The Project Gutenberg eBook of El Jayón: Drama en tres actos This ebook is for the use of anyone anywhere in the United States and most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this ebook or online at www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you will have to check the laws of the country where you are located before using this eBook. Title: El Jayón: Drama en tres actos Author: Concha Espina Release date: April 1, 2013 [eBook #42456] Language: Spanish Credits: Produced by Carlos Colon and the Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This book was created from images of public domain material made available by the University of Toronto Libraries (http://link.library.utoronto.ca/booksonline/).) *** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK EL JAYÓN: DRAMA EN TRES ACTOS *** Produced by Carlos Colon and the Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This book was created from images of public domain material made available by the University of Toronto Libraries (http://link.library.utoronto.ca/booksonline/).) Nota del Transcriptor: Errores obvios de imprenta han sido corregidos. Páginas en blanco han sido eliminadas. Letras itálicas son denotadas con _líneas_. Letras oscuras son denotadas con =signos de igual=. OBRAS DE CONCHA ESPINA LA NIÑA DE LUZMELA (novela). Segunda edición. DESPERTAR PARA MORIR (novela). Segunda edición. AGUA DE NIEVE (novela). Segunda edición. LA ESFINGE MARAGATA (novela). Segunda edición. Obra premiada por la Real Academia Española. LA ROSA DE LOS VIENTOS (novela). Segunda edición. AL AMOR DE LAS ESTRELLAS (mujeres del _Quijote_). RUECAS DE MARFIL (novela). Segunda edición. EL JAYÓN (drama en tres actos). EL JAYÓN EL JAYÓN DRAMA EN TRES ACTOS ORIGINAL DE CONCHA ESPINA ESTRENADO EN EL TEATRO DE ESLAVA, DE MADRID, EL DÍA 9 DE DICIEMBRE DE 1918. MADRID EDITORIAL PUEYO Calle del Arenal, 6. 1919 Esta obra es propiedad de su autora, y nadie podrá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en España ni en los países con los cuales se hayan celebrado o se celebren tratados internacionales de propiedad literaria. La autora se reserva el derecho de traducción. Los comisionados y representantes de la Sociedad de Autores Españoles son los encargados exclusivamente de conceder o negar el permiso de representación y del cobro de los derechos de propiedad. Queda hecho el depósito que marca la ley. IMPRENTA HELÉNICA, PASAJE DE LA ALHAMBRA, 3, MADRID AL INSIGNE DRAMATURGO DR. MAX NORDAU _Amigo y maestro: Usted que ha tenido para esta obra, cuando apareció en novela, singulares alabanzas; que la supo alentar hacia el teatro con generosas profecías, y en público la quiso aplaudir con inolvidable favor, me permite, ahora, encender en la portada de este libro, como una lámpara gloriosa, un nombre universal: el claro nombre de usted._ _Al prender su lumbre refulgente sobre el obscuro don que aquí le ofrezco, siento la mano un poco temblorosa, empañados los ojos con el vaho del alma, torpe la pluma al peso del corazón._ _A usted, que tanto sabe de las humanas dolencias, de los ideales sublimes, del arte y de la vida, estas páginas, niñas aún, le llevan, a falta de otros encantos, los matices de una existencia ya saturada por los vientos del mundo. Ellas nacieron en las cumbres, en la augusta paz de los montes; bajaron a la calle en manos humildes, a merced de una revista popular; subieron a la escena, empujadas por móviles distintos, en una noche buena para mí, y hoy vienen a doblarse plácidamente, bajo el nombre luminoso de usted, esperando nuevas andanzas._ _Conocen, pues, deleites de la robusta soledad; hervores de la multitud; fiebres de la exaltación; contactos de las cosas turbias y malignas que nos hacen huir. Y sobre todas las emociones, el alto gozo de este homenaje lleno de admiración para el gran artista y de gratitud para el noble amigo..._ _Que en la ausencia le sirvan a usted de afectuoso recuerdo español, si no como rosas de cultivado jardín, como flores agrestes de mi huerto montaraz..._ CONCHA ESPINA. Madrid, 1.º de Enero de 1919. AUTOCRÍTICA Publicada en «La Tribuna». _El Jayón_ es un drama rústico, amargo, lo mismo que la vida, fatal como un _karma_ que se cumple. Se desarrolla entre pasiones desnudas, entre criaturas buenas, en un medio primitivo, dentro del cual intervienen los elementos, con sus voces y su poder misterioso, como un personaje más. No está hecho a la medida de ningún actor; así los de Eslava, que lo desempeñan con patente gallardía, pregonan la condición de su talento, dócil y flexible. No es _El Jayón_ una obra regional, o por lo menos, es muy secundario su regionalismo; la acción puede suceder en todos los rincones del mundo donde el Amor y el Dolor vayan de la mano, como suelen ir; si yo la sitúo en mi tierra de Cantabria, es porque de ella conozco, con más entrañado sentimiento que de ninguna otra, el paisaje y las costumbres, el lenguaje culto y señoril, modelo popular de buen castellano, con todos sus ritmos y matices. En este drama no trato de decir nada nuevo, de plantear problema alguno, ni mucho menos de resolverle. Aspiro sólo a llevar a la escena un pedazo palpitante de vida, un bloque de la cantera humana, labrado por mi corazón. Para darle forma no me preocuparon ardides técnicos y me dejé conducir por la emoción y la realidad, creyendo que este camino, si no fácil y corto, es el único que logra llegar a un alto fin. Cuanto a la incertidumbre que pueda causarme esta primera obra teatral, confesaré que, teniendo yo del público un elevadísimo concepto y dándole siempre lo mejor de mi alma en mi arte, espero su fallo con la serenidad de quien, al ofrecer con pura intención su dádiva más noble, merece, siquiera, un poco de gratitud... Madrid, 8 de Diciembre de 1918. REPARTO PERSONAJES ACTORES _Marcela_ (21 años) JOSEFINA MORER. _Irene_ (22 » ) HERMINIA PEÑARANDA. _Luisa_ (28 » ) ANA SIRIA. _Remedios_ (50 » ) ANA MARÍA QUIJADA. _Carmen_ (20 » ) JOAQUINA ALMARCHE. _Flora_ (16 » ) ISABEL GARCÉS. _Andrés_ (29 » ) FRANCISCO HERNÁNDEZ. _Antonio_ (38 » ) RICARDO DE LA VEGA. _Elías_ (30 » ) PABLO HIDALGO. _Manuel_ (31 » ) ANDRÉS TOBÍAS. _Cándido_ (19 » ) JUAN BERINGOLA. _Serafín_ y _Jesús_. (Niños de la misma edad que en el primer acto aparecen en las cunas). La escena en una aldea montaraz de Santander. Época actual. Los trajes como los usa en el Norte la gente del pueblo, sin marcado color regional que ya no existe. En el acto segundo, casi todos los personajes llevan abarcas de madera a estilo del país. Los hombres usan boina. Se habla el castellano correctamente, con escasas alteraciones, según el texto y la realidad. ACTO PRIMERO Un portal rústico, sostenido por vigas, abierto al campo en casa de ANDRÉS, sobre un paisaje agreste que descubre la alta sierra y el hondo río. El techado ocupa la escena por el lado derecho, de través. Al fondo corre la empalizada de un huerto con portilla, y a la izquierda, en terreno que lo mismo puede ser campo que corralada y que linda con el camino vecinal, hay un pozo con brocal alto, torno y cadena. A un extremo del portal dos escanillas--las cunas pobres de la Montaña--donde duermen los niños. Un banco, algunas sillas de madera, una cesta de costura y los útiles de un pequeño taller de abarcas, dan la impresión de que allí se vive al aire libre la mayor parte del tiempo. Varias puertas comunican con el interior del hogar. Es verano. La tarde empieza a caer. ESCENA PRIMERA MARCELA Y ANDRÉS Al levantarse el telón aparecen MARCELA cosiendo cerca de las cunas y ANDRÉS labrando unas abarcas en medio del portal. MARCELA (_Suspirando_.) No acabas de estar alegre, no... Ni sabes disimular que tienes siempre una pena. ¡Dime al menos cuál es! ANDRÉS Aprensiones tuyas. Te he repetido muchas veces que soy feliz, que no hay hombre en el pueblo con más suerte que yo: tengo lucios ganados, buenas cosechas, una mujer como tú... MARCELA (_Interrumpiéndole_.) Y un hijo que merece su nombre. ANDRÉS También... MARCELA Serafín está cada día más hermoso. ANDRÉS Se asemeja a ti. MARCELA (_Con prontitud_.) No; a mí no. ANDRÉS (_Sonriendo_.) Pues entonces ¿a quién? MARCELA (_Algo brusca_.) A ti, será... ANDRÉS (_Reflexivo_.) Es robusto como nosotros dos, y junto a ese pobre Jesús, parece talmente un serafín. MARCELA (_Quejosa_.) ¿Te pesa? ANDRÉS ¡Mujer, qué cosas se te ocurren! MARCELA ¡Es que lo dices con una lástima!... Tú quieres más al jayón. ANDRÉS ¡Marcela! MARCELA (_Ansiosa y dolida_.) No me lo niegues, Andrés... Si ya todo el pueblo sabe de quién es el niño; si está corrupto por los alrededores... ANDRÉS (_Impaciente_.) Habíamos quedado en no hablar más de eso. MARCELA (_Decidida, con voz sorda_.) ¡Es tuyo y de Irene! ANDRÉS (_Se levanta bruscamente y ruedan algunos instrumentos del taller_.) ¡Te prohibo que vuelvas a nombrar a esa infeliz! MARCELA (_Sollozando_.) ¡Ay, Andrés!... ¡La quieres, la quieres!... Ahora lo comprendo mejor que nunca... El hijo «es vuestro»... ¡La quieres! Todo lo que se decía era verdad. ANDRÉS (DESARMADO Y PESAROSO.) ¿Qué se dijo? Vamos a ver. MARCELA Lo que yo misma vi. ANDRÉS Pero ¿qué viste? MARCELA A ella la tuvo su madre escondida algún tiempo; contó que la muchacha estaba en la ciudad, pero se murmuraron otras cosas... Y cuando nuestro nene cumplía un mes... ¿te acuerdas? ANDRÉS Sí; una noche te desperté para decirte:--Escucha; parece que a la puerta balita un corderín... Contestaste:--Es un niño que llora; abre: es un jayón... ¡Habías acertado! Te le llevé a la cama y le diste cobijo... MARCELA No le había de dejar morir de frío y de hambre, como una hereje; pero al ser de día quise llevarle a la inclusa y te opusiste. ANDRÉS (_Confuso_.) Después de haberle recogido... MARCELA La caridad de una hora no nos obligaba para toda la vida. Como no atendías mis razones, empecé a sospechar. ANDRÉS ¡Y los chismes de los vecinos!... MARCELA No, Andrés, no; que sin ver a nadie aquella mañana, porque llamé bribona a la madre del niño abandonado, te pusiste furioso... (_Indignada y celosa_.) ¡Saliste a defenderla! ANDRÉS Y ahora también. Aunque una moza tenga un desliz y pretenda ocultarle, no me parece justo insultarla. MARCELA La verdad no es un insulto. La madre que abandona su criatura es... ANDRÉS (_Interrumpiéndola exaltado_.) ¡No lo digas! MARCELA ¡Ay, Andrés!... ANDRÉS (_Conmovido_.) Si le pone a la puerta de una mujer tan buena como tú, no es más que una desgraciada. MARCELA ¡La sigues defendiendo! ANDRÉS A una sola como tú dices, no. A todas las que sufran el mismo penar. MARCELA ¡Dios mío!... ¡Cómo te descubres! Ya quedo bien segura de que aquella noche estabas despierto aguardando al jayón. ANDRÉS (_Volviendo a impacientarse_.) ¡Otra vez!... MARCELA Querías recogerle antes de que el frío le dañara... Te dolía su llanto como si te clavasen un puñal... Sí, sí; es carne tuya y de esa... ANDRÉS (_Violento_.) ¡No la nombres! MARCELA (_Entre lágrimas_.) ¡Qué desdichada soy! ANDRÉS (_Compadecido y acercándose a ella_.) Porque te empeñas tú. Te dejas llevar por cuentos de comadres como si no valieras más que todas ellas juntas... (_Acariciándole el pelo y separándole las manos con que se cubre la cara_.) ¡Vamos, no llores!... ¿Qué motivos tienes para sospechar de mí?... Di la verdad. MARCELA (_Con deseos de que la consuelen_.) Sí que los tengo. Fuiste novio suyo; os ibais a casar cuando fuiste a mi pueblo y me conociste a mí... ella dicen que... te quiere todavía... ANDRÉS (_Incrédulo_.) Dicen... dicen... MARCELA No se le ha conocido otro rondador... ANDRÉS Y eso, ¿qué? MARCELA (_Vacilando_.) El niño se parece a ti. ANDRÉS (_Irónico_.) ¿En lo derecho? MARCELA (_Con amargura_.) ¡No te burles! ANDRÉS ¡Pero si una pizca de crío a los ocho meses no se parece a nadie! MARCELA (_Con cierto despecho_.) ¿No decías antes que Serafín?... ANDRÉS Le comparo contigo porque es fuerte y galán, mientras que el otro pobre, contrahecho y enfermizo... MARCELA (_En desconsolada actitud_.) Sí; ¡es una compasión!... ANDRÉS (_La mira en silencio. Coloca junto a ella el taburete donde antes trabajaba y se sienta muy pensativo. Sale al cabo de su meditación_.) ¡Qué buena eres!... ¡Cuando cavilo que te hago llorar, alguna vez, como ahora, por ser yo torpe y brusco! MARCELA (_Conmovida_.) Calla, calla... ANDRÉS (_Buscándole las manos y los ojos_.) ¡Perdóname, Marcela!... No hay en el mundo otra criatura tan santa y generosa como tú... Creíste que ese niño era mío; desconfiaste de mí... y le diste la sangre y el calor; le aselaste en tu pecho como a un pajaruco sin nidal... MARCELA (_Muy turbada_.) ¡Calla, por Dios, Andrés! ANDRÉS (_Vehemente_.) Por lo que haces, a la vera de lo que dudas, ¡bendita seas! MARCELA (_Bajo inexplicable confusión_.) ¡No me hables así! ANDRÉS Más mereces tú, y yo soy hombre de poca labia... Hoy tengo que decirte para toda la vida: es cierto que quise a esa mujer... pero te quise a ti más y la dejé por ti. Nada tengo que ver con ella. Si la encuentro me voy por otro camino. No la hablo nunca; no la miro jamás... ¿Qué otra cosa me pides? MARCELA (_Siempre atribulada_.) ¡Ay, ni yo misma lo sé! ANDRÉS Y en lo tocante al nene, no me puedes decir que te obligo a guardarle, porque le tienes tanta ley como yo... Le estás criando como a tu propio hijo; pusiste juntas las escanillas en tu alcoba; los confundes