
Por despojos de los vientos...
¡Ay de mí! la Vanidad
Es la breve flor de almendro,
La Idolatría la rosa
Del sol; aquella, al primero
Suspiro, se rinde fácil
A las cóleras del cierzo;
Ésta á la ausencia del dia
Desmaya los rizos crespos;
¡Breve sol y breve rosa
De las injurias del tiempo!
BALTASAR, EL PENSAMIENTO, LA IDOLATRÍA.
Idolat.
No ha de vencer mis glorias
Una voz, ni un engaño mis victorias;
Triunfe la pompa mia,
En esta noche de la luz del dia.—
Baltasar, soberano
Príncipe, rey divino más que humano,
Miéntras que suspendido
Diste al sueño la paz de tu sentido,
Treguas del pensamiento,
Mi amor, á tus aplausos siempre atento,
Velaba en tus grandezas;
Que no saben dormirse las finezas.
Una opulenta cena,
[p. 439]De las delicias y regalos llena
Que la gula ha ignorado,
Te tiene prevenida mi cuidado,
Adonde los sentidos
Todos hallan sus platos prevenidos.
En los aparadores
La plata y oro brillan resplandores,
Y con ricos despojos
Hartan la hidropesía de los ojos.
Perfumes lisonjeros
Son aromas de flores, en braseros
De verdes esmeraldas,
Que Arabia la feliz cria en sus faldas;
Para tí solo plato,
Que el hambre satisface del olfato.
La música acordada,
Ni bien cerca de tí, ni retirada,
En numeroso acento suspendido,
Brinda á la sed con que nació el oido.
Los cándidos manteles,
Bordados de azucenas y claveles,
A dibujos tan bellos,
Que hace nuevo valor la nieve en ellos,
Son al tacto süave
Curiosidad que lisonjearle sabe.
Néctares y ambrosías,
Frias bebidas (basta decir frias),
Destiladas de rosas y azahares,
Te servirán á tiempo entre manjares,
Porque con salva y aparato justo
Alternen con las copas hoy al gusto;
Y porque aquéstas sean
En las que más tus triunfos hoy se vean,
Los vasos que al gran Dios de Israel sagrados
[p. 440]Trujo Nabucodonosor robados
De aquella gran Jerusalen, el dia
Que al Oriente extendió su monarquía,
Manda, señor, traellos;
Hoy á los dioses brindarás con ellos,
Profanando el tesoro
De tu templo los ídolos que adoro.
Postres serán mis brazos,
Fingiendo redes y inventando lazos,
Cifrando tus grandezas,
Tus pompas, tus trofeos, tus riquezas,
Este maná de amor, donde hacen plato
Olfato, ojos y oidos, gusto y tacto.
Baltas.
En viéndote, me olvido
De cuantos pensamientos he tenido,
Y despierto á tu luz hermosa, creo
Más que lo que imagino, lo que veo;
Sólo tu luz podia
Divertir la fatal melancolía
Que mi pecho ocupaba.
Pensam.
¡Eso sí, vive el cielo! que esperaba,
Segun estás de necio,
Que de tal cena habias de hacer desprecio;
Haya fiesta, haya holgura;
Deja el llanto esta noche: mi locura
A borrachez se pasa...
Pero todo se cae dentro de casa.
Baltas.
Los vasos que sirvieron en el templo,
Eterna maravilla sin ejemplo,
A sacerdotes de Israel, esclavo,
Sírvanme á mí tambien.
Pensam.
Tu gusto alabo.
Baltas.
Vayan por ellos.
BALTASAR, EL PENSAMIENTO, LA IDOLATRÍA, LA VANIDAD.—Música, acompañamiento.
Vanidad.
Excusado ha sido;
Que ya la Vanidad los ha traido.
Idolat.
Sacad las mesas presto
A aqueste cenador.
Pensam.
¿A mí? ¿Qué es esto?
Vanidad.
Pues ¿quién habla contigo?
Pensam.
¿Quien dice cenador no habla conmigo?
Pues si yo he de cenar, señora, es cierto
Que soy el cenador; y ahora advierto
Que por mí se haría
Aquella antigua copla que decia:
¡Para mí se hicieron cenas,
Para mí, que las tengo por buenas!
¡Para mí, para mí,
Que para cenar nací!
(Sacan la mesa con vasos de plata, y van sirviendo platos de comida á su tiempo.)
Baltas.
Sentáos las dos, y luégo por los lados
Sentáos todos mis deudos y criados;
Que cena donde están por tales modos
Vasos del templo, es cena para todos;
Y las gracias que demos, celebrando
Hoy á los dioses, ha de ser cantando.
Música.
Esta mesa es este dia
Altar de la Idolatría,
De la Vanidad altar;
Pues adornan sin ejemplo
[p. 442]Todos los vasos del templo
La cena de Baltasar.
(Pónense á cenar todos.)
Dichos.—LA MUERTE, disfrazada.
Muerte.
(Ap.) A la gran cena del Rey
Disfrazado ahora vengo;
Pues en esta cena estó
Escondido y encubierto,
Entre los criados suyos
Que podré encubrirme creo.
Descuidado á Baltasar
De mis memorias le veo,
Cercado de sus mujeres
Y los grandes de su reino.
Los vasos que Salomon
Consagró al Dios verdadero,
Y donde sus sacerdotes
Los sacrificios hicieron,
Sus aparadores cubren...
¡Oh juicio de Dios eterno!
Suelta ya tu mano, suelta
La mia, porque ya el peso
De sus pecados cumplió
Con tan grande sacrilegio.
Baltas.
Dadme de beber.
(Toma el Pensamiento los platos y come.)
Pensam.
(A la Muerte.)¡Hola, aho,
Camarada! ¿no oís aquello?
Llevad de beber al Rey,
[p. 443]Miéntras que yo estoy comiendo.
Muerte.
(Ap. Por criado me han tenido;
Servirle la copa quiero,
Pues no podrá conocerme
Quien está olvidado y ciego.
Este vaso del altar
La vida contiene, es cierto,
Cuando á la vida le sirve
De bebida y de alimento;
Mas la muerte encierra, como
La vida; que es argumento
De la muerte y de la vida,
Y está su licor compuesto
De néctar y de cicuta,
De triaca y de veneno.)—
Aquí está ya la bebida.
(Llega á dar la bebida al Rey.)
Baltas.
Yo de tu mano la acepto.
¡Qué hermoso vaso!
Muerte.
(Ap.)Ay de tí,
Que no sabes lo que hay dentro.
Idolat.
El Rey bebe; levantáos todos.
(Levántanse todos.)
Baltas.
Glorias de mi imperio,
En este vaso del Dios
De Israel brindo á los nuestros.
¡Moloc, dios de los asirios,
Viva! (Bebe despacio.)
Pensam.
La razon haremos;
Sólo hoy me parecen pocos
Treinta mil dioses, y pienso
Hacer la razon á todos.
Idolat.
Cantad miéntras va bebiendo.
Música.
Esta mesa es este dia
[p. 444]Altar de la Idolatría,
De la Vanidad Altar,
Pues le sirven sin ejemplo
El cáliz, vaso del templo,
En que bebe Baltasar...
(Suena un trueno muy grande.)
Baltas.
¡Qué extraño ruido! ¿Qué asombro
Alborota con estruendo,
Tocando al arma las nubes,
La campaña de los vientos?
Idolat.
Como bebiste, será
Salva que te hacen los cielos
Con su horrible artillería.
Vanidad.
De sombra y de horror cubiertos,
Nos esconden las estrellas.
Muerte.
¡Cuánto las sombras deseo,
Como padre de las sombras!
Baltas.
Caliginosos y espesos
Cometas el aire vano
Cruzan, pájaros de fuego;
Bramidos da de dolor
Preñada nube, gimiendo;
Parece que está de parto,
Y es verdad, pues de su seno
Rompió ya un rayo, abrasado
Embrïon que tuvo dentro;
Y siendo su fruto el rayo,
Ha sido el bramido un trueno.
(Da un gran trueno, y con un cohete de pasada sale una mano, que vendrá á dar á donde habrá en un papel escritas estas letras: Mané, Techél, Farés.)
¿No veis? ¡ay de mí! ¿no veis
Que rasgado, que rompiendo
El aire trémulo, sobre
[p. 445]Mi cabeza está pendiendo
De un hilo que en la pared
Toca? ¡y si su forma advierto,
Una mano es, una mano,
Que la nube al monstruo horrendo
Le va partiendo á pedazos!
¿Quién vió, quién, rayo compuesto
De artérias? No sé, no sé
Lo que escribe con el dedo;
Porque en habiendo dejado
Tres breves rasgos impresos,
Otra vez sube la mano
A juntarse con el cuerpo...
Perdido tengo el color,
Erizado está el cabello,
El corazon palpitando
Y desmayado el aliento.
Los caracteres escritos,
Ni los alcanzo ni entiendo,
Porque hoy es Babel de letras
Lo que de lenguas un tiempo.
Vanidad.
Un monte de fuego soy.
Idolat.
Y yo una estatua de hielo.
Pensam.
Yo no soy monte ni estatua,
Mas tengo muy lindo miedo.
Baltas.
Idolatría, tú sabes
De los dioses los secretos.
¿Qué dicen aquellas letras?
Idolat.
Ninguna de ellas acierto,
Ni áun el carácter conozco.
Baltas.
Tú, Vanidad, cuyo ingenio
Ciencias comprendió profundas
En magos y en agoreros,
¿Qué lees? dí. ¿Qué lees?
[p. 446]Vanidad.
Ninguna
Se da á partido á mi ingenio;
Todas, todas las ignoro.
Baltas.
¿Qué alcanzas tú, Pensamiento?
Pensam.
¡A buen sabio lo preguntas!
Yo soy loco, nada entiendo.
Idolat.
Daniel, un hebreo que ha sido
Quien interpretó los sueños
Del árbol y de la estatua,
Lo dirá.
Dichos.—DANIEL.
Daniel.
Pues oid atentos:
Mané dice que ya Dios
Ha numerado tu reino;
Techél, y que en él cumpliste
El número, y que en el peso
No cabe una culpa más;
Farés, que será tu reino
Asolado y poseido
De los persas y los medos.
Así la mano de Dios
Tu sentencia con el dedo
Escribió, y esta justicia
La remite por derecho
Al brazo seglar; que Dios
La hace de tí, porque has hecho
Profanidad á los vasos,
Con baldon y con desprecio;
Porque ningun mortal use
[p. 447]Mal de los vasos del templo,
Que son á la ley de gracia
Reservado sacramento,
Cuando se borre la escrita
De las láminas del tiempo.
Y si profanar los vasos
Es delito tan inmenso,
Oid, mortales, oid,
Que hay vida y hay muerte en ellos,
Pues quien comulga en pecado
Profana el vaso del templo.
Baltas.
¿Muerte hay en ellos?
Muerte.
Sí, cuando
Yo los sirvo, que soberbio
Hijo del pecado soy,
A cuyo mortal veneno,
Que bebiste, has de morir.
Baltas.
Yo te creo, yo te creo,
A pesar de mis sentidos,
Que torpes y descompuestos,
Por el oido y la vista,
A tu espanto y á tu estruendo,
Me están penetrando el alma,
Me están traspasando el pecho.—
Ampárame, Idolatría,
Deste rigor.
Idolat.
Yo no puedo,
Porque á la voz temerosa
De aquel futuro misterio
Que has profanado en los vasos
Hoy en rasgos y bosquejos,
Todo el valor he perdido,
Postrado todo el aliento.
Baltas.
Socórreme, Vanidad.
[p. 448]Vanidad.
Yo soy humildad del cielo.
Baltas.
Pensamiento...
Pensam.
Tu mayor
Contrario es tu Pensamiento,
Pues no quisiste creerle
Tantos mortales acuerdos.
Baltas.
Daniel.
Daniel.
Soy juicio de Dios;
Está ya dado el decreto,
Está el número cumplido,
Baltasar.
Pensam.
Nulla est redemptio.
Baltas.
¡Todos, todos me dejais
En el peligro postrero!
¿Quién ampararme podrá
Deste horror, deste portento?
Muerte.
Nadie; que no estás seguro
En el abismo, en el centro
De la tierra.
Baltas.
¡Ay, que me abraso!
Muerte.
Muere, ingrato.
(Saca la espada y dale una estocada, y luégo se abraza con él, como que luchan.)
Baltas.
¡Ay que me muero!
¿El veneno no bastaba,
Que bebí?
Muerte.
No; que el veneno
La muerte ha sido del alma,
Y ésta es la muerte del cuerpo.
Baltas.
Con las ánsias de la muerte,
Triste, confuso y deshecho,
A brazo partido lucho,
El cuerpo y alma muriendo.
¡Oid, mortales, oid
[p. 449]El riguroso proverbio
Del Mané, Techél, Farés,
Del juicio de Dios Supremo!
¡Al que vasos profana
Divinos postra severo,
Y el que comulga en pecado
Profana el vaso del templo!
Éntranse luchando los dos, y tras ellos el Pensamiento.
LA IDOLATRÍA, LA VANIDAD, DANIEL.—Luego LA MUERTE.
Idolat.
De los sueños de mi olvido
Como dormida despierto;
Y pues á la Idolatría
Dios no excepta, segun veo,
En la sábana bordada
De tantos brutos diversos
Como Cristo mandará
Que mate y que coma Pedro,
¡Quién viera la clara luz
De la ley de gracia, cielos,
Que ahora es la ley escrita!
(Sale la Muerte, de galan, con espada y daga, y el manto lleno de muertes.)
Muerte.
Bien puedes verla en bosquejo
En la piel de Gedeon,
En el maná del desierto,
En el panal de la boca
Del leon, en el cordero
Legal, en el pan sagrado
[p. 450]De proposicion.
Daniel.
Y si esto
No lo descubre, descubra
En profecía este tiempo
Esta mesa transformada
En pan y vino; estupendo
Milagro de Dios, en quien
Cifró el mayor Sacramento.
(Descúbrese, con música, una mesa con pié de altar, y en medio un cáliz y una hostia, y dos velas á los lados.)
Idolat.
Yo, que fuí la Idolatría,
Que di adoracion á necios
Ídolos falsos, borrando
Hoy el nombre de mí y de ellos,
Seré Latría, adorando
Este inmenso Sacramento.
Y pues su fiesta celebra
Madrid, al humilde ingenio
De Don Pedro Calderon
Suplid los muchos defectos;
Y perdonad nuestras faltas
Y las suyas, advirtiendo
Que nunca alcanzan las obras
Donde llegan los deseos.
[p. 451]
[p. 452]
El Poder.
La Sabiduría.
El Amor.
La Sombra.
La Luz.
El Príncipe de las tinieblas.
El Hombre.
La Tierra.
El Aire.
El Fuego.
El Entendimiento.
El Albedrío.
Músicos.
MEMORIA DE LAS APARIENCIAS.
El primer carro ha de ser un globo, lo más capaz que pueda dar de sí la fachada del carro. Su primer cuerpo ha de estar pintado de boscajes, y entre ellos varios animales, y el globo lineado como mapa de esfera terrestre, y entre sus líneas cuajado de rosas y flores, lo más hermoso que se pueda. Ha de haber delante dos árboles de recortado, en que descanse á su tiempo el medio globo, que se ha de abrir en dos mitades; y de la que quede fija, ha de salir una mujer, caballera en un leon corpóreo.
El segundo carro ha de ser otro globo, igual en sus tamaños al primero, con diferencia de que su pintura ha de ser en su primer cuerpo de nubarrones y estrellas, y en su globo lineado como esfera celeste, con signos é imágenes del zodiaco, y todo con resplandores. Tambien se ha de abrir á su tiempo, descansando la mitad, que cae en dos columnas de recortado, pintadas como pirámides de fuego, y ha de salir de otra mitad, que queda fija, otra mujer, caballera en una salamandra, tambien corpórea.
El tercer carro ha de ser otro globo igual á los dos, con diferencia de que su pintura sea de color de mar, cuajado entre ondas cerúleas, todo de diversos pescados. Su mitad ha de descansar sobre otros dos piés, pintados de ovas, conchas y corales y demas adornos marinos, y salir dél otra mujer, caballera en un delfin corpóreo.
El cuarto carro, en correspondencia de los tres, ha de ser pintado de color de aire, cuajado de diversas aves. Ha de descansar su medio globo en dos bichas, con dos pájaros en su remate; la mujer que ha de salir de él ha de venir sobre un águila corpórea.
En uno destos globos ha de haber en lo bajo del tablado hecha una gruta, que ha de abrirse á su tiempo, y verse en ella un hombre dormido sobre un peñasco; y porque una mejor con su pintura, podrá ser en el globo terrestre.—D. Pedro Calderon de la Barca.
[p. 453]
Region fantástica del universo, recien sacada de la nada.—Se ven las esferas del Aire, del Agua, de la Tierra y del Fuego.
De sus respectivas esferas salen LA TIERRA, cabalgando en un leon, EL FUEGO en una salamandra. EL AGUA, en un delfin, y EL AIRE en un águila. Apéanse, y asiendo á un tiempo de una corona que habrá en el escenario, luchan en rueda, por llevársela.—Dentro las voces de EL PODER, LA SABIDURÍA y EL AMOR.—Música.
Agua.
¡Mia ha de ser la corona!
Aire.
¡El laurel ha de ser mio!
Tierra.
¡No hará miéntras yo no muero!
Fuego.
¡No será miéntras yo vivo!
Agua.
Este lazo de los cuatro,
Nunca hasta aquí dividido,
No ha de romperse si yo
No reino.
Tierra.
Que en el principio
Dios hizo el cielo y tierra
Se dirá; luego debido
Me es el vasallaje, siendo
La que á los tres me anticipo,
Pues será de fe que á mí
[p. 454]A par del cielo me hizo.
Aire.
Tierra, que árida y vacía
Estás, que así ha de decirlo
La misma letra, si soy
El Aire, á cuyos alivios
Has de beber los alientos,
¿Por qué compites conmigo?
Agua.
El espíritu de Dios,
Inspirado de sí mismo
Sobre las aguas fluctúa,
Que son la faz del abismo;
Luego si sobre las aguas
El Espíritu divino
De Dios es llevado, al Agua
Debeis los demas rendiros.
Fuego.
Un globo y masa confusa,
Que poéticos estilos
Llamarán cáos, y nada
Los profetas, compusimos
Los cuatro; pues ¿por qué, siendo
Hija hermosa de mis visos,
La luz la primera criatura
Con que á todos ilumino,
Quereis que el Fuego no sea
De los cuatro el preferido?
(Luchan los cuatro.)
Tierra.
¿Tú el preferido?—Agua, deja
Libres los términos mios...
Agua.
Déjeme el Aire los brazos
de mis mares y mis rios.
Aire.
En dejándome á mí el Fuego
La presa de mis suspiros.
Fuego.
Cuando me deje la Tierra,
Opaco cuerpo que ciño,
[p. 455]Resplandecer y lucir. (Luchando siempre.)
Tierra.
Con Aire y Agua compito.
Aire.
Yo con el Agua y el Fuego,
Que son los dos con quien lidio.
Agua.
Yo con el Aire y la Tierra.
Fuego.
Yo con la Tierra y contigo.
(Dicen dentro á un mismo tiempo iguales Poder, Sabiduría y Amor los versos que repetirá la música, y los cuatro elementos se suspenden.)
Los tres.
Agua, Tierra, Fuego y Aire...
Música.
Agua, Tierra, Fuego y Aire...
Los tres.
Que contrariamente unidos...
Música.
Que contrariamente unidos...
Los tres.
Y unidamente contrarios...
Música.
Y unidamente contrarios...
Los tres.
En lucha estais, dividíos.
Los cuatro elem.
¿Quién nos lo manda?
LOS CUATRO ELEMENTOS. Se desasen, partiendo la corona; y salen EL PODER, anciano venerable, y SABIDURÍA y AMOR, de galanes.
Poder.
El Poder,
Que eternamente infinito
Pudo...
Sabid.
La Sabiduría,
Que supo desde el principio
Disponerlo así.
Amor.
El Amor,
Que de los dos procedido,
[p. 456]Tambien lo quiso.
Agua.
¿De suerte,
Que un mismo Poder...
Aire.
Que un mismo
Saber...
Tierra.
Que un mismo querer...
Fuego.
En tres personas distinto...
Agua.
Y en sola una voluntad...
Aire.
Juntarnos y dividirnos...
Los cuatro elem.
Quiso, supo, pudo?
Los tres.
Sí,
Porque pudo, supo y quiso.
Agua.
A esa voz...
Aire.
A ese precepto...
Tierra.
A ese imperio...
Fuego.
A ese dominio...
Agua.
Yo me humillo.
Aire.
Yo obedezco.
Tierra.
Yo me postro.
Fuego.
Yo me rindo.
Los cuat.
Y de la pasada lid
En la pretension desisto.
Poder.
Oid, que no por eso cesa
Vuestro campal desafío,
Que aunque enemigos no os quiero,
Tampoco no os quiero amigos.
A ser vuestras cualidades
Una, ¿no fuera preciso
Con natural simpatía
Uno en otro convertiros,
Y que os mezclárades juntos
Para no durar distintos?
Y ahora, á contrario, á ser várias
[p. 457]Las cualidades, ¿no es visto
Que tambien habia de hacer
La antipatía lo mismo,
Y os desavinierais para
No conservaros contiguos?
Luego convino que haya
Cualidades en que uniros,
Y que haya cualidades
En que oponeros convino;
Pues en una parte opuestos,
Y en otra parte benignos,
Es fuerza que eslabonados,
Cuando vaya á dividiros
El odio, os tenga el amor;
Y que, amigos y enemigos,
Dureis conformes y opuestos
Lo que duraren los siglos.
Sabidur.
Y ya que el Sumo Poder
A los cuatro ha dividido.
Mantenidos en igual
Balanza, igual equilibrio,
Entre la Sabiduría
A dar los puestos y oficios
Que habeis de tener, vea el orbe
Que si la creacion ha sido
Atribucion del Poder,
Lo es de la ciencia el arbitrio;
Divididas, pues, las aguas
De las aguas, su nativo
Curso en el cielo un hermoso
Firmamento cristalino
Forme, para que elevado
El fuego á eminente sitio,
En él temple sus ardores,
[p. 458]Comunicándose tibio
Al aire; el aire ciñendo
En vagaroso circuito
Al agua, que se quedó
Inferior, haga lo mismo,
Templando sus humedades;
Y ella, en undoso recinto
Componga una agregacion
De cristales, cuyos vidrios,
Siempre inquietos, nunca rompan
De sus márgenes los grillos;
Para que desocupados
De la tierra los distritos,
Los hombros descubra, en quien
Descanse el grave, el prolijo
Peso de tanto eminente
Universal edificio.
Amor.
Y ya que la agregacion
De alegóricos sentidos
Da la creacion al Poder,
Y el órden de sus designios
A la Sabiduría; bien
Dará al Amor el cariño
De verlos con nuevos dones
Ufanos y enriquecidos,
Y así, al Fuego adornen sol
Y luna, estrellas y signos,
Presidiendo al dia y la noche,
Uno en rayos y otro en visos.
Al Aire pueblen las aves,
Hermoseando sus vacíos
Los matices de las alas,
Los cánticos de los picos.
Al Agua habiten los peces,
[p. 459]Primeros bajeles vivos,
Que surquen su esfera á tornos,
Que naden su seno á giros.
Troncos, plantas, frutos, flores,
En vistosos laberintos
La tierra cubran, en quien,
Ya familiares, ya esquivos,
Diversos brutos habiten,
Teniendo para su asilo
Los domésticos las selvas,
Los montaraces los riscos.
Y pues del Poder criados,
Y de la Ciencia instruidos,
Y adornados del Amor
Os veis, sed agradecidos
Al Señor, cuyo Poder,
Ciencia y Amor os bendijo;
Bendecidle, pues, vosotros
En dulces cantos é himnos.
Fuego.
Sí haremos, porque en el dia
Del Señor, los regocijos
Tambien son cultos; y supuesto
Que las cuatro esferas fuimos
Organizadas debajo
De compas métrico y ritmo,
Vaya de música y baile,
Diciendo todas conmigo... (Cantando.)
Cuanto en Fuego, Aire, Agua y Tierra...
Música.
Cuanto en Fuego, Agua, Aire y Tierra...
Fuego.
Vuela, sulca, nada y yerra...
Música.
Vuela, sulca, nada y yerra...
Fuego.
Y en sí las obras encierra...
Música.
Y en sí las obras encierra...
Fuego.
De Poder, Ciencia y Amor...
[p. 460]Música.
De Poder, Ciencia y Amor...
Fuego.
¡Bendecid al Señor!
Música.
¡Bendecid al Señor!
Fuego.
Ángeles, criaturas bellas,
Cielo, sol, luna y estrellas,
Con vuestro hermoso esplendor...
Música.
¡Bendecid al Señor!
Aire.
(Canta.) Nubes de blando rocío,
Primavera, invierno, estío,
Niebla, luz, sombra y albor...
Música.
¡Bendecid al Señor!
Tierra.
(Canta.) Montes, valles y collados,
Y cuanto en selvas y prados
Hay desde el cedro á la flor...
Música.
¡Bendecid al Señor!
Agua.
(Canta.) Mares, rios, balsas, fuentes,
Y cuanto en vuestras corrientes
Vive á merced de su amor...
Música.
¡Bendecid al Señor!
Fuego.
Ya, Señor, que el hacimiento
De gracias abrió el camino
Para que, quebrado el hielo
Del temor, pueda contigo
Ó por ser lenguas el Fuego,
Ó por ser el más activo,
Hablar de parte de todos,
Que me escuches te suplico.
El duelo en que nos hallaste
Fué, no tan sólo nacido
De nuestras contrariedades,
Mas tambien de nuestros bríos;
Procurando cada uno
Ser al otro preferido;
Porque siendo, como es,
[p. 461]Este inferior edificio
De la fábrica del orbe
Un conquistado dominio,
Reino aparte de tu imperio
Y colonia de tu impíreo,
Para mantenerse en paz
Y justicia, le es preciso
Tener uno que prefiera
A los demas; pues no ha sido
Posible que se conserve
Neutral un cetro diviso,
Y no teniendo heredero
Tú, que pueda preferirnos,
Uno de los cuatro es fuerza
Que haya, Señor, de regirnos,
Si no es ya que tus favores,
De nuestra razon movidos,
Nos provean de un virey,
Alcaide, juez ó ministro,
A quien en tu nombre demos
La obediencia; que no es digno
Que alumbre el Fuego, la Tierra
Fructifique, el centro frio
Divida climas, el Aire
Aliente, y todos remisos
No sepamos para quién
Tanto aparato previno,
Beneficios que, no usados,
Dejen de ser beneficios.
Los cuat.
Esto es, Señor, lo que humildes
Todos á tus piés pedimos.
Poder.
Gran corte del universo,
Leales vasallos mios,
Desistid de la contienda
[p. 462]Que los cuatro habeis tenido,
Pues por poneros en paz,
Quiero un secreto deciros,
Que hasta ahora de mi mente
Para ninguno ha salido.
Yo, que sin necesidad
De criaturas, de edificios,
De pompas y majestades,
En principio, sin principio,
Para fin, tambien sin fin,
Dentro estaba de mí mismo,
Por ostentarme criador,
Saqué, con sólo decirlo,
Del ejemplar de mi idea
Las obras que ya habeis visto.
Estando, pues, en mi trono,
Cercado de los ministros
Que más hermosos, más puros
Crié para mi servicio,
Les revelé cómo habia,
Por mostrarme más benigno,
Más liberal, más amable,
Para mi esposa elegido,
Y reina suya, á la humana
Naturaleza, cuyo hijo
Heredero por la gracia
Sería del imperio mio.
Uno, pues, de los vasallos,
El más sabio, hermoso y lindo,
De su ciencia y su hermosura
Soberbio y desvanecido,
Por no jurar vasallaje
A inferior ser, atrevido
Se opuso á mis providencias;
[p. 463]Dispuesto á sus precipicios,
Tocó al arma en mis estados,
Y con opuestos caudillos,
Vinieron á la batalla
Las virtudes y los vicios.
Ya alentado el bronce suena,
Ya responde el parche herido,
Ya cruje armado el acero...
Mas ¿para qué lo repito,
Si en arrastrados despojos,
Es con eterno castigo
El clarin de mi victoria
La trompa de su gemido?
Viendo mi primer cuidado
En esta parte perdido,
Pues la criatura mejor
Oponerse al Criador quiso,
Escarmentando (bien puedo
En esta frase decirlo,
Que no es baja voz que á mí
Me escarmienten los delitos),
Quise, acudiendo á mis ciencias,
Consultarme á mí conmigo,
Si en la segunda criatura,
Sujeto hermoso que elijo
Para mi heredero, habia
De sucederme lo mismo;
A cuyo efecto mi eterna
Sabiduría me dijo...
Sabidur.
Yo, que sé todas las ciencias,
De que son fieles testigos
Los astros (pues que no hay
En todo ese azul zafiro,
Encuadernado volúmen
[p. 464]De quien el sol es registro,
Ninguno que por su nombre
No llame, adverso ó propicio);
Yo, para quien el presente
Tiempo solamente es fijo,
Pues si miro hácia el pasado,
Y si hácia el futuro miro,
Es tiempo presente todo,
Futuro ó pasado siglo;
Habiendo con mi presencia
En ese dorado libro
De once hojas de cristal
Previsto al hombre, he previsto
Que si del lóbrego seno
De la tierra, el duro silo
De sus entrañas, el ciego
Vientre de su obscuro limbo
(Donde sin sér, alma y vida,
Discurso, eleccion ni aviso,
En metáfora de cárcel
Hasta ahora le has tenido),
Le sacas á luz, no ménos
Ingrato y desconocido
Te será el hombre que el ángel,
Poniendo en tan gran conflicto
A todo el género humano,
Que, á sombra de su delito,
Sea el ámbito del orbe
Tan heredad del abismo,
Que nazcan de sus raíces
El pasmo, el susto, el peligro;
El adulterio, el rencor,
El hurto y el homicidio.
Pero ¿qué mucho, si habiendo
[p. 465]Una vez introducido
La palidez de la muerte
Sus últimos parasismos,
Será tan universal
El morir? Pues si yo mismo,
En tu nombre, para enmienda
De sus errores, admito
Humano sér; áun yo...
Poder.
Cesa,
Que el Amor se ha enternecido.
Amor.
Sí; pero no sin consuelo,
Que pueda servir de alivio.
Los amenazados riesgos
No son, Poder, tan precisos,
Que hayan de ser, pues no fueran
Coartando al hombre el arbitrio,
Ni mérito las virtudes,
Ni demérito los vicios.
Si todo este suntuoso
Aparato, en quien admiro
En el Fuego lo brillante,
En el Aire lo lucido,
En el mar lo prodigioso,
Como en la Tierra lo rico,
Para el hombre lo criaste,
Y es él el que te ha debido
La tarea de seis dias,
¿No disuena á un Amor pío
Hacerlo para él, y no
Hacerle á él? y si los cinco
Talentos que le has de dar
Han de ser cinco sentidos,
Si tres potencias los tres,
Y si uno razon y juicio,
[p. 466]Deja que el Entendimiento,
Con el racional instinto
Le advierta del bien y el mal,
Dándole un libre Albedrío
Con que use del mal ó el bien,
Que ya una vez concebido
En tu soberana idea,
No ser el que en ella ha sido,
Dejando de ser, sin ser,
En darle por merecido
El castigo ántes del yerro;
Pues no puede haber castigo,
Como no ser el que fuera.
Y así, como Amor te pido,
Nazca el hombre y sepa el hombre
Que aqueste imperio y tu empíreo
Por sí mismo ha de ganarle,
O perderte por sí mismo.
Poder.
Aquello (vuelvo al discurso)
La Sabiduría me dijo,
Y esto me dijo el Amor,
Cuando me tenía indeciso
Si en la segunda criatura
Me sucediera lo mismo
Que en la primera; con que
De la ciencia prevenido,
Y movido del Amor,
Que aunque en los tres no distingo
Mayor ni menor esmero,
Ni postrero, siempre inclino
Más el Poder al Amor,
A sacar me determino
De la prision del no sér,
A sér este oculto hijo,
[p. 467]Que ya de mi mente ideado
Y de la tierra nacido,
Ha de ser príncipe vuestro.
Y así, sin que haya sabido
Quién es, por dejar abierto
A la experiencia un resquicio,
Hoy del damasceno campo,
A un hermoso alcázar rico,
Que á oposicion de azul cielo,
Será verde paraíso,
Le trasladaré, y en él,
Despues que con mis auxilios
Le haya su luz ilustrado,
Le daré el raro prodigio
De la Gracia por esposa.
Si procediere benigno,
Atento, prudente y cuerdo,
Obedecedlo y servidlo,
Durando en su vasallaje;
Mas si procediere altivo,
Soberbio é inobediente,
No le conozcais dominio,
Arrojadle de vosotros;
Pues, como el Amor ha dicho,
Puesta su suerte en sus manos,
El logro ó el desperdicio,
O por sí le habia ganado,
O por sí le habia perdido.
¿Juraislo así?
Los cuatro elem.
Sí juramos.
Tierra.
Y yo, en fe de que lo admito,
De los limos de la tierra
Con este polvo te sirvo,
[p. 468]Para su formacion.
Agua.
Yo,
Para amasar ese limo,
Te daré el cristal.
Aire.
Yo luégo,
Porque cobre el quebradizo
Barro, en su materia, forma,
Te daré el vital suspiro,
Que hiriendo en su faz le anime.
Fuego.
Y yo, aquel fuego nativo,
Que con natural calor
Siempre le conserve vivo.
Poder.
Venid, pues, y al hombre hagamos.
(Los elementos entre sí.)
Agua.
¿Hagamos, en plural dijo?
Aire.
Sí.
Agua.
Pues ¿cómo, si con solo
Hágase, todo se hizo,
Hágase no dijo al hombre?
Fuego.
Ese es evidente indicio,
Que puso en él más cuidado
Que en todo.
Poder.
¿Qué aguardais? Idos
A esperarle y recibirle
En el alcázar que os digo,
Donde, guiado de la gracia,
Sean aplausos festivos
Su primer salva.
Fuego.
Primero
Iremos, Señor, contigo,
Hasta el damasceno campo,
Volviendo á decir el himno...
Música.
Cuanto en Fuego, Aire, Agua y Tierra.
(La Sombra sale por una parte, y por otra se van; y la Sombra repite lo que cantan.)
[p. 469]Sombra.
Cuanto en Fuego, Aire, Agua y Tierra.
Música.
Vuela, brilla, sulca y yerra...
Sombra.
Vuela, brilla, sulca y yerra...
Música.
Y en sí las sombras encierra...
Sombra.
Y en sí las sombras encierra...
Música.
De Poder, Ciencia y Amor,
¡Bendecid al Señor! (Vanse.)
Sombra.
De Poder, Ciencia y Amor,
¡Bendecid al Señor!
LA SOMBRA.
Sombra.
¿Cuándo el acento fué rayo veloz,
Trueno el eco, relámpago la voz,
Flecha el aire, dogal
El suspiro, el anhélito puñal,
Sino hoy, que contra mí
Las cláusulas del cántico que oí,
El relámpago, el rayo, el trueno son
Dogal, flecha y puñal del corazon?
¡Oh qué mal ejemplar
Al áspid mi quebranto ha de dejar;
Pues siendo el áspid yo
Que de la luz huyendo, se escondió,
Resulta ser en él
La música el conjuro más cruel!
Pero miente el dolor,
Que si él se da á partido, no el furor,
La ira, la rabia, el pasmo, el frenesí,
Que ha introducido en mí
Que del no sér pasando el hombre al sér,
[p. 470]Esposo de la luz haya de ser,
Siendo la sombra en tálamo feliz,
A su opuesta, jurada emperatriz
Del universo; pero no haré tal;
¡Oh, máteme el dolor ántes que el mal!
¡Ni del profundo horror,
Cuna del susto y tumba del pavor,
En quien es el vivir,
Morir eterno para no morir!
¡Patria horrible y crüel
Del odio infame, del rencor infiel,
Escuela del penar,
Mansion del llanto, casa del pesar;
Reino de confusion,
Babel del siglo, lóbrega mansion
Del espanto, el asombro y la crueldad!
¡Ah del centro, de cuya obscuridad
La Sombra arrastra el lóbrego capuz!
¡Ah del negado auxilio de la luz,
Línea del mal, antípoda del bien,
Ciudad sin Dios! ¡Ah del abismo!
LA SOMBRA.—Sale EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS.
Príncipe.
¿Quién pudo á su invocacion
Obligarme, rompiendo la prision
De infaustos calabozos, á salir
A perturbar de tanto azul zafir
El puro rosicler,
Pues demudaron, al llegarme á ver,
[p. 471]Desde el mayor hasta el menor farol,
Su faz la luna, y su semblante el sol?
¿Quién, pues, quién me llamó?
Sombra.
¿Quién pudiera, lucero, sino yo,
Que sombra soy, valerme de quien es
Príncipe de tinieblas?
Príncipe.
Díme, pues,
¿Qué es tu intento?
Sombra.
Yo fuí
Pálida tez del cáos...
Príncipe.
Ya lo ví
Cuando en pálida tez
Apagó mi esplendor tu lobreguez.
Sombra.
Nació la luz, con que,
Arrugándome el manto...
Príncipe.
Ya lo sé,
Huyendo de ella, con cobarde ardid
Rodeaste el orbe.
Sombra.
Rota, pues, la lid
Entre los dos, el cuarto dia llegó.
Príncipe.
En que el sol de la luz se apoderó.
Sombra.
Viéndose, pues, con ella iluminar...
Príncipe.
Los ámbitos del Aire, Tierra y Mar...
Sombra.
Se tomó para sí...
Príncipe.
El dia, y te dejó la noche á tí.
Sombra.
No solamente esa disparidad...
Príncipe.
Os tiene en interior enemistad...
Sombra.
Pero causa mayor
Nos tiene en otra enemistad peor.
Príncipe.
Esa es la que no sé.
Sombra.
No me atajes, que yo te la diré.
En la magia que aprendí
En el monte de la luna,
Templo de la noche, una
[p. 472]Proposicion anteví,
En que autoridades sumas
(Que ahora no importa alegar,
Pues su fama ha de volar
Con las alas de sus plumas),
Símbolo á la luz harán
De Gracia, de Culpa á mí.
Mira si con causa aquí
Místicos sentidos dan
A mis rencores disculpa;
Pues la luz, por mi desgracia,
Será imágen de la Gracia,
Y la Sombra de la Culpa.
Este principio asentado
A que Luz y Sombra son
Culpa y Gracia, mi pasion
Pase á segundo cuidado.
Este rey, cuyo Poder,
Cuya Ciencia y cuyo Amor
Le han ostentado señor
De cuanto se llega á ver,
Tiene un hijo. No te asombre,
Que hasta hoy oculto le encierra
En el vientre de la Tierra,
Primera madre del Hombre;
Asómbrete que de todo
Príncipe quiere que sea,
A cuyo efecto su idea
Le está sacando del lodo
En que yace, para hacer
Que, de todo el mundo dueño,
Sea otro mundo pequeño,
Última obra del Poder,
Última obra de la Ciencia,
[p. 473]En alma y vida que cobra,
Del Amor última obra
En la divina asistencia;
Que... mas decirlo no es bien
A quien puede verlo; llega,
Pues á los dos no se niega
Ver lo que espíritus ven.
Mira el seno en que le tuvo,
Despues de haberle formado
En su mente encarcelado.
Mira, despues que le hubo
Dado la materia el limo,
Cómo, informe el embrion,
Quedó sin vital accion.
Mira...
Príncipe.
Pasmo, lloro y gimo
Al verlo.
Sombra.
Cuán liberal,
Despues que la estatua obró,
Y en un suspiro la dió
Vida y alma racional,
Como, en su gracia criado
En original justicia,
Le da contra mi malicia
Luz la luz; con que guiado
Lo traslada á un paraíso,
Adonde cobre, despues
Que haya sabido quién es,
Sobrenatural aviso
De ciencias del mal y el bien.
Príncipe.
¡Oh humana naturaleza!
¡Con qué horror, con qué tristeza
Mis pasadas ruinas ven
Tus dichas ya; y más despues
[p. 474]Que sé que es, por mi desgracia,
La hermosa Luz de la gracia
La primer cosa que ves!
País peñascoso.—Una gruta.
EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS y LA SOMBRA, á un lado.—EL HOMBRE, en la gruta, vestido de pieles, y LA LUZ DE LA GRACIA, con un hacha en la mano.
Gracia.
Hombre, imágen de tu Autor,
De esa enorme cárcel dura
Rompe la prision obscura.
A la voz de tu Criador.
Hombre.
¿Qué acento, qué resplandor
Ví, si es esto ver; oí,
Si es oir esto? que, hasta aquí,
Del no sér pasando al sér,
No sé más que no saber
Qué soy, qué seré, ó qué fuí.
Gracia.
Sigue esta luz, y sabrás
De ella lo que fuiste y eres;
Mas de ella saber no esperes
Lo que adelante serás;
Que eso tú solo podrás
Hacer que sea malo ó bueno.
Hombre.
(Sale de la gruta.) De mil confusiones lleno
Te sigo. ¡Oh qué torpe el paso
Primero doy!