a los dos en un mismo desvelo y tanta lástima sientes por Jesús... MARCELA (_Ansiosa_.) ¿Qué? ANDRÉS Como si le hubieras echado al mundo. MARCELA (_Bajando los ojos muy confusa_.) ¡Pobre chiquitín! ANDRÉS Si te afligen sus cuitas, ¿por qué te pasma que le compadezca yo? MARCELA ¡Me haces unas preguntas!... ANDRÉS (_Triunfante_.) ¿Quieres que le llevemos al hospicio? MARCELA (_Con pánico_.) ¡Qué atrocidad! ANDRÉS (_Muy cariñoso_.) ¿Qué puedo hacer para verte contenta? MARCELA Estarlo tú. ANDRÉS ¡Si lo estoy! MARCELA No; eso no, Andrés... Llevas siempre una arruga aquí (_Tocándole en la frente_.), un tajo que se te hunde hasta el mismo corazón... ANDRÉS (_Bromista_.) ¡Pues no has dicho tú poco! MARCELA Digo la verdad... Y en la mirada una pesadumbre que no la sabes esconder. ANDRÉS Tienes, tienes explique... (_Se levanta y va recogiendo las herramientas caídas_.) MARCELA No he ido a la escuela tanto como tú, no entiendo de finuras ni de sabidurías; pero en las cosas del sentir... ANDRÉS Para eso no hace falta aprender... (_Quedan un momento silenciosos_.) MARCELA (_Mirando hacia el camino_.) Ahí vienen Carmen y Flora. ANDRÉS Y Cándido detrás. (_Acabó de ordenar el taller y se dirige al pozo para llenar una regadera grande que habrá junto al brocal_.) ESCENA II Dichos, CARMEN, FLORA y CÁNDIDO CARMEN y FLORA llevan, debajo del brazo y en la mano, botijos de barro al uso del país. CÁNDIDO, en mangas de camisa, con el dalle al hombro y la colodra en la cintura, llega detrás de las mozas. CARMEN Y FLORA Buenas tardes. (_Posan los botijos en la piedra que con ese objeto hay cerca del pozo_.) MARCELA Muy buenas. ANDRÉS Hola, muchachas. CÁNDIDO (_Sin acercarse del todo_.) A la paz de Dios. ANDRÉS (_Alusivo_.) ¡Hombre, qué milagro tú por aquí! CARMEN (_Con malicia_.) Un milagro patente... ¡Como que él y Flora no se encuentran nunca! FLORA No mucho. MARCELA (_A_ CÁNDIDO.) Llégate, Cándido. (_Está recogiendo la costura y las muchachas se le acercan_.) CARMEN (_Adelantándose hacia las cunas_.) Yo voy a ver los crios. (_Observando a uno y a otro_.) ¡Si están despiertos! (_Las tres mujeres se reúnen junto a los niños hablando en voz baja_.) ANDRÉS (_A_ CÁNDIDO.) Vamos, no te quedes ahí como un hito. (_Con la regadera llena hace ademán de dirigirse al huerto_.) CÁNDIDO (_Aproximándose_.) Pues, yo venía al tanto de la siega: que si voy para ti mañana al prao de la Coteruca. ANDRÉS Sí, hombre, cuento contigo. CÁNDIDO Se estima. FLORA (_Que atiende a lo que hablan los dos hombres se acerca a ellos_.) Y nosotras, Andrés, ¿iremos por la tarde a eslombillar? (_Se pone a sacar agua_.) ANDRÉS Si «tiran» el prao por la mañana podéis ir. CÁNDIDO Escajudo es; pero... ¡madrugando bien d'ello!... ANDRÉS A todos los segadores de la cuadrilla os cunde la labor... y si con el alba salís... CÁNDIDO (_Dándose importancia_.) Se saldrá. (_Andrés entra en el huerto_.) CÁNDIDO (_A_ FLORA _indeciso_.) Conque, ¿os aguardo ahí alante? FLORA Bueno... CÁNDIDO (_A las otras mujeres_.) Vaya, condiós. MARCELA y CARMEN Adiós. (FLORA _sigue sacando agua y llenando los botijos_.) MARCELA (_A_ CARMEN. _Hablando de los niños_.) Tienen buena pasta, que si no me darían mucha guerra... El uno porque está sano y rollizo llora poco... el otro apenas tiene resuello para llorar. CARMEN En santas manos cayó el inocente... ¡Mira que ser un infeliz jayón y salir jiboso además! MARCELA (_Suspirante_.) ¡Pobre criatura! CARMEN ¡No tan pobre que dió contigo! FLORA (_Termina su labor y se acerca a las otras mujeres secándose las manos con el delantal_.) Sí, Marcela, no es por alabarte, pero lo que estás haciendo con ese chiquillo es como para ponerlo en los libros de misa. MARCELA (_Azorada_.) ¡Por Dios! CARMEN (_Ponderativa_.) ¡Ahí es nada...! Recoger al hijo de otra mujer que le abandona a la santimperie, y criarle como si fuera de las propias entrañas, y quererle más, según se le ve endeble y cativo, hecho un pingajo... ¡ahí es nada! FLORA (_Con calor a_ MARCELA.) ¡Eso no lo hace nadie más que tú!... MARCELA ¡Si lo contáis así!... No hay que aumentar... Le hemos tomado ley y en vez de un hijo tenemos dos... CARMEN (_Intencionada_.) Ya, ya... ¡dos hijos!... razón llevas. FLORA (_En el mismo tono_.) Para disimular y sufrir eres la única. MARCELA (_Pesarosa_.) ¡Ay, no me habléis de ello! (ANDRÉS _vuelve con la regadera vacía a buscar más agua_.) FLORA ¿Vamos, Carmen? CARMEN Sí, vamos. (_Se dirigen a coger los botijos_.) ANDRÉS (_A_ FLORA.) Ahí te esperan, muchacha. FLORA Deja que esperen. CARMEN Hay algunos que no tienen otro oficio. FLORA (_Sentida_.) ¡Vaya, mujer! FLORA Y CARMEN (_Despidiéndose_.) Hasta luego. MARCELA Y ANDRÉS Adiós. ESCENA III MARCELA y ANDRÉS MARCELA (_Sale del portal hacia su marido que se dirige al pozo_.) Oye, Andrés, ¿no estás disgustado conmigo? ANDRÉS (_Complaciente y triste_.) No, Marcela, no. MARCELA (_Afanosa_.) ¿Me quieres mucho? ANDRÉS ¡Haga Dios que algún día te lo pueda probar! (_Vacila un momento, luego habla como si tomase una determinación_.) Y, dime, si se puede saber: ¿por qué hoy, así tan de súpito, saliste con esa cuestión que al cabo de los meses no habíamos mentado... ni falta que le hacía? MARCELA Porque ahora «ella»... (_Con timidez_.) bien sabes quién te digo, desde que volvió al pueblo al fallecer su madre, se acerca mucho por aquí. No se conforma con mirarnos desde su ventana, la que da al camino por el lado de allá (_Señalando detrás de la casa_.) enfrente de la mía, sino que ronda estos brañales... y me hacen temblar sus ojos que relucen como dos luciérnagas, tan hondos, tan tristes... ANDRÉS (_Inquieto_.) ¿Y qué más? MARCELA Pasa por ahí (_Indicando los alrededores_.) como una sombra, casi siempre al oscurecer, sin decir ni «buenas tardes». ANDRÉS ¡Si no sois amigas! MARCELA Algo lo fuimos. Cuando me trajiste a la aldea, de recién casada, me amigué con todas las mozas, pero «ella» siempre huída, como una res que la persiguen, no se dejó tratar. Al cabo del tiempo desaparecióse y... no la he vuelto a ver hasta el otro día... ANDRÉS (_Tratando de parecer indiferente_.) ¿Qué pasó? MARCELA Dejé a los nenes solos un instante para coger un poco de hierbabuena, y al volver del huerto la encontré aquí, entre las dos cunas, muy descolorida, muy asombrada. Di un grito, creyendo que era una aparición. Ella dió otro, como si la despertasen de un sueño... Quedóse muy cobarde y dijo:--Pasaba por aquí... y entré a mirar los niños. (ANDRÉS _oye el relato muy absorto, con la cabeza baja_.) Conque, yo, fuí y le dije: «Mira lo que quieras.» Y me metí adentro; pero volví en seguida, temerosa no sé de qué. ANDRÉS (_Con voz sorda_.) ¿Y ella? MARCELA Se había marchado lo mismo que un fantasma... Desde entonces me cela como si quisiera hablarme. Y yo tengo mucho miedo a sus ojos verdes igual que el río del ansar; a su cara sin colores; a su voz llena de agruras... ANDRÉS ¿Sólo por eso te acuerdas hoy de tus sospechas, y sufres, y me haces sufrir? (_Hace un movimiento para volver a su tarea_.) MARCELA (_Siguiéndole_.) Es que te encuentro más preocupado que nunca, más pesaroso... Según «ella» quiere acercarse a mí, parece que te me alejas tú... y pierdo la razón. ANDRÉS Pues no receles nada que te nuble; no llames a las penas ni hagas caso de sombras y fantasmas. MARCELA (_Con deseos de retenerle_.) ¿Adónde vas? ANDRÉS A seguir regando el plantío que hice ayer. MARCELA (_Insinuante_.) ¿Y voy a verte un poco más gozoso? ANDRÉS (_Condescendiente_.) ¡Pero, hija mía! MARCELA ¡Casi nunca te ríes ni te alegras! ANDRÉS Se me habrá pegado a la cara la neblina del monte, la tristeza del país... ¡Yo no lo puedo remediar! MARCELA No siempre está nublado... ¡mira, mira qué sol! ANDRÉS (_Melancólico_.) ¡Sí; ya traspone! MARCELA (_Apoyada en el hombro de su marido, contemplando con él el horizonte crepuscular_.) Mira cómo se hunde en la mies. ANDRÉS Parece un ascua. MARCELA Parece, talmente, la hostia cuando relumbra en el viril... ESCENA IV Dichos y REMEDIOS, luego LUISA. ANDRÉS vuelve a llenar su regadera. REMEDIOS (_Viene por el camino, llamando_.) ¡Flora... Flora! MARCELA (_Volviéndose al portal_.) Fuése con Carmen, tía Remedios. REMEDIOS ¡Si en juntándose las dos es el acabóse!... Pues a casa no ha llegado. ANDRÉS (_A_ REMEDIOS.) Déjela que se esparza, mujer. REMEDIOS No; que las mozas están muy bien arrecogidas. (ANDRÉS _vuelve a entrar en el huerto_.) ¡Ay Marcela, con el aquel de que tu agua es la mejor no te dejamos vivir! MARCELA Al contrario, me gusta ver aquí a la mocedad. REMEDIOS (_Acercándose misteriosa_.) Sí, hijuca, sí; más te valen esas visitas que no otras. MARCELA (_Con inquietud_.) ¿Cuáles dice usted? REMEDIOS (_Mirando hacia el camino y en voz baja_.) Por estos andurriales pena Irene igual que un ánima. MARCELA (_Disimulando su zozobra_.) ¡Como vive ahí detrás! REMEDIOS Pero ronda por aquí delante. MARCELA ¿Ahora mismo? REMEDIOS Veníame a la zaga y se me oscureció no sé por dónde... Paéz que pisa en el aire: no le suenan los pasos ni siquiera el respiro: ¡Jesús qué mujer! (_Curiosa y confidencial_.) ¿Sabías que estuvo para casarse con el tu marido? MARCELA (_Algo brusca_.) Sí, señora: y a pesar de saberlo... quise a Andrés... REMEDIOS Por ti la dejó. MARCELA Y por su gusto. REMEDIOS (_Cada vez más insinuante_.) ¡Ay, los primeros amores, dicen que suelen retoñar! MARCELA (_Dolida y orgullosa_.) ¡Qué le vamos a hacer! LUISA (_Desde el camino, llamando_.) ¡Marcela! MARCELA (_Asomándose fuera del portal_.) Pasa, Luisa. LUISA (_Entrando_.) Buenas tardes, tía Remedios. REMEDIOS Buenas te las dé Dios y quedaros con Él, que yo me marcho; no venía más que a buscar a la muchacha. LUISA (_A_ REMEDIOS.) Ahí la encontré con el serroján ¡mucho platican!... REMEDIOS ¡Bah, cosas del mocerío!... ¿Quién hace caso d'ello? MARCELA (_Que aparece muy preocupada_.) Es verdad. REMEDIOS Conque adiós. (_Sale despacio_.) LUISA Adiós. MARCELA Que le vaya bien. LUISA Quería que me prestases el mandil de color de rosa para hacer uno igual. MARCELA Sí, mujer. LUISA (_Reparando en la preocupación de_ MARCELA _que se ha sentado en una silla de través y apoya los brazos en el respaldo_.) Pero, oye, ¿qué te pasa? MARCELA (_Suspirante_.) Lo de siempre. LUISA ¿Está peor Jesusín? MARCELA Lo mismo sigue. LUISA Tan ruinuco ¿verdad?... Para el primer ahijado que tuve me lucí. MARCELA Lleva nombre de mártir. LUISA ¡Vaya, y de rey! MARCELA ¡Si su mal tuviera remedio! LUISA Claro que no le tiene: nunca habrás visto un jiboso... que se le quite la jiba... MARCELA Ya lo sé: no me lo asegures. LUISA (_Algo extrañada_.) ¡Cuidado Marcela que te duele el jayón! MARCELA (_Se levanta suspirando_.) Hay que tener caridad. LUISA Harto hiciste por él: bien puedes decir que te debe la vida. MARCELA ¡Una vida que vale tan poco! LUISA ¿Y qué culpa tienes tú? MARCELA ¡Que va a ser un tormento! LUISA ¡Dale! ¡Si lo tomas así! ¡Mira que tienes una cara de angustia! MARCELA (_Queriendo justificarse_.) No es por eso, mujer. LUISA ¿Pues qué, sigue el tu hombre con la melancolía? MARCELA Y otra cosa además. LUISA Chismes y cuentos, de seguro. Desde que Irene volvió al pueblo te están mortificando entre unos y otros. MARCELA Si es ella misma que... LUISA ¿Ella? MARCELA Sí; me ronda la casa, me persigue... LUISA (_Incrédula_.) Tú ves visiones. MARCELA No; que la tía Remedios la sorprendió ahora poco, ahí cerca... LUISA Pero el camino es de todo el mundo. Irene es vecina tuya. MARCELA Ya te dije que la encontré la otra tarde entre las escanillas. LUISA No importa... Sentiría un poco de curiosidad... Debes ponerte en su caso... MARCELA (_Muy alterada_.) Le tengo miedo. LUISA ¿Miedo? MARCELA Sí. LUISA ¿Piensas que va robarte el hijo? MARCELA ¡Qué sé yo! LUISA ¡Vamos, no estás en tus cabales!... Ya ves tú, a mí esa moza me da mucha lástima: tiene cara de hambre; está muy pobre, sola en el mundo, sin un consuelo, sin un arrimo... ¡y tan cerca de la dicha tuya!... ¡Su madre dicen que se murió de pena al ver a la hija deshonrada! MARCELA (_Muy conmovida_.) ¡No me lo mientes, no! LUISA A ti ya, ¿qué daño te puede hacer? MARCELA ¡Bastante me hizo!... Estoy segura de que Andrés no la olvida, de que la quiere más que a mí; de que está prendado de ella como nunca; ¡para siempre!: ¡los primeros amores suelen retoñar! LUISA (_Maliciosa_.) ¡Juraría que eso te lo acaban de decir! MARCELA ¡Puede ser!... Pero el amor que a mí me tuvo fué un capricho y ya se le pasó. LUISA ¿Y en qué lo conoces? MARCELA (_Obstinada_.) En todo: debiendo ser feliz, está siempre sombrío, amargurado; si la nombran se altera, si la ve se aturde... ¡Esas son malas señales! LUISA ¡No seas aprensiva! Si es verdad que Andrés volvió a buscarla fué sólo por compasión, sin dejar de quererte... ¡Así acabó de perderla! MARCELA ¡Por eso la compadece más! LUISA Ahora, considerando lo que estás haciendo por esa criatura (_Indicando al niño_.) te venera lo mismo que a una imagen. MARCELA (_Muy huraña_.) No basta que me venere... si se acuerda de la otra... Además... yo no merezco esa veneración. LUISA (_Con asombro_.) ¿Qué dices? MARCELA (_Evadiéndose_.) Nada, nada... Te estoy entreteniendo... Iré a buscarte el delantal. (_Entra en la casa_.) LUISA (_Suspirante_.) Pues, señor, esta moza se consume: ¡tan guapa, tan buena!... Y la otra lo mismo... Todo por un hombre; ¡no tenemos remedio las mujeres!... Voy