[p. 475]Luz.
No es acaso
Que de libertad ajeno
Nazca el hombre.
Hombre.
Pues ¿por qué,
Si ese hermoso luminar
(Que á un tiempo ver y cegar
Hace) otra criatura fué,
Apénas nacer se ve,
Cuando con la majestad
De su hermosa claridad
Azules campos corrió,
Teniendo más alma yo,
Tengo ménos libertad?
¿Por qué, si es que es ave aquella
Que, ramillete de pluma,
Va con ligereza suma
Por esa campaña bella,
Nace apénas, cuando en ella
Con libre velocidad
Discurre la variedad
Del espacio en que nació,
Teniendo más vida yo,
Tengo ménos libertad?
¿Por qué, si es bruto el que á bellas
Manchas salpicó la piel
(Gracias al docto pincel
Que áun puso primor en ellas),
Apénas nace y las huellas
Estampa, cuando á piedad
De bruta capacidad,
Uno y otro laberinto
Corre, yo, con más instinto,
Tengo ménos libertad?
¿Por qué, si es pez el que en frio
[p. 476]Seno nace y vive en él,
Siendo argentado bajel,
Siendo escamado navío,
Con alas que le dan brío
Surca la vaga humedad
De tan grande inmensidad
Como todo un elemento,
Teniendo yo más aliento,
Tengo ménos libertad?
¿Qué mucho, pues, si se ve
Torpe el hombre en su creacion,
Que tropiece la razon
Donde ha tropezado el pié?
Y pues hasta hora no sé
Quién soy, quién seré, quién fuí,
Ni más de que ví y oí,
Vuelva á sepultarme dentro
Ese risco, en cuyo centro
Se duela mi autor de mí.
Luz.
Sí hará, y aunque te han dejado,
A manera de dormido,
Tus sentidos sin sentido,
De mirarte á tí admirado,
De esa suerte transformado
Irás tras mi luz al real
Palacio, donde leal
Aplausos todos te den.
Música.
(Dentro.) ¡Ven, Hombre, ven!
Luz.
Y pues en ventura igual
La Gracia te lleva á que sepas del bien,
No apagues su luz, y sepas del mal.
Música.
Y pues en ventura igual, etc.
EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS, LA SOMBRA.
Sombra.
¿Qué dirás, si el juicio aplicas
A una obra tan superior?
Príncipe.
¿Quién es el Hombre, Señor,
Que tanto le magnificas?
Pues aunque en barro le diste
Primer materia, si toco
Lo inmortal del alma, poco
Ménos que el ángel le hiciste.
Y áun en más le sublimaste,
Pues siguiendo el esplendor
De la Gracia, de tu honor
Y gloria le coronaste,
Vistiendo su desnudez
Rico aparente vestido,
Que en el místico sentido
Significará tal vez
La cándida estola hermosa,
Que, de virtudes tesoro,
Será en el ropaje de oro
Que dé el esposo á la esposa.
¡Y esto en trono soberano,
Donde tan liberal obras,
Que sobre todas las obras
De tu poderosa mano
Rey le constituyes; pues
En su terrenal esfera,
Desde el ave hasta la fiera
Todo se rinde á sus piés!
[p. 478]Música.
(Dentro.) ¡Venid, corred, volad, Elementos,
A dar la obediencia al Príncipe vuestro!
Príncipe.
¡Y tan de balde, ay de mí,
Como que no esté sujeto
A más que á un leve preceto!
Sombra.
¿Precepto dijiste?
Príncipe.
Sí.
Sombra.
Pues contra todo ese sér,
Majestad, pompa y honor
Vuelva á vivir mi dolor,
Si hay precepto que romper;
No en sofistería aparente
Lo fundo.
Príncipe.
Dímelo, pues.
Sombra.
¿La Sombra imágen no es
De la Culpa?
Príncipe.
Es evidente.
Sombra.
La Culpa, si introducida
Se ve, ¡que será, no advierte,
Otra imágen de la muerte!
Príncipe.
Es cierto.
Sombra.
Miéntras la vida
Durare, tambien el sueño
¿De la muerte no será
Otra imágen?
Príncipe.
Claro está.
Sombra.
Luego posible es mi empeño,
Si al hombre en su paz le asombra,
Sueño que de muerte es
Imágen, muerte despues
Que es culpa, y culpa que es sombra;
Confeccionemos, pues, lleno
De opio, beleño y cicuta,
En flor, en planta ó en fruta,
[p. 479]Tal hechizo ó tal veneno,
Que, de sentidos ajeno,
Rompa el precepto, y postrado,
Deshecho y aniquilado,
Duerma letargo tan fiero,
Que inhábil para heredero
Despierte del real estado.
Príncipe.
El veneno ó el hechizo
Fácil á los dos será
De confeccionar; mas ya
Que suponga que se hizo,
¿Cómo ha de lograr su fin?
Sombra.
Si á mí áspid me han de llamar,
Y á tí basilisco, ¿entrar
Quién nos quitará al jardin?
Ven, y el disfraz pensaremos
Que entre sus troncos y flores
Oculte nuestros rencores,
Por más que ahora escuchemos...
Ellos y Música.
Venid, corred, volad, Elementos,
A dar la obediencia al Príncipe vuestro.
(Vanse.)
[p. 480]Jardin.
Salen LOS ELEMENTOS cantando, y sacando en las manos ricos vestidos para EL HOMBRE.—EL ENTENDIMIENTO, EL ALBEDRÍO, LA LUZ, con el hacha, y EL HOMBRE detras, y miéntras cantan le van vistiendo como dicen los versos.
Música.
Venid, corred, volad, Elementos,
A dar la obediencia al Príncipe vuestro.
Tierra.
Flores, sus sendas cubrid;
¡Venid, venid!
Agua.
Fuentes, sus espejos sed;
¡Corred, corred!
Aire.
Auras, su calor templad;
¡Volad, volad!
Fuego.
Rayos, su pompa asistid;
¡Lucid, lucid!
Música y los cuat.
Y en fin, jurándole rey
De alcázar, monte y jardin,
¡Venid, corred, volad, lucid!
Luz.
Ya que en vuestro poder queda,
Donde ántes de confirmarme,
O por sí pueda ganarme,
O por sí perderme pueda,
Servidle hasta ver si atento,
Para rey y esposo mio,
Usa bien de su Albedrío,
O mal de su Entendimiento. (Vase.)
EL HOMBRE, LOS ELEMENTOS, EL ALBEDRÍO, LA LUZ, EL ENTENDIMIENTO.
Los cuat. elem.
(Cantan.)
Por tí, á su obediencia
Todos le ofrecemos...
Tierra.
La Tierra sus flores.
Agua.
El Agua su espejo.
Aire.
Sus auras el Aire.
Fuego.
Sus luces el Fuego.
Música.
Sirviéndole á un tiempo
Luces, auras, espejos y flores,
El Agua, la Tierra, el Aire y el Fuego.
Hombre.
¡Cielos! ¿qué es eso que veo?
¿Qué es esto, cielos, que miro,
Que si lo dudo me admiro,
Y me admiro si lo creo?
¿Yo de galas adornado,
De músicas aplaudido,
De sentidos guarnecido,
De potencias ilustrado?
¿En este instante no era
Del centro la masa dura
Mi triste prision obscura?
Pues ¿quién me trajo á una esfera
Tan rica, tan suntuosa
Y tan florida, que en ella
La más reluciente estrella
Aun no se atreve á ser rosa?
Otra vez vuelva á dudar,
[p. 482]Y otras mil, quién soy, quién fuí
Ó quién seré.
Entend.
De eso á mí
Me ha tocado el informar:
Polvo fuiste, polvo eres,
Y polvo despues serás.
Albed.
(Al hombre.) Ya que en su servicio estás,
¿Para qué afligirte quieres,
Sin ver cuánto escandaliza
Que pase tu mal humor
El que es Juéves del Señor
A Miércoles de Ceniza?
Si fuiste polvo, ya eres
La más perfecta criatura
Que vió del sol la luz pura;
Y pues á todas prefieres,
No sólo en lo humano, no
Sólo en lo racional, pero
En ser príncipe heredero
Del Rey, que hoy te declaró,
Goza la felicidad,
Sin que te entristezca nada.
Hombre.
Más tu despejo me agrada,
Que aquella severidad.
Saber de los dos intento
Quién sois en servicio mio.
Albed.
Yo soy tu libre Albedrío.
Hombre.
Y tú ¿quién?
Entend.
Tu Entendimiento.
Hombre.
¿Cómo el primer dia tan cano
Estás?
Entend.
Éste es claro indicio
De que las canas del juicio
Amanecen más temprano
[p. 483]Que las del poco saber.
Albed.
Si por mí lo dices, yo
Sé lo que me basta.
Hombre.
No
Más; y pues que mi sér
Sé ya que á todos prefiere,
¿Quién me mete en discurrir?
Dejarme quiero servir,
Y venga lo que viniere.
Cantad.
Entend.
Sea la cancion
Algun verso que le acuerde
Lo que gana ó lo que pierde
En seguir más mi opinion
Que no la del Albedrío.
Hombre.
Tú, miéntras me halaga el canto,
Vuelve á encarecerme cuánto
Es superior el sér mio.
(Vanle vistiendo miéntras cantan.)
Dichos.—Salen LA SOMBRA y EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS, de villanos.
Música.
Sobre áspid y basilisco
Seguro pisará el Hombre,
Si de basilisco y áspid
Los peligros reconoce.
Y atento al precepto,
Mira que se esconden
Infestando flores y frutos,
El uno en los frutos, y el otro en las flores.
[p. 484]Príncipe.
(Aparte.) A mala ocasion venimos,
Pues le avisa en esas voces
Sagaz el Entendimiento
Que si el precepto no rompe...
Él y mús.
Sobre áspid y basilisco
Seguro pisará el hombre.
Sombra.
(Aparte.) Ya que aquí de jardineros
El disfraz nos desconoce,
No nos demos por vencidos
Del Entendimiento noble...
Él y mús.
Sí de basilisco y áspid
Los peligros reconoce.
Sombra.
Pues, villano el Albedrío,
Será posible le informe
Al contrario; y así, ocultos,
Hasta tener ocasiones
De introducir el veneno,
Prosigan nuestros rencores...
Él y mús.
Infestando las flores y frutos,
El uno en los frutos, y el otro en las flores.
Hombre.
En fin, ¿que heredero soy
De este imperio?
Albed.
¿Quién lo duda?
Entend.
Quien sepa que no lo eres
Hasta lograr la ventura
De que, confirmado en Gracia,
Ella sea esposa tuya.
Bien esa letra lo ha dicho,
Pues ha dicho que se ocultan
Basilisco y áspid donde
Puede ser que alguna fruta
Avenenada...
Hombre.
Suspende
La voz. (Ap. ¡Cuánto me disgusta
[p. 485]Su anciano temor!) Y dime (A Albedrío.)
Tú, porque su enfado suplas,
¿Cómo, si príncipe soy,
Un sepulcro fué mi cuna?
Albed.
Si el Albedrío en las penas
No es posible que concurra,
No le toca al Albedrío
Responder á esta pregunta.
Entend.
Al Entendimiento sí,
Que á él le es dado que discurra.
Los justos juicios del Rey,
Tu padre, por causas justas,
Hasta hoy no te declararon;
Y ser las entrañas duras
De la Tierra tu prision,
Fué porque en alta fortuna
Tengas entendido...
Hombre.
¿Qué?
Entend.
Que si á la ley no te ajustas,
Quedó en la cuna labrada
La materia de la tumba.
Hombre.
Ya temia yo que habia
De ser tu respuesta angustia.
No me hables más, que me afliges.—
Y díme tú, que me adulas,
¿Sobre príncipe heredero,
Es verdad que la criatura
Más perfecta soy del orbe?
Albed.
Tú mismo al verte lo juzga.—
Agua, el espejo.
(Va á llegar la Sombra, y al ver el espejo se retira.)
Príncipe.
(Ap. á Sombra.) En él puedes,
Pues basilisco me anuncian
Que es veneno de la vista,
[p. 486]Poner la mortal cicuta.
Sombra.
(Al Príncipe.) Si haré, mas ¡ay infelice!
Príncipe.
(A la Sombra.) ¿De qué te asombras y turbas?
Sombra.
(Al Príncipe.) De haber visto en el cristal
Un rasgo, viso ó figura
De un espejo no manchado,
Cuya siempre intacta luna
No ha de empeñar el aliento
De la Sombra de la Culpa.
(Llega el Agua, y se mira el Hombre al espejo.)
Agua.
En este cuajado vidrio
Del agua que el valle inunda,
Puedes verte al natural
Retratado.
Hombre.
¡Oh sábia, oh suma
Omnipotencia! ¿Yo soy
Aquel que allí se dibuja,
Como aquellos, que hasta aquí
No llegué á mirarlos nunca,
Son los ojos que lo ven,
Los labios que lo pronuncian,
Y así las demas facciones?...
Otra vez repite, y muchas,
Que es verdad que soy la obra
Que la potencia absoluta
Guardó para la postrera.
¡Qué fábrica tan augusta!
Si fuera primera, no
Llegara á tener segunda.
Dices bien: la más perfecta
Criatura soy.
Entend.
Es sin duda,
Supuesto que el Hacedor
Te hizo á semejanza suya;
[p. 487]Pero si de él recibiste
La perfeccion que te ilustra,
¿De qué te glorias, supuesto
Que la gozas sin ser tuya?
Hombre.
Sí es, supuesto que la gozo:
Y no tu vejez caduca
Siempre á mis gustos opuesta
Esté, ó podrá ser que alguna
Vez me halles...
Albed.
Fuego, la espada.
Príncipe.
(Ap. á Sombra.) Pon el veneno en su punta,
Pues áspid de acero es
Cualquiera espada desnuda.
(Va á llegar la Sombra, y se retira al ver la espada.)
Sombra.
(Al Príncipe.) Sí haré. Mas no, no haré tal.
Príncipe.
(A Sombra.) ¿Otra vez al ir te asustas?
Sombra.
(Al Príncipe.) Sí, que está en su guarnicion
Un adorno que la cruza,
De quien es fuerza que yo
Atemorizada huya.
(Llega el Fuego, y cíñele la espada.)
Fuego.
Ésta, señor, es la espada
De aquellos dos córtes, cuya
Cuchilla templada al fuego
Está del alma, tan pura,
Que no hay hierro que no ablande,
No deshaga, no consuma
Y purifique.
Entend.
Sí; pero
Advierte que, si la empuñas,
Se significan en ella
Las cuatro virtudes juntas:
La hoja es la Justicia; el pomo
La Fortaleza, y se aunan
[p. 488]En ser la Templanza el puño,
Y la vaina la Cordura.
Si usas mal de ella, con ella
Te herirás; mas si bien usas,
Vencerás tus enemigos.
Hombre.
¿Qué enemigos? ¿Habrá alguna
Criatura que contra mí,
Ni imagine, ni presuma
Oponerse?
Albed.
Aire, el sombrero.
Príncipe.
(A Sombra.) Puesto que en el Aire triunfas
Del ave, cuando tus sombras
Sus resplandores sepultan,
Y son del aire las aves,
Pon el hechizo en sus plumas.
(Va á llegar, y tambien se retira.)
Sombra.
(Al Príncipe.) Sí haré. Mas tampoco puedo.
Príncipe.
(A Sombra.) ¿Tercera vez te atribulas?
Sombra.
(Al Príncipe.) Sí, que entre las demas aves,
Volar miro al cielo una
Tan remontada, que, llena
De gracia, hasta el sol se encumbra,
Donde no puede alcanzarla
Todo el vuelo de la Culpa.
Aire.
Las plumas que de tu fama
Serán alas con que subas
Al más eminente solio,
El dia que en reales nupcias,
Siendo esposo de la Gracia,
Te corone su hermosura,
Son éstas.
Albed.
¡Qué bien te está
De sus tremoladas plumas
El rizado airon!
[p. 489]Entend.
Alhajas
De Aire adornan, mas no ilustran:
Dígalo el pavon, y toma
Ejemplo en la pompa suya,
No sea su deshecha rueda
La rueda de tu fortuna.
Hombre.
Este sabio Entendimiento
Mucho mi paciencia apura.
Albed.
Pues para que te diviertas,
Sin que su vejez te pudra,
Tierra, llega, llega, y goce
En tus flores la blandura
De sus aromas.
Príncipe.
(A Sombra.)Y en flores,
Que son edades caducas,
¿Pondrás el veneno?
Sombra.
(Al Príncipe.)Sí...
Pero tambien me perturba
Una cándida azucena,
Junto á una rosa purpúrea,
De cuyo vírgen albor
Quiere el cielo se produzca
Un enamorado lirio,
Que en lo cárdeno me ofusca,
Sombra de mi misma sombra.
Príncipe.
(A Sombra.) Si hasta las flores te angustian,
De este prodigioso árbol,
Que á su sombra nos oculta,
Toma esta manzana; en ella
Nuestras iras ejecuta,
Y ya que en la flor no puedas,
Pon el veneno en la fruta.
Sombra.
(Al Príncipe.) Muestra; que nunca más áspid,
Si es que me vale la industria...
[p. 490]Tierra.
En estas flores la Tierra,
Para tu halago tributa
Sus matices, y...
Sombra.
Eso á mí
Toca; que tú, Tierra inculta,
Silvestres flores le dieras,
A no ser mi agricultura
La que diera á sus primores
Arreboles que las pulan.
Y pues te toca el que nazcan,
Y á mí me toca el que luzcan,
Más mias son.
Tierra.
¿Cuándo la Tierra
Rendir sus frutos rehusa?
Hombre.
¿Quién eres, bella zagala,
Que sobre la Tierra triunfas,
Tan dueño de sus caudales,
Que para tí los usurpas,
Sin que ella te los defienda:
Y nueva aurora segunda,
Das á entender que amaneces
En bella oposicion suya,
Compitiendo con las selvas
Donde las flores madrugan?
Sombra.
Soy, no tan sólo en la Tierra
Agricultora, que estudia
Esmerar sus obras; pero
Tan sábia, que en ella apura,
Y en los demas elementos,
Las cualidades ocultas.
Caracteres para mí
En valles, montes y grutas,
Son sus plantas las estrellas,
En su campaña cerúlea,
[p. 491]Mis oráculos de fuego
Son, del Agua las espumas
Mis libros: y porque lea
Lo que sus vuelos anuncian,
Siendo para mí del año
Cualquiera estacion fecunda,
Los pájaros en el viento
Forman abriles de plumas.
Hombre.
¡Qué raro bello prodigio!—
Albedrío; ¿viste nunca
Hermosura más discreta?
Albed.
Yo no entiendo de hermosuras,
Mas para que á mí me agrade
Basta ver que á tí te gusta.
Entend.
Y para que á mí me ofenda,
Ver que tú no lo repugnas.
Advierte, Señor, que anda
Con humano rostro una
Serpiente en estos jardines,
Tan incautamente astuta,
Que Agua, Fuego, Tierra y Aire,
Siendo negra noche obscura,
De su belleza engañados,
Por aurora la saludan.
Teme, pues, que puede ser,
Si la miras, si la escuchas,
Tu culpa escucharla y verla.
Hombre.
¿Qué importará, si en disculpa
De esa culpa, mis sentidos,
Por más que tú los acusas,
En viendo sus bellos ojos,
Quedan vanos de su culpa?
Sombra.
Pues porque tu entendimiento
No cauteloso me arguya
[p. 492]Y la verdad de mis magias
A experiencia se reduzca,
Toma esta dorada poma;
Si una vez su sabor gustas,
Verás que no solamente
En tí mis ciencias infunda,
Pero que inmortal te haga,
Para que no puedas nunca,
Igualándote al poder
Del Rey, perder de esta augusta
Majestad la accion, que hoy
No puedes decir que es tuya.
Del tiempo, que allá en la Tierra
Te ocultó, venga la injuria:
Come, y como el Rey, serás
Eterno edades futuras.
Hombre.
Mucho me ofreces, y mucho
De la poma la dulzura
Brindando está al apetito.
Albed.
Pues ¿qué esperas? pues ¿qué dudas?
Llega, y come de ella.
Entend.
No,
Albedrío, á eso le induzcas;—
Ni tú á tocarle te atrevas. (De rodillas.)
Hombre.
No entre los dos te introduzcas
A embarazarlo tú.
Entend.
Mira
Que quizá en el Aire fundas
Altas torres, y que suelen
Ser soñadas las venturas;
Y podrá ser, si despiertas,
Que entre fantasmas confusas
Todo esto vuelva á la nada.
Hombre.
Ya ése es tema de locura
[p. 493]Más que lealtad: quita, quita,
Villano.
Entend.
Atiende, que usas
Muy mal de tu Entendimiento,
Si atropellado le injurias.
Hombre.
Peor usas tú de tu dueño,
Pues atrevido le luchas,
Sin ver que desde ese muro
Puedo arrojarte á esas duras
Peñas.
Entend.
No podrás, sin que
A tí mismo te destruyas.
Hombre.
¿Cómo que no podré? Pero
Las fuerzas lo dificultan,
No el valor.—Llega, Albedrío;
Tú á despeñarle me ayuda.
Albed.
Sí haré, pues sin mí no puedes.
Agua.
Mira...
Tierra.
Advierte...
Fuego.
Atiende...
Aire.
Escucha...
Hombre.
¡Nadie á mi furia se oponga,
Ó teman todos mi furia!
(Arrójanle entre los dos al vestuario, como precipitado.)
Entend.
(Dentro.) ¡Ay de tí, más que de mí!
Príncipe.
(Ap.) Bien se ha logrado la industria.
Elementos.
¿Qué has hecho, Hombre?
Hombre.
Despeñar
A mi Entendimiento, y una
Vez despeñado, sin él
Comer la vedada fruta.
Muestra. Mas ¿qué es esto? ¡Cielo! (Come.)
(Terremoto.)
Fuego.
Es que mis rayos se anublan.
[p. 494]Tierra.
Que se estremecen mis montes.
Agua.
Que mis cristales se enturbian.
Aire.
Que mis vientos se embravecen.
Dichos.—Sale LA LUZ con una hacha encendida.
Luz.
Pues todo el orbe caduca,
Grande daño hay. Elementos,
¿Qué es esto?
Sombra.
¿A quién lo preguntas,
Si mejor de tí podrás
Saberlo, viendo la pura (Apágale el hacha.)
Luz de la Gracia apagada
De la Sombra de la Culpa?
(Vase con el Príncipe.)
EL HOMBRE, EL ALBEDRÍO, LA LUZ, LOS CUATRO ELEMENTOS.
Hombre.
¡Ay de mí infeliz, que todo
El orbe he dejado á escuras!
Luz.
¡Ay dél, pues será tu error
Miserable herencia suya!
Hombre.
Albedrío, ¿dónde (¡ay triste!)
Estás?
Albed.
En vano me buscas,
Que nadie con Albedrío
Padece: él á las holguras
Induce, mas no á las penas. (Vase.)
Dichos, menos EL ALBEDRÍO.
Hombre.
¿Tierra?...
Tierra.
¿Qué es lo que procuras
De mí, si ya son sangrientas
Espinas mis rosas rubias?
Hombre.
¿Agua?...
Agua.
No esperes de mí,
Sino procelosas lluvias,
Que tal vez el mundo aneguen.
Hombre.
¿Fuego, Aire?...
Aire.
En mí no presumas
Más que ráfagas que talen.
Fuego.
Y en mí rayos que destruyan.
Hombre.
Todos ¡ay de mí! sus iras
Sin Albedrío ejecutan;
Mas no sin Entendimiento,
Que áun despeñado me acusa.
¿Qué frenesí, qué letargo,
Qué ira, qué rabia, qué furia,
Se va de mí apoderando?
El áspid era sin duda
El que, con humano rostro,
Bien que inhumana hermosura,
Me dió la hechizada poma;
Pues helado el pecho, muda
La voz, balbuciente el labio,
Turbada la vista, ruda
La razon, ciego el discurso,
Torpe el sentido, confusa
[p. 496]La vida, y suspensa el alma,
Me han dejado la escultura
Del barro no más; pues sólo,
Bronca informe estatua bruta,
Tengo ojos, y no ven;
Tengo oidos, y no escuchan;
Tengo manos, y no tocan;
Tengo labios, y no gustan;
Tengo piés, y no se mueven;
Tengo voz, y no pronuncia;
Y en fin, sin Entendimiento,
Ni Albedrío que me acudan,
Tengo aliento que no alienta,
Y corazon que no pulsa.
Hasta la piadosa llama
Que á estos jardines me alumbra,
A fuer de luz recien muerta,
Ya no arde, sino ahuma.
¿Qué mucho, pues, ¡ay de mí!
Si todos me desahucian,
Que en brazos de letal sueño,
Negra Sombra de la Culpa,
Pues dejó á la muerte viva,
Deje á la vida difunta? (Caése como aletargado.)
Agua.
¡Qué asombro!
Aire.
¡Qué pasmo!
Fuego.
¡Qué ánsia!
Tierra.
¡Qué pena!
Luz.
¡Qué desventura!
EL HOMBRE, dormido; LA LUZ, LOS CUATRO ELEMENTOS.—Salen PODER, CIENCIA y AMOR.
Poder.
¿De qué son vuestros lamentos?
Luz.
Si á humano modo te ajustas,
A preguntar lo que sabes,
Dígalo esta luz ya obscura.
Fuego.
Dígalo la mia eclipsada.
Tierra.
Díganlo mis flores mustias.
Aire.
Destemplados mis alientos.
Agua.
Mis claras corrientes turbias.
Luz.
Y en fin, dígalo, Señor,
Ver que, deshecha tu hechura...
Los cuat.
Dejando viva á la muerte,
Dejó á la vida difunta.
Poder.
¡Oh eterna Sabiduría,
Bien sus peligros anuncias!
¡Oh eterno Amor, mal el Hombre
De tus beneficios usa!
¿Qué mucho, pues, que tal vez
Digan sacras Escrituras
Que me pesó de haber hecho
Al Hombre? Y pues su fortuna,
Puesta en sus manos, no fué
Bastante á que se reduzca,
Retírate, Gracia, tú. (Hácelo la Luz.)
Vosotros, ya sin ninguna
Obediencia, retiradle (A los Elementos.)
A él tambien; que á la profunda
Tierra de donde salió
[p. 498]Es bien que se restituya.
Dejádsele allí á esa fiera
Poderosa Sombra injusta,
Que contra su Entendimiento
Cautelosamente triunfa.
Sufra, llore, gima y sienta
Cuánto un pecado le muda,
Al ver de un instante á otro
Que el que en su primera cuna
Durmió en brazos de la Gracia,
Despierta en los de la Culpa.
Los cuat.
Sufra, llore, gima, sienta...
Tierra.
El que por su desventura...
Fuego.
Dejando á la muerte viva...
Agua.
Deja á la vida difunta.
Los cuat.
Sufra, sienta, gima y llore...
Aire.
Quien, malogrando fortunas...
Agua.
Vino en brazos de la Gracia,
Y vuelve en los de la Culpa.
Música.
¡Sienta, gima, llore y sufra!
(Vanse los Elementos, llevándose al Hombre.)
EL PODER, LA SABIDURÍA, EL AMOR.
Poder.
¿Todavía enternecido,
Amor, te muestras?
Amor.
¿Quién duda
Que el Amor siempre es Amor?
Y aunque tu sentencia es justa,
Tambien lo es su apelacion:
[p. 499]Que si en la celeste curia
Decretado está que el Hombre
La falta del Ángel supla,
Capaz está de la enmienda.
Poder.
Es infinita la injuria
Contra infinito Poder,
Y no puede dar ninguna
Satisfaccion infinita
Por sí el Hombre.
Sabid.
Pues es una
La voluntad de los Tres,
Si el Poder pone la suya,
Si la Sabiduría pone
Con la obediencia la industria,
Y el amor pone la obra,
Persona hay que enmiende y supla
La insuficiencia del Hombre;
Pues la humanidad conjunta
A la Sabiduría, como
Hipostáticas se unan,
Satisfaccion infinita
Tendrá la infinita culpa.
Los dos.
¿Qué determinas, pues?
Poder.
Que
Lo decretado se cumpla. (Vase.)
Sabid.
¡Albricias, Hombre, que yo,
Que anteviendo tus fortunas,
Tambien anteví el reparo,
Iré á enmendar tus angustias! (Vase.)
Amor.
¡Albricias, Hombre, que ya
Puedes pensar que se escuchan,
Anticipando sus tiempos
A las edades futuras,
Angélicas voces, que
[p. 500]Den á todas las criaturas,
Con paz al Hombre en la Tierra,
Gloria á Dios en las alturas!
La gruta en que apareció el Hombre al principio.
Salen LOS ELEMENTOS con EL HOMBRE, como primero, vestido de pieles.
Agua.
Aquí le hemos de dejar.
Fuego.
¡Oh humana naturaleza!
Vuelva su sér donde empieza,
Como rio que del mar
Sale, y vuelve al mar despues.
(Pónenle una cadena.)
Tierra.
Bien es, pues salió de mí,
Que á mí se me vuelva.
Aire.
Así
Lo dirá el Eclesiastés. (Vanse.)
EL HOMBRE, en sueños.
Hombre.
Ya, ya sé quién soy, y aunque
La Tierra fuese mi madre,
Competir puedo á mi padre;
Pues sé sus ciencias, y sé
Que inmortal príncipe soy
[p. 501]Del orbe. Y pues ya me ví
Su dueño... Mas ¡ay de mí (Despierta.)
Infeliz! ¿Adónde estoy?
¿Esta no es de mi fortuna
La primera prision fiera?
¿No es ésta aquella primera
Bóveda que fué mi cuna?
¿No es ésta la desnudez
En que primero me ví?
¿Qué se hicieron ¡ay de mí!
La majestad, la altivez
El obsequio, el aparato,
Las músicas, los olores,
Plumas, cristales y flores,
Y en fin, el sublime ornato
De reales ropas, cercado
De gentes, cuyo desvelo
Me asistió? ¡Válgame el cielo,
Qué de cosas he soñado!...
Pero ¿qué me desconfia
Presumir que sueño fué,
Si por lo ménos saqué
De él, segun mi fantasía,
Saber quién soy? No encerrado
Viva, pues: salga á buscar
El alcázar, y á cobrar,
Pues es mio, el alto estado
En que me ví... Pero ¡cielos!
El orgullo reprimamos,
Por si ahora tambien soñamos:
Mas no, que heroicos anhelos
Me llaman; y así iré. ¡Ay triste!
Que áun es hoy mayor mi pena
De lo que fué. ¿Qué cadena
[p. 502]Es ésta, que me resiste
Que salir pueda? Y áun no
Pára en eso mi fortuna,
Pues no hay criatura ninguna
De que ya no tiemble yo,
Viendo en todas cuatro esferas,
Que afilan contra mí graves
Uñas y picos las aves,
Presas y garras las fieras.
Si miro al sol, me da enojos,
Pues no me alumbra y me abrasa;
Frio el Aire, me traspasa;
Si piso, toda es abrojos
La Tierra; el Agua, que fué
Claro espejo, me retrata
Feo; si la sed me mata,
Turbia está; y si el hambre ve
Frutas, que á ellas no me atreva
Dice, y por partido toma
Que pan de dolores coma,
Y agua de lágrimas beba.
¿Quién me dirá cuál ha sido
En mis mudanzas más cierto,
Lo que allá soñé despierto,
O lo que aquí veo dormido?
¡Oh Luz, cuya llama bella,
Deslumbrado me alumbró!
¿Quién me dirá de tí?
El HOMBRE.—Sale LA SOMBRA.
Sombra.
Yo,
Que ya estoy en lugar de ella.
Hombre.
¡Horrible aspecto que asombra,
Mira que es contrario asunto,
Que lo que á la Luz pregunte,
Me lo responda la sombra!
¿Quién eres?
Sombra.
¿No me conoces?
Hombre.
No, porque nunca te ví,
Ni áun á lo léjos oí
El sonido de tus voces.
Sombra.
Esa es tu pena más fiera,
Y ésta mi astucia más rara;
Porque ¿qué al Hombre faltara,
Si su culpa conociera?
Hombre.
¿Luego eres mi Culpa?
Sombra.
Sí.
Hombre.
De tí huiré.
Sombra.
¿Cómo podrás,
Si donde quiera que vas,
Se va tu Culpa tras tí?
Ni ¿dónde has de ir, si, aherrojado,
Llevas arrastrando al pié
La cadena que forjé
Del hierro de tu pecado?
Hombre.
Ahora ví, á su yerro atento,
Ser por quien mi desvarío,
Aplaudiendo al Albedrío,
[p. 504]Despeñó al Entendimiento.
Sombra.
Es verdad.
Hombre.
¿Luego no fué
Sueño?
Sombra.
Sí fué; que, pasada,
¿Qué ventura no es soñada?
Hombre.
La que pasó; bien se ve
En la distancia que haber
Suele entre cierto y fingido,
Que uno no ha sido, otro ha sido,
Aunque ha dejado de ser.
Y así, pues sé que es verdad
Que, aunque en este estado estoy,
Príncipe heredero soy,
Y que aquella majestad
No fué sueño, iré á cobralla.
Sombra.
Sueño fué para ese empeño,
Que toda la Vida es Sueño.
Hombre.
Luego ésta lo es: con que se halla
Tu réplica convencida,
Porque si la Vida es
Sueño, ¿no es fuerza despues
Que duerma esta triste vida,
Que á mejor vida despierte?
Sombra.
No, que si para estos lazos
Despertase allá en mis brazos,
Será aquí en los de la muerte.
Hombre.
¿Quién, para pedir aliento
Al Poder que me ha criado,
En tal lucha despeñado
No hubiera á su Entendimiento?
EL HOMBRE, LA SOMBRA.—EL ENTENDIMIENTO.
Entend.
¿Qué importa que me despeñes
Tú, para que yo no muera,
Y en cualquier conflicto quiera
Que por mí te desempeñes?
Hombre.
¡Qué lealtad!
Sombra.
Es Vano intento;
Porque ¿qué importa á mi brío,
Si no cobra su Albedrío,
Que cobre á su Entendimiento,
El dia que merecer
Ni desmerecer podrá
Sin él?
Entend.
Llámale, y vendrá.
Hombre.
No me querrá obedecer,
Que es vasallo muy infiel.
Entend.
Aunque no quiera; pues...
Hombre.
Dí.
Entend.
Como él te llevó tras sí,
Tras tí puedes traerle á él;
O yo le traeré arrastrando,
Como tú el afecto des.
Hombre.
Sí doy.
EL HOMBRE, LA SOMBRA.—Saca EL ENTENDIMIENTO AL ALBEDRÍO como por fuerza.
Entend.
Pues ya está á tus piés.
Albed.
Fuerza es que obedezca, cuando
[p. 506]Trocado tu afecto ví;
Pues del modo que cruel
Puedes despeñarle á él,
Puede él arrastrarme á mí:
¿Qué me quieres, pues?
Entend.
Que apliques
Una vez tu libre accion
Al fuero de la razon.
Hombre.
Que voluntario supliques
Al Poder que me crió,
Que perdone mi delito.
Sombra.
Siendo, como es, infinito,
Pues lo infinito ofendió,
¿Qué satisfaccion podrás
Dar tú, que infinita sea,
Por más que cobrarte vea
Tu Entendimiento, y por más
Que vea que tu Albedrío
Se sujeta á la razon?
Entend.
Ya que dar satisfaccion
No pueda, podrá su pío
Llanto al cielo enternecer,
Para que la dé quien pueda;
Pues poder al Poder queda,
Saber le queda al Saber,
Y amor al Amor, con que
Entera satisfaccion
Le saque de tu prision.
Sombra.
¿Quién ha dicho eso?
Entend.
La Fe.
Sombra.
¿Y cuándo eso será?
Entend.
Cuando
En este valle, que hoy ves,
Que de las lágrimas es,
[p. 507]Logre, gimiendo y llorando,
Que haciendo al abismo guerra,
Digan edades futuras...
Música.
(Dentro.) ¡Gloria á Dios en las alturas,
Y paz al Hombre en la Tierra!
Sombra.
¿Qué lejanas voces ¡cielos!
Tan desde otro siglo suenan
Misteriosas, que áun en éste
Me afligen y me atormentan?
Hombre.
¡Cielos! ¿Qué lejanas voces
Tan misteriosas son estas,
Que áun á vista del peligro
Me alivian y me consuelan?
Sombra.
Si de Sombra pasé á Sueño,
Si de Sueño á Culpa, y de ella
A Muerte, que introducida
Me trajo á matar resuelta...
Hombre.
Si de miserias pasé
A dichas, si luégo de ellas
A las miserias volví...
Sombra.
¿Qué me acobardan suspensas
Unas dulces voces?
Hombre.
Bien
Puede ser de las miserias
Volver á cobrar las dichas,
Pues dulces voces me alientan.
Sombra.
Por más que digan sonoras...
Hombre.
Puesto que repitan tiernas...
Música.
Gloria á Dios, etc.
Sombra.
Y pues él queda seguro
En fe de que mis cadenas
No podrán su Entendimiento
Ni su Albedrío romperlas,
Iré á saber del Lucero,
[p. 508]Pues siempre fueron sus ciencias
Mi oráculo, dónde ó cómo
Se oyen, y quién las alienta. (Vase.)
EL HOMBRE, EL ENTENDIMIENTO, EL ALBEDRÍO.
Hombre.
Pues la Sombra se retira,
Sin proseguir en mi ofensa,
¿Quién duda que nueva aurora
Con nuevo sol amanezca?
Llega, Entendimiento, tú;
Tú, Albedrío, llega, llega;
Desatadme estas prisiones.
Entend.
No es posible deshacerlas,
Por más que los dos pongamos
Él la maña y yo la fuerza.
Hombre.
¡Ay infeliz! ¡Qué venturas,
Que por mí pude perderlas,
Por mí no pueda ganarlas!
Albed.
¿De quién, siendo así, te quejas?
Hombre.
De tí, villano.
Albed.
¿Hice yo
Más que estar á tu obediencia?
Entend.
Sí, pues entre el bien y el mal,
Al mal le inclinaste.
Albed.
Hicieras
Lo que ahora; que el Albedrío
Inclina, pero no fuerza.
Hombre.
Calla, calla, que me afliges.—
Díme tú, que me consuelas,
¿Cúya aquella voz sería?
[p. 509]
Entend.
No sé; pero alguna seña,
O viso, ó rasgo, ó bosquejo,
En alegórica idea
Hoy de místico sentido,
Pienso que nos representa
Futuras venturas, pues
Dijo, si bien se me acuerda...
Música.
(Dentro.) Gloria á Dios, etc.
EL HOMBRE, EL ENTENDIMIENTO, EL ALBEDRÍO.—Fuera de la gruta LA SABIDURÍA, de peregrino.
Pereg.
Gloria á Dios, etc.
Albed.
Oid, que un galan peregrino,
Las incultas asperezas
Penetrando del desierto,
Hácia esta parte atraviesa.
Entend.
Fatigado del camino,
Por estar todas sus sendas
Llenas de abrojos y espinas,
Bien en el cansancio muestra
Que desnudez, hambre y sed
Le afligen.
Hombre.
Si es en las penas
Consuelo, bien que penoso,
Tener compañero en ellas,
Llamadle ambos.
Los dos.
¿Peregrino?
Sabid.
Si las dos voces concuerdan,
A un tiempo, de Entendimiento
Y Albedrío, bien espera
[p. 510]El Hombre que á ellas responda.—
¿Quién me llama?
Hombre.
Quien desea
Valerse de vos en tantas
Desdichas como le cercan.
El Hombre soy, despojado
De la más feliz herencia,
Por sugestion de un delito.
Sabid.
(Ap.) Pues le llora y le confiesa,
¿Qué aguarda mi piedad?
Hombre.
Una
Pálida, triste, funesta,
No sé si Sombra, si Culpa
Ó Muerte, que todo en ella
Concurre, en esta prision,
Amarrado á sus cadenas
Me tiene, sin que Albedrío
Ni Entendimiento romperlas
Puedan; ved si podeis vos;
Porque una vez rota, pueda
Ir en busca de mi patria,
Que su perdida grandeza,
Aunque pasó como sueño,
Como verdad atormenta.
Sabid.
(Quítale la cadena.)
Ya estás libre, que yo solo
Quebrantarlas puedo.
Hombre.
Deja
Que humildemente rendido
Me eche á tus plantas, y en ellas
Confiese que tú rompiste
Las ataduras, que eran
Eslabones de mi Culpa;
Y porque en su recompensa
[p. 511](Sacrificios de alabanzas)
Tu nombre invocado vea
El mundo, que, en hacimientos
De gracias, gracias te vuelva,
Voto hago... Pero no puedo
Proseguir, porque la negra
Sombra que dije, en mi busca
Vuelve; sal á detenerla
Al paso, miéntras que de estos
Montes la fuga me ausenta,
Donde, en fe de tu piedad,
Su ira de vista me pierda.—
Entendimiento, Albedrío,
Venid, de aquí huyamos.
Albed.
Esa
Palabra gozando está
De Dios.
(Huye con el Hombre y el Entendimiento.)
SABIDURÍA.
Sabid.
En fin, Hombre, dejas
Tus prisiones en mis manos,
Bien que con la diferencia
De estar en tí como propias,
Y estar en mí como ajenas.