a ver a este crío infeliz. (_Se acerca a la cuna de Jesús_.) ¡Ay, qué ojos luce más implorantes! MARCELA (_Saliendo con el delantal en la mano_.) Estará despierto ¿verdad? Se pasa horas enteras con los ojos abiertos, sin moverse, sin quejarse: parece que escucha, que discurre y cavila... (_Entrega la prenda a_ LUISA.) Toma. LUISA Tú sí que cavilas, mujer. MARCELA (_Bajo su preocupación_.) El otro se despierta y se vuelve a dormir... LUISA Me voy. Ya es tarde y Antonio me estará esperando para cenar. (_Va anocheciendo_.) MARCELA Yo voy a recoger las cunas y a cerrar las puertas: hace frío. LUISA (_Asombrada_.) ¿Frío? MARCELA (_Estremecida_.) Sí; en cuanto se va el sol, siento un aire helado que no sé si baja del monte o sube del valle... LUISA Nada, hija, que estás perdiendo la salud. MARCELA (_Sombría_.) ¡Puede ser! LUISA Vaya, que no te mortifiques; que mires algo por ti, y hasta mañana. (_Sale_ LUISA.) MARCELA Vete con Dios... ESCENA V Se acentúa en el campo la sombra del crepúsculo. MARCELA; luego IRENE y ANDRÉS. MARCELA (_En actitud de profunda desolación_.) Sí; tengo frío, tengo miedo; ¡tengo una pesadumbre y unas ansias!... IRENE (_Llega despacio, con mucha timidez, vestida pobremente de negro y habla con la voz contenida y cobarde_.) ¡Marcela! MARCELA (_Con un grito de espanto_.) ¡Ah!... ¿Qué? IRENE ¿Te causo miedo? MARCELA ¡Venías tan callando!... (_Dominándose entre brusca y medrosa_.) ¿Qué quieres? IRENE No tengo trabajo ni qué comer... Sé que mañana segáis el alto de la Coteruca, y venía a pedirte un jornal. MARCELA (_Sin mirarla_.) Se lo diré... a mi marido, y ya te avisaré... IRENE (_Que no ha entrado en el portal_.) Dios te lo pague... con razón dicen que eres tan generosa... (_Vacilando_.) ¿Me dejas... dar un beso a los niños? MARCELA (_Se yergue muy altiva, con un ímpetu bárbaro de crueldad, y apunta hacia la cuna de Jesús, quedándose de pie junto a la de Serafín, con orgulloso gesto_.) Sí; entra, entra; mira; acércate más: ese desgraciado que no duerme ni llora... ¡ese es el jayón!... (IRENE _se acerca a la cuna señalada, y arrodillándose reverente, se inclina con suprema ternura a besar al niño. En la puerta del huerto aparece_ ANDRÉS _que observa a las dos madres_.) TELÓN. ACTO SEGUNDO La misma decoración. Han pasado nueve años, nieva y es media tarde en el mes de febrero. ESCENA PRIMERA MARCELA, después LUISA MARCELA (_Con un chal obscuro atado a la cintura, se asoma al borde del portal en atisbo impaciente de la borrasca, muy afligida_.) ¡Virgen Santa!... Arrecia el temporal y Andrés no vuelve con los niños... ¡Buena locura haberlos dejado ir!... ¿Qué será de ellos, Señor? LUISA (_Envuelta en un mantón, con abarcas, llega muy arrebujada, llamando desde el camino_.) ¡Marcela!... ¿Dónde estás? MARCELA Aquí, ¿dónde quieres que esté? Clavada en esta linde, esperando que pase la cellisca, pidiéndole a Dios que «aquellos» vuelvan sin mal ninguno. LUISA (_Desembarazándose un poco del chal_.) Ya sabía yo que estarías así, con el alma en un hilo, hecha una calamidad... Por eso vine. MARCELA (_Agradecida_.) Hiciste bien. LUISA (_Mirándola con aire de reproche_.) No; si tú no vas a llegar a vieja: ¡lo digo yo! MARCELA (_Pesimista_.) ¡Poco me falta! LUISA (_Con indignación_.) Pues, hija, ¡te luciste! Vieja tú, a los treinta años, con una salud como un roble; con esa cara; con ese pelo... ¿qué diremos, entonces, las demás? MARCELA ¡Ay Luisa, he sufrido tanto!... LUISA (_Animosa_.) Para todo da el tiempo. MARCELA ¡Y lo que me espera! LUISA Mira, si te pones de pésame me vuelvo a mi casa. MARCELA (_Sentándose y poniéndole otra silla_.) ¡Si supieras lo que estoy padeciendo! LUISA (_Sentándose_.) Pero criatura, atiéndete a razones: Andrés salió con los muchachos ayer a media tarde. MARCELA Sí; estaba el día nublado y sereno. LUISA ¡Ya lo sé!... Pensaban dar la vuelta hoy, tal como a estas horas. MARCELA Eso mismo. LUISA Y como nieva, y como en el invernal están asubio, con torta caliente y leche abundante... ¡pues no vuelven hasta que mejore el tiempo! MARCELA (_Sin persuadirse_.) Es que Jesús está cada día peor... Yo creo que tiene calentura: no come, no duerme... y tiemblo por él. LUISA ¿No decís que el monte le prueba, y que el médico le manda subir? MARCELA Por eso subió; porque arriba duerme y come algo más, y Andrés le lleva a menudo. LUISA (_Convencida_.) Pues habrá dormido y habrá cenado anoche. MARCELA ¡Pero el frío le hace mucho daño! LUISA Tendrán buena lumbre. Además ha calentado un poco la tarde. Mira: ya me sobra el mantón. (_Echándole para atrás sobre la silla_.) Todo eso que ves (_Señalando hacia fuera)_ no va a durar ni veinticuatro horas. Va a saltar el ábrego y a barrer la nevada en un periquete. MARCELA (_Que permanece ensimismada_.) ¡Ay, tú me animas! LUISA A eso he venido. MARCELA Pero no sabes... LUISA ¿Qué es ello, di?: vamos a ver. MARCELA (_Con voz sorda_.) No... no. LUISA Bueno: pues no lo dices y en paz. MARCELA (_Pasándose las manos por la frente_.) ¡Dios mío! (_Para esconder su pensamiento se levanta y vuelve a escrudiñar los horizontes_.) Cunde la nieve; se rasan las veredas... todas las lejuras parecen una sola mortaja... (LUISA _se asoma también a mirar_.) Oye, oye los frémitos del aire, los clamores del agua en el fondo de la hoz... LUISA (_Le interrumpe_.) Sí, Marcela, sí; ya veo, ya oigo... Cuando hay un temporal aquí, en el mes de febrero, suele suceder que cae la nieve; que la tierra parece mismamente una difunta; que el viento muge igual que un toro; que el río se pone ronco de dar voces... MARCELA Tú lo dices así porque no tienes un hijo en medio de la borrasca. LUISA ¡Mujer, ni tú tampoco! El tu muchacho, valiente y robusto, que salta y brinca lo mismo que un rebeco, está con su padre en la cabaña; no en medio de la sierra... MARCELA (_Confusa_.) Pero Andrés se verá muy mal con el otro, enfermo... LUISA El otro... el otro... ESCENA II Dichas y REMEDIOS REMEDIOS aparece en el camino con la falda por la cabeza, descubriendo un refajo rojo. Lleva abarcas y una toquilla cruzada a la cintura. REMEDIOS ¡Eh, Marcela, aquí estoy yo! MARCELA (_Asomándose a encontrarla_.) Pase, pase, tía Remedios. LUISA Venga con Dios. REMEDIOS (_Dejando caer el vestido_.) ¡Ah, tienes buena compaña! Pues, hijuca, lleguéme acá pensando que estarías sola. MARCELA Se lo agradezco. (_Acerca otra silla para_ REMEDIOS _y las tres se sientan_.) REMEDIOS Y a saber si habían venido los del invernal. (_Saca de una gran faltriquera una media empezada y unos espejuelos que se pone y comienza a tejer_.) MARCELA ¡No fuera malo! LUISA Ya le digo yo, que vendrán así que escampe. REMEDIOS ¡Eso es!... Y en el ínterin, no te apures, que buena cabaña tienen. MARCELA (_Sin tranquilizarse_.) ¿Y si les ha cogido fuera la nevisca, ya en el retorno, es un suponer? LUISA (_Impaciente_.) ¿Y si llega el día del juicio final? MARCELA ¡Ay, Dios mío! REMEDIOS (_Sacando de la faltriquera un mazo de algodón_.) Miray, y si no hacéis nada, devanarme esta madeja. LUISA (_Cogiendo el mazo y desdoblándole_.) Venga; no nos ha de sobrar mucha luz, por eso no traje labor. MARCELA Yo no puedo hacer nada: me sería imposible. LUISA (_Alargándole la madeja para que le ayude_.) ¿Ni tener aquí? MARCELA ¡Ni eso! LUISA ¡Válgame el Señor! (_Se levanta, cuelga la madeja en el respaldo de la silla y se pone a devanar_.) REMEDIOS (_A_ LUISA.) Bien considero lo que padece esta infeliz, que el que tiene un hijo solo, está siempre si le ve o no le ve. LUISA Yo, ¡como no tengo ninguno! REMEDIOS ¡Y no estarás conforme! LUISA ¡Qué remedio me queda! MARCELA ¡Dichosa de ti! REMEDIOS (_Suspirando_.) ¡Ay, una sola he criado yo, de seis que tuve, y quisiera meterla en un fanal! LUISA Tú, Marcela, no has pensado siempre como ahora. MARCELA Tienes razón. LUISA Esperaste a Serafín como si fuera el premio gordo. MARCELA Mucho más: hubiese dado media vida por él. LUISA Como tardaba en venir, toda te volvías ofertas y peregrinaciones... REMEDIOS ¡No sabe una lo que pide! MARCELA (_Evocadora_.) Sí; me puse muchas veces en cruz a los pies de la Virgen de la Esperanza, y fuí sola, cuando llenó la luna, a beber agua en la fuente del argomal... REMEDIOS Dicen que tiene mucha virtud. LUISA (_Incrédula_.) Puede ser. REMEDIOS (_A_ LUISA.) ¿Tú no has hecho la prueba? LUISA No, señora; yo no. MARCELA (_Embargada en sus recuerdos_.) Una noche, la última que fuí, campaba la luna, para mi cuenta, más grande y más luciente... Era por el mes de mayo; estaban las árgomas en flor, olía todo el valle a madurez y un malvís cantaba como un loco en el ansar... (_Ni_ LUISA _devana ni_ REMEDIOS _teje_.) Llegué a la fuente, me hinqué a beber en la misma boca del manantío, y al levantarme vi una mujer a mi lado. REMEDIOS ¡Te quedarías como lela! LUISA ¿No sería tu sombra? MARCELA Una sombra muerta me pareció... pero estaba viva... Tenía los ojos del color del bosque; los pasos, chitos; el habla, muda... REMEDIOS No digas más: ya sabemos quién era. LUISA ¿Y qué hiciste? MARCELA Eché a correr sin buscar el sendero. El vestido se me enganchaba en las púas de la ramazón, y pensaba yo que «la otra» corría detrás de mí; que me quería detener, que me iba a matar... rodé por la tierra, volví a levantarme... REMEDIOS Sólo de oirlo se me acorta el resuello, muchachas. LUISA Y se pone un ñudo en el corazón. MARCELA Pasaron nueve años, y tengo patente en el alma, como si fuera hoy, aquella noche blanca de luna y de miedo, llena de flores amarillas, que me tiraban de la ropa... (_Va anocheciendo. Se oyen pasos en el corral._ LUISA, _que sigue de pie, se asoma a ver quién llega, sin soltar el ovillo que devana_.) LUISA Aquí viene Antonio. REMEDIOS (_A_ MARCELA, _volviendo a su labor_.) ¡No sé cómo lograste el hijo, con el susto y la caída! MARCELA (_Aparte_.) ¡Lograrse! ¡Más se logró el de «ella»! ESCENA III Dichas y ANTONIO ANTONIO con abarcas y tapabocas y un paraguas grande, de color, abierto. LUISA (_Esperando a su marido al borde del portal_.) ¿Venías a buscarme? ANTONIO No; vengo a preguntar por Andrés. LUISA No ha llegado. MARCELA (_Levantándose muy impaciente. Va al encuentro de_ ANTONIO.) ¿Sabes tú algo de ellos? ANTONIO Ni una palabra. Pero oí decir que bajaban ahora dos pastores con el serroján, y acerquéme por si habían traído algún mandado. LUISA No hemos visto a nadie. (_Vuelve a devanar_.) MARCELA ¿Qué pastores dices? ANTONIO Manuel y Elías, de la cabaña de Cos. LUISA Y el serroján será Cándido, ¿eh? ANTONIO El mismo. REMEDIOS (_Sin dejar su calceta_.) ¡Diez años hace que espera subir hasta pastor! MARCELA (_Siempre muy preocupada_.) ¿Y a qué vienen? ANTONIO A buscar harina para la borona por si se cierra el tiempo a nevar. MARCELA (_A_ LUISA.) ¿Lo ves? LUISA (_A su marido_.) Está empeñada en que va a durar la tormenta hasta el verano. ANTONIO Pues yo barrunto que será cuestión de pocas horas; ahí ves tú. LUISA (_A_ MARCELA.) ¡Claro, mujer! MARCELA Entonces, ¿por qué bajan con una tarde así? ANTONIO Porque se equivocaron, si a mano viene... En el monte se hacen las horas siglos y parecen los temporales el cuento de nunca acabar. MARCELA ¿Habrán pasado por Bustarredondo? ANTONIO Camino derecho no lo es... MARCELA (_Con recelo_.) ¿No dijiste que podrían traerme alguna razón? ANTONIO ¡Como poder...! LUISA (_A_ ANTONIO.) ¡No la metas en confusiones! ANTONIO Es que podían. En la sierra todo está cercano, al respetive... Si se enciende una fogata en el tu invernal (_A_ MARCELA_)_ los otros invernales se dan por entendidos y los pastores se ponen al habla; se ayudan, si lo han menester... MARCELA (_Que escucha recelosa_.) Yo voy a hablar con esos hombres. REMEDIOS ¡Ay, qué súpita eres! LUISA Pero, ¿qué te van a decir? ANTONIO Si es por eso, iré yo. MARCELA (_Resuelta_.) No; yo misma. Voy de un pronto y vuelvo a escape. ANTONIO Y, ¿adónde? LUISA ¡Eso digo! MARCELA Adonde estén. REMEDIOS ¿Vas a buscarlos por todo el lugar? ANTONIO Habrán ido cada uno a su casa o, juntos, a la taberna. LUISA (_A_ REMEDIOS.) Cándido puede ser que esté con Flora, tía Remedios, que, por lo visto, la corteja de viuda también. REMEDIOS ¡Dióle por ahí...! MARCELA (_Coge el mantón de_ LUISA.) Me voy; llevo tu chal. LUISA (_A su marido_.) Anda, hombre; vete tú. ANTONIO (_Deteniendo a_ MARCELA.) Voy ahora mismo. MARCELA Es que me quedo más conforme si los hablo yo. ANTONIO Te los traigo aquí. LUISA Muy bien. REMEDIOS ¡Así se hace! MARCELA (_Cediendo_.) ¿Y no tardarás? ANTONIO De la que los tope doy la vuelta. MARCELA Bueno, pues anda, sí... (ANTONIO _recoge el paraguas y sale_.) ESCENA IV Dichas menos ANTONIO REMEDIOS (_Acomodando sus gafas y su labor en la faltriquera_.) Y yo, muchachas, voy a dejaros; porque cavilo que ese mozón igual se me cuela donde la hija, y se quedó sola. MARCELA Además se está haciendo tarde para usted. LUISA (_Devanando las últimas vueltas de la madeja_.) Sí; que van los caminos muy malos. Ya está el ovillo hecho. REMEDIOS (_Coge la mano que le ofrece_ MARCELA _para levantarse_.) ¡Aúpa!... ¡Ay, hija, estoy muy torpe! (_Se cubre otra vez la cabeza con la falda, ayudada por_ MARCELA.) LUISA ¿Conque el bueno de Cándido sigue pretendiendo a Flora? REMEDIOS No sé qué te diga, mujer. Es como si hubiera nacido de suyo con esa condición; serroján y cortejo de la mi muchacha: de ahí no sale... Pasaron los años, ella se cansó de esperar