(Pónese la cadena, y recuéstase en la gruta.)
Mas yo las haré tan mias,
Que á la Culpa lo parezcan,
Hallándome en tu lugar:
Sea cabal la fineza,
[p. 512]¡Oh Poder! ¡oh Amor! ya que
Tosca piel y basta jerga
Vistió la Sabiduría
De humana naturaleza.
LA SABIDURÍA.—EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS, LA SOMBRA.
Sombra.
En fin, Lucero, ¿no sabes
Quién fuese el dueño de aquellas
Misteriosas voces?
Príncipe.
No,
Que sin duda aquí se encierra
Algun misterio, que Dios
Para sí solo reserva.
Sombra.
Ya que el dueño no me digas,
Díme lo que infieres de ellas.
Príncipe.
Que si al Hombre no le damos
La muerte, ántes que suceda
Su cumplimiento, perdido
Es nuestro rencor.
Sombra.
Pues muera
En su prision, ántes que
Ese socorro le venga.
Príncipe.
Llega, que rendido, ó bien
Al sueño ó á la tristeza,
Allí está.
Sombra.
¿No habia de estar,
Si se forjó la cadena
De su yerro y de su llama?
¿Quién habia de romperla?
[p. 513]Príncipe.
Toma, y pues su culpa fué
De un árbol la fruta, sea
De otro la rama el castigo.
Sombra.
No sé si podré.
Príncipe.
¿Ahora tiemblas?
¡Siempre pronta al daño, y tarda
Siempre á la ejecucion! Llega,
Que contigo estoy.
Sombra.
Si tú
Me influyes, ¿qué aguardo? ¡Muera
En su culpa el Hombre!
(Hiere á la Sabiduría.)
Sabid.
Antes
Será para que sin ella
Viva, siendo en ambos troncos,
Dél la culpa y mia la pena.
Sombra.
¿Qué es esto, cielos? (Terremoto.)
Príncipe.
Mejor,
«¿Qué es esto, abismos?» dijeras;
Pues cielos y abismos, unos
Se obscurecen y otros tiemblan.
¿A quién heriste? (Terremoto.)
Sombra.
No sé;
Engañáronme las señas
De humano traje y prisiones;
Pero bien caro me cuesta,
Pues, muerta la vida, vino
A ser la muerte la muerta.
(Caen á sus piés Sombra y Príncipe de las Tinieblas.)
Príncipe.
Muerta la muerte, el pecado
Con ella morir es fuerza.
LA SABIDURÍA.—LA SOMBRA y EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS, á sus piés.—Salen, como asombrados, HOMBRE, ENTENDIMIENTO y ALBEDRÍO.
Hombre.
¿Qué mortal terror ó eclipse
Los Elementos alteran
Segunda vez contra mí?
Entend.
Toda la naturaleza
Sentimiento hace.
Albed.
¡Qué asombro!
Hombre.
Si es porque rompí la fiera
Prision, á ella volveré;
Mas ¿qué es lo que miro en ella?
Albed.
Al Peregrino abrazado
A un cruzado leño, y puesta
La Sombra á sus piés, y el fiero
Príncipe de las Tinieblas.
Hombre.
¿Quién me dirá si teatro
Que á la vista representa
Viva muerte y muerta vida,
Es victoria ó es tragedia?
Sabid.
Victoria y tragedia es, puesto
Que porque no te se siguiera,
Y tú pudieras salvarte,
En tu prision, con tus señas,
Ellos me han dado la muerte,
Y yo á ellos; de manera,
Que es tragedia y es victoria;
Pues que, supliendo tu ausencia,
He dado á infinita culpa
[p. 515]Infinita recompensa.
Sombra.
Ya que sincopado el tiempo,
En representable escena,
El término de tres dias
A sólo un instante abrevias,
Volviendo de mí triunfante
A segunda vida, vuelva
Tambien yo á segunda ira.
Príncipe.
Y yo á segunda soberbia.
¿Cómo su culpa en tu muerte
Pudo quedar satisfecha,
No pudiendo el Hombre en culpa
Merecer satisfacerla?
Sabid.
Pudiendo en Gracia; pues siendo
Verdadero Hombre, á quien ella
Ni llegó, ni llegar pudo
El que hizo propria la ajena,
Bien el Hombre por el Hombre
La deuda pagada deja.
Príncipe.
Si corrompida la masa
De su formacion primera,
Comprende su primer culpa
A toda su descendencia,
¿Cómo, si es deuda pagada,
Queda obligado á la deuda?
Sabid.
Como contra la comun
Mancha de esa triste herencia,
Habrá Elemento que dé
A la Gracia tal materia,
Que en el umbral de la vida
Esté á cobrarla á la puerta.
Sombra.
Si todos los Elementos
Se amotinan y rebelan
Contra él, ¿qué Elemento habrá
[p. 516]Que estar en su favor quiera?
Sabid.
Vuelto él á la Gracia, todos
Volverán á la obediencia.
Dichos.—LA LUZ, con el hacha encendida.
Luz.
Con que volviendo á vivir
La Luz que dejaste muerta,
Pues ya es materia de Gracia,
Dé la Gracia la respuesta.
El Agua es el Elemento,
Y porque mejor lo veas,
Ella misma lo dirá.—
¡Armonïosa Sirena
De las ondas del Jordan!...
Dichos.—Sale EL AGUA con una concha.
Agua.
Esta clara, pura, tersa,
Natural Agua, que yo
Del Jordan en las riberas
En esta concha cogí,
Lave del Hombre la ofensa.
(Canta.)
Pues que santificadas
Sus ondas bellas,
A mejor paraíso
Le abren las puertas.
Príncipe.
Cuando esa primera mancha
[p. 517]Lavarse con Agua pueda,
¿Quién de la culpa actual
Librarle podrá, si es fuerza
Volverle ella á la prision,
Siempre que él á pecar vuelva?
Poder.
Pues es obra del Poder
Dar poder á quien le absuelva,
Como él su culpa confiese,
Elemento habrá que tenga
Materia tambien, en quien
Otro Sacramento sea
Preservacion de este daño,
Dando al espíritu fuerzas;
Con que en aumentos de Gracia,
Pueda durar en la enmienda.
Sombra.
¿Qué materia ó qué Elemento
Puede ser?
Dichos.—LA TIERRA.
Tierra.
El de la Tierra,
Que en las espigas y vides
Dará remota materia
Al más alto Sacramento,
Diciendo cuando la ofrezca...
(Canta.)
Creced, vides y espigas,
Pues os espera
La ventura de veros
Viandas eternas.
Príncipe.
¿Qué es ser eterna vianda?
¿Vides y espigas sustentan
[p. 518]Más que al cuerpo?
Sabid.
Sí, que al alma
Sustentan tambien.
Sombra.
¿Cuándo esa
Maravilla será?
Dichos.—EL AIRE.
Aire.
Cuando
Esa remota materia
Sea próxima, y al Aire
Formar y pronunciar veas
Tan misteriosas palabras,
Que el pan en carne convierta;
Y el vino en sangre, la voz
De la Sabiduría inmensa;
El dia que diga...
Sabid.
¡Esto es
Mi Carne, y mi Sangre mesma!
Príncipe.
Que el vino que es vino, el pan
Que es pan, carne y sangre sea,
Es dura proposicion.
Aire.
No es.
Príncipe.
¿Por qué razon?
Aire.
Por ésta.
(Canta.)
¿Qué mucho de una cosa
Que otra hacer pueda,
Voz que de nada hizo
Cielos y tierra?
Sombra.
¿Y quién me dirá en qué forma
Maravilla tan inmensa
Se manifestará?
Dichos.—EL FUEGO, EL AMOR.
Fuego.
El Fuego,
Si atiendes, si consideras
Que el Fuego es Amor. (Sale el Amor.)
Amor.
Y Amor
El que hace la fineza,
Puesto que amando hasta el fin,
Dejó ese tesoro en prendas;
Y pues la forma preguntas,
La forma, Sombra, es aquella.
Fuego.
Debajo de cuya blanca
Nube de cándida oblea,
El Fuego de Amor contiene,
Con real divina asistencia,
En carne y sangre, alma y vida;
Porque mires, porque adviertas...
(Canta.)
Si en finezas várias
Amor se muestra,
¿Qué será en la fineza
De las finezas?
Sombra.
De suerte, ¡ay de mí!...
Príncipe.
¡Ay de mí!...
Sombra.
Que en Aire, Agua, Fuego y Tierra...
Príncipe.
Concha, espiga, voz y afecto...
Sombra.
Tiene, goza, incluye y sella...
Príncipe.
Perdon, vénia, amparo, asilo...
Sombra.
Piedad, refugio y clemencia...
Los dos.
¿El Hombre en su culpa?
Todos.
Sí.
[p. 520]
Sombra.
Pues ¿qué aguarda?...
Príncipe.
Pues ¿qué espera?...
Sombra.
¡Mi ira!
Príncipe.
¡Mi rabia!
Sombra.
¡Mi furia!
Príncipe.
Que á no mirar no se ausenta...
Los dos.
¿La Luz de la Gracia viva,
Cuando va la Culpa muerta?
(Vanse Sombra y Príncipe.)
EL PODER, LA SABIDURÍA, EL AMOR, LA LUZ, EL HOMBRE, EL ALBEDRÍO, EL ENTENDIMIENTO, LOS ELEMENTOS.
Hombre.
Absorto y confuso estoy,
Gran Poder, Amor y Ciencia;
Si esto tambien es dormir,
A nunca despertar duerma.
Poder.
Hombre que hice á imágen mia,
Yo te saqué de la tierra;
En real alcázar te puse;
Perdióte tu inobediencia;
A la tierra te volví,
Y vuelvo á buscarte en ella,
Donde, cobrado en mi Gracia,
Quiero que tu esposa sea.
Mira, pues, lo que me debes.
Sabid.
Mira lo que á mí me cuestas.
Amor.
Mira lo que yo te amo.
Poder.
Y pues cuanto vives sueñas,
Porque al fin la Vida es Sueño,
[p. 521]No otra vez tanto bien pierdas;
Porque volverás á verte
Aun en prision más estrecha,
Si con culpa en el letal
Último sueño despiertas.
Hombre.
La enmienda ofrezco á tus plantas.
Entend.
Yo, aconsejarle á la enmienda.
Albed.
Yo, inclinarle á lo mejor.
Luz.
Yo, á que siempre en mi Luz tenga
Auxilios que le iluminen.
Fuego.
Pues en feliz norabuena...
Agua.
Porque á todo el universo...
Aire.
Conste en todas cuatro esferas...
Tierra.
Se publique cómo el Hombre...
Las cuat.
(Cantan.)
En Aire, Agua, Fuego y Tierra,
Concha, espiga, voz y afecto,
Tiene, goza, incluye y sella,
Gracia, vénia, amparo, asilo,
Piedad, refugio y clemencia.
Hombre.
Y pues es de perdon dia,
Nuestros defectos le tengan,
Para que puedan mejor
Repetir las voces nuestras.
Música.
¡Gloria á Dios en las alturas,
Y paz al Hombre en la Tierra!
(Tocan chirimías, y cerrándose los carros se da fin al auto.)
[p. 523]
[p. 524]
El Ingenio, galan.
Pensamiento, loco.
La Gentilidad.
La Sinagoga.
África.
El Ateismo.
San Pablo.
El Bautismo.
La Confirmacion.
La Penitencia.
La Extremauncion.
El Orden Sacerdotal.
El Matrimonio.
La Ley Natural.
La Ley Escrita.
La Ley de Gracia.
Tres Mujeres, que cantan.
Coros de Música.
[p. 525]
Suenan instrumentos, y miéntras se canta la primera copla, salen al tablado EL PENSAMIENTO, vestido de loco, como huyendo de EL INGENIO, que procura detenerle.
Música.
Gran Dios, que ignoramos,
Abrevia el tiempo,
Y haz que te conozcamos,
Pues te creemos.
Ingenio.
¿Dónde, Pensamiento, vas?
Detente.
Pensam.
Si eres tan necio,
Que haces pretension de que
Se detenga el Pensamiento,
¿Cómo de sabio blasonas,
Y altivamente soberbio
Ingenio te llamas?
Ingenio.
Como
Una cosa es que el Ingenio
Pararte quiera, y otra es
Que tú te pares; y puesto
Que son actos encontrados
Tu libertad y mi afecto,
Pues cuando te he menester
[p. 526]En las esferas del cielo,
Sabes bajarte al abismo;
Y si en el abismo quiero
Hallarte, estás ya de esotra
Parte del mar, revolviendo
De uno á otro instante la inmensa
Fábrica del Universo,
Tan veloz, que el viento áun no
Te alcanza, con ser tú el viento:
Con todo, esta vez permite
Que tenga, no digo imperio
En tí, sino voluntad,
Y conmovido á mi ruego,
Párate, porque tú quieras
Pararte, no porque quiero
Pararte yo.
Pensam.
Sí lo haré,
Persuadido, no sujeto;
Que quiero aquesta vez, dócil,
Hacer verdad el proverbio
De que no hay loco tan loco,
Que no esté algun rato cuerdo:
¿Qué me quieres, pues?
Ingenio.
Saber
Adónde vas, que violento,
Hoy más que nunca, me llevas
Tras tí.
Pensam.
Los dulces acentos
De una métrica armonía
(Que es en repetidos ecos
Sonoro enigma del aire,
Cuyo sentido no entiendo)
Me arrebatan á saber,
Qué quieren decir, diciendo:
[p. 527](Música.)
Gran Dios, que ignoramos,
Abrevia el tiempo,
Y haz que te conozcamos,
Pues te creemos.
Ingenio.
La misma duda que tienes
Es tambien la que yo tengo,
Y la misma confusion
Que tú padeces, padezco;
¿A Dios, que ignoran, aclaman
Esas gentes?
Pensam.
Sí, pues vemos
Cuán claramente sus voces
Lo publican, repitiendo:
(Música.)
Gran Dios, que ignoramos,
Abrevia el tiempo.
Ingenio.
¿Pues cómo es posible que
Den, ó bárbaros, ó ciegos,
Culto á Dios, de quien no saben
Qué Dios sea, prosiguiendo:
(Música.)
Haz que te conozcamos,
Pues te creemos?
Pensam.
Eso es lo que yo no sé,
Y saber quisiera.
Ingenio.
¿Luego
Yendo á un mismo fin los dos,
Así no iremos opuestos?
Pensam.
Claro está, pues á un fin mismo
Van Ingenio y Pensamiento,
Fuerza es por aquel instante
Avenirse.
Ingenio.
Segun eso,
[p. 528]Ya por este instante amigos,
Juntos hoy los dos, ¿podremos
Penetrar lo enmarañado
De ese monte, en cuyo centro
Las voces se escuchan?
Pensam.
Sí,
Y de mi parte te ofrezco
Asistirte, hasta que apures
De sacrificio tan nuevo
La causa, pues á los dos
En alcance del misterio,
A mí me toca el pensarlo,
Y á tí te toca el saberlo.
Ingenio.
Pues para que con mejor
Noticia pueda el concepto
(Que en embrion del alma, áun no
informa órganos al cuerpo)
En lo que ha de discurrir
Hacerse capaz; primero
Que lo discurra, á esta parte
Ocultos, examinemos
Voces y acciones.
Pensam.
Bien dices,
Y es á propósito el puesto,
Que ya de aquí se descubre
En el más oculto seno
De esa bárbara montaña
Un edificio soberbio.
(Descúbrese una montaña, y vese la fábrica de un templo abierto á todas partes, y en el frontispicio esta letra: Ignoto Deo.)
Ingenio.
Rústica caja sus riscos
Son de la joya de un templo,
Que en sus entrañas construye
[p. 529]La gentilidad de aquestos
Ingeniosos moradores
De la Grecia.
Pensam.
Y aunque abierto
A cuatro vientos está,
Ni ara, ni altar tiene dentro,
Ni imágen, ni simulacro,
De quien se intitule dueño
De su culto.
Ingenio.
Solamente
En el frontispicio veo
Por clave á su medio punto,
De un tarjeton el letrero,
Como inscripcion, que dedica
La fábrica de su bello
Edificio.
Pensam.
¿Y cómo dice
La inscripcion?
Ingenio.
Ignoto Deo.
Pensam.
¿Al Dios ignorado?
Ingenio.
Sí.
Pensam.
¿Pues cómo puede ser eso?
Dios ignorado, ¿no implica
Contradiccion?
Ingenio.
Y es tan cierto,
Que á no ser comunicable
Dios, no fuera Dios: lo pruebo
Con que imperfecto el bien fuera
No comunicado: luego
No pudiendo el sér de Dios
Ser nunca bien imperfecto,
Ha de ser comunicado:
Hable allá entre los Hebreos
Aquel texto de Abacúe,
[p. 530]En que le espera su pueblo,
No sólo como hoy le adora
En tantas obras inmenso,
Pero tan comunicable,
Que le trate el alma y cuerpo:
Pero esto es de otro lugar,
Y así desde éste escuchemos
Qué género de Hostia dan
Al Dios ignorado éstos
Que, ignorándolo, le aclaman,
Y ya alumbrados y ciegos,
De su templo á los umbrales,
Dicen cantando y tañendo:
Salen la MÚSICA cantando, y los hombres que puedan y mujeres vestidas á lo romano, bailando, y detras LA GENTILIDAD, con corona de laurel, manto imperial, espada y bengala, y miéntras cantan va hácia el templo.
Mujer 1.ª
(Cantando.) Dios no sabido hasta ahora,
Pues solamente por fe
La Gentilidad te cree,
Entre los dioses que adora;
Permite que quien te ignora
Te conozca, á cuyo efecto:
(Bailando cruzados atravesados.—Música.)
Gran Dios, que ignoramos,
Abrevia el tiempo.
Mujer 2.ª
Sér, que sólo imaginado,
Te adivina la noticia,
Tal vez Dios de la justicia,
Y tal vez Dios del agrado;
Permite que declarado
[p. 531]Te merezca el amor nuestro.
(Música.)
Y haz que te conozcamos,
Pues te creemos.
Gentilid.
(Cara á cara.) Dios de pocos prevenido
Y de muchos esperado,
A cuyas aras postrado
Todo este pueblo ha venido;
Ya que el Templo te ha ofrecido,
Ven á poseer el Templo.
(Música.)
Y haz que te conozcamos,
Pues...
Ingenio.
Deteneos,
Suspended los regocijos,
Las músicas y los versos,
Que al viento entregados, leve
Patrimonio son del viento;
Y permitid á un errado
Peregrino, á quien suspenso
Trae del acento el iman
(Si es que es iman el acento)
Una razon de dudar
En vuestros ritos, oyendo
Que á un Dios, de quien no sabeis,
Dais religiosos obsequios:
¿Cómo es posible que haya
En la ignorancia pretexto
Que á eso os persuada?
Gentilid.
¿Quién eres,
Advenedizo extranjero,
Que sacrílego en dudarlo,
Eres curioso en saberlo?
Ingenio.
Si de dudar la razon
[p. 532]No lo ha dicho, pues es cierto
Que la razon de dudar
Sólo le es dada al Ingenio,
El dia que duda, á fin
De saber, á cuyo efecto
Trae, no sin causa, hoy así
Aplicado el Pensamiento;
El Ingenio soy humano,
Cuyo nombre compusieron
De tres etimologías
Tres idiomas, pues el griego
Dice que el Ingenio es
Extension de entendimiento;
Y por la divinidad
Del alma dice el hebreo,
Que es un no engendrado sér
Del alma misma; añadiendo
El latino, á que es del alma
Parte, no engendrado, siendo
El ingénito, de adonde
El nombre toma; supuesto
Que ingénito y no engendrado
Viene á traducir lo mesmo;
Cuyo acento, corrompido
En hispanismos del tiempo,
De aquel infinito sér
Hizo síncopa el Ingenio.
Y para que nada os quede
Que dudar al argumento
Que he de poneros en sacra
Objecion del rito vuestro,
Amante soy de las ciencias,
Por cuyo rendido afecto,
Siendo Philos el Amor,
[p. 533]Y Sophia la Ciencia, puedo
Decir que Philosophía
Es la dama que más quiero.
Desta, pues, enamorado,
Es mi nombre, ó ha de serlo
En la nueva alegoría
Del acto que hoy represento,
Yendo de historial sentido
Y alegórico compuesto,
Dionisio, que significa
Lo acendrado y lo supremo
De aquella divinidad
Del alma, como diciendo
Que es quinta esencia del alma
El nombre de que me precio.
Y si de curiosa acaso
No lo crees, fácil es verlo,
Que aquel que dijo Dionisio,
Dijo (hable el Sacro Texto)
Divinidad destilada,
Que es decir, lo más intenso
De la porcion de divina
Que goza el alma, y si esto
No basta para saber
Quién soy, aunque fué mi empleo
La escuela de Apolo, Marte
Me admite entre sus estruendos,
Cuando entre los aparatos
De sus máquinas de fuego,
No es el ménos estimado
El arte del ingeniero;
Y así, de Pago, que es
Posesion ó heredamiento,
Y de Aris, que es Marte, tomo
[p. 534]El sobrenombre, añadiendo
Al Dionisio que ántes dije,
Pago y Aries, con que haciendo
A Dionisio Aries y Pago
Cabal mi nombre, á ser vengo
A dos luces por los dos
Sentidos, en el primero
El de Dionisio Areopago,
En el segundo el Ingenio:
El Pensamiento, ese loco
Que pocas veces atento
Se ve á obedecer, me asiste;
Con él y mi ciencia vengo
Deseoso de saber
Qué culto, qué rendimiento
Es este que dais á un Dios,
Si á la aclamacion atiendo,
Que ignorais; porque quisiera
Saber con qué fundamento
Se da al templo, y no al altar
Ni al simulacro.
Gentilid.
Oye atento,
Que aunque en rigor no me toca
Satisfacerte, pretendo
Ya que á dos luces me hablas,
Mostrar que á una y otra atiendo.
Yo soy la Gentilidad,
Cuyo nombre me dió el mesmo
Significado del nombre,
Pues las gentes que poseo,
Por su grande multitud
Me aclaman así, advirtiendo
Que en las gentes el mayor
Número á mi cargo tengo;
[p. 535]Bien que negando mis Dioses
El bárbaro Ateismo ciego,
Muchas me llevó tras sí;
Pero no es del caso esto,
Y así, hablando de mí sola,
A atar el discurso vuelvo.
Yo soy la Gentilidad,
Y aunque corte es de mi imperio
Roma, por quien á segunda
Luz tambien yo me interpreto
Europa; esta parte de Asia
Hoy me merece, asistiendo
Al ceremonioso rito
De los devotos festejos
De un ignoto Dios, á cuya
Causa ves sin ara el templo,
Altar ni estatua, porque
Aunque noticia tenemos
Dél, es noticia remota;
Y así, esperando y creyendo
Que próxima la tengamos,
Esta invocacion le hacemos,
En fe de venturo Dios,
Como aclamando y pidiendo
Que al desocupado solio
Venga á llenar el asiento.
Paréceme que tú ahora
Entre tí estarás diciendo:
«¿Qué razon hay para que
Yo espere nuevo Dios, puesto
Que en la gentilidad mia,
De uno el número pequeño
No pudo hacer falta, cuando
Más de tres mil Dioses tengo?»
[p. 536]Pues para que no lo digas,
Y sepas con qué pretexto
Al nuevo ignorado Dios
Culto y fábrica prevengo,
Sabrás que es porque entre tantos,
Sabios y doctos sujetos
Como la Escuela de Atenas
Laureó en sus cátedras, siendo
De la gran Filosofía
Honor, patria, lustre y centro,
Los que más se señalaron
Fueron los Estoicos, siendo
Cuidado de sus estudios,
De sus vigilias desvelo,
El desprecio de la vida,
Investigando, inquiriendo
Y apurando siempre humildes
(Si ya no es siempre soberbios)
La sacra naturaleza
De los Dioses, discurriendo
En una primera causa,
A cuyo cargo quisieron
Que estuviese reducido
El órden del Universo;
Destos, pues, al creer que todo
Debajo está de un gobierno,
Y que con igual arbitrio
Cuida algun poder inmenso
Desde el hombre hasta el gusano
Y desde el mayor lucero
A la menor planta, dijo
Uno habia un Dios Supremo,
Todo manos, todo ojos,
Todo oidos, á que luégo
[p. 537]Causa añadió de las causas:
Otro, que dijo muriendo,
Ten de mí misericordia,
Cuyos dos altos acuerdos
Pusieron en esperanzas
De que habia de venir tiempo
Que este Dios, causa de causas,
De ojos, manos y oidos lleno,
Se nos declare y se dé
A conocer; y así, á efecto
De persuadirle con dones
Y de obligarle con ruegos,
En este sagrado monte,
Que yace eminente en medio
De Eliópoli, ciudad
Del Sol, y Atenas, asiento
De las Ciencias, consagró
La vecindad de esos pueblos
Ese alcázar, dedicando
La majestad de ese templo
Al ignoto Dios, á cuyos
Umbrales cada año hacemos
Festivas aclamaciones;
Y pues que ya satisfecho
Tu discurso, no le queda
Réplicas al argumento,
Nada respondas, sino
Ociosamente suspenso,
Atiende al alegre culto
De nuestra música, puesto
Que en materias de Fe, sólo
Toca callar al Ingenio.
Ingenio.
Bien dices, pues aunque ya
Quiera responder, no puedo
[p. 538]Segun me deja admirado
De vuestro rito el pretexto;
Y así, proseguid, que yo
Ni lo pruebo ni repruebo.
¡Ay, Pensamiento, contigo
Qué de cosas hablar tengo!
Pensam.
Pues luégo me las dirás,
Que, por ahora, más quiero
Introducirme en el baile,
Que en la duda.
Ingenio.
Segun eso,
No me cumples la palabra,
Pues me dejas.
Pensam.
No te dejo,
Sino es póngome de esotra
Parte por este momento;
Que soy un poco alegrillo
De cascos, y más deseo
Verme por aqueste rato
Bailando, que discurriendo.
Ingenio.
Cuando tú no te pusieras
De parte de sus festejos,
Sus músicas y alegrías,
Te pusiera yo, y áun tengo
(Por notarlos de más cerca)
De introducirme con ellos.
Pensam.
Pues va de máscara, y baile.
Todos.
De tono y letra mudemos.
Gentilid.
¿En él entras?
Ingenio.
Esto solo
Es seguir mi Pensamiento.
[p. 539]Empieza la máscara, guiando LA GENTILIDAD y EL INGENIO, y luego EL PENSAMIENTO y los demas.
Música.
Al sacrificio del Dios Ignorado
Acude devoto y festivo el afecto.
(Vueltas en cruz.)
Una voz.
Mostrando, si es causa de todas las causas,
Que humano responda á la causa el afecto.
(Dos coros.)
Todos.
Mostrando, etc.
Música.
Al sacrificio, etc.
Otra voz.
Pidiendo, si es manos, oidos y ojos,
Que venga á tocarnos, oirnos y vernos.
Todos.
Pidiendo, etc. (Cruzados en ala.)
Música.
Al sacrificio, etc. (Bandas hechas.)
Pensam.
Pues ya tres mil Dioses no valen por uno,
Cuando el tres es uno y los otros son ceros.
(Bandas deshechas.)
Música.
Al sacrificio, etc.
(Suena ruido de terremoto y se asustan.)
Todos.
¿Qué es esto, cielos? ¿qué es esto?
Gentilid.
¿Qué impensado terremoto
En todos cuatro elementos
Se amotina contra el sol?
Primero.
¡Qué prodigio!
Segund.
¡Qué portento!
Tercero.
¡Qué maravilla!
Cuarto.
¡Qué asombro!
(Suena el terremoto siempre.)
Gentilid.
Abajo se viene el cielo.
Todos.
A las grutas de los montes
Vamos todos á escondernos.
[p. 540]Vanse, y quedan LA GENTILIDAD, EL INGENIO y EL PENSAMIENTO.
Pensam.
De iras de Dios no es posible.
Ingenio.
¿Cómo pudo en un momento,
Estando del sol y luna
La interposicion tan léjos,
Haberse eclipsado el sol,
Sin que ella se ponga en medio?
Gentilid.
¿No eres el Ingenio?
Ingenio.
Sí.
Gentilid.
Pues dínoslo tú.
Ingenio.
No puedo,
Que el Ingenio humano áun no
Se halla capaz de saberlo;
Mas veme tú preguntando,
Quizá iré yo respondiendo.
Pensam.
Y esté yo á lo que discurren
Absorto, mudo y suspenso.
Gentilid.
¿Qué quiere ser, que el cielo obscurecido
A media tarde de un tupido velo,
En parda sombra el manto azul teñido,
Envuelto en rubio ardor el negro hielo,
Bien como para dar un estallido,
Si se cae ó no se cae el cielo,
Se turba, se desploma ó se estremece?
Ingenio.
Que espira el cielo ó su Hacedor padece.
Gentilid.
¿Qué quiere ser, que el sol sin el ocaso
Siente tan melancólica agonía,
Que bandida la noche, le está al paso
Para robarle la mitad del dia,
Y que él, cobarde, á vista del fracaso,
[p. 541]Se deje de su trágica osadía (Terremoto.)
Tanto ultrajar, que súbito fallece?
Ingenio.
Que espira el sol ó su Hacedor padece.
Gentilid.
¿Qué quiere ser, que errantes las estrellas,
Cómplices de su robo, al mismo punto
Que yace el dia, no resulte en ellas
Para la noche áun el menor trasunto,
Quedando todas las esferas bellas
Como casa de Príncipe difunto,
A donde nada en su lugar parece?
Ingenio.
Que espiran hoy ó su Hacedor padece.
Gentilid.
¿Qué quiere ser, que en desigual fortuna
La luna, al ver al sol, tan descaida,
Atras vuelve y retrógrada la luna,
La media edad se eclipse de la vida,
Pues sin piedad, sin lástima ninguna,
De sí misma sacrílega homicida,
Baja la luz con que ella resplandece?
Ingenio.
La luna espira ó su Hacedor padece.
Gentilid.
¿Qué quiere ser, que el mar gima violento,
(Terremoto.)
Dando á la tierra horror, y que la tierra,
Abiertos uno y otro monumento,
Aborte los cadáveres que encierra,
Que el fuego gire á escándalos del viento,
Que el tiempo se haga á ráfagas la guerra,
Con que del mundo el parasismo crece?
Ingenio.
Que el mundo espira ó su Hacedor padece.
Gentilid.
¿Cubrirse el cielo, el sol obscurecerse,
Faltar la luz, la luna ensangrentarse,
Los astros irse, el mar embravecerse,
La tierra piedra á piedra quebrantarse,
El fuego helarse, el aire entumecerse,
Y todo, en fin, que quiere ser turbarse
[p. 542]Tanto, que vuelve todo el cáos parece?
Ingenio.
Que todo espira ó su Hacedor padece.
Gentilid.
¿Que todo espira ó su Hacedor padece,
Sólo me respondes?
Ingenio.
Sí.
Gentilid.
¿Pues cómo puede ser eso?
¿Quien dice Hacedor, no dice
Primer principio?
Ingenio.
Concedo.
Gentilid.
¿Quien dice primer principio,
No dice poder inmenso,
De quien se origina todo
Antes y despues eterno?
Ingenio.
Concedo tambien.
Gentilid.
¿Pues cómo,
Si sólo un Dios puede serlo,
Ha de padecer? ¿No implica
Dios y pasible?
Ingenio.
Mal puedo
Negarte la consecuencia,
Si ya no es que á tu argumento
Tu argumento te responda.
Gentilid.
¿De qué suerte?
Ingenio.
Con el mesmo:
Si Dios ignorado implica,
Y tú crees que puede haberlo,
¿Qué mucho que dude yo
Que haya, el ejemplar siguiendo,
Dios y pasible? Y así,
Entre tu yerro y mi yerro,
Tú creyendo y yo dudando,
A discurrir me resuelvo.
Gentilid.
¿Qué?
Ingenio.
Que aunque implique uno y otro
[p. 543]Puede haber...
Gentilid.
Dí.
Ingenio.
Fundamento,
Pues tú le estás ignorando,
Para estar él padeciendo.
Pensam.
Entre una y otra razon,
Ambas dudo y ambas creo;
(Dando vueltas entre los dos.)
Y así, sin parar en una,
De una en otra voy y vengo.
Gentilid.
Yo no he de creer que haya
Dios pasible.
Pensam.
A tí me atengo.
Ingenio.
Yo, que haya ignorado Dios
Tampoco creeré.
Pensam.
A tí vuelvo.
Gentilid.
Bien puede ser ignorado
De mí, y de otro no.
Pensam.
Esto es cierto.
Ingenio.
Tambien puede padecer,
No como Dios.
Pensam.
Tambien esto.
Gentilid.
¿Pues ha de ser otra cosa
Siendo Dios?
Pensam.
Tu duda apruebo.
Ingenio.
No sé; mas siendo Dios, todo
Lo podrá.
Pensam.
La tuya aprecio.
Gentilid.
Ese es error.
Pensam.
Tras tí voy.
Ingenio.
Es engaño.
Pensam.
A tí me acerco.
Los dos.
¡Oh cuál anda entre los dos
Vacilando el Pensamiento!
[p. 544]Pensam.
¿Qué ha de hacer, si ambos iguales
Tirais de mí tan á un tiempo,
Que yendo y viniendo á entrambos,
Descanso en ninguno tengo?
Ingenio.
Vénte conmigo, que yo,
Que en mí le hallarás, te ofrezco.
Gentilid.
¿Cómo?
Ingenio.
Como desvelada
La confusion de mi Ingenio,
En dos extremos tan grandes
Como tu extremo y mi extremo,
En tí imaginando un Dios,
De ojos, manos y oidos lleno,
Que, como dijiste, sea
Causa de causas; y luégo
En mí un Dios imaginado,
A la vista de este estruendo,
Que sea pasible, he de hacer
De ambas dudas un compuesto
Para asunto de este acto.
Gentilid.
¿De qué suerte?
Ingenio.
Discurriendo
El mundo por cuantas leyes,
Cuantos ritos, cuantos fueros
Una y otra religion
Tienen, hasta que mi anhelo,
Haciendo razon de Estado
La que ahora de dudar tengo,
La causa halle de las causas
Que tenga (toda oidos siendo,
Toda ojos, toda manos)
La conveniencia de serlo
Para padecer.
Gentilid.
Si intentas
[p. 545]Hallar tal Dios, ¿dónde, ciego,
Le has de hallar, sino es en mí,
Que en todas partes le tengo?
Ingenio.
En mí, pues Ingenio soy.
Gentilid.
Mercurio es dios del ingenio.
Ingenio.
Pues iré al cielo á buscarlo.
Gentilid.
Júpiter es dios del cielo.
Ingenio.
Pues buscaréle en la tierra.
Gentilid.
Céres diosa es de su centro.
Ingenio.
Iré á buscarle en los mares.
Gentilid.
Neptuno es dios de su imperio.
Ingenio.
En el fuego le hallaré.
Gentilid.
Apolo es el dios del fuego.
Ingenio.
El viento me dirá dél.
Gentilid.
Juno es la diosa del viento.
Ingenio.
Buscaréle en las campañas.
Gentilid.
Marte es dios de sus estruendos.
Ingenio.
Quizá estará en los jardines.
Gentilid.
Sus dioses son Flora y Vénus.
Ingenio.
En las paces de las córtes.
Gentilid.
Minerva está en su gobierno.
Ingenio.
En los bosques más incultos.
Gentilid.
Diana es la diosa de ellos.
Ingenio.
Pues el tiempo sabrá dél.
Gentilid.
Saturno es el dios del tiempo:
De suerte que no hallarás
En todos cuantos objetos
Te represente la idea,
Te imagine el pensamiento,
Parte donde no esté un dios
Que yo adore.
Ingenio.
Y áun por eso
No le he de buscar en tí.
Gentilid.
¿Por qué?
[p. 546]Ingenio.
Porque considero
Que quien tiene muchos dioses,
No tiene al que yo pretendo;
Mayormente cuando en todos
Los que me has nombrado advierto
Que á las dos contradicciones
De los dos discursos nuestros
Añades otra, imposible
De vencer.
Gentilid.
Eso no entiendo
Cómo.
Ingenio.
Como en lo ignorado
Y en lo pasible encubierto
Puede algun misterio haber,
Que por ahora no comprendo;
Pero en lo pecaminoso
No es posible haber misterio
Que á la razon natural
No repugne; pues más cierto
Es de un Dios, en los delitos,
Quitarlos que cometerlos.
Hablen en Mercurio robos,
En Júpiter fingimientos,
En Apolo ánsias y amores,
En Céres envidia, celos
En Juno, en Saturno iras,
En Dïana devaneos,
Avaricias en Neptuno,
Y entre Proserpina y Vénus
Hable de Pluton el robo
Y de Marte el adulterio;
¿Pues cómo he de hallar en tí
Efecto útil, si en tí veo
Pecaminosas las causas
[p. 547]De las causas?
Gentilid.
El aliento
Suspende: no, no prosigas,
Pues basta que tan soberbio,
Siendo mio, de mí huyas,
Sin que hagas de mí desprecio.
Ven, Pensamiento, conmigo;
Deja ese loco.
Pensam.
No puedo
Ir tras tí.
Gentilid.
¿Por qué?
Pensam.
Porque
La agudeza hoy del Ingenio
Tras la natural razon
Me arrebata el Pensamiento.
Gentilid.
Pues dejaréte con él,
Que si la verdad confieso,
Tampoco puedo apartarte
Yo de su discurso. ¡Cielos!
Si acaso, como imagino,
Algun grande agravio vuestro
Fué de este eclipse la causa,
Yo os vengaré; y para esto
Serán Tito y Vespasiano
Los Césares de mi Imperio. (Vase.)
Ingenio.
Ea, Pensamiento, vamos.
Pensam.
¿Dónde hemos de ir?
Ingenio.
Trascendiendo
(Supuesto que no se da
En lo alegórico tiempo
Ni lugar) todos los ritos,
Hasta que halle ley en ellos
De un Dios, que ignoto y pasible,
Le cuadre á mi entendimiento.
[p. 548]Pensam.
No ha sido muy mal arbitrio,
Para entablar este intento,
Acompañarte de mí.
Ingenio.
¿Cómo?
Pensam.
Como el más severo
Crítico no hará censura
De ver que el mundo corremos,
Si su pensamiento viene
Siguiendo á tu pensamiento.
Ingenio.
Dices bien, pues viendo al suyo
Volar, dejará el ajeno,
Sin que el ingenio padezca
La objecion de otros ingenios.
Pensam.
Pues en esa confianza
Ven; y ya que á tu concepto
Desagradan muchos dioses,
Pasemos de extremo á extremo;
Vamos donde no hay ninguno.
Ingenio.
¿Cómo eso puede ser?
Pensam.
Viendo
Que aquel que de brutas pieles,
Por significar su afecto
En lo bárbaro del traje,
Indio bozal y grosero
Se muestra, es el Ateismo.
Descúbrese un peñasco, y se ve en él EL ATEISMO en el traje que dicen los versos.
Ingenio.
¿Qué hace?
Pensam.
Rendido está al sueño.
Ingenio.
¿Dia de tan grande asombro
Duerme?
Pensam.
Sí.
[p. 549]Ingenio.
Yo le despierto,
Más del sosiego admirado,
Que envidioso del sosiego.
Ateismo.
Ateismo.
¿Quién me llama?
Ingenio.
Yo, que en busca tuya vengo.
Ateismo.
¿Quién eres y qué me quieres
Tú, que me das tantas voces?
Ingenio.
¿Al Ingenio no conoces?
Bien se ve cuán bruto eres.
Ateismo.
¿Tú eres el Ingenio?
Ingenio.
Sí,
Y de tí saber quisiera...
Ateismo.
Si eres el Ingenio, espera,
¿Cómo dudas? Que yo oí
Que el Ingenio respondia
Cuando se le preguntaba;
No que el Ingenio dudaba.
Ingenio.
Esa es la excelencia mia.
Ateismo.
Dí cuál.
Ingenio.
Saber preguntar,
Para saber responder.
Ateismo.
Pues dí, ¿qué quieres saber
De mí?
Ingenio.
Deste singular
Eclipse, que no hay persona
A quien no haya estremecido,
Viendo al sol obscurecido
Desde la sexta á la nona,
Qué es lo que has investigado,
Porque reducir quisiera
(Y en la tuya la primera)
Las opiniones que he hallado
Para todo el orbe.
[p. 550]Ateismo.
Pues
Si la mia he de decir,
Lo que he llegado á inferir
De este gran delirio es,
Que como este cuerpo humano,
Compuesto de cualidades,
Sujeto está á enfermedades,
Que le ocasiona el hermano
Temple de sus cuatro humores,
A que responden atentos
Todos los cuatro elementos,
Así á los hielos ó ardores
De su destemplanza, está
El Universo sujeto,
A cuya causa este efecto
Asombro á los otros da,
No á mí, que su novedad
No me asusta, al ver que es llano
Que dió, como al cuerpo humano,
Al mundo una enfermedad;
Y así, por no discurrir
Si moria ó si sanaba
De ella, miéntras se pasaba
La accesion, me eché á dormir.
Ingenio.
¿Luego tú no has discurrido
En qué efecto ser pudiera
De alguna causa primera?
Ateismo.
¿Quién primera causa ha sido?