y casóse con otro. Ahora enviuda, con dos rapaces, y ya le tienes ahí. MARCELA Se conoce que la quiere. REMEDIOS ¿Sabrálo él...? LUISA (_A_ REMEDIOS, _dándole el ovillo_.) Tenga. REMEDIOS Dios te lo pague. (_Le mete en la faltriquera_.) Y tú, hijuca (_A_ MARCELA_)_, no te apures; que ni al hombre ni al hijo tuyo les puede suceder ningún percance. Son fuertes y sanotes; conque, si alguno lo pasa mal, será el jayón... MARCELA (_Sin poderse contener_.) ¡No le llame usted así! REMEDIOS Al fin y al cabo nada te toca, y un ser tan ruino poco vale... MARCELA (_Aparte_.) ¡Dios de mi alma! REMEDIOS Tú bastante sufriste por causa «de otros»... que tienen muchas culpas que pagar. MARCELA (_Abstraída, desesperada_.) ¡Culpas...! ¡culpas...! REMEDIOS Vaya, adiós. LUISA Adiós, y tenga cuidado dónde pisa. (_Va con ella hasta el corral._ MARCELA _se deja caer en una silla y se cubre la cara con las manos_.) REMEDIOS (_Alejándose despacio_.) Sí; que la nieve resbala mucho. LUISA ¡Ahinque bien las abarcas...! ESCENA V LUISA y MARCELA LUISA (_Vuelve al portal y queda muy sorprendida ante la actitud de_ MARCELA.) Pero, ¿vas a llorar ahora? MARCELA (_Con desolación_.) ¿Tú sabes lo que me ha dicho esa mujer? LUISA Nada nuevo. MARCELA (_Exaltada_.) Nada nuevo, ¿verdad? LUISA ¡Claro que no! MARCELA (_Con impulso irrefrenable_.) Aquel hijo que aguardé tres años, de rodillas a la vera del altar y de la fuente, aquel hijo que había de servir de orgullo a Andrés y me iba a vengar para siempre de «la otra»... es Jesús, ¿sabes?... Es Jesús, el niño maltrecho y ruin, ese que vale poco, ese a quien llamáis con desdeño el jayón... LUISA (_Con asombro inmenso_.) Pero... ¿qué dices? MARCELA (_Delirante lanzada a la confidencia como en un vértigo_.) Que los cambié en la cuna, que sentí el bochorno de confesar por mío al jorobado, al que mira todo el mundo con burlas o con lástima, y mentí... los troqué... ¡Soy una criminal! LUISA ¿Te has vuelto loca? MARCELA No, Luisa; estoy en mi sana razón. LUISA (_Sentándose al lado de_ MARCELA.) Pero... ¿cómo pudiste?... MARCELA Yo sola conocí la desgracia de mi criatura. Tenían los niños tres meses cada uno; eran como dos mellizos de semejantes y únicamente yo los diferenciaba, cuando un día palpé en el pecho de Serafín las costillas viciosas, los huesos retorcidos... Nublé de espanto. LUISA ¿Y, entonces? MARCELA Llamé al médico. Le examinó con señales de compadecerse mucho, y sin decir el mal que tenía, va y me pregunta:--Este niño, ¿cuál es? Yo conocí que le iba a sentenciar para siempre, y como la comedianta que representa una mentira, salté y repuse:--Este es el jayón. LUISA ¡Te creyó a pies juntos! MARCELA Igual que al Evangelio. Aun quiso echarme flores tratándome de generosa y buena porque criaba yo misma al infeliz... Y le sentenció a padecer doblado y enfermo, toda la vida... LUISA ¡Vaya un trance! MARCELA (_Con desesperada tristeza_.) Desde aquella hora, Serafín, el pobre hijo de mi alma, se llamó Jesús, y ya solo fué mío en las entrañas obscuras de mi corazón... LUISA ¡Te creímos todos! MARCELA Y el primero Andrés... Así empezó mi castigo... Tuve que cuidar al niño ajeno como si fuera el mío, y esconder para el otro el amor y la misericordia... LUISA No lo escondiste mucho... MARCELA ¡Por eso me creisteis llena de virtudes y me ensalzasteis más! LUISA ¡Dabas un ejemplo tan noble! MARCELA Sí; ¡mintiendo...! Andrés me mira como a las efigies de los santos... (_Con infinita amargura_.) sin conseguir «olvidarla»... Por bien agradecido huye de Irene y quisiera tratar al hijo sano con todas las finuras, creyendo que me premia... A veces le registra los ojos con afán... (_Clavando mucho la mirada_.) así... así... como un loco... Es que los tiene lo mismo que su madre, verdes, tristes, pungidos de penas y de brasas... ¿te has fijado? LUISA En que son muy hermosos; pero en la semejanza no... ¡Cómo se me iba a ocurrir...! MARCELA Pues el padre los teme y los busca sin saber por qué... Debe pensar que engendró en mí un hijo lleno de la pasión de la otra, dueño de aquellos ojos y de aquella mirada... En tanto se me oculta para consolar al enfermo imaginando que es el de «ella» y que me duele ese cariño. LUISA Por desgraciado le prefiere. MARCELA ¡Y también porque en él la sigue queriendo todavía!... LUISA Tú discurres demasiado. Al cabo del tiempo, Andrés no se acuerda de Irene, que está, la pobre, acabada, consumida... MARCELA (_Con sombría expresión_.) ¡No; que le quedan los ojos! LUISA ¿Querías que estuviese ciega? MARCELA (_Misteriosa_.) Pero los tiene llenos de lumbre, llenos de esperanza... le viven, allá en la hondura, unos secretos que Andrés no puede olvidar. LUISA (_Fascinada_.) ¿Y tú los descubriste? MARCELA No, no... parecen cosa de brujería... LUISA (_Con la misma inquietud_.) ¡Cosa de sortilegio! MARCELA Es como si otras almas que sufrieron de amores y de olvidos se asomaran al semblante de esa mujer, para rogar clemencia. LUISA (_Levantándose y sacudiendo la obsesión_.) La mitad de lo que hablas es porque la compadeces y porque... MARCELA (_Interrumpiendo_.) Sí, dilo, dilo: porque tengo remordimientos... LUISA ¡Mujer! MARCELA (_Atendiendo a rumores del camino_.) Se oyen pasos: viene gente. LUISA (_Asomándose al corral_.) ¡Si ya es de noche! MARCELA (_Observando también_.) Y ha dejado de nevar. LUISA Sin duda Antonio vuelve con los pastores. MARCELA (_Estrechando las manos de su amiga_.) ¡Guárdame el secreto, por Dios! LUISA Descuida, mujer. MARCELA ¡Nadie en el mundo lo sabe más que tú! (_Llega_ ANTONIO _con los pastores_.) ESCENA VI Dichas, ANTONIO, ELÍAS y MANUEL. Los dos últimos llevan zajones a estilo del país, cayados y abarcas. ANTONIO (_A_ MARCELA.) Aquí tienes a éstos. ELÍAS Buenas noches. MANUEL Dios os guarde. MARCELA Ya disimularéis el incomodo... ELÍAS ¡Bah! ¡Siendo cosa tuya y de Andrés! MANUEL ¡Lástima fuera! MARCELA ¿Y el serroján? ANTONIO Está en casa de Flora y dijo, dice: Dile que no puedo ir. LUISA ¡Qué zoquete!... Pero no os quedéis al raso. (_Viéndoles a la orilla del portal_.) Adelante. Voy a encender luz. MANUEL (_A_ LUISA.) Déjalo: se ve bastante así. MARCELA No, no; os vais a sentar. Ahora sacaré un farol. (_Entran bajo el techado y se sientan todos menos las mujeres_.) LUISA Yo entro por él. (_A su marido_.) Alúmbrame tú. ANTONIO Voy. (_Sin levantarse enciende la mecha con mucha calma._ LUISA _aguarda de pie_.) MARCELA (_A los pastores_.) Conque no pasasteis por Bustarredondo ¿verdad? (_Sentándose_.) ELÍAS No. MANUEL No es camino ni menos pensarlo. MARCELA ¡Tengo una inquietud!... Quería saber si es muy recio allá arriba el temporal. MANUEL Pues... no sé qué decirte. (ANTONIO _alumbra a su mujer y entran en la casa_.) MARCELA ¡Ay, Dios mío; será tremendo! ELÍAS De todas suertes ya pasó lo peor. MARCELA (_Ansiosa_.) ¿Si? MANUEL ¡Toma! Como que saltó el ábrego ¿no le oyes bufar? (_Se oye un trueno sordo_.) MARCELA (_Escuchando_.) Me parece que lo que oigo es un trueno. ELÍAS Eso mismo es. MARCELA Entonces vuelve la tormenta. MANUEL Al contrario, se va hacia la costa. ELÍAS El viento la sorbe. (_Luce un relámpago_.) MARCELA (_Se santigua_.) ¡Virgen santa! MANUEL Todo ese aparato es música celestial. MARCELA ¿Y en el monte cayó mucha nieve? ELÍAS ¡Bastante! MARCELA ¿Como cuanta? MANUEL Era nevasca, ¿sabes? de esa que cae en torbellinos y le ciega a uno. MARCELA ¡Eso temía yo! ELÍAS Fué esta mañana; de repente: mostróse el cielo gacho y turbio y empezó una cellisca que tenía que ver. MARCELA ¡Ay, Señor! (_Se levanta y se acerca a la puerta por donde entraron_ LUISA _y_ ANTONIO.) ¡Luisa! LUISA (_Desde dentro_.) Allá vamos. MARCELA Trae un jarro de vino; haz el favor: ya sabes dónde está. (_Volviendo a sentarse_.) ¡Yo no vivo de incertidumbre! MANUEL ¡Pero si ya está desnevando! ELÍAS ¡Y que va por la posta! MARCELA (_Bajo su preocupación_.) ¿De modo que esta mañana hubo remolinos y ventisca? MANUEL ¡Con fuerza! MARCELA ¿A qué hora empezó? ELÍAS Sobre eso de las diez. MARCELA ¿Y duró mucho? ELÍAS Hasta media tarde. Así que me amainó bajamos nosotros para acá. Ya rodaba la nube contra la llanura y en los pliegues del monte remanecía el ábrego. MARCELA En el valle escampó bien anochecido; ahora poco. (_Salen_ ANTONIO _y_ LUISA_. Él lleva en la mano, encendido, un farol pequeño, de cuatro vidrios, uno de los cuales gira para servir de puerta._ LUISA _lleva una jarra de loza con ramos de colores y un solo vaso_.) LUISA Aquí tenéis. MARCELA Sentaros. (_A_ LUISA.) Anda, sirve tú, ¿quieres? (_Se sienta_ ANTONIO.) LUISA Ahora mismo. (_Escancia y ofrece vino blanco a los pastores y luego a su marido. Beben mientras sigue la conversación; lían cigarrillos en hojas de maíz y los encienden en la mecha del farol, descolgándole del clavo donde_ ANTONIO _le habrá puesto en una viga próxima. Durante la escena, hasta el final del acto, se siguen sucediendo algunos truenos y relámpagos de la tormenta ya lejana_.) MARCELA Estarán cubiertos los caminos allá arriba, ¿eh? MANUEL ¡Hazte cargo! MARCELA ¿Y será fácil perderse? MANUEL A todo nevar, sí. ANTONIO Porque le envuelven a uno el viento y los copos, y se nubla el sentido. ELÍAS Hasta puede uno ahogarse, si se tercia. LUISA (_Con censura_.) ¡Tan grave lo ponéis! MARCELA (_A_ LUISA.) ¿Ves cómo yo tengo razón en afligirme? ANTONIO Dicen estos que no. MANUEL ¡Quiá! ELÍAS Andrés no sale con los muchachos de la cabaña hoy. MARCELA Pero, ¿si salió antes que empezara a nevar? ELÍAS (_Muy complaciente_.) ¡Todo pudiera suceder! MARCELA (_Alarmadísima_.) ¿Cómo dices? LUISA ¡Hombre, qué ocurrencia! ANTONIO ¡Qué había de salir! MANUEL En lo tocante a eso... MARCELA ¿Qué? MANUEL (_Con mucha parsimonia_.) ¡Sábelo Dios! ANTONIO ¡Vaya una salida! MARCELA Sí; ¡Dios lo sabe! (_A los pastores_.) ¿Y no supisteis nada del nuestro invernal? MANUEL Nada, hija... Considera que el vuestro cae ponentino y el de nosotros cara al sur. ELÍAS ¡Si hubiéramos barruntado que andaba por allí Andrés! MARCELA Pero la bajada al pueblo es la misma. ANTONIO Desde medio camino sí... MARCELA (_A los pastores_.) ¿Y no hallasteis huella ninguna? LUISA ¡Marcela, no te mortifiques más! MARCELA ¡No puedo remediarlo! ELÍAS Ni vimos alma viviente: ¡estaba el monte frío y solo como un muerto! MANUEL Y nos sucedió un caso. ELÍAS Es verdad. MARCELA ¿Qué fué? ANTONIO No me lo habíais dicho. ELÍAS Vale poco la pena. LUISA A ver qué es ello. MARCELA ¡Sí! MANUEL Pues, veníamos por el soto de la Cruz, cuando, en esto, va el serroján y echa un relincho que retumbó en la nieve por todas las camberas abajo. Y quien os dice que a tal tiempo, oímos unas voces como si fueran cosa del otro mundo. MARCELA ¡Virgen de la Esperanza! LUISA ¿Y qué hicisteis? MANUEL Pararnos a escuchar. MARCELA ¿Entonces? MANUEL ¡Todo estaba mudo, igual que antes! MARCELA ¿Pero, aquel clamor?... ANTONIO La quejumbre del ábrego... ELÍAS O el eco del ijujú... LUISA ¡Claro está! MARCELA ¿No sería la voz de Andrés? ELÍAS ¿Por aquellos rodales? MARCELA ¿O el llanto de un niño? LUISA (_A_ MARCELA.) ¡Lo que tú amontonas, criatura! MANUEL ¡Cosa muy amarga parecía! MARCELA (_Desolada_.) ¡Me consume el miedo! ELÍAS Para mi cuenta fueron los crujidos del invernal ruinoso. ANTONIO Justo: que se hundía al peso de la nieve. MARCELA ¿Y no fuisteis allá? ELÍAS ¿A qué habíamos de ir? MARCELA (_Dominada por su inquietud_.) Por si algún caminante se hubiera guarecido y demandara socorro. ANTONIO No, mujer; por el monte no transita ningún forastero. ELÍAS Y los del país no asubiamos en el soto de la Cruz. MARCELA (_A_ MANUEL_, que parece reservado_.) ¿Tú qué piensas, Manuel? LUISA (_A_ MANUEL _aparte_.) ¡No la atemorices! MANUEL (_Después de pensarlo_.) Pues... en finiquito: yo pienso... que todos tenéis razón. ELÍAS (_Riendo_.) Está bien. ANTONIO (A MARCELA.) Mira: el invernal ese que cruje y se está hundiendo, no es camino de Bustarredondo, ni semejante cosa. MARCELA (_Con recelo, a los pastores_.) ¿No? ELÍAS No; queda muy a trasmano. MANUEL ¡Mucho! LUISA (_A_ MARCELA.) ¡Bien lo sabes tú! MARCELA (_Con desaliento_.) ¡No sé nada! ELÍAS (_Haciendo ademán de levantarse_.) Conque, Marcela, si no mandas más... MANUEL Sí; nos iremos. ANTONIO (_A su mujer_.) Y también nosotros. LUISA Sí. (_Todos se levantan_.) MARCELA (_Dominándose_.) ¿No queréis otro vaso de vino? ELÍAS Ya basta. MANUEL Se agradece. ANTONIO (_A_ MARCELA.) A la mañanuca temprano yo vendré por aquí a ver lo que se te ocurre. LUISA Y yo lo mismo. (_Vacilando_.) ¿Tendrás miedo esta noche? MARCELA Para la soledad no soy medrosa. ANTONIO (_A su mujer_.) Puedes quedarte con ella. LUISA Eso estaba cavilando. MARCELA No. (_Ante el ademán insistente de_ LUISA.) No he de ceder. Que mañana madrugues, eso sí. (_Los pastores han recogido sus cayados y aguardan en el corral.) (_LUISA _se pone el mantón_.) MANUEL (_Desde fuera_.) Si hacia el mediodía no ha bajado Andrés, iremos a buscarle. ELÍAS (_A_ MARCELA.) Tú dispones. MARCELA Gracias por todo... ¡Ah! llevaros el farol. (_Le descuelga y se le ofrece a la orilla del portal_.) LUISA ¿Te íbamos a dejar a oscuras? MARCELA Encenderé el candil. ELÍAS No es menester luz, no. ANTONIO La nieve nos alumbra. ELÍAS y MANUEL Buenas noches. MARCELA Que descanseis. LUISA (_Volviendo unos pasos atrás._) A ver si te acuestas y duermes. MARCELA (_A media voz_.) ¡Ay, pídele a Dios por mí! LUISA (_En el