Ingenio.
Un Dios, que vamos buscando
Por todo el mundo los dos.
Ateismo.
¿Un Dios?
Ingenio.
Sí.
Ateismo.
¿Qué cosa es Dios?
Ingenio.
Eso voy investigando.
[p. 551]Ateismo.
Nunca en eso me cansara
Yo, porque nunca creyera
Que le hallara, ni pudiera.
Ingenio.
En lo que dices repara,
Que esta opinion satisfizo
A cuantos el mundo ven
Criado.
Ateismo.
A mí no.
Ingenio.
Pues dí, ¿quién
Hizo este mundo?
Ateismo.
Él se hizo.
Ingenio.
¿Quién, para nuestros provechos,
Hizo con fábrica igual
Esos orbes de cristal?
Ateismo.
Ahí nos los hallamos hechos.
Ingenio.
¿Quién aquese luminar
Del sol, que es alma del dia,
Y quién de la noche fria
Con curso tan regular,
Que del Oriente al Ocaso
Accidente tal no ha habido
Que los haya pervertido?
Ateismo.
Uno y otro sería acaso.
Ingenio.
Y dí, ¿el acaso podia
Darte á tí vida, alma y sér?
¿Quien dió ojos para ver,
Todo ojos no sería?
¿Quien dió oidos, todo oidos?
¿Quien dió manos, manos todo?
Y de aquese mismo modo
En todos cuantos sentidos,
Con superior armonía,
Le dieron sér al no sér.
Ateismo.
Yo no hice más que nacer,
[p. 552]Sin saber á qué nacia,
Cómo ni cuándo; y así,
No habrá razon que me cuadre:
Como otro engendró á mi padre,
Mi padre me engendró á mí.
Ingenio.
Sí; ¿pero al primero, quién?
Ateismo.
¿Del uno la corrupcion,
Díme, no es generacion
Del otro?
Ingenio.
Sí.
Ateismo.
Luego bien
Puedo pensar que la prima
Materia se corrompió,
Y al primer hombre engendró.
Ingenio.
Y el alma que en él anima,
¿Pudo de corrupcion tal
Engendrarse? ¿No lo ves,
Siendo inmortal como es?
Ateismo.
¿Luego el alma es inmortal?
Ingenio.
Bien nos lo deja inferir
La Divinidad que tray
Consigo.
Ateismo.
Yo no sé que hay
Más que nacer y morir;
Y así, argumentos dejemos,
Y porque amigos seamos,
Comamos hoy y bebamos,
Que mañana moriremos.
Ingenio.
Calla, calla, que tan ciega
Doctrina no se ha de oir,
Pues no se debe argüir
Con quien los principios niega.
Pensam.
Discursos buenos ni malos
Con él no tienes que hacer,
[p. 553]Que éstos no se han de vencer
A razones, sino á palos.
Amigo, si no hay primera
Causa, ¿quién mueve mi accion
A darte este mojicon? (Dale un golpe.)
Ateismo.
Loco.
Ingenio.
Pensamiento, espera.
Ateismo.
¿Pensamiento es? De él intento
Huir, que no me ha de dar
A mí placer ni pesar
En mi vida el Pensamiento. (Huye.)
Pensam.
¿Qué dices de esto?
Ingenio.
No en vano
Confieso sus devaneos,
De Theos Dios, y Antitheos
El contra Dios; con que es llano
Que los Ateistas son
Por quien David repetia
Que el no haber Dios lo decia
El necio en su corazon.
Pensam.
Y áun ese es el argumento
Con que una cancion que oí
Lo prueba bien claro.
Ingenio.
Dí
La cancion.
Pensam.
Escucha atento:
(Canta.) En su corazon el necio
Dijo á sus solas, no hay Dios:
Luego hay Dios, pues hay quien supo
Lo que él dijo á solas en su corazon.
Ingenio.
Huir de este error conviene.
Pensam.
¿Y dónde habrá en quien reposes,
Si huyes de quien tiene dioses,
Y huyes de quien no los tiene?
[p. 554]Ingenio.
En quien tenga sólo uno;
Que si un error á otro igualo,
Tener muchos es tan malo
Como no tener ninguno.
Pensam.
Pues si uno quieres hallar,
África sus montes llenos
De Ismaelitas y Agarenos
Tiene, que de Ismael y Agar
Descienden, y sólo un Dios
Adora, á quien llama Alá,
Que es Dios grande.
Ingenio.
¿Sí? Pues ya
Muero, porque á ver los dos
Lleguemos el fundamento
De esa ley.
Pensam.
Presto podrás,
Puesto que para eso vas
En alas del Pensamiento,
Verla allí: en bailes, amores
Y banquetes divertida
Pasa lo más de su vida.
(Dentro instrumentos.)
Ingenio.
Aunque adore un Dios, errores
Debe de padecer, pues
Canta cuando todo llora.
Pensam.
Atiende á su zambra ahora,
Que de eso hablarás despues.
Sale ÁFRICA, de mora, y en el mismo traje MÚSICOS, hombres y mujeres, bailando todos los que pudieren.
Música.
Bailá, Africanos, bailá,
Que ya se os acerca el Profeta de Alá.
(Dos cruzados.)
[p. 555]África.
Ya que en turbadas estrellas
La mágica nuestra vió
Aquel Profeta, que yo
Previne en sus luces bellas,
Diciendo este eclipse en ellas,
Que presto á vernos vendrá... (Vuelta.)
Música.
Bailá, Africanos, bailá.
África.
De nubes los aires llenos,
Ni os den sustos ni desmayos,
Que son su salva los rayos,
Los relámpagos y truenos,
Y pues los cielos serenos
Aplacan su enojo ya...
(La deshecha de la otra mudanza.)
Música.
Bailá, Africanos, bailá.
Ingenio.
Tente, ¿dónde vas?
Pensam.
¿No es llano,
Que en oyendo són, no es
Posible irme yo á los piés
Como otros van á la mano?
Y pues tenerme es en vano,
Ya estamos todos acá.
Música.
Bailá, Africanos, bailá.
Ingenio.
¿Cómo, África hermosa, el dia
De tan grande sentimiento
En tierra, agua, fuego y viento
Celebras con alegría?
¿Qué causa te mueve?
África.
¿Quién
Eres, que aunque ya te ví,
No bien te conozco?
Ingenio.
A mí
Pocos me conocen bien:
El Ingenio soy humano.
[p. 556]África.
Así, en casa de Abraham,
Cuyas aras culto dan
A un solo Dios Soberano,
Te ví en Ismael, de quien
Desciende mi monarquía;
Por señas, que desde el dia
Que con sagrado desden
Le echó de casa, porque
Unos ídolos le halló,
No te ví más.
Ingenio.
Es que yo
Ese dia le falté,
Pues con Ingenio mal pudo
Los ídolos adorar.
África.
Que un Dios se ha de venerar,
Ni lo niego ni lo dudo.
Ingenio.
Vida los cielos te den.
África.
¿De qué ese gozo te da?
Ingenio.
De que parece que ya
Me vas conociendo bien.
Y puesto que un pensamiento
En la adoracion de un Dios
Hasta aquí asiste á los dos,
¿Qué fiesta es esta?
África.
Oye atento:
Descendiente de Ismael,
Ya lo dije, herencia mia
La agarena monarquía
Es en África; y aunque él
Varios dioses adoró,
Porque era gentil Agar
Su madre, volvió á adorar
A un solo Dios, á quien yo
Hasta hoy veneré, bien que
[p. 557]Sin preceptos, porque espero
Que de este Dios verdadero
Un profeta me los dé,
Que en las ciencias prometido
De mis morabitos sabios
(Cuyos doctos astrolabios
Agujas del sol han sido)
Es cierto vendrá, bien como
Allá para el mismo empleo
Su Dios espera el hebreo,
De quien los principios tomo
Para mi ley, aunque inquieta
La esperanza de los dos,
Dicta que él aguarda á un Dios,
Y yo aguardo su profeta.
De esta, pues, fija esperanza
De que ha de venir, pendiente
Vivo; y siendo en mí evidente
La fe de mi confianza,
Con relámpagos y truenos
Le esperan las ánsias mias,
Como esotro á su Mesías.
Y así, al ver los aires llenos
Hoy de horror, he presumido
Que son aparatos ciertos
De su venida, y abiertos
Los claustros de mi sentido,
Fiestas le hago, como quien
Con escándalos le espera.
Ingenio.
Pues siendo desa manera,
Aun no me conoces bien.
África.
¿Por qué?
Ingenio.
Porque si buscando
Hoy á un Dios vamos los dos,
[p. 558]A donde no hay ley no hay Dios;
Y pues le estás esperando,
Es precisa consecuencia
Que miéntras sin ley estés,
Estés sin Dios; con que es
Más justo hacer de tí ausencia
Que no asistirte.
África.
¿Pues qué
Importa en mí ley no haya,
Para que errada no vaya,
Si primer principio fué,
Que á mi opinion satisface,
Pues no escogió sér ninguno,
Que se salve cada uno
En la religion que nace?
Ingenio.
¿Qué dices?
África.
Lo que yo creo;
Y si este dogma nos dan
Los ritos del Alcorán,
Que ya profesar deseo,
¿No la he de admitir?
Ingenio.
Pues dí,
¿No dices que hay solo un Dios?
África.
Sí.
Ingenio.
¿Pues cómo puede en dos
Leyes servirse? Vé aquí,
Que una ley me da un precepto
Y que otra ley no lo acepta;
¿Es justo que me prometa
De dos causas un efecto?
No, si á los dos desigualo,
Y para salvarme fiel,
¿Cómo si es bueno sin él,
Y cómo con él si es malo
[p. 559]No te hace fuerza pensar,
Que ateo que un Dios ignora,
Y gentil que á otros adora,
No se pueden conformar
A un fin mismo? Siendo así,
Que error en los tres arguya,
¿Quién podrá, en desgracia suya,
Dél gozar sin él?
África.
A mí
No me toca disputar
Ley que espero no tener;
Sólo el acero ha de ser
El que la ha de sustentar;
Y así, si apurar no quieres,
Mira, has de ver y callar;
Vuelva á cantar y bailar
Cada uno con sus mujeres.
Ingenio.
¿Sus mujeres?
África.
Sí.
Ingenio.
¿Pues cuántas
Hay que ese rito conceda?
África.
Las que uno sustentar pueda.
Pensam.
¡Linda ley!
África.
¿De qué te espantas?
Ingenio.
De que á la razon no impida
Que yo en dos esposas quiera
Que me den un alma entera
Y yo se la dé partida.
Si es contrato natural
Amor que confirma el trato,
¿Cómo puede ser contrato
Lícito el que no es igual?
¿Yo he de querer y ofender
A sus ojos lo que quiero?
[p. 560]¿Pues cómo ofendida espero
Que no ofenda la mujer?
Si, áun obligada, no es prenda
Segura en ellas amor,
¿Cómo lo será el honor
Ofendido?
Pensam.
No te ofenda
Eso á tí, pues peor hallar
Será (si apurarlo quieres)
Que tenga un hombre mujeres
Que no pueda sustentar.
Ingenio.
¿Y este precepto tambien
Has de conservar en tí,
Venido el profeta?
África.
Sí.
Ingenio.
De aquí, Pensamiento, vén,
Que ley que ya me propongo
Fundar uno y otro error,
No será ley en rigor.
Pensam.
¿Qué será?
Ingenio.
Secta.
Pensam.
Y áun hongo.
Ingenio.
Y si en ello has de creer
Que pueda el que nazca y muera
Salvarse en otra cualquiera,
¿Para qué la has menester?
África.
Para mayor perfeccion.
Ingenio.
¿Perfeccion habrá en aquella
Ley que me salva sin ella?
África.
Sí, pues no fuera blason
De Alá que me condenara
En el rito que naciera
Sin culpa mia.
Ingenio.
Sí fuera.
[p. 561]África.
¿Cómo?
Ingenio.
La razon es clara:
El Dios que hallar imagino
Ha de ser un Ente.
África.
Dí.
Ingenio.
De sí solo, en sí y por sí,
Incomprensible y divino;
Y siendo tal, cierto es que
Dará su fe verdadera
A quien quiera, y como quiera,
Y cuando quiera, sin que
Éste se pueda quejar
De que al otro se la dió,
Puesto que á todos dotó
De razon para buscar
La mejor, y mas el dia
Que haya quien á todos fiel
Nos dé testimonio dél,
Y basta el que nos envía
Cada dia su cuidado
En tierra, aire, fuego y mar.
África.
Ya digo que argumentar
No es á mi cólera dado;
Cantad y bailad, y no
Caso hagais, sino desprecio
De filósofo tan necio.
Pensam.
Lo mismo me hiciera yo
Si pudiera, y por si no,
Vuelva otra vez á cantar.
Música.
Bailá, Africanos, bailá,
Que ya se os acerca el profeta Alá.
Pensam.
Que ya se os acerca, etc.
Todos.
Bailá, etc. (Vanse.)
Ingenio.
De un abismo en otro abismo
[p. 562]Dando, Pensamiento, vas.
Pensam.
Pues un Dios tiene no más.
Ingenio.
Pero sin ley, es lo mismo
Que el no tenerle.
Pensam.
Aun bien,
Que es la Sinagoga aquella,
Y hay un Dios, y ley en ella.
Ingenio.
¿Ley y un Dios? Conmigo ven;
¿Mas no es Pablo con quien viene,
De quien me hizo amigo fiel
La escuela de Gamaliel
Por el ingenio que tiene?
Pensam.
Sí, llega.
Ingenio.
Envuelto está en ira,
Retírate hasta despues.
Pensam.
No es bueno lo que hablan, pues
El Ingenio se retira.
Sale la SINAGOGA á lo judío, y SAN PABLO á lo romano.
Sinagog.
Aunque el Centurion me asombre,
Diciendo con voz severa:
Verdaderamente era
Hijo de Dios este hombre;
Y aunque por su rey le nombre,
Despues de hazañas tan feas,
Un ladron, y en las ideas
De su mortal frenesí
Diga: Acuérdate de mí
Cuando en tu reino te veas;
Aunque la naturaleza
Haga el extremo que admiro
Cuando al último suspiro
[p. 563]Le ve inclinar la cabeza,
Cubriéndose de tristeza
Uno y otro luminar,
Ni le he de crêr, ni he de dar
A partido mi rencor;
Pues muerto, ha de ser mayor
Contra cuantos promulgar
Su ley intentan; y así,
Pablo, pues de tí me fío,
Toma este decreto mio; (Dásele.)
Parte á Damasco, que allí
Crédito haber dado oí
Sus bárbaros moradores
A los extraños errores
De aquesa ley, que infestando
El orbe van publicando
Cuatro humildes pescadores.
Pablo.
Estimo honor y decreto;
Y cree que es con una accion
Ya en mi mano ejecucion
Lo que era en tu voz precepto:
Gentil y hebreo, á este efecto
Uno y otro aplauso gano,
Pues que me hicieron, no en vano,
Gentil y hebreo á este fin
La tribu de Benjamin
Y los fueros del romano.
Y así, cumpliendo con dos
Causas, dirá mi cuidado
Si Dios y Crucificado
Son buenas señas de Dios,
Salid por fiadora vos,
Hermosa esfera, de que
Tan ira vuestra seré,
[p. 564]Que sea comun desmayo,
Relámpago, trueno y rayo
Pablo de esa nueva fe.
Sinagog.
(Quédase como suspensa y que habla consigo.)
Así lo creo de tí.
Pablo.
Dáme los brazos, y adios.
Ingenio.
Ya se despiden los dos.
Pensam.
¿No es Pablo tu amigo?
Ingenio.
Sí.
Pensam.
Llega á hablarle; quizá aquí
Buen padrino en él tendrás.
Ingenio.
¿Pablo?
Pablo.
¿Ingenio?
Ingenio.
¿Dónde vas?
Pablo.
No puedo en el fin que sigo
Detenerme á hablar contigo;
Otro dia lo sabrás.
Ingenio.
¿Pues así al Ingenio dejas,
Que amigo tan tuyo fué?
Pablo.
Otra vez satisfaré
Con más espacio á tus quejas.
Ingenio.
Mira que de quien te alejas
Soy yo.
Pablo.
Ya lo veo; mas hoy
Déjame, Ingenio, que voy
Tan veloz, que hacer quisiera
Que mi pensamiento fuera
Mi caballo.
Pensam.
Yo lo soy,
Pues bruto es el pensamiento
De quien el ingenio va
Atras dejándose.
Ingenio.
Ya
Que huye mi conocimiento,
[p. 565]Sin él á ella hablarla intento;
Mas ¡ay! que al mirarla asombra.
Sinagoga.
Sinagog.
¿Quién me nombra?
(Vuelve con espanto.)
Ingenio.
El Ingenio soy; ¿de qué
Temes?
Sinagog.
Cualquier sombra fué
Hoy de mi cadáver sombra,
Segun hoy del Sabaoth
La ira introduce cruel
La confusion de Babel
En el pueblo de Nembroth.
Los sueños son de Behemot
Cuantos padece mi pena;
Y ya que á mí me enajena
De mí mi discurso, dí,
Si Ingenio eres, ya que aquí
Llegaste, qué causa ordena,
Ó, por decirlo mejor,
Desordena, tierra y cielo,
Que desde el pasado hielo
De aquel súbito temblor,
Que cubrió el mundo de horror,
En mí no he vuelto; y así,
Tú, si lo sabes, me dí,
¿Qué se hizo el dia aquel dia?
Ingenio.
A eso tambien yo venía.
Sinagog.
¿A qué?
Ingenio.
A preguntarte á tí;
Pero ya que me has ganado
Hoy de mano en la pregunta,
Lo que mi Ingenio barrunta,
Viendo el orbe desahuciado,
[p. 566]Es haber el fin llegado,
O haber su Autor padecido;
Y pues él restituido
Se ve en su primer vigor,
No ha sido él, sino su autor
El que...
Sinagog.
No ha sido, no ha sido,
Si ya no quieres que sea
Autor suyo un sedicioso
Nazareno, escandaloso,
Que en Palestina y Judea,
En Samaria y Galilea,
Predicando aquestos dias
Dió á entender que era el Mesías,
Hijo de Dios verdadero,
Que há tantos siglos que espero.
Ingenio.
¿Y qué es dél?
Sinagog.
Las ánsias mias
En un palo le pusieron
En el mismo dia que fué
El eclipse, para que
Los que bárbaros oyeron
Su doctrina y la creyeron,
Misterio hagan del fracaso,
Que acaso les salió al paso
Al espirar.
Idolat.
¿Luego el dia
El sol murió que él moria?
Sinagog.
Sí.
Ingenio.
Pues no fué muy acaso.
Sinagog.
Sólo me faltaba ahora
El que tú quisieses ser
A dos sentidos, en uno
Ingenio y en otro infiel,
[p. 567]Para atreverte á dudar,
Para arrojarlo á creer,
Con los necios de mi pueblo,
Si hice mal ó si hice bien.
Ingenio.
¿Hasta pensar é inferir
A quién se ha negado?
Sinagog.
A quien
Infiera ó piense que yo
No soy del Dios de Israel
El bando favorecido
Desde el prodigio de Oreb,
Tribunal de luz, en cuya
Consulta salió Moisés
Por general de sus tropas,
Hasta llegarse á poner
En la prometida tierra,
Que abunda de leche y miel.
Si en esta, pues, prodigiosa
Peregrinacion le hallé
Todo ojos á mi mal,
Todo manos á mi bien,
Todo oidos á mi voz,
Tan primera causa, que
Todas las causas segundas
Me obedecieron en él,
¿Quién me habia de trocar
De agradecida en cruel?
Del Bermejo mar lo diga
La enjuta vereda, al ver
Que fué amontonando ondas
En uno y otro cancel,
Montaña y pared, quien nunca
Fué montaña ni pared.
Entre una y otra columna
[p. 568]El fuego lo diga, pues
Tal vez me sirvió de antorcha
Y de pabellon tal vez.
La tierra lo diga, herida
En Rafidin, pues correr
Vió agua á las piedras, y el aire
Al ver nevada su tez
De aquella neutral vianda,
Que en nubes de rosicler
Cuajaba en maná la aurora,
Lloviendo al amanecer,
El aire el reparo al hambre,
Como la tierra la sed;
Si entre tantos beneficios
Fué el mayor darme su ley
En mármol escrita, siendo
Su mismo dedo el cincel,
Por quien la ley natural
Vino á elevar y crecer
Su primer candor, subiendo
De dos preceptos á diez:
¿Cómo á tanto repetido
Favor, á tanta merced
(Como ántes dije), trocando
El beneficio en desden,
Ingrata la Sinagoga
Habia de proceder,
Dándole muerte á su Hijo?