mismo tono_.) Sosiégate, mujer, ten confianza... ANTONIO (_Ya en el camino esperando a_ LUISA.) ¿Vamos? LUISA (_A su marido_.) Allá voy. (_A_ MARCELA _abrazándola_.) Adiós... MARCELA Adiós... (_Desaparecen en el campo_.) ESCENA VII MARCELA, luego IRENE MARCELA permanece al borde del portal con el farol en la mano, inmóvil, aterrados los ojos. No se sabe si escucha o aguarda. La noche se aclara con la nieve; brillan algunos relámpagos; suena el toque de las oraciones. MARCELA (_Sale de su quietud con un largo suspiro y se santigua_.) ¡Las oraciones! ¡Si yo pudiera rezar!... ¡Y un poco he desahogado el corazón que se me quería partir! (_Apaga el farol y le deja en el suelo_.) No me hace falta luz: ¿para qué? He de estarme en esta orilla de cara al cielo y a la nieve, esperando, esperando... ¿Qué espero?... Aquí se me figura que sufro, más cerca del inocente que sufre... más lejos del castigo... ¡Aquellas voces del soto de la Cruz! (_Levanta la cabeza, mira al campo y se estremece. Una sombra enlutada va acercándose con sigilo._ MARCELA _se recoge al fondo del portal_.) ¡Ah...! ¡Una sombra, Dios mío!... La sombra de una mujer... No es un fantasma, no: bien cierta la descubro... Es «ella»... siempre «ella»... Padece por la misma criatura que yo; la empuja hacia mí esta misma inquietud que me consume... ¡Nos come un solo penar! (_Con vehemente impulso de compasión, llamando, ensordecida la voz_.) ¡Irene... Irene! IRENE (_Estremecida, adelantándose_.) ¡Marcela! ¿Eres tú? MARCELA Ven. IRENE (_Acercándose dudosa_.) ¿Es verdad que me llamas?... ¿Estás ahí? MARCELA Te llamo: aquí estoy. IRENE ¡No te veo! MARCELA Porque llegas de la claridad... En cambio a mi se me hace que vienes toda llena de luz. (_Sale a recibirla_.) IRENE (_Pasándose las manos por los ojos_.) Me ciega la blancura de la nieve... ¿Estás sola? MARCELA Sí. IRENE (_Trémula, con la voz tapada_.) ¿Han vuelto? MARCELA (_Con tono igual_.) ¡No! IRENE ¿Y qué hacías? MARCELA Esperar... ¿y tú? IRENE Yo también. MARCELA Esperaremos juntas. IRENE ¡Si me dejas! MARCELA Ven. (_Al salir a buscarla atisba otra vez el celaje_.) Has traído la bonanza. Ya se afinan las nubes... Repara cómo se hiende el cielo y las estrellas se asoman a ese retal azul... IRENE (_Fijándose donde_ MARCELA _dice_.) Parece que se miran y que tiemblan... MARCELA (_Muy conmovida_.) ¡Lo mismo que nosotras! (_Luce un relámpago; a su resplandor las dos mujeres se miran temblorosas con suprema ansiedad_.) IRENE ¡Marcela! MARCELA (_Tendiéndole la mano_.) ¡Ven! TELÓN ACTO TERCERO Una cocina montañesa con el llar en el suelo, gran campana, espetera brillante, de cobre, colmada botijera y bancos rústicos de nogal. Hay varios taburetes de la misma madera, una puerta lateral que comunica con el interior, y otra grande, abierta sobre el portal con una ventana pequeña en la misma dirección. Ha pasado la noche y ha salido el sol encima de la nieve: su luz debe asomarse a la escena. ESCENA PRIMERA LUISA y ANTONIO LUISA (_Trajinando_.) ¡Qué cosas se ven en este mundo!... ¡Mira que llegar yo aquí al amanecer y encontrarme a Irene y a Marcela juntas en un mismo banco! ANTONIO (_Con alguna suficiencia, mientras pasea y fuma_.) Las mujeres sois así: tan repentinas para aborrecer como para perdonar. LUISA Ellas no se aborrecen... ANTONIO Pues esa es la cuestión; que en los quebraderos de esta casa todo el personal es de valía... Marcela una venturada que no hay más que pedirle; ya lo estamos viendo; mejor criatura no cabe. Andrés, bueno a carta cabal, amigo de los pobres y pronto a sacarnos de un apuro al que más y al que menos... ¡Da en cara verle padecer el humor de la melancolía! LUISA (_Cavilosa_.) ¡Sí; llevas razón! ANTONIO Y si vamos a Irene, otra infeliz. Desde el percance aquel no ha vuelto a dar qué hablar ni ese es el camino... Ella trabaja, sola y enferma, dale que dale, y puja con la vida siempre clavando los ojos en este llar, donde le recogieron al hijo. LUISA ¡Por ahí duele! (_Acabó de ordenar la cocina y atiende con mucho interés a la conversación: hablan en voz discreta_.) ANTONIO ¿Y van a estar los tres como en el Purgatorio, talmente, hasta el sin fin de los años? LUISA (_Desanimada_.) ¡Qué sé yo! ANTONIO ¡Es el sino de las personas, no digas!... Nacen con la negrura de un desvelo, como quien saca una pinta en la piel, y arrastran aquella nube hasta que vuelven a la tierra. LUISA ¡Será... será! (_Pausa_.) ESCENA II Dichos y MARCELA MARCELA (_Saliendo del interior, siempre con aire inquieto_.) ¡Qué largas se me van a hacer las horas de aquí al mediodía! ANTONIO Paréceme que antes no pueden venir. Porque Andrés aguardará a que el sol caliente para traer a los muchachos poco a poco. LUISA Y si no llegan a eso de las doce, suben a buscarlos. ANTONIO (_A_ MARCELA.) No sé si habrán subido ya; porque todo el pueblo está pendiente de tus cavilaciones. MARCELA Nos queréis bien. ANTONIO Merecido estará. LUISA (_A_ MARCELA.) ¿Por qué no te acuestas un rato y yo me quedo aquí a la mira? MARCELA No estoy cansada... Después de calentarme a la lumbre maté el frío y el sueño y no me importaría quedarme en vela otra noche. LUISA ¡Gastas recia salud! MARCELA ¡Si la pudiera repartir!... ANTONIO (_A_ MARCELA.) Ya que no mandas ninguna cosa voy a soltar el ganado y volveré más tarde. LUISA Es lo mejor. MARCELA Sí; comeréis con nosotros. ANTONIO Hasta luego. (_Sale despacio_.) LUISA (_A_ ANTONIO.) ¿Sabes qué hora es? ANTONIO (_Deteniéndose en la puerta a mirar hacia delante quitándose el sol con la mano_.) Las ocho dadas, que ya cayó la sombra en la cerca del maestro. ESCENA III MARCELA y LUISA MARCELA Entonces, si te puedes quedar aquí voy un rato a la iglesia. Se me hará el tiempo más corto y aprovecharé la blandura que siento en el corazón. LUISA Yo te aguardo lo que necesites, y contenta, porque te veo más animosa. MARCELA ¡Qué buena eres conmigo! LUISA Si te sirvo de algo no haré más que corresponderte. MARCELA Me sirves de mucho. Desde ayer puedo rezar y no se me endurecen los pensamientos, cerrados en la esclavitud... Es como si te diese un poco de este peso que me agobia. LUISA Me lo diste y se me aposentó aquí. (_Señalándose el pecho_.) MARCELA Pues con llevarlo tú me alivias. Me consuela saber que tengo a quién decirle hasta dónde se me hunde la compasión y la ternura por Jesús; como le quiero de un modo diferente a las otras madres que en el hijo disfrutan bienandanzas y goces... En mí todo el amor es una cuita que me consume... un dolor que me parte las entrañas... LUISA ¡Así será para Irene! MARCELA ¡Te acordaste de ella!, ¿verdad? ¿Qué haré yo, Luisa? LUISA ¡Bien lo considero!... MARCELA Muchas veces en tantos años de padecer, tuve tentaciones de confesar a gritos mi culpa, que a todos nos aflige. LUISA ¡Es un caso muy fuerte! MARCELA (_Con pasión_.) ¡Y está Andrés por el medio! LUISA Pero él es tu marido. MARCELA (_Sordamente_.) ¡Por gratitud! LUISA ¡No, mujer! MARCELA ¡Por Serafín! LUISA ¿No dices que quiere más al otro? MARCELA En el hijo dañado le tira la pasión; en el saludable el orgullo... LUISA Andrés es bueno... MARCELA Sí, pero no la olvida; no la puede olvidar, ¡y si supiera!... LUISA ¿Y cómo anoche la diste arrimo? MARCELA No te lo sé decir... Toda la lástima y el sentimiento subiéronse a mi boca de un pronto. «Estaba» ahí esperando como yo: la llamé y vino. Juntas lloramos y yo sentí consuelo al cobijarla. Pero si nos hallaste juntas... ¡nos apartaban muchas cosas!... LUISA ¡Se te haría la noche un siglo! MARCELA Al revés... se me pasó como un vuelo. Las penas se me pasmaron aturdidas y ya no supe si yo era yo. LUISA Estarías trasoñada. MARCELA Estuve con los ojos abiertos como ahora. LUISA (_Con mucho interés_.) ¿Y ella? MARCELA Ella, igual. LUISA ¿Hablasteis? MARCELA (_Con voz sorda_.) No: lloramos. LUISA ¿Y no te dió recelo su mirada como otras veces? MARCELA Ninguno: con el llanto se le apagó la lumbre de los ojos... LUISA Parece mentira... Ahí en la soledad oscura, yo lo que tú me traspaso de miedo. MARCELA Había mucha luz. Como está creciendo la luna, quebró las nubes y se puso cada vez más blanca la noche... Según el ábrego iba deshaciendo la nieve, llenóse el valle con el vocerío de la riada... LUISA (_Interrumpiéndola_.) ¡Ya lo creo! Estaban rotos los azutes del ansar y los saetines del molino. MARCELA Y bajaban despeñados los chortales del monte. ¿Los oíste? LUISA ¡Qué había de hacer! MARCELA (_Con honda evocación_.) Pues yo no sabía si aquel llorar tan grande era de Irene o mío, o de todas las tristezas de la vida juntas. LUISA Es que soñabas sin dormir. MARCELA Con todo y eso, no se me despertaron las agonías tan duras como ayer y ahora parece que se me derrite un poco la pesadumbre con el sol. LUISA (_Alentándola_.) Sí, Marcela, a ver si te recobras: Dios te ayudará. MARCELA (_Con alguna esperanza_.) ¡Ay!, mucho se lo tengo que pedir... Voy a buscar la mantilla. (_Entra en la casa_.) LUISA (_Sola_.) Y yo a sacar unos cántaros de agua y a gobernar allá dentro. (_Hay un silencio, mientras el cual_ LUISA _dispone los cántaros_.) MARCELA (_Sale con la mantilla en la mano y se la va poniendo_.) Si algo ocurre te acercas a llamarme, ¿eh? LUISA Vete sin cuidado. (_Se va_ MARCELA.) ¡Pobre criatura! ¡Lo que ella pena y se martiriza por el amor del su hombre!... Y él, tan amargo y sobrecogido como si la ventura le supiera a hieles. ¡Qué vida, Señor! ESCENA IV CARMEN y LUISA CARMEN (_Llega con un cántaro y un botijo a sacar agua también. Habla con tono de misterio y emoción_.) Una que va por ahí delante, ¿es Marcela? LUISA Lo será, porque acaba de salir. CARMEN Víla al doblar la cerca del maestro y no pude fijarme bien. ¿Iba a la parroquia? LUISA Eso mismo. CARMEN Entonces, ¿no sabéis lo que pasa? LUISA (_Con inquietud_.) No..., ¿qué? CARMEN Pues dicen que bajó Andrés con un muchacho sólo entre los brazos y que al otro le dejó muerto encima de la nieve. LUISA (_Muy apurada_.) ¿Cuándo? ¿Quién lo dice? CARMEN El serroján lo habló en la mi cambera. LUISA Pero, ¿dónde están? CARMEN Venía Cándido de casa de Flora y decía que estaban allí; que llegaban aterecidos y los querían fortalecer un poco, antes que los viese Marcela. LUISA ¿Será verdad?... ¡Era lo que faltaba!... ¿Y cuál niño dicen que pereció? CARMEN Eso no lo sé. LUISA ¡Ay, no quisiera encontrarme aquí! CARMEN Yo me vine a buscar agua para enterarme de si era cierto. LUISA (_Perpleja_.) ¿Y qué hago yo ahora?... No; a Marcela no la llamo hasta saber... CARMEN (_Mirando hacia el camino_.) ¡Ahí vienen! LUISA (_En la misma actitud_.) ¡Andrés!... ¡Si parece más viejo!... ¿Qué habrá sucedido? ESCENA V Dichas, ANDRÉS, MANUEL, ELÍAS; después ANTONIO. ANDRÉS (_Con la cabeza descubierta. En zapatos; traje de pana con remonta. Aspecto de fatiga y desesperación. A_ LUISA.) ¿Marcela? LUISA (_Temblando_.) No está. ANDRÉS ¿Cómo?... LUISA Fué a la iglesia y vendrá en seguida... Pero, ¿qué te pasa? ANDRÉS (_Se deja caer en una silla, con la frente entre las manos. Todos le rodean en actitud solícita y penosa_.) ¡El jayón!... (_Con amarguísimos acentos_.) No era más que eso..., ¡un pobre jayón!... LUISA (_A los pastores_.) ¿Qué dice? CARMEN (_Comprendiéndolo_.) ¡Es Jesús el que ha perecido! ELÍAS Sí. LUISA ¡Virgen de los Dolores! MANUEL ¡Y del mal, el menos! ANDRÉS (_Levantando la cabeza; saturada la voz de amargura_.) ¡Eso es!... Un niño sin padres, raquítico, inútil, para nada sirve en el mundo. MANUEL Hombre, eso no... (_Alusivo_.) Bien consideramos la pena tuya. ELÍAS (_En el mismo tono_.) Y conocemos que él y tú... ¡Claro está! CARMEN (_Corroborando_.) ¡Las cosas de la vida!... LUISA (_Aparte_.) ¡El hijo de las dos madres!... ANTONIO (_Llega buscando a_ ANDRÉS _y le abraza contristado_.) Andrés: supe ahora mismo la desgracia... ANDRÉS (_Con honda intención_.) Una desgracia, sí... aunque no lo parezca. ANTONIO ¿Quién lo había de pensar? Ibamos a subir a buscarte sólo por tu mujer. (_Mirando alrededor_.) ¿Dónde está ella? CARMEN Yo iré a llamarla. LUISA (_Deteniéndola con viva ansiedad_.) No vayas, no... Ahora viene... ANDRÉS ¡A tiempo llegará! ANTONIO (_A los pastores_.) ¿Dónde le encontrasteis vosotros? ELÍAS Vímosle bajar por la calzada y fuimos a ayudarle. MANUEL Venía con cara de difunto, cargado con el hijo. ANTONIO ¿Y Serafín? ELÍAS La tía Remedios le está aliñando para traérsele a su madre. LUISA (_Aparte_.) ¡Pobre Marcela! ANTONIO (_A_ ANDRÉS, _que permanece absorto en un dolor sombrío_.) Pero ¿cómo fué eso? ANDRÉS ¡Por mi culpa! ANTONIO A ver: dilo. MANUEL Sí, hombre, cuenta. (_Todos se preparan a escuchar con mucho interés_.) ANDRÉS ¿Qué voy a deciros? No vale para contado. (_Pausa_.) Cuando ayer barrunté la nieve en los cielos y en el aire, quise venir antes que reventara la nube, creyendo que había lugar... ELÍAS ¿Y salisteis? ANDRÉS Esa fué mi torpeza. Jesús no había querido almorzar. Ardía y temblaba, y me entró la prisa de traerle. Como a la hora de camino, en la mitad del monte, nos alcanzó la lluvia de través, un cierzo helado que se volvía nevasca, todo envuelto en huracanes. Entonces quise volverme al invernal... Pero ya estaban rasas las veredas: nos cegaba la nieve; perdí el tino y erré el sendero. MANUEL ¡No hay mucho que asombrarse! ELÍAS ¡El temporal aturde al más valiente! ANTONIO ¡El monte es cosa muy seria! ANDRÉS (_Con la voz traspasada por el desaliento_.) ¡Para