¿Ni cómo podia ser
El que sin estar cumplidas
Las semanas de Daniel,
Viniese sin aparatos,
Que Isaías le prevé,
Diciendo que ha de venir
[p. 569]Con majestad y poder
De relámpagos y truenos?
Si al venir habian de ser,
¿Qué importara que al morir
Los viésemos, para que
Lo que fué acaso nos haga
Sentir, dudar ó temer,
Que lo que hubo de ser ántes
Bastó que fuese despues?
Y así, Ingenio, ó lo que eres
(Que yo no me he de meter
En si lo eres ó no), piensa
Que á quien di la muerte, fué
A un escandaloso jóven
Que sedicioso, que infiel,
Y amotinador del pueblo
Para coronarse rey,
En virtud de Belcebú
Obró algun milagro, en fe
De cuyo mágico arte
Nos quiso dar á entender
Que el prometido Mesías
Estaba cumplido; y pues
No pudo salvarse á sí,
Discurre en si podrá ser
Que á otros salvase: esto he dicho
Porque astrólogo otra vez,
No en el eclipse me arguyas,
Que habrá para tí tambien
Otro rencor, otra ira,
Otra saña, otra esquivez,
Otro azote ú otro acero,
Otra cruz ú otro cordel. (Vase.)
Ingenio.
¿Pensamiento?
[p. 570]Pensam.
Nada digas,
Que todas tus dudas sé.
Ingenio.
¿Pues qué sabes?
Pensam.
Que has hallado.
En la Sinagoga ley
Que adora á un Dios, primer causa,
Que ojos, manos y oidos es;
Y con todo eso, te queda
De averiguar y saber
Lo que á lo posible toca.
Ingenio.
Dices, Pensamiento, bien;
Mas fáltate de añadir
A esas dos razones...
Pensam.
¿Qué?
Ingenio.
Que si adora, (como dijo)
Solo un Dios, ¿cómo despues
Dijo que á su Hijo esperaba?
¿Hijo y Padre fuerza no es
Que sean dos? ¿Pues cómo á uno
Adora solo?
Pensam.
No sé.
Ingenio.
Y dejando esta razon
Pendiente, ¿á qué causa, á qué
Efecto espera á que venga
(Segun nos lo dió á entender)
De tu Dios el Hijo al mundo?
Y cuando haya para qué,
¿Cómo pudo un hombre humano
introducir que era él,
Si lo era como hombre y Dios?
Si no, ¿cómo al parecer
(Túmulo de sus exequias)
Vistieron de lobreguez,
La tierra su verde alfombra,
[p. 571]Y el cielo su azul dosel?
En tan grandes confusiones,
¿Quién, cielos divinos, quién
Sabrá responderme?
Voz.
Pablo.
(Suena dentro un trueno, y vése como una luz de un relámpago.)
Ingenio.
¿Qué estruendo es este?
Voz.
¿Por qué
Me persigues?
Pablo.
¡Ay de mí!
Ingenio.
¿Qué voz, qué ruido es aquel,
Que parece que los cielos
Se han desplegado otra vez,
Aquí para iluminar,
Y allá para obscurecer?
Pensam.
A las vislumbres de una
Nube, que ha dado, al romper,
Hojas de jazmin y rosa,
Luz y voz, al parecer,
Sobresaltado el caballo
De Pablo, le arrastra.
Ingenio.
Vé,
Pues eres tú más veloz,
Llégale á favorecer.
Pensam.
Sí haré, por si cae en mí.
Descúbrese á caballo, y vase cayendo, y recíbele el PENSAMIENTO, y le pasa, segun los versos, al INGENIO.
Pablo.
El rayo, Señor, detén,
Basta el trueno de tu voz.
Pensam.
Ayúdamele á tener,
[p. 572]Que no basto, Ingenio, yo
A levantarle.
Ingenio.
Sí haré.
Sale la SINAGOGA.
Sinagog.
Si Pablo muere, yo muero:
¿Qué es esto, Pablo?
Pablo.
Caer
En el Pensamiento ántes,
Y en el Ingenio despues.
(Levántase como ciego.)
Ciego estoy; pero mal digo,
Que nunca he llegado á ver
Más que cuando estoy más ciego.
Sinagog.
Pues dí, no viendo, ¿qué ves?
Pablo.
No conviene que lo diga
El hombre al hombre.
Sinagog.
¿Por qué?
Pablo.
Porque no es fácil decir
Lo que es difícil saber.
Sólo diré, que yo solo
Me he levantado al reves,
Pues otros caen al subir,
Y yo he subido al caer.
Al tercer cielo he llegado;
Si fué en espíritu ó fué
En cuerpo, no sé; que yo
Solo sé que no lo sé.
Sinagog.
Ven á mis brazos, adonde
Descanses.
Pablo.
La accion detén,
No halagüeñamente fiera (Huye.)
Te acerques.
[p. 573]
Sinagog.
¿Con tal desden
De tu Sinagoga huyes?
Pablo.
Sí, escandalosa; sí, infiel;
Sí, tirana; sí, alevosa;
Sí, traidora; sí, cruel.
Sinagog.
¿Pablo?
Pablo.
Ya Pablo no soy,
Ni vivo yo en mí.
Sinagog.
¿Pues quién?
Pablo.
Cristo es el que vive en mí.
Sinagog.
¿No es contra quien te envié?
Pablo.
Sí, pero á luz de eficaz
Auxilio, he sabido que es
El crucificado Cristo,
Que sentenció tu esquivez,
Hijo de Dios verdadero.
Sinagog.
Bien que estás ciego se ve,
O yo lo estoy, pues lo escucho
Sin darte la muerte.
Ingenio.
Ten
El acero, que por tí
Le quiero yo convencer.
Sinagog.
Argúyele, Ingenio, tú,
Que yo ni puedo ni sé.
Ingenio.
¿El Crucificado, dices,
Que era Hijo de Dios?
Pablo.
Sí.
Ingenio.
¿Pues
Hay más de un Dios?
Pablo.
No.
Ingenio.
¿Pues cómo
Es Hijo de Dios, sin ser
Dios tambien?
Pablo.
Tambien es Dios.
[p. 574]Ingenio.
¿Pues cómo, si es Dios tambien,
Solo un Dios son dos personas?
Pablo.
Aun más son, porque son tres.
Ingenio.
¿Tres, y un Dios solo?
Pablo.
Sí.
Ingenio.
¿Cómo?
Pensam.
A aquesto importa atender,
Por si es Pablo el que á Dionisio
Le llega á satisfacer.
Pablo.
El bien no comunicado,
¿No fuera imperfecto bien?
Ingenio.
Proposicion es que yo
Dejé pendiente otra vez.
Pablo.
¿Sér que fuera comprendido
De quien infinito no es,
Fuera infinito sér?
Ingenio.
No,
Claro está, porque caber
Lo más no podia en lo ménos.
Pablo.
Pues siendo infinito sér
Dios, y siendo bien perfecto,
Fuerza en una parte fué
Comunicarse, y en otra
El comunicarse á quien,
Siendo él infinito, fuera
Infinito como él;
Pues si se comunicara
A quien no lo podia ser,
Quedara imperfecta toda
Aquella distancia que
Lo finito á lo infinito
Dejara de comprender:
Luego para que no haya
En Dios imperfeccion, es
[p. 575]Conveniencia de su esencia,
Y precision de su sér,
Por acto de entendimiento,
Engendrar un Hijo, á quien
Se comunique infinito:
El Padre, que al Hijo ve,
El Hijo, que mira al Padre,
Llegándose á complacer
Uno en otro, ¿no es preciso
Proceda de amor tan fiel
Un Espíritu que sea
Igual á los dos, y que
Procedido de los dos,
No pueda entre ellos haber
Por la comunicacion
De personas, ni despues,
Ni ántes, primero ó postrero
Mayor ó menor?
Ingenio.
Sí.
Pablo.
Pues
Una en los tres la deidad,
Uno en los tres el poder,
Uno en los tres el amor,
Y uno en los tres el saber,
Cierto es que en la esencia es uno,
Siendo en las personas tres.
Ingenio.
Sobre la natural luz
Del Ingenio, que al fin es
Parte del alma, he quedado
Satisfecho, al parecer,
Hasta aquí.
Sinagog.
Y hasta aquí yo
Poco me debo ofender,
Pues ver tres, y adorar uno,
[p. 576]Me enseñó de Abraham la fe.
Ingenio.
Pero este Hijo, ¿á qué á la tierra
Habia de venir?
Pablo.
A que
Siendo infinita la culpa
Del hombre, satisfacer
Lo finito á lo infinito
No podia; y así, fué
Piedad que el Hijo de Dios
Satisfaciese por él,
Encarnando en una Vírgen
Madre, que ántes, y despues,
Y entónces, permaneciese
Siempre Vírgen, sin romper
Grosero cierzo de humano
Contacto la candidez
Del boton de la azucena,
Ni el capillo del clavel.
Ingenio.
Hasta aquí, por respondido
Tambien me doy.
Sinagog.
Yo tambien;
Pues es cierto que vendrá.
Pablo.
Y áun que ha venido lo es.
Sinagog.
¿Cómo que ha venido?
Pablo.
Como
Al que diste muerte fué,
Siendo el divino Mesías
Que esperabas.
Sinagog.
No era él,
Pues que no trajo cumplidas
Las semanas de Daniel.
Pablo.
Sí era, pues tú no supiste
Hacer los cómputos bien.
Sinagog.
No era, pues no vino en nube,
[p. 577]Como Isaías prevé.
Pablo.
Sí era, pues traje de siervo
Dijo que traeria tambien.
Sinagog.
No era, pues que habia de dar
Su venida que temer.
Pablo.
Sí era, pues ese temor
Dará al venir como Juez.
Sinagog.
No era, pues de humilde Madre
Al hielo le ví nacer.
Pablo.
Sí era, pues quedó en el parto
Vírgen ántes y despues.
Sinagog.
No era, pues simples pastores
Le adoraron en Belén.
Pablo.
Sí era, pues á Belén vino
A verle uno y otro rey.
Sinagog.
No era, pues á Egipto huye
Temiendo ajeno poder.
Pablo.
Sí era, pues derriba huyendo
Los ídolos de Beel.
Sinagog.
No era, pues su Madre llora
El que le llegó á perder.
Pablo.
Sí era, pues le halló explicando
Los misterios de la Ley.
Sinagog.
No era, pues en un desierto
Se rindió al hambre y la sed.
Pablo.
Sí era, pues huye vencido
Espíritu inmundo dél.
Sinagog.
No era, pues ver su peligro
No supo al irlo á prender.
Pablo.
Sí era, pues todo era ojos,
Haciendo á los ciegos ver.
Sinagog.
No era, pues de piés y manos
Le ata nudoso cordel.
Pablo.
Sí era, pues al impedido
[p. 578]Todo era manos y piés.
Sinagog.
No era, pues á sordo ó mudo
No sabe qué responder.
Pablo.
Sí era, pues al mudo y sordo
Todo lenguas y oidos fué.
Sinagog.
No era, pues muere pasible.
Pablo.
Sí era, pues fué el padecer
Como hombre, no como Dios.
Sinagog.
No era.
Pablo.
Sí era.
Ingenio.
Suspended
La cuestion; que al escuchar
De tí que pasible fué (A Pablo.)
Como hombre, no como Dios,
Siendo Dios y hombre despues;
(A la Sinagoga.)
De tí, que en el mundo, el mundo
No le supo conocer
En lo ignoto y lo pasible,
La réplica tomaré.
Que era manos, oidos y ojos
Ese Hombre Dios (ó quien es),
¿Concedes?
Sinagog.
Negar no puedo
Que hizo andar, oir y ver.
Ingenio.
¿Pues de qué le hiciste causa?
Sinagog.
De que dar quiso á entender
(Escandalizando al pueblo)
Que era Hijo de Dios.
Ingenio.
Saber
Conviene si le esperabas.
Sinagog.
Sí esperaba.
Ingenio.
¿Pues en quién
Esperándole podias
[p. 579]Mejores señas tener,
Pues no vino por tu mal
Quien vino á otros á hacer bien?
Pero quizá habrá otra causa
Para condenarle: ¿Qué
Delitos le averiguaste?
Sinagog.
¿No bastó este?
Ingenio.
No, porque
Hombre tan malo que quiso
Hijo de Dios parecer,
No siéndolo, fuerza era
De dañada intencion ser,
De maligno corazon,
De depravado interes;
Y lo habia de mostrar
En otras costumbres, pues
Los efectos manifiestan
De los pechos el doblez.
¿Qué ambicion tuvo?
Sinagog.
Ninguna;
Descalzo de pierna y pié
Peregrinó en pobre traje.
Ingenio.
¿Qué valimiento tener
Con príncipes intentó?
Sinagog.
Ninguno, pues sólo fué
Con humildes pescadores.
Ingenio.
¿Y qué medraron con él?
Sinagog.
Sola la necesidad
De volverse al barco y red.
Ingenio.
¿A qué humano afecto, afecto
Le viste?
Sinagog.
Ninguno sé.
Ingenio.
Luego convencida estás;
Pues no habia de querer
[p. 580]Hacer tal delito ántes,
Para ser bueno despues.
Y así, oh tú, Gentilidad,
Que traes por Roma el poder
De Europa; Asia, que invencible
Le traes por Jerusalen;
Ciega secta, á quien le dió
Por el África Ismael,
Por América Ateismo,
Que vive sin Dios ni Ley;
(Salen los cuatro.)
Los cuat.
¿Para qué otra vez nos llamas?
Ingenio.
Para que todos noteis,
Sin que ninguno alegar
Pueda ignorancia despues,
Que el Dios ignoto pasible,
Que ojos, manos y oidos es,
Y primer causa de causas,
En boca de Pablo hallé.
Sinagog.
Primero que se lo digas,
Muerte á uno y otro daré.
(Saca la espada y se amparan los dos de la Gentilidad.)
Los dos.
Primero no.
Sinagog.
Pues ¿adónde
Habeis de huir?
Gentilid.
A mis piés.
Sinagog.
¿Quién eres, deidad hermosa,
Que ceñida de laurel,
Temor y respeto infundes
A la Sinagoga?
Gentilid.
¿Quién
Sino la Gentilidad,
Tuviera en tí ese poder?
Sinagog.
Es verdad; colonia hoy
[p. 581]Es la gran Jerusalen
De Roma; pero ¿á qué causa
Aquí en persona te ves,
Si hasta aquí sólo asististe
En ella por su virey?
Gentilid.
A causa de que sabiendo
Cuanto apasionado juez,
Has dado la muerte á un hombre,
No sustanciándole bien
El proceso, cuya injusta
Sentencia ojeriza fué
De los dioses, pues los cielos,
En uno y otro vaiven,
Al espirar titubearon,
Casi arrancados del ej;
A residenciarte traigo
Ese ejército que ves,
De cuyas tropas, llamada
De aquella voz que escuché,
A defender estas vidas
Me he adelantado.
Pablo.
Y es bien,
Que viendo la Sinagoga
Me defiendas tú.
Sinagog.
¿Por qué?
Pablo.
Porque la predicacion
Hoy de la tercera ley,
Que á la gentilidad pasa,
Con esto explicada esté.
Sinagog.
¿Qué tercera ley?
Gentilid.
A mí
Eso me toca entender;
Y pues á residenciarte
Vengo, conviene saber
[p. 582]Qué tercera ley ese Hombre
Quiso introducir.
Sinagog.
La ley
Misma que yo me tenía
(Como ya dije) en Moisés,
Creciendo la natural
De dos preceptos á diez.
Gentilid.
Y la natural ¿cuál era?
Sinagog.
Ella lo dirá más bien,
Que entre las caducas ruinas
Desta deshecha pared,
Yace lamentando el siglo,
Que tan sin ella se ve.
Descúbrese la LEY NATURAL al pié de un árbol, el cual ha de tener revuelta una serpiente.
Gentilid.
Ah de la Ley Natural,
Atiende á mis voces.
Ley Nat.
¿Quién
De las malicias del mundo,
Huyendo el vago tropel,
Vuelve á pisar mis umbrales?
Gentilid.
Quien de tí intenta saber
Los fundamentos que Dios
Puso en tu primero sér.
Ley Nat.
Que amase á Dios más que á mí,
Y á mi prójimo despues
Como á mí, cuyo suave
Yugo, paz y sencillez
Se perturbó en este árbol,
Pues desde entónces quedé
Sujeta á las inclemencias
De saber del mal y el bien.
[p. 583]Gentilid.
Sobre esos dos fundamentos,
Los que tuvisteis despues
¿Cuáles son?
Pablo.
La Ley Escrita
Tambien lo dirá.
Ábrese el segundo carro, y en otro peñasco la LEY ESCRITA, con las tablas en la mano y la serpiente de metal, como pintan á Moisés.
Ley Esc.
Sí haré,
Pues á la Ley Natural
Seguir la Escrita se ve,
No tendrás ajeno Dios,
Ni el nombre jurarás dél;
Santifícale sus fiestas;
Honra á quien te ha dado el sér;
Ni homicida ni lascivo
Seas; el ajeno bien
No envidies, ni quieras de otro
La hacienda ni la mujer.
Gentilid.
¿Qué quitó ó añadió á esto?
Descúbrese la LEY DE GRACIA, con una cruz en la mano, vendados los ojos, como pintan la Fe.
Ley de G.
Eso yo lo explicaré,
Pues por Ley de Gracia soy
La superior á las tres.
No sólo esos diez preceptos
Confirmó en mí; mas porque
Su cumplimiento tuviese
Fianza á no fallecer,
Los fortaleció de siete
[p. 584]Sacramentos, que allí ves
De la Fuente de la Gracia
Perennemente correr.
Descúbrese una fuente, cuyo remate será hostia y cáliz y alrededor los SIETE SACRAMENTOS, teniendo cada uno en la mano una cinta blanca, como caños que salen de la hostia.
Sinagog.
¿Y cuándo lo estableció?
Bautism.
El Bautismo, claro es
Que en el Jordan, donde el hombre
Renace segunda vez.
Confirm.
El de la Confirmacion,
Cuando la mano á poner
Llegó á la frente al infante,
Diciendo que para ser
Perfecto el varon, volviese
Al puerto de la niñez.
Peniten.
El de Penitencia, cuando
A Pedro le dió el poder
De ligar y desligar,
De hacer y de deshacer.
Extrem.
Y el de Extremauncion al mismo
Tiempo, pues segundo de él,
Él de todas sus reliquias
Es la verdadera red.
Orden.
El Orden sacerdotal,
Cuando en la cena le ven
Decir: esto siempre en mi
Conmemoracion haced.
Matrim.
Y el de Matrimonio, cuando
Architiclino le ve
Autorizar el estado
[p. 585]Con su presencia, y en él
Convertir el agua en vino,
Que sombra y figura fiel
Es del de la Comunion,
Que es el que en la Fuente ves
Por corona de los siete,
Más eminente á los seis,
Reduciendo á un sacrificio
Sólo de una y otra Ley
Todo lo ceremoniado
Por estar cifrado en el
Cuerpo y Sangre de quien quiso
Por nosotros padecer.
Ingenio.
Hasta aquí todo tan justo
Y tan suave yugo es
El de una ley que conserva
Los preceptos de las tres,
Que debe el ingenio humano,
Restituido al papel
De Dionisio Areopagita,
Llegándose á convencer
De la doctrina de Pablo,
Con la experiencia de que
Nada su ley nos propone,
Que bien á todos no esté
El creerlo y el amarlo,
Llegando á amar y creer
Por razon de estado cuando
Faltara la de la fe.
Sinagog.
Primero que yo lo crea
Veré al mundo fallecer
Con mayor ruina que cuando
Le ví espirar.
África.
Yo tambien.
[p. 586]Ateismo.
Yo no, que haber Dios no dudo,
Cuando que hay tambien Dios sé.
Gentilid.
Ni yo, pues á uno no más
Reduzco mi parecer.
Pablo.
Y lo mismo harán los dos,
Cuando el mundo venga á ser
Sólo un Pastor y un rebaño.
Pensam.
Yo, que hasta ahora callé
(Porque el Pensamiento es fuerza
Que en esto pasmado esté),
Con fiestas, con regocijos
La verdad celebraré
De esta verdad.
Todos.
Y contigo
Todos diciendo otra vez,
Que debe el ingenio humano
Llegarlo á amar, y creer
Por razon de Estado cuando
Faltara la de la fe.
[p. 587]
Págs. | |
COMEDIAS. | |
No Siempre lo peor es cierto. | 7 |
Guárdate del agua mansa. | 125 |
ZARZUELAS. | |
El laurel de Apolo. | 259 |
La púrpura de la rosa. | 337 |
AUTOS SACRAMENTALES. | |
La cena del rey Baltasar. | 395 |
La vida es sueño. | 451 |
A Dios por razon de Estado. | 523 |
Nota de transcripción