qué voy a contaros más! ANTONIO Sí: acaba. CARMEN ¿Cómo fué lo del niño? LUISA ¡Dilo pronto, Andrés! ANDRÉS ¡Que le roían la tristeza y la enfermedad y no pudo resistir como el otro!... Fuí tirando por ellos monte arriba igual que un orate, pensando acertar con la cabaña. Puse en los hombros a Jesús y llevé de la mano a Serafín no sé qué tiempo... Era todo el aire una pura cellisca y la tormenta rodaba con tronidos y relámpagos. MANUEL ¡Pues no bregaste tú poco! ELÍAS Sí; que empezó a tronar a media tarde. ANDRÉS ¡Y a escampar también! ELÍAS Eso. ANDRÉS Pero ¿sabéis dónde estábamos a aquella hora? MANUEL ¿Dónde? ANDRÉS En el soto de la Cruz. MANUEL (_Alteradísimo_.) ¿En el invernal? ANDRÉS Sí. ELÍAS ¿Y diste unas voces? ANTONIO ¡Marcela acertó! LUISA ¡Fué una corazonada! ANDRÉS (_A los pastores, muy asombrado_.) ¿De qué sabéis?... MANUEL ¿Oíste el ijujú? ANDRÉS (_Levantándose, con tremenda ansiedad_.) Me lo pareció: ¿erais vosotros? ELÍAS (_Desolado_.) Sí; ¿cómo íbamos a pensar que eras tú? ANDRÉS Pero ¿escuchasteis mi grito? MANUEL ¡El tuyo fué; no le tuvimos por cosa humana! ELÍAS Contamos que al hundirse gemía el invernal... MANUEL ¡Que aullaba el viento!... ANDRÉS (_Entre dolido y desesperado_.) ¡No me disteis socorro! MANUEL Y ELÍAS (_Muy afligidos, abrazándole_.) ¡Andrés! ANTONIO (_Con cierta pavura_.) El monte es así, como una madriguera... MANUEL (_En el mismo tono_.) ¡Igual que una sima!... ELÍAS (_A_ ANDRÉS.) Repara que tampoco tú fiaste en nuestra voz. ANDRÉS (_Muy abatido_.) Tampoco; asubié en la cabaña porque ya no podía Serafín andar ni yo mismo debatirme contra la fatiga y la inquietud. Esperaba allí una ayuda de Dios: ¡llegó el milagro y no tuve fe!... Respondí con un grito a otro apagado entre la nieve y el vendaval; pero respondí sin confianza, como quien sueña o tiene calentura, y no hallé amparo... ANTONIO (_Profético_.) ¡Es el destino de cada cual! LUISA (_Llorosa_.) ¡Qué lástima! CARMEN (_Lo mismo_.) Da mucha compasión. ANDRÉS (_Vuelve a sentarse, caído en su quebranto_.) ¡Sí; la suerte suya!... ¡Tenía que morirse a las inclemencias del cielo, según había nacido! LUISA ¿Fué allí en el invernal? ANDRÉS Ni eso siquiera. Toda la noche padeció sin lamentarse, con los ojos más despiertos que nunca, mientras Serafín, deshambrido y cansado, acabó por dormirse. Bajo las hendeduras abiertas a los temporales no les hallé apenas el abrigo de un rincón y ni un puñado de rozo o de escamonda para mullirles una cama. Quise darles calor con mi cuerpo y no logré que Jesús dejara de temblar... MANUEL A lo menos tuviste luna. ANDRÉS Sí; muy grande y muy amarilla; ¡más triste que las mismas tinieblas!... LUISA ¿Y después? ANDRÉS De amanecida empezó a crujir la techumbre con señales de hundirse. Saqué a los niños fuera, de un brazado, y se vino abajo lo que quedaba del invernal. ANTONIO ¡Miray que es mala suerte! MANUEL ¡Apañado estuvo! LUISA (_A_ ANDRÉS, _apremiante_.) ¿Y qué? ANDRÉS Era en el valle de noche, pero hacía bonanza y ya en las cumbres quería salir el sol. Cobré ánimo, tomé rumbo de cara a la llanura y volví a cargar con Jesús; ya no le ardían más que los ojos y parecíame que estaba mejor. Pero Serafín, al despertar, sintió hambre y empezó a dolerse, muy cansado y lloroso. Y va y me dice:--Me quieres menos que a Jesús; por eso le llevas siempre a él... (_Con la voz muy ensordecida_.) ¡Tenía razón!... Yo entonces preguntéle al dañado. ¿Puedes andar? Y fué y contestó:--Sí. Le posé y cargué al otro... Al poco tiempo rodaba en la nieve Jesús detrás de mí. Conté que se había resbalado y quise levantarle, pero no se movía; estaba yerto. Me hinqué al lado suyo; le llamé:--¡Jesús... Jesusín!... y comenzó a reirse... ¡ja ja ja!... (_Ríe de un modo siniestro_.) LUISA (_Con asombro mientras todos se alarman_.) ¿A reirse? ANDRÉS (_Poseído por la profunda emoción de su relato, se obsesiona con el recuerdo de la risa fatal, y la repite aunque con la mano sobre la boca la quiere contener_.) ¡Ja ja ja!... Así ríen los que se hielan. (_Sigue riendo_.) CARMEN ¡Se trascorda! ANTONIO (_Asustado_.) Pero, hombre; ¿estás en ti? ANDRÉS (_Se domina, se levanta y continúa con la más elevada pesadumbre_.) ¡Lo estoy!... Íbase la risa del niño por el monte abajo sin dejar de oirse... ¡todavía se oye!... y los ojos le relucían como un cristal, llenos de lágrimas, abiertos contra las nubes, mirando al sol... Dentro de ellos el alma fuese apagando como un cirio cuando se consume; hasta que se le nublaron los últimos ardores con una sombra muy fría, y toda la carne de la criatura se cuajó en cera mortal... (_Las mujeres sollozan; los hombres se muestran muy enternecidos_.) Eché a correr con el hijo que me quedaba y dejé allí solo al inocente... No le sirvieron estos brazos míos para nacer ni para morir... Una noche, hace ya nueve años, temiendo que pereciese de frío y de hambre, le abrí esa puerta y le calenté en ese llar... ¡Bendita sea la mujer que le remedió!... Pero Jesús traía consigo la condena, arrastraba una culpa, y luego de padecer toda su vida, tenía que morir de hambre y de frío, sin un regazo, sin un consuelo... ¡delante de mí!... ESCENA VI Dichos, IRENE, después MARCELA IRENE (_Llega en silencio cuando_ ANDRÉS _pronuncia las últimas palabras. Demuestra una ansiedad desgarradora_.) ¡Andrés... Andrés!... ¿Qué es lo que dices? ANDRÉS (_Con un grito inexplicable_.) ¡Irene!... ¿Tú?... IRENE (_Mirándole con suprema angustia_.) ¿Es verdad que dejaste a Jesús muerto en el monte, solo, encima de la nieve? ANDRÉS (_Bajando la cabeza al peso de toda su amargura_.) ¡Es verdad! IRENE (_Trastornada por la pena_.) ¡Ah! ¿Qué has hecho de él?... ¿Qué has hecho, di? ANDRÉS ¡Lo quiso Dios! IRENE (_Desesperada_.) ¡Mi hijo... mi hijo! (ANDRÉS _hace un generoso movimiento para recibirla en sus brazos pero se detiene con un sollozo y_ LUISA _y_ CARMEN _la reciben en los suyos piadosamente_.) LUISA (_A_ IRENE _y_ ANDRÉS.) ¡Se os escapa a gritos el secreto! MARCELA (_Sin aparecer, llamando con ansia_.) ¡Luisa!... ¡Luisa!... ANTONIO ¡Ahí viene Marcela! ANDRÉS (_Dominándose_.) Mucho la debo, pero algo se lo voy a pagar. IRENE (_En medio de su llanto_.) ¡Sí; con mi carne!... ANDRÉS (_Mordiendo la frase con pasión_.) ¡Y con la mía! LUISA (_Ha salido a recibir a_ MARCELA _que llega desolada, con la mantilla caída en los hombros_.) ¡Detente... aguarda! MARCELA (_Desasiéndose_.) ¡No... no!... ¿Dónde está Andrés? ANDRÉS (_Acogiéndola en un abrazo_.) ¡Aquí! MARCELA (_Mirando en torno suyo como una loca_.) ¿Pero qué sucede? ¿Dónde están los niños, dónde? ANDRÉS (_Solemnemente_.) ¡Salvé al hijo tuyo, mujer! MARCELA (_Convulsa_.) ¿Al mío?... ¿al mío?... ¿A cuál? ANDRÉS Al tuyo: ¡a Serafín! MARCELA (_Con un grito indecible_.) ¡Hijo de mi alma! (_Oculta la cara entre las manos con infinita desolación... Después de una pausa habla exaltadamente_.) ¡No, ese no es el mío, no; el mío es el otro, el otro! IRENE (_Absorta_.) ¿Qué dices? ANDRÉS (_Asombradísimo_.) ¿Cómo? TODOS (_Con vivísima ansiedad_.) ¿Qué? MARCELA (_A_ ANDRÉS.) Dime tú qué fué del infeliz. ¿Dónde está?... ¿No alienta?... ¿No le veré ya nunca, nunca? ANDRÉS (_Angustiado_.) ¡Vivo, nunca! MARCELA (_Abrumadísima_.) ¡Ah! ANDRÉS (_Siempre con voz opaca_.) Le alcanzaron la nieve y el mal... y le dobló la muerte allá arriba. MARCELA (_Delirante_.) ¡El castigo, el castigo! ESCENA VII Dichos, REMEDIOS y SERAFÍN REMEDIOS (_Llevando de la mano al niño, que viste blusa y pantalón largo y representa nueve años muy gentiles_.) Aquí tenéis al muchacho tan campante. MARCELA (_Mira al niño con extravío y le empuja al medio de la escena_.) Pues éste, éste es Jesús, el jayón... Te le devuelvo, Irene, toma: ¡no llores más por él! IRENE ¿Que este es Jesús?... ¡Mi hijo!... ¿No me engañas? ANDRÉS (_A Marcela, con ansiosa inquietud_.) ¿Pero es verdad? LUISA (_Suplicante_.) ¡Marcela, por Dios! MARCELA (_A su marido_.) ¡Es verdad! (_A_ IRENE.) ¡No te engaño! (_Señalando al niño_.) Quise valerme de él contra ti, y no quiso el que todo lo puede!... Este niño es _el vuestro_, el saludable y dulce, el de los ojos verdes que embrujan como los tuyos. (_Habla con pasión y violencia, arrepentida y desesperada a un tiempo, mientras_ IRENE _se sacia mirando al hijo y le tiende los brazos_.) ¡Fíjate! Cuando Andrés le mira, es igual que si te mirase a ti. IRENE (_Mirando y abrazando al niño, que se resiste asustado_.) ¡Yo no pienso en Andrés! MARCELA (_Con lógica brutal_.) ¡La que se lleva al hijo se lleva al hombre! IRENE No; al hijo nada más; al hijo, sí; ¡ven! (_Muy codiciosa_.) JESÚS (_Lloroso, muy aturdido, queriendo irse con_ MARCELA.) ¡Madre! ANDRÉS (_Aparte_.) ¡No acabo de creerlo! MARCELA (_Echando al niño con brusquedad en brazos de_ IRENE.) ¡Esa es tu madre! (_A ella_.) ¡Tómale!... Te le doy y me quedo sola en el mundo, como estabas tú... ANDRÉS ¡Calla, calla, te confiesas a voces! MARCELA (_Con infinita amargura_.) ¡Como los sentenciados a muerte! (_Haciendo un ademán de huída_.) Ahora... ¡adiós! ANDRÉS (_Adelantándose a detenerla_.) ¿Que te vas? ¿adónde? MARCELA (_Pugnando por soltar la mano con que la sujeta su marido_.) Por la nieve adelante, por los caminos altos donde las criaturas perecen de frío y pesadumbre... IRENE (_Aparte_.) ¡Como el hijo suyo! ANDRÉS (_Compasivo_.) ¡No, eso no! MARCELA (_Con obscura intención_.) Si cada alma vuelve a su estrella, yo quiero acercarme a la mía sola y en paz. ANDRÉS Y yo no puedo abandonarte. MARCELA (_Imperiosa, magnífica en su terrible desesperación_.) ¡Déjame, Andrés! Ya oíste mi culpa: no te acuerdes más de mí! ANDRÉS (_Muy sombrío_.) ¡No sé lo que oigo! MARCELA ¡Sí; lo que no sabes lo adivinas!... Nada me preguntes ni me prometas: me duele tu caridad... ¡Quédate con ellos! ANDRÉS (_Vacilante_.) ¡Pero, aguarda! MARCELA ¡No! ¡Quiero acabar de arrancarme el corazón! (_Volviéndose a la gente que escucha con murmullos de inquietud y compasión_.) Que nadie me siga: ¡Que nadie me busque! ANDRÉS (_Porfiando débilmente_.) ¡Marcela! MARCELA (_Empujándole hacia_ IRENE _y_ JESÚS _con un sollozo que más parece un rugido_.) ¡Quédate ahí! (_Huye desatinadamente, mientras_ IRENE _y_ ANDRÉS _se miran con infinita ansiedad_.) IRENE (_Dando un paso hacia el hombre como para retenerle, con descubierta pasión_.) ¡Andrés!... TELÓN. LA PRENSA Y EL ESTRENO DE «EL JAYÓN» De "El Debate": La Sra. Concha Espina figura en primera línea entre los novelistas españoles contemporáneos. En las columnas de _El Debate_ hemos rendido pleitesía a la alcurnia literaria de la egregia escritora al estudiar dos libros suyos: _Agua de nieve_ y _La Esfinge Maragata_. Hoy tenemos la satisfacción de volver a aplaudirla con motivo del estreno de su primera obra teatral, _El Jayón_. La rutina suele clasificar a los publicistas inapelablemente. Al que lo encasilla entre los poetas no le reconoce aptitudes para la novela; al que lo diputa novelista, no lo aguanta dramaturgo. Diríase que la rutina es envidiosa y la ofenden la ductilidad y el proteísmo del talento ajeno. Por esta vez, la rutina habrá de resignarse con que una novelista ilustre haya triunfado en la escena de Eslava, desde la que hubo de saludar, al fin de los tres actos, a los espectadores que la aclamaban. * * * * * La Sra. Espina ha acertado a poner en su obra una intensidad emotiva extraordinaria; y como el arte esencialmente es emoción, se deduce que _El Jayón_ merece los aplausos con que fué acogido por el público. Añádase que los caracteres de Marcela, Irene, Andrés y Luisa están trazados con habilidad; que el diálogo es sobrio y el estilo primoroso, y se comprenderá que la crítica debe asociarse al fallo de la opinión. * * * * * En la autocrítica publicada en _La Tribuna_, afirma la autora: «En este drama no trato de decir nada nuevo, de plantear problema alguno, ni mucho menos de resolverle. Aspiro sólo a llevar a la escena un pedazo palpitante de vida, un bloque de la cantera humana, labrado por mi corazón. Para darle forma no me preocuparon ardides técnicos, y me dejé conducir por la emoción y la realidad, creyendo que este camino, si no fácil y corto, es el único que logra llegar a un alto fin.» Completamente de acuerdo con la teoría que este párrafo expone. La Sra. Espina ha conseguido realizar sus propósitos, y éstos son noblemente artísticos. En la interpretación, la Srta. Morer, admirable de vis trágica, puso a contribución su gesto natural, fuerte, elegante y su voz privilegiada, cuyas vibraciones emocionan por sí mismas, aun descartado el contenido de lo que exprese. El Sr. Hernández, adusto, seco, pensativo o fogosamente dramático, según las exigencias de las situaciones. Muy bien las Sras. Peñaranda y Siria y la Srta. Almarche. Mignoni ha pintado para _El Jayón_ dos bellas decoraciones. RAFAEL ROTLLAN. De "A B C": La primera manifestación teatral del temperamento literario de Concha Espina ha respondido al prestigio de que goza desde hace mucho tiempo como novelista la ilustre autora de _La Esfinge Maragata_. _El Jayón_, drama en tres actos, estrenado anoche en el teatro de Eslava, obtuvo un éxito franco, unánime, cordial y justísimo. No podía esperarse otra cosa de quien tan ponderadamente ha sabido interpretar momentos y sensaciones de un realismo doloroso y vivo, descubriendo la llaga de lo trágico, no con la grosera tenacidad de los gusanos, sino con la solícita atención de un psicólogo. _El Jayón_ es un afortunado ensayo dramático. Concha Espina ha tenido el acierto, además, de mostrarse como dramaturgo femenino de sutiles y vibrantes percepciones estéticas y humanas. Su primera obra escénica es, como la obra de una madre, la exaltación del más puro sentimiento de la maternidad, y esta postura sentimental tan simpática y tan excepcional en este ciclo literario en que la mujer propende a sentir como el hombre, fué acogida con visible complacencia por el público, sugestionado al mismo tiempo por la plasticidad del cuadro, del ambiente, de la luz local; la riqueza de la expresión en su poética rusticidad, y, finalmente, la tembladura de bondad, de sencillez, de almas buenas, que circula, como la sangre caliente y generosa por las venas, por todos los instantes del drama. Es el jayón un niño prohijado, una criatura con paternidad adoptiva, según la lexicografía vulgar montañesa. En la obra de la exquisita y gentil escritora, el jayón es un niño tullido, una lacra fisiológica, un rollito santo donde la Fatalidad se ha complacido en grabar una arruga deforme. Y este niño, hijo aparente del infortunio, cuando es el infortunio mismo, viene a ser el eje de la delicada trama, es como la línea de primer término de la linda, de la sugestiva acuarela dramática que ha compuesto Concha Espina. De su triunfo absoluto y clamoroso le hablarían anoche con clara elocuencia las ovaciones cerradas que le prodigó el entusiasmo de la concurrencia. La Srta. Morer tuvo ocasión de contrastar sus admirables aptitudes, dando la máxima sensación de la ternura, de la abnegación, del sacrificio y, finalmente, del desgarrante dolor maternal, interpretando la figura dulce y bondadosa de Marcela, la madre del jayón, la madre secreta para todo el mundo, menos para sus entrañas laceradas por la suprema adversidad. La Sra. Peñaranda y el Sr. Hernández se hicieron una vez más acreedores a la legítima complacencia con que el público de Eslava sabe justipreciar sus méritos artísticos indiscutibles. Para los tres, como para sus estudiosos auxiliares, hubo muchos y merecidos aplausos. Concha Espina fué llamada al palco escénico multitud de veces. El decorado, de Mignoni, de justo verismo. J. SAN GERMÁN OCAÑA. De "El Sol": Nosotros tenemos que recibir complacidos siempre cualquier ensayo escénico de los novelistas, seguros de que han de llevar a la dramática, con la sinceridad de sus análisis, graves preocupaciones de lenguaje y de estilo. En este último aspecto, principalmente, tiene un innegable valor la aparición ante la batería de una obra de Concha Espina, la interesante autora montañesa. * * * * * La sugestión innegable de esa fábula tiene aún menor importancia que la pintura del ambiente. La Sra. Espina ha llevado al teatro todo el color y todo el encanto descriptivo de la novela. Y, atenta al paso que daba, cuidó de conceder a los episodios una sobriedad plausible, que los hacía resaltar vivamente. El diálogo sostenía, en tanto, sus prestancias, y los actos se deslizaban bajo un innegable encanto literario. * * * * * El público aplaudió los tres actos del drama, reclamando en todos la presencia de la autora. Josefina Morer exteriorizó una vez más su alto temperamento dramático en la interpretación de Marcela. Y fué secundada con acierto por la Sra. Siria, y por los Sres. Hernández y Vega, especialmente. De "La Vanguardia", de Barcelona: Otra producción no sólo interesante por sí misma, sino reveladora de aptitudes dramáticas ciertas ha sido _El Jayón_, primer trabajo escénico de la insigne novelista Concha Espina. Se trata de una bella narración publicada ya y adaptada perspicazmente al teatro por su autora. El público percibía con claridad los dos elementos indispensables: el ambiente montañés que envuelve el episodio, y la curiosa experimentación del amor maternal que se intenta realizar. Así la potencialidad de la fábula destacaba sus vigores y la emoción surgía eficazmente. El dolor de aquella madre que en lejano día señalara al hijo legítimo como espurio, como hallado, como el _jayón_, avergonzado del raquitismo y de la fealdad del niño, adquiere una alta significación en el momento de perecer el muchacho víctima de un accidente fortuito. El verdadero _jayón_, el muchacho sano y hermoso se salva. Quien perece es el muchacho aquel que todos creían no era el de la triste. Ved por lo apuntado cómo en el drama de la Sra. Espina asoma mejor que una Fatalidad ciega o una Fatalidad hecha de determinismos, una decisiva acción providencial, pronta a ejercer sus justicias inexorables. La sencillez de los personajes que conocemos, el tono misterioso, recogido y apacible de la obra y la necesidad que tienen aquellos campesinos humildes del amparo constante de lo alto, concluyen de establecer las condiciones especiales de _El Jayón_. Y todo esto forma un conjunto organizado cuyas finalidades idealistas arriban sin mengua de la realidad viva y palpitante. Prueba, además, que la insigne autora de _La Esfinge Maragata_ y de _La Rosa de los Vientos_ puede caminar por la escena. Y a la par afirmaba, con el ejemplo ante nosotros, que no son tan insondables como se cree los abismos separadores de la novela y de la dramática. JOSÉ ALSINA. De "El Liberal": «El Jayón», por Concha Espina. La excelente novelista y escritora ha demostrado con ese su primer ensayo teatral que tiene todas las condiciones de un buen dramaturgo. _El Jayón_ es una obra dramática, trágica más bien, llena de emoción y de fuerza, cuyo fondo es hondamente patético. Y que por la forma y el ambiente--escenas de la montaña santanderina--está llena de verdadera poesía real. Fué muy aplaudida. MANUEL MACHADO. De "La Acción": Concha Espina es una escritora que goza de grandes simpatías entre las damas. El arte de sus novelas y la ejemplaridad que resplandece en la vida de esta mujer iluminan su personalidad con los prestigios más ingentes. Concha Espina ha sabido ser una gran escritora y una dama amante de su hogar, términos no antitéticos, pero, en realidad, no muy avenidos en la vida corriente y moliente. Por eso sus lectores muestran hacia su autora predilecta, tanta simpatía como admiración. _El Jayón_ es el primer intento teatral de la Sra. Espina. Nadie lo diría al ver el dominio técnico de que da gallardas muestras esta escritora en el drama estrenado anoche en Eslava. En _El Jayón_, a través de una trama simplicísima y de gran fuerza patética, Concha Espina exalta con toda la vehemencia de su corazón femenino, dotado de una gran sensibilidad, el sentimiento de la maternidad, que es eje y esencia del drama. No queremos hurtar a nuestros lectores el interés que en ellos ha de despertar el argumento del drama. Por eso, contrariando nuestros deseos, nos abstenemos de relatar las incidencias del asunto. Hay en esta primera obra de Concha Espina verdaderos alardes de sagacidad psicológica, que delatan un gran temperamento dramático en la ilustre escritora. La acción de la obra se desarrolla en la montaña santanderina, y los personajes, a pesar de su rusticidad, se expresan con la sobria elegancia de lenguaje que es característica en aquella comarca castellana. Sorprenden en _El Jayón_, la fluidez y naturalidad del diálogo y la elevación literaria de los giros, por cuyo extremoso celo merece sinceros plácemes esta ilustre autora. El interés del drama no desmaya un solo instante. La obsesión amarga de que están embargados los personajes de la obra se transmite al público, poniendo en tensión sus nervios en espera del desenlace. Y éste sobreviene, sencillo, noble y patético, coronando con los rigores de la adversidad definitiva la gama de torturas en que han venido consumiéndose las almas. El público rindió pródigos homenajes a Concha Espina, la cual hubo de salir a escena al final de cada jornada, requerida por los insistentes aplausos. Josefina Morer, en la protagonista de la obra, puso de relieve sus grandes aptitudes para los papeles dramáticos. La bella y gentil actriz, que es todavía una niña, si, como es de esperar, persevera en el estudio, será muy pronto una de las figuras culminantes de nuestra escena. Asimismo merecen un sincero aplauso el Sr. Hernández, que cada día añade mayores perfecciones a su arte, y la Sra. Siria, siempre ajustada y excelente actriz. ALBERTO MARÍN ALCALDE. De "El Universo": Las delicadezas del estilo de Concha Espina no son nuevas para nuestros lectores. Esta escritora, quizás la más espiritual de las de su sexo, ha triunfado en el cuento, en la novela y en el comentario sentimental, con estilo propio, y con triunfos tan rotundos como generales. Sus artículos, gustados por el público y consagrados, como sus novelas, por la crítica, la han granjeado una reputación literaria de las más sólidas. Pero si como creadora de las más bellas farsas poéticas es estimada por los lectores, quizás las exquisiteces de su estilo, por lo raras y escogidas, por lo depuradas literariamente, la han conquistado, en el mundo de los artistas una personalidad sobre todas original. Concha Espina, aplaudida y mimada del público por toda su labor anterior, va ahora al teatro con una obra dramática de ambiente rústico. En declaración autocrítica nos dice la ilustre autora que en su nuevo drama no pretende ni enseñar ni demostrar nada, y que el público está libre de todo intrincado problema moral de complicada solución. El ensayo dramático de la ilustre autora de _La Esfinge Maragata_ pertenece a lo que pudiéramos llamar teatro poético. _El Jayón_ es la poética exaltación de la maternidad y el canto a las sublimes y misteriosas profundidades y siniestros de las montañas. Allá arriba, en las cimas donde las ventiscas y las tempestades se forjan, la nieve entierra, quitando antes el último suspiro, al jayón. * * * * * El diálogo, que es el oro puro de esta narración novelesca, tiene primores poéticos y de estilo verdaderamente espléndidos. El lenguaje florido de aquellas montañesas toma color con la acción, y nos sabe más a mieles que en las lecturas. La Srta. Moner, en primer lugar, y Hernández, prestan el calor de su arte sincero y conmovedor a aquellas ternísimas escenas sentimentales. La Sra. Siria y Ricardo de la Vega, en papeles episódicos, admirables de carácter. Hidalgo y los demás intérpretes, muy bien. Concha Espina salió a escena al final de todos los actos a recibir los aplausos numerosos y entusiastas. FEDERICO LEAL. De "El Fígaro": Los intérpretes del drama. El drama estrenado anoche por la compañía que acaudilla D. Gregorio Martínez Sierra no va a los artistas del teatro Eslava. Sinceramente estimamos que merece otra interpretación más de emoción, de más nervio, que la que le dieron, con la mejor intención, la Srta. Morer, la Sra. Peñaranda y Paco Hernández, principales intérpretes de _El Jayón_. Y es que, acostumbrados al género diametralmente opuesto que cultiva el director artístico del teatro, no sienten, no viven, no cultivan el drama intenso que con tan buena fe les ha entregado la Sra. Espina, de quien teníamos un alto concepto literario por sus novelas y cuentos, y a la que debemos desde ahora una mayor consideración escénica. Esta misma opinión nuestra sustentaba el público que acudió al estreno del drama, otorgando con afecto prolongados aplausos a la autora y reclamando su presencia en escena al finalizar cada uno de los tres actos en que la obra está desarrollada. «El Jayón». _El Jayón_, el niño hallado sin padres, recogido por caridad, es al contrario de lo que estamos acostumbrados a ver en teatros, el motivo del drama íntimo que ahoga la felicidad del matrimonio montañés, eje de la obra. Este hijo del amor adúltero, hijo del marido y de una moza del valle, es encontrado una noche de nieve y de frío junto a la puerta de la casa del padre. La esposa, que sospecha la tragedia de aquel hombre, acoge con amor a la criatura y procura hermanarla con su hijo, el legítimo, recién nacido también. Pero un día descubre que éste es defectuoso, enfermizo, contrahecho, y en un arranque de orgullo, sintiéndose humillada, vencida, viendo al _jayón_ fuerte y sano, cambia a los niños de cuna para no avergonzarse ante la gente del fracaso de su amor. Y como un castigo ultrahumano, fingiendo siempre, eternamente dolorida, ve sucumbir, poco a poco, a su hijo verdadero, hasta que una noche trágica, también de fríos y nieves, perdidos en la montaña, el padre de los dos niños abandona, muerto, helado, al enfermo, para salvar al otro sano... Este es el drama fatal, sombrío, en el que interviene, como una sombra acusadora, la madre del _jayón_, errante y triste, para recobrarlo al final, en una escena de extremada intensidad, de un agobio profundo, dislacerante, amargo. El drama. Se desarrolla fácilmente, sin complicaciones, muy ponderado y muy interesante. Un momento, cuando acaba la obra, pesa algo, por la extensión del momento que, una vez expuesto, no debiera prolongarse con la desesperación y el dolor de la madre. Literariamente merece algo más que el ligero comentario que podríamos hacerle. A nuestro juicio, modestísimo, hace tiempo que no se representaba una comedia tan fácilmente dialogada ni tan elegante de expresión. Sin perder un momento el ambiente rústico, sin un alarde, se escucha con verdadera complacencia por el buen gusto de la escritora, que, a no ser mujer, seguramente hubiese alcanzado los honores de la Academia hace tiempo. Presentación. Así como los efectos escénicos del acto primero nos causaron una impresión de espanto, de desesperación, por los tonos chillones del decorado, por la falsedad absoluta del paisaje, por la colocación, en general, en cambio tenemos que confesar el acierto del escenógrafo Mignoni al presentar la misma, exacta decoración de paisaje en el segundo, con un efecto de nieve verdaderamente originalísimo. El decorado del tercer acto es de escasa, nula originalidad. Su indumentaria, aceptable nada más. JOSÉ MAIRAL. De "La Correspondencia de España": «_El Jayón_, nos dice su autora, es un drama rústico, amargo, lo mismo que la vida, fatal como un _karma_ que se cumple. Se desarrolla entre pasiones desnudas, entre criaturas buenas, en un medio primitivo, dentro del cual intervienen los elementos, con sus voces y su poder misterioso, como un personaje más. No está hecho a la medida de ningún actor», etc. Esto nos dice la Sra. Espina, y aun algo más, y en verdad no nos defrauda. Es _El Jayón_ uno de esos dramas humanos que, por lo mismo, por lo humanos, pueden pasar en cualquier parte, en cualquier época, allí donde latan dos humanos corazones... ¿Qué decimos dos? No; aquí son necesarios más; cinco por lo menos: tres _activos_, digámoslo así (los de dos mujeres madres y un hombre padre), y dos _pasivos_ (los de los hijos): el _jayón_ y el legítimo. En la vida se han dado sin duda muchos casos como el que presenciamos ayer en la escena. La novedad en estos asuntos nada importa; su verdadera novedad no está en el motivo, sino en el modo de desarrollarlo, y la distinguida y laureada autora de _La Esfinge Maragata_ ha demostrado un tacto escénico admirable. Sobriamente y con creciente interés en cada escena, va desenvolviéndose el drama, que tiene instantes felicísimos de emoción y poesía. Es verdad que ninguno de los papeles está hecho _a la medida de ningún actor_; pero es cierto también que todos estos papeles de la vida real, con sus palabras y sus sentimiento comunes, _caen_ siempre como hechos a la medida para nuestros cómicos, que son insuperables en cuanto se les hace caminar por la superficie terrena y no se les obliga a explorar en psicologías subterráneas o aéreas. Anoche, todos los actores de Eslava que tomaron parte en la obra lo hicieron a maravilla. Hasta los más secundarios; por ejemplo, aquellos dos pastores, llegados al llano de las alturas nevadas, parecían tipos arrancados de la propia sierra. Todos dignos de plácemes, y sobre todos hemos de mencionar especialmente y en justicia a la Sra. Peñaranda, que dió la nota dramática más emocionante, sin gritos desentonados, gestos extemporáneos, sin aspavientos, sino con una sobriedad en la actitud y en la palabra, palabra cálida, humana, de dolor profundo y contenido, mil veces más emocionante y trágica que un coro de voces plañideras. La Sra. Espina salió al final de todos los actos, reclamada por los aplausos unánimes del público. Reciba también el nuestro fervoroso. GOY DE SILVA. De "El Imparcial": Con motivo del estreno de «El Jayón». _Hablando con Concha Espina._ Dulzura; todo en ella es dulzura: los ojos puros que miran siempre _más allá_, el pliegue de la boca cansada, los gestos pausados, la voz igual... Entra en el saloncillo del teatro, donde la espero; el ancho sombrero de terciopelo negro proyecta una sombra suave sobre su rostro, cubriendo los cabellos negros; los largos pendientes de coral rojo no son en ella una extravagancia, ni siquiera una fantasía: son un adorno encantador e inmóvil, porque su cabeza apenas se mueve. --Vengo a molestarla--la digo--con motivo del estreno de esta noche; la actualidad manda, y usted es hoy una figura de actualidad de primer orden... --¡Oh, no!--protesta casi intimidada--: de primer orden, no. --Un estreno teatral femenino--prosigo--es aquí un acontecimiento, y tratándose de una firma, como la de usted... Pero esto es un pretexto; hace mucho que yo deseaba hablar con usted para poder luego hablar de usted a mis lectoras. Y antes de tratar de su nueva personalidad literaria, yo quisiera que me hablase usted de su vida. Y me habló de su vida muy sencillamente, con su voz dulce e igual, parándose a menudo, como si cada palabra evocase algo ante sus ojos, que miran siempre _más allá_... * * * * * --Y ahora hablemos un poco de su última encarnación literaria. ¿Cómo se le ocurrió escribir para el teatro? --Paso de la novela al teatro con la misma naturalidad y lógica que pasé del periodismo a la novela, o de los versos a la prosa. Hace algún tiempo escribí _El Jayón_ en novela para _La Novela Corta_. Mis pocos amigos intelectuales me aseguraron que los tres capítulos de _El Jayón_ eran más bien tres actos de un drama. Y un buen día me decidí a seguir su consejo y, en efecto, a medida que escribía me parecía que mi novela iba adquiriendo su verdadera forma, realizando su verdadera misión. --Volviendo al motivo _de actualidad_ de mi visita, ¿cuáles son sus impresiones de autora dramática en día de primer estreno? --Estos días confieso que en los ensayos sufrí un poco; es doloroso el oir las frases que nos dictó la emoción, cien veces remachadas, indiferentemente, desapasionadamente. Yo comprendo que esto es una sensación algo pueril, de autora novicia. --No sé si es pueril, pero me parece que debe ser muy justa. ¿Y hoy? --Hoy estoy muy tranquila; soy muy optimista. Y sus ojos, y su actitud toda, confirman tan sinceramente sus palabras que la miro algo desconcertada, y no temiendo ya turbar tan robusta serenidad, insisto: --Sin embargo, descontado el valor seguro de una obra de usted, hay obras muy hermosas y hasta de gran éxito más tarde, que fueron, el día de su estreno... --... ¿Un fracaso?--concluye tranquilamente--. Pues bien, yo me pongo perfectamente en el caso; de todas maneras no será culpa mía. Yo he escrito un drama que yo misma he presenciado y hondamente sentido, entregándome en mi obra con toda pasión, con toda fe. Yo no podía hacer más; luego, sean las cosas como sean, mi trabajo es el mismo; yo también... ¡Admirable Concha Espina, inmortal autora de _La Esfinge Maragata_; el éxito de su primer drama ha debido llenarla de una alegría digna, sin nervosidad, como sin nervosidad también fué la espera! Porque usted en la gloria como en el arte, como en la vida misma, permanece siempre fuerte con dulzura, optimista sin vanidad, y sin pasividad, serena. Porque usted, como sus ojos claros, está siempre _más allá_... MAGDA DONATO. De "La Unión", de Sevilla: Anoche, en el escenario de Eslava, se representó una obra teatral debida al ingenio de Concha Espina, la de la prosa correcta y clara como agua de manantial serrano, la novelista que sabe tejer realidades de nuestra propia vida con finos hilos de ensueño, dando a la labor un tono suave, de verdad y de ilusión, tan perfectamente armonizado, que logra poner un suspiro en nuestros labios, al mismo tiempo que, embebecidos, pensando en unas dulces quimeras, miramos a las lejanías más azules. Y la representación de _El Jayón_--que así se denomina la nueva comedia dramática--nos proporcionó aquella hora grata que el espíritu nos demandaba, cansado de tanta aridez y de tanto mezquino prosaísmo como estamos viviendo estos días en este nuestro buen pueblo español. Concha Espina, dotada de un exquisito temperamento artístico, escribiendo para el teatro como escribe sus novelas, tuvo el singularísimo acierto de subyugar a los espectadores, brindándoles generosamente aquellas exquisiteces de que estamos tan ayunos y que, en verdad, hemos echado de menos en tantas temporadas teatrales perdidas para la cultura, para el buen gusto y para el arte, nuestro supremo soberano. _El Jayón_, que tiene por fondo un brioso panorama de vidas rurales, que exalta hasta un sacrificio eterno--el de dejar el amor al hombre único--, el santo cariño maternal, está enmarcado en una pureza de lenguaje y en una simplicidad de tecnicismo que constituyen la triunfal ejecutoria de la pluma que anoche fué aclamada, no ya por el aplauso de los selectos, sino por el público de la galería, que, abierta el alma a la llegada de la emoción, supo gustar ésta y apropiársela, agradeciéndola como una señalada merced. Los periódicos madrileños relatarán, de seguro, el argumento de la obra que de modo tan definitivo triunfó anoche en Eslava, y por ello, para no hacer demasiado extenso este apunte, no he de meterme en tal detalle; pero, por si no te lo dijesen los críticos de teatros al hacer el comentario del estreno, yo he de manifestarte, amigo lector, que _El Jayón_ tiene una escena tan intensa y tan sublime, tan generosa y tan llena de dulzores de alma de mujer, tan ungida por la gracia de las que fueron madres, que la diputo como uno de los mayores aciertos de nuestro teatro. * * * * * Cuando _El Jayón_ siga su camino por todos los teatros de España, que la ruta es amplia y reclaman las gentes de todos los lugares beber en el mismo fresco y grato manantial, Concha Espina recogerá el fruto de la gratitud, pues ha puesto en el duro surco de nuestra vida semilla de arte noble y grande. Y bien haya quien así atiende la sed de nuestro espíritu, que ya empezaba a mostrar grietas producidas por la hosca resequedad que hubieron de proporcionarnos los que se propusieron extraviarnos en nuestro camino hacia lugares de cordialidad, de ternuras, de realidades suavizadas por el dulzor del ensueño. LEOCADIO MARTÍN RUIZ. *** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK EL JAYÓN: DRAMA EN TRES ACTOS *** Updated editions will replace the previous one—the old editions will be renamed. Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright law means that no one owns a United States copyright in these works, so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United States without permission and without paying copyright royalties. Special rules, set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to copying and distributing Project Gutenberg™ electronic works to protect the PROJECT GUTENBERG™ concept and trademark. 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INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone providing copies of Project Gutenberg™ electronic works in accordance with this agreement, and any volunteers associated with the production, promotion and distribution of Project Gutenberg™ electronic works, harmless from all liability, costs and expenses, including legal fees, that arise directly or indirectly from any of the following which you do or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg™ work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any Project Gutenberg™ work, and (c) any Defect you cause. Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg™ Project Gutenberg™ is synonymous with the free distribution of electronic works in formats readable by the widest variety of computers including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from people in all walks of life. Volunteers and financial support to provide volunteers with the assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg™’s goals and ensuring that the Project Gutenberg™ collection will remain freely available for generations to come. In 2001, the Project Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure and permanent future for Project Gutenberg™ and future generations. To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 and the Foundation information page at www.gutenberg.org. Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non-profit 501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal Revenue Service. The Foundation’s EIN or federal tax identification number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent permitted by U.S. federal laws and your state’s laws. The Foundation’s business office is located at 809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email contact links and up to date contact information can be found at the Foundation’s website and official page at www.gutenberg.org/contact Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation Project Gutenberg™ depends upon and cannot survive without widespread public support and donations to carry out its mission of increasing the number of public domain and licensed works that can be freely distributed in machine-readable form accessible by the widest array of equipment including outdated equipment. Many small donations ($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt status with the IRS. The Foundation is committed to complying with the laws regulating charities and charitable donations in all 50 states of the United States. Compliance requirements are not uniform and it takes a considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up with these requirements. We do not solicit donations in locations where we have not received written confirmation of compliance. To SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any particular state visit www.gutenberg.org/donate. While we cannot and do not solicit contributions from states where we have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition against accepting unsolicited donations from donors in such states who approach us with offers to